Una evaluación del Nivel de Reservas de Argentina

La modificación a la carta orgánica del Banco Central de Argentina otorgándole más flexibilidad para financiar al Tesoro, ha originado una serie de discusiones sobre los efectos que la misma tendría en variables fundamentales como la inflación. No pretendo discutir en esta columna sobre los costos y beneficios de que el Banco Central adquiera mayor flexibilidad. Aunque tenga mis creencias sobre cómo es probable que se terminen desarrollando los eventos, lo que pase con la inflación y el nivel de reservas va a depender de cómo interactúe el Banco Central y el Gobierno y de cuál sea el escenario de crecimiento del país.

Lo que sí quiero discutir es sobre el nivel de reservas actual de Argentina. Siendo que esta variable es clave en la discusión de los efectos de la reforma y habiendo dicho el Banco Central que iba a determinar su nivel adecuado, llama la atención que la discusión en este sentido no haya pasado del nivel anecdótico.

Adelantándome un poco—o mucho–  al anuncio del Banco Central quisiera presentar y analizar algunos indicadores objetivos relacionados a reservas que han sido identificados anteriormente como útiles para evaluar la pertinencia de su nivel.

Dado que en la discusión se ha puesto algún énfasis en la comparación de Argentina con otros países en lo que respecta al manejo de reservas, parece lógico analizar como la manejan efectivamente los otros países.  

 Hay varios indicadores en los que uno se puede fijar para sacar algunas conclusiones, aunque no sean inequívocas en el caso argentino. Según datos del Banco Mundial, la deuda de corto plazo—exigible en menos de un año–de todos los sectores de la economía es el 77% de las reservas. Un número mucho menor al existente en el 2001 que era de 137 % pero no por eso insignificante. Este es un indicador de riesgo de no pago, mientras más chico menor es el riesgo ya que es posible cubrir más deuda con reservas. Para dar una perspectiva internacional a esta magnitud consideremos que el valor promedio para países emergentes y  con tipo de cambio manejado por el Banco Central –como en Argentina– fue de 32% en el año 2009, un número claramente menor al de Argentina.

 Otro indicador de riesgo es el ratio de cantidad de dinero (M2) a reservas. Valores más altos de este indicador implican mayor riesgo dado que M2 es una medida del tamaño del sistema financiero del país y una medida de una potencial fuga de capitales. En el caso argentino este ratio se encuentra en 1.83, es decir que M2 es menos del doble que las reservas o, lo que es lo mismo, que las reservas son alrededor del 54% de la oferta monetaria. Según este índice, Argentina sale bien parada en la comparación internacional. En el año 2009 el promedio para el grupo de países mencionados anteriormente fue de 2.62, es decir la oferta monetaria fue mayor a dos veces y medio el stock de reservas. Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, esta situación relativa y, aparentemente, ventajosa se debe al poco nivel de desarrollo del sistema financiero que existe en Argentina: M2 es menor al 20% del PBI mientras que para otros países fue de  85% en promedio en el año 2009.

Otro indicador que se usaba bastante hace algunas décadas es el ratio de reservas a importaciones, pero suena lógico discutirlo para Argentina dada el rumbo “mercantilista” impuesto por el gobierno. Las reservas de Argentina alcanzarían a cubrir alrededor de 7 meses de importaciones que es una magnitud muy similar al promedio de países para el 2009.

Si consideramos los indicadores discutidos anteriormente (más otros indicadores económicos del país) en un contexto que nos permita obtener un indicador como resultado de la combinación de los mismos— un modelo estimado econométricamente– nos da que, si Argentina se comportase como el promedio de los países con características similares, el ratio de reservas a PIB debiese ser alrededor de 13% dado sus “fundamentales”  económicos.[1] Calculado con datos de finales del 2011, este ratio se encuentra en 10% del PIB.  Si bien, se podría argumentar que estos números no son muy diferentes entre sí, este criterio no avala el uso de reservas por ser excesivas.

Concluyendo, si bien se podrían sacar diferentes conclusiones de acuerdo al indicador que se mire, creo que no es arriesgado ni erróneo decir que en Argentina no sobran reservas (el indicador que así lo indica es consecuencia de un nivel de bancarización muy bajo para el tamaño de la economía). Si bien, relativamente, a otras épocas no se está en una zona de peligro, tampoco se está en una situación de holgura como para tirar manteca al techo. Esto es algo que debiese ser tenido en cuenta   por los responsables del diseño de la política monetaria– y ahora también la fiscal– cuando se haga uso de la flexibilidad que la reforma otorga al Banco Central.



[1] Ver “Sobre el Nivel de Reservas Internacionales en Chile: Análisis a través de enfoques complementarios” (http://www.bcentral.cl/estudios/documentos-trabajo/fichas/621.htm)