En co-autoría con Juan Felipe Riaño y Juan Fernando Vargas
Con la explosión de información fácilmente disponible online y el uso de técnicas (importadas de otras profesiones) para aprovechar el poder de los computadores, se ha puesto de moda una vieja práctica, más frecuente entre politólogos que entre economistas, de analizar textos sistemáticamente “tratando las palabras como datos”[1].
En un nuevo proyecto de investigación, nos proponemos estudiar las intervenciones del ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez. Durante sus mandatos (2002-2006 y 2006-2010), Uribe colgó en la página de internet de la Presidencia los textos de todas sus intervenciones públicas. Esto nos permitió, antes del fin de su era, extraer todos los discursos y comunicados de prensa allí publicados. En esta entrada, compartimos con ustedes algunas características que se derivan de un primer vistazo a una muestra aleatoria de 1.130 discursos (de un total de 2.133 que estamos en proceso de limpiar y organizar para el análisis cuantitativo).
El caso de Uribe es interesante por varios motivos. Primero, por su popularidad. La Figura 1 muestra que, entre los mandatarios latinoamericanos, Uribe se destaca como uno de los más populares. Otra característica a subrayar es la persistencia del porcentaje de aprobación de Álvaro Uribe. Aunque otros como el presidente Kirchner o el presidente Evo Morales lo superan en popularidad en algunos años, Uribe no tiene la variabilidad que presenta la tasa de aprobación de estos mandatarios (ni de otros, como Bachelet y Lula). Se dice con frecuencia de Uribe que es un “buen comunicador.” Si esta es una de las razones de su popularidad, examinar sistemáticamente sus discursos despierta, por lo menos, algo de curiosidad.
Figura 1: Porcentaje de aprobación para algunos mandatarios latinoamericanos, 2006-2009
Una segunda razón por la cual el caso de Uribe reviste interés es que su popularidad es en cierto sentido paradójica, en cuanto a la “inmunidad” que exhibe ante una serie de escándalos muy serios que comprometieron su administración. Entre estos escándalos, se incluyen los siguientes:
- Los “falsos positivos,” o asesinato de civiles por parte de la fuerza pública para presentarlos como guerrilleros o miembros de otros grupos ilegales dados de baja en combate.
- La “parapolítica,” o la alianza de políticos del orden nacional, muchos de ellos parte de la coalición Uribista, con jefes paramilitares.
- Las “chuzadas” o interceptaciones telefónicas ilegales a miembros de la oposición y las altas cortes por parte del Departamento Admnistrativo de Seguridad (DAS), organismo de inteligencia dependiente de la Presidencia.
- La “Yidispolítica,” escándalo suscitado por las declaraciones de la representante a la Cámara Yidis Medina, detallando la supuesta compra de votos por parte de funcionarios del gobierno durante la discusión del proyecto de reforma constitucional para permitir la (primera) reelección de Uribe. Con el intento de lograr una segunda reelección se desataría otro escándalo, esta vez por irregularidades en la campaña por el referendo a favor de la reelección.
- Los enfrentamientos con la Corte Suprema de Justicia, y en particular el llamado “caso Tasmania.” El paramilitar alias “Tasmania,” quien había asegurado que un magistrado de la Corte le había ofrecido beneficios judiciales a cambio de implicar al presidente Uribe en un atentado, se retractó asegurando que todo había sido orquestado por presiones de un ex paramilitar (alias “el Tuso”) en supuesta coordinación con Mario Uribe, primo del presidente condenado por parapolítica, y de Santiago Uribe, hermano del presidente.
- El caso de las zonas francas, cuando se acusó a los dos hijos del presidente Álvaro Uribe, Tomás y Jerónimo, de beneficiarse con la valorización de terrenos de su propiedad al ser incluidos, poco después de adquiridos, en una reglamentación de zona franca.
- El caso del hermano del Ministro del Interior y jefe seccional de fiscalías de Medellín, Guillermo Valencia Cossio, acusado (y posteriormente condenado) por favorecimiento a integrantes de bandas delincuenciales.
