Rigidez Salarial a la Baja

En co-autoría con Stephanie Schmitt-Grohe

El foco de esta entrada es documentar la siguiente (no por todos)  (re)conocida pero siempre sorprendente regularidad empírica: Independientemente del nivel de desarrollo de la economía (industrializada o emergente), del estado del ciclo económico (recesión o expansión) o del nivel de inflación (positiva, negativa, alta o baja), los salarios nominales en el sector privado son extremadamente reacios a bajar.  Esta simple observación conlleva una implicancia fundamental para la política monetaria: Durante épocas de contracción económica y desempleo, el salario real no se ajustará a la baja con la velocidad suficiente, y por lo tanto el desempleo será exagerado, a no ser que el banco central induzca un aumento en el nivel general de precios.  Esto no es una mera curiosidad. Por el contrario, tiene enorme relevancia práctica.  Por ejemplo, los innecesariamente prolongados periodos de alto desempleo que actualmente están sufriendo los EEUU y la Europa periférica  obedecen, en nuestra opinión en gran parte, a la incapacidad o falta de voluntad  de las respectivas autoridades económicas de encontrar una salida inflacionaria al problema.   En contraste, los hacedores de política argentinos que en 2002 y 2009 permitieron una gran depreciación del peso, probaron estar comparativamente mucho más a la altura de las circunstancias.

La  evidencia empírica sobre la frecuencia observada de cambios en los salarios nominales  apoya firmemente la hipótesis de  rigidez del salario nominal a la baja. La tabla 1, por ejemplo, muestra  la probabilidad empírica  de baja, aumento y no cambio en los salarios de trabajadores por hora masculino y femenino que no cambiaron de empleador    durante el período 1986-1993 en los Estados Unidos.  A groso modo, por año, la mitad de los empleados experimentaron un aumento salarial. La otra mitad, en su gran mayoría, no sufrió cambio alguno en el salario. Y solo un  pequeño porcentaje de trabajadores sufrió una caída en la remuneración.  Lo sorprendente de esta evidencia empírica es el apilamiento de probabilidad en 0 cambio y la negligible probabilidad de baja salarial. Esta asimetría indica que los salarios son más rígidos a la baja que al alza.  La inflación en los EEUU durante el periodo de cobertura de la tabla fue de alrededor del 4 por ciento por año. Uno podría argumentar por lo tanto, que la falta de probabilidad en la región negativa de la distribución se debe a que la inflación se hizo cargo de rebajar el valor real de  los salarios que no cambiaron nominalmente.   Esto es cierto, pero no explica la concentración de probabilidad en 0. Si los salarios nominales fueran igualmente rígidos a la baja que al alza, luego un aumento en la taza de inflación debería producir un traslado paralelo de la distribución a la derecha, sin afectar especialmente  a la probabilidad de constancia salarial.

Otra observación  crítica que puede hacerse sobre la validez de la evidencia mostrada en la tabla 1 es que esta limita su alcance a trabajadores que no cambiaron de empleador. Si los empleadores concentraran sus recortes salariales en las nuevas contrataciones, quizás la tabla se vería diferente si no se excluyeran a los individuos que cambiaron de trabajo. La figura 1 toma en cuenta este aspecto. En ella se muestra nuevamente la distribución empírica de cambios en salarios nominales en los EEUU, pero para el periodo más reciente 1996-2000. Lo interesante de esta tabla es que sus autores no restringieron la muestra a trabajadores que no cambiaron de empleo. Sin embargo vemos que, al igual que en la tabla 1,  alrededor de la mitad de los trabajadores recibieron aumentos,  la otra mitad  no experimento cambios, y una pequeña fracción sufrió bajas.  Un elemento de interés adicional es que durante el periodo que cubre la figura 1, la tasa de inflación fue de solo el 2 por ciento por año, la mitad que la observada durante el periodo de cobertura de la tabla 1.

Figura 1

El último elemento de evidencia sobre rigidez nominal de salarios a la baja en países desarrollados que mostraremos aquí (la lista es más larga), viene de Canadá durante el periodo 1992-1994  y se muestra en la figura 2. Lo interesante de este caso es que durante estos años Canadá atravesó una severa recesión económica, con una tasa de desempleo de 10,2 por ciento. Además, la tasa de inflación durante  este periodo  fue del solo del 1,4  por ciento. Sería de esperar que con tan altos niveles de desempleo y tan baja tasa de aumento de precios, el mercado de trabajo se ajuste vía cortes en salarios nominales. De acuerdo con la figura 2, sin embargo, la realidad fue muy diferente. Nuevamente vemos aun alta concentración de trabajadores que no experimentaron cambios salariales y una pequeña fracción que sufrió recortes de remuneración.

