¿Cuánto crece realmente Argentina?

(Extracto editado de nuestro informe Argentina 2012: El Test de la escasez, Elypsis, febrero 2012)

El crecimiento (y sus dividendos en términos de creación de empleo y disminución de la pobreza), fuente de capital político si las hay, fue particularmente emblemático en las administraciones kirchneristas. Sin embargo –o, precisamente, a raíz de esto– desde 2007 la información oficial del PBI se ha vuelto cada vez menos confiable. Distorsionada desde el inicio de la intervención del INDEC por efecto colateral de la subestimación del IPC, hoy el dato de crecimiento es percibido como específica y deliberadamente exagerado.

Si bien, al igual que con el IPC, no hay manera sencilla de compensar este déficit estadístico, existen sustitutos imperfectos que atenúan la tendencia oficial a inflar el crecimiento y nos acercan al número real. A fin de examinar los datos desde una perspectiva más realista, evitando estimaciones ad hoc, elaboramos uno de estos substitutos, el Índice Coincidente de Actividad Económica (ICAE), en base a nueve variables altamente correlacionadas con el estimador mensual del PBI (el EMAE, reportado por el INDEC), calibradas usando datos del período 1997-2006.[1]

Los cambios año contra año de las variables seleccionadas fueron ponderados por la inversa de su desvío estándar con respecto a la suma de la inversa del desvío estándar de todas las series. El resultado fue luego reescalado para que coincidiera con el desvío estándar del EMAE y fue acumulado en el tiempo para obtener un índice que fue, a su vez, desestacionalizado utilizando un ARIMA X12. Por último, los valores reales se calcularon utilizando el IPC oficial hasta finales de 2006 y un estimador del IPC basado en la información de las agencias de estadísticas provinciales (presuntamente) libres de manipulación a partir de entonces.[2]

¿Cuánto creció Argentina realmente según este índice? Hasta 2007, la diferencia acumulada entre el índice y el registro oficial (EMAE) es minúscula (menos del 1%). En cambio, el crecimiento acumulado entre 2007 y 2011 según el ICAE fue de 25%, 14% por debajo del 39% reportado en las cifras oficialesEsta corrección al crecimiento reciente obliga a rever el posicionamiento del desempeño relativo del país en el contexto regional, que a la luz de estos números se ve claramente por encima del promedio en los primeros dos períodos de gobierno y comparable al resto de la región en los últimos cuatro años.

Del mismo modo, se observa que si en los números oficiales Argentina cerró la brecha abierta por la recesión del 1998-2002 en relación a nuestro vecinos (es decir, la diferencia entre el crecimiento acumulado promedio de países comparables de la región y el acumulado de Argentina), nuestra aproximación al crecimiento real sugiere en cambio que esta brecha se estabilizó hacia fines de 2008 en alrededor del 10%.

Y que, a juzgar por las estimaciones que se barajan para 2012, la brecha tendería a ensancharse en el futuro.[3]

En el gráfico anterior, la estimación del crecimiento argentino muestra 6% para 2011 (según el ICAE) y 3.1% para 2012 (1.6% de arrastre que surge de la evolución del ICAE, más 1.5% de crecimiento promedio trimestre contra trimestre durante el año). Esto último, si bien no deja de ser una estimación, está en línea con la dinámica del ICAE en 2011, que muestra una desaceleración considerable del nivel de actividad hacia finales de 2011. La misma desaceleración se refleja, a su vez, en el Índice de Difusión (IDE), definido como el porcentaje de series que muestran una variación mensual negativa tras el ajuste estacional. Como puede verse en la figura, el umbral del 50%, fugazmente superado en el último trimestre de 2011, usualmente se asocia al inicio de un período de recesión.

Lo anterior debería contribuir a poner en perspectiva un aspecto esencial del “milagro argentino”, sus alcances reales y su dinámica y limites crecientes, abriendo el debate sobre el patrón de crecimiento (un debate también pendiente en la mayoría de los países exitosos de la región). En el corto plazo, con una crisis europea en ciernes, China planeando un aterrizaje suave hacia un nuevo modelo de crecimiento, la demanda local respondiendo al modesto ajuste fiscal, el menor acceso al crédito y el deterioro en el “clima de inversión” tras la intensificación del corralito cambiario y las barreras comerciales, y con una oferta asediada por la sequía y la falta de insumos importados, no resulta fácil identificar cuáles serían las fuentes de crecimiento en 2012. En el largo plazo, la creciente dependencia de la explotación de recursos naturales, y el fracaso de la sustitución forzada de importaciones en la generación de productividad y empleo, sugieren que, en ausencia de un cambio de rumbo, la brecha remanente con nuestros vecinos se seguirá ahondando.

El sencillo ejercicio de aproximación presentado en este post nos recuerda el peligro de terminar creyéndonos nuestros propios simulacros.


[1] Las 9 series del ICAE son seleccionadas de un grupo más grande en función de su correlación contemporánea con el EMAE para el período 1997-2006, previo al inicio de la manipulación de datos.

[2] Previsiblemente, el índice así construido mejora la correlación promedio de las series, registrando una correlación del 97% con el EMAE durante el periodo de referencia (por arriba del 75% que se observa, en promedio, entre el EMAE y las series que componen el índice). A su vez, a partir de una regresión simple, el índice explica el 94% de la variación del EMAE, por encima del 59% promedio correspondiente a las variables individuales.

[3] Según proyecciones de Economic Inteligence Unit