- El escándalo de corrupción con los subsidios de Agro Ingreso Seguro, desviados a familias de poderosos políticos y terratenientes.
Si bien hubo algunas fluctuaciones en la popularidad del presidente, y quizás algunas podrían asociarse con estos reveces que lo involucraban directamente (o, por lo menos, a sus políticas bandera, a su círculo íntimo de asesores, y a su coalición de gobierno), la norma general fue la persistencia de su popularidad. Dicha persistencia, que señalamos en la Figura 1, se aprecia más claramente en la Figura 2, que muestra el porcentaje de opinión favorable y desfavorable por los mandatarios colombianos desde febrero de 1994 hasta agosto de 2011. No sólo es palpable la gran popularidad de Uribe en comparación con la de sus antecesores, sino la estabilidad del porcentaje de aprobación a pesar de los eventos arriba reseñados.
Figura 2: Opinión favorable y desfavorable del Presidente de Colombia, 1994-2011
El fenómeno es tan llamativo que se le dio nombre en los medios de comunicación: el “efecto teflón.” A Uribe, en efecto, parece que no había grasa que se le pegara. Frente a crisis como las arriba señaladas, medios y columnistas destacaban su sorpresa ante los buenos resultados en las encuestas. Por ejemplo, esta noticia de la revista Semana registra con sorpresa la constancia de la popularidad de Uribe una semana después de que nueve congresistas de la bancada Uribista quedaran vinculados con el escándalo por la “parapolítica.” Entre ellos figuraba el senador Álvaro Araujo, hermano de la entonces Canciller Maria Consuelo Araujo. Además de estar vinculado con los paramilitares, el senador fue acusado de planear un secuestro, y todo esto precipitó el reemplazo de la funcionaria. Sólo hacia el final de su segundo mandato el teflón parecía desgastarse, aunque la aprobación permanecía en niveles cercanos al 70% y sólo en asuntos económicos y de manejo de corrupción tenía una mala imagen.
¿Es posible discernir en los discursos de Uribe el éxito de su estrategia de comunicación? Para empezar veamos algunas características de estos discursos, describiendo las palabras y frases más frecuentes del mandatario, en la Tabla 1.
Tabla 1: Frases y palabras más frecuentes en los discursos de Álvaro Uribe, 2002-2010
Este conteo simple de las palabras y frases más frecuentemente usadas por Uribe parecen reflejar bien los tres pilares de su política que, en otra referencia culinaria (¿agropecuaria?), se conocieron (bautizados por el propio Uribe) como sus “tres huevitos”: la seguridad democrática, su estrategia de consolidar la ofensiva militar contra los grupos armados, en particular las Farc; la confianza inversionista, o su estrategia de fomento de la inversión privada, doméstica y extranjera; y la cohesión social, nombre con el que resumió su política social. De los tres huevitos, queda claro que el más grande, conforme a la intuición de la fortaleza del gobierno Uribe, es el de la seguridad democrática. Por ejemplo, no es sólo seguridad democrática la frase más frecuente del presidente (casi 1.5 veces más frecuente que la segunda en la lista), sino que le sigue en segundo lugar la frase Fuerza Pública. En cuanto a las palabras, “seguridad” también lidera la lista, y apareció en tres de cada cuatro discursos pronunciados.
Volvamos entonces al efecto teflón. Una hipótesis posible es que ante las adversidades, Uribe destacaba sus fortalezas, y recordaba a los colombianos su lucha contra las Farc. Esta hipótesis complementa otra idea que hemos investigado teórica y empíricamente, acerca de las ventajas electorales que pueden otorgar los “problemas” o “enemigos” (en este caso las Farc) a los políticos (ver esta entrada de focoeconomico.org). Es frecuente la conjetura de que los colombianos le “perdonaron” a Uribe muchos de los cuestionamientos a su gobierno porque cumplió su promesa de arrinconar a las Farc (ver, por ejemplo, estas declaraciones de Napoleón Franco, quien dirige una de las principales firmas de opinión del país). O, lo que sería un razonamiento igualmente cuestionable pero no por ello improbable, que muchos colombianos entendieron estos problemas como un “mal necesario” para luchar contra la guerrilla.