Figura 2: Evidencia de Rigidez Salarial a la Baja en Canadá

Fuente: Fortin (1996)

Que podemos decir sobre los países emergentes?  Examinemos el caso de nuestro país durante la segunda mitad de la Convertibilidad ((1996-2001). La figura 3 muestra el salario nominal (en pesos), el  salario real (en dólares), el tipo de cambio nominal (pesos por dólar), y  la suma de las tasas de desempleo y subempleo  para la Argentina durante el período 1996-2006. El subperíodo 1998-2001 es de particular interés porque el Banco Central  se aferraba a la paridad uno a uno del peso con el dólar, a pesar de que la economía estaba sufriendo una severa contracción y el desempleo y el subempleo estaban embarcados en   una empinada subida. En este contexto de contracción macroeconómica,  uno debería esperar una caída en el salario real en dólares. Esto puede darse vía una depreciación nominal de la moneda of vía una caída en el salario nominal. La primera avenida fue cerrada  durante el periodo en cuestión por la negativa del gobierno (Menem primero y De la Rúa después)  a abandonar la convertibilidad. La segunda avenida, la deflación salarial,  increíblemente, nunca se materializo.  En efecto, durante este dramático período,  el salario nominal promedio no se redujo en lo mas mínimo, sino que, por el contrario, experimento algún aumento.  Por lo tanto, debido a que el peso argentino estaba atado al dólar, el salario en dólares, lejos de caer,  aumentó a lo largo del periodo contraccionario 1998-2001. Nosotros interpretamos esta dinámica como evidencia de rigideces salariales a la baja.  Apuntamos además, que el hecho de que los salarios reales cayeron de manera significativa  en el preciso momento de  la devaluación de 2002 sugiere que el período 1998-2001 fue uno de deflación  salarial censurada (en el sentido estadístico, no político!). Esta observación  refuerza aún más la opinión de que los salarios nominales en Argentina sufren de inflexibilidad a la baja. Cabe mencionar que   durante el período 1998-2001, el nivel general de precios,  a diferencia de los salarios nominales, cayó de manera significativa. La tasa de inflación del IPC fue en promedio de -0.86 por ciento anual durante el período 1998-2001. De ello se desprende que los salarios reales aumentaron no sólo en términos de dólares sino también en términos de unidades del IPC.

Fuente: Schmitt-Grohe and Uribe (2011)

Un tema central del debate económico actual es el de las causas de la gran crisis de los emergentes europeos. Desde este y otros foros hemos enfatizado que el talón de Aquiles de la eurozona es que, al fijar el tipo de cambio entre las monedas de  sus miembros desarrollados y emergentes, deja en un estado muy vulnerable a estos último, especialmente aquellos en los que las rigideces de salarios a la baja son más acentuadas. Es de interés, por lo tanto, inspeccionar  el  comportamiento del desempleo y los salarios nominales en la periferia de la zona euro durante  la gran recesión de 2008. La figura 4 muestra la tasa de desempleo y el salario nominal en Estonia, Grecia, Irlanda, Portugal y España durante el período 2000 a 2010.   Antes de la gran contracción de 2008 todos los países experimentaron un crecimiento salarial  significativo en términos nominales (y reales) y   tasas de  desempleo en disminución o estables. La crisis de 2008 causo  un fuerte aumento en las tasas de desempleo  en los cinco países. Sin embargo, este significativo   aumento en el desempleo no se  tradujo en recortes de los salarios nominales. Por el contrario, estos siguieron  aumentando en todos los países con la excepción de Estonia, donde se mantuvieron más o menos constantes.  Una vez más, estos episodios sugieren una marcada resistencia del salario nominal a la baja.  Nótese que los salarios que se muestran en la figura 4 corresponden al  sector manufacturero y excluyen salarios del sector público. Estos últimos experimentaron caídas significativas  en varios países de la región como parte de (en nuestra opinión extemporáneos) ajustes fiscales.

Figura 4: Salario Nominal y Desempleo en la Europa Periférica, 2000-2009

Fuente: Schmitt-Grohe and Uribe, 2011

En esta entrada hemos ofrecido evidencia empírica que sugiere que  el  salario nominal en países desarrollados y emergentes muestra una marcada rigidez a la baja. Esta rigidez nominal justifica un rol central de la autoridad monetaria, especialmente durante periodos de alto desempleo por insuficiencia de demanda agregada. Específicamente,   la magnitud y duración de crisis de esta naturaleza depende en gran medida de la voluntad e idoneidad  del banco central  para suplir con inducidos aumentos de precios el ajuste que el mercado de trabajo no puede materializar por si mismo.  Esta es quizás la lección más importante que la experiencia Argentina post Convertibilidad le puede brindar tanto a los EEUU como a Europa.

Concluimos con la aclaración, quizás obvia, de que esta entrada no debe interpretarse como una apología de la inflación. Las implicaciones de política monetaria que se desprenden de nuestro análisis están referidas con exclusividad al papel que le cabe al banco central durante periodos recesivos.  Fuera de estos, i.e., durante periodos de expansión económica,  la política monetaria,  debe velar por asegurar la estabilidad de precios en el largo plazo. Y esta es una lección que los argentinos bien podríamos aprender de, paradójicamente, los EEUU y Europa.

Nota: Esta entrada es una adaptación de la sección 3 de Schmitt-Grohé and Uribe (2011).

Referencias

Barattieri, Alessandro, Susanto Basu, and Peter Gottschalk, «Some Evidence on the Importance of Sticky Wages,» NBER working paper 16130, June 2010.

Fortin, Pierre, «The Great Canadian Slump,» The Canadian Journal of Economics, 29, 1996, 761-787.

Gottschalk, Peter, «Downward Nominal Wage Flexibility: Real or Measurement Error?,» The Review of Economics and Statistics, 87, August 2005, 556-568.

Schmitt-Grohe, Stephanie, and Martin Uribe, «Pegs and Pain,» working paper, Columbia University, July 2011.