Independientemente de qué lógica subyace a esta posibilidad, Uribe pudo haber sacado provecho de la situación poniendo en la agenda pública el tema de la seguridad en los momentos en que su gobierno fue cuestionado. Por lo menos en el caso de los Estados Unidos, varios estudios examinan el papel de la retórica presidencial y su impacto sobre la agenda pública (medida a través del contenido de los medios y las opiniones de los ciudadanos) encontrando efectos importantes[2]. Al tratarse de su política estrella, la estrategia de resaltar la seguridad democrática podría haber favorecido su buena imagen pese a los cuestionamientos.
Como una prueba apenas sugestiva y preliminar de esta idea, la Figura 3 compara la frecuencia de la ocurrencia de las frases “seguridad democrática,” “confianza inversionista” y “cohesión social,” antes y después de los eventos relacionados con los escándalos desfavorables de la administración Uribe arriba indicados.
Figura 3: Frecuencia de frases antes y después de eventos adversos al gobierno Uribe
Se pueden destacar dos características de los datos presentados. Primero, durante los seis meses siguientes al inicio de una noticia negativa para su gobierno, la frecuencia de las menciones a estos tres “huevitos” aumentó. Uribe se defendía destacando los que él entendía eran los tres pilares de su gobierno. Segundo, aunque el incremento se da en los tres términos, es mayor (porcentualmente) para “cohesión social” y “confianza inversionista” que para “seguridad democrática.” Por supuesto, esto es en parte resultado mecánico del mayor nivel inicial de la frase “seguridad democrática.” Pero tiene una implicación relevante: mientras antes de los escándalos Uribe decía “seguridad democrática” unas 6,1 veces más que “cohesión social” y unas 2,9 veces más que “confianza inversionista,” en los meses posteriores a los escándalos estas proporciones caían a 2,9 y 2,2, respectivamente.
Es decir, a juzgar por este ejercicio, más que concentrarse en su política más fuerte, Uribe hacía una defensa general de su gobierno en momentos adversos. Podríamos decir que optaba por los “huevos revueltos.” Una posible explicación es que muchos de los escándalos estaban vinculados directamente con la política de seguridad (como es el caso de los falsos positivos, o el proceso con los paramilitares). Pero este patrón general es el mismo cuando se excluyen dichas noticias. Queda por ver qué tan robusta es la conclusión a un análisis estadístico más cuidadoso, a la agrupación de otros términos frecuentemente mencionados bajo las tres categorías básicas, y al análisis con la totalidad de los discursos de Uribe.
Los patrones de la Figura 4, en cambio, están más en línea con la intuición sobre la importancia de la retórica acerca de la seguridad. Esta figura muestra la evolución en el tiempo de la frecuencia de las tres frases clave. Salta a la vista el incremento en las alusiones a la seguridad democrática en época electoral, en los años 2006 y 2010.
Figura 4: Frecuencia de tres frases clave durante el gobierno Uribe
El análisis de esta información no para aquí. Son muchas las preguntas que se le pueden hacer a estos textos (datos). Entre otras cosas, empleando análisis de conglomerados (clusters) podemos explorar qué discursos se parecen entre sí. Los resultados preliminares obtenidos hasta el momento generan grupos claramente identificables. Por ejemplo, los textos del primer período presidencial se distinguen de los del segundo período. También, un grupo de textos está conformado por aquellos con un énfasis en la política de seguridad (con prevalencia de frases como seguridad democrática y fuerza pública). Adicionalmente, se pueden agrupar textos con énfasis en la política social, con prevalencia de frases como Familias en Acción (el programa colombiano de subsidios condicionados) o Bienestar Familiar (entidad estatal que lidera un gran número de programas sociales).
Lo anterior es poco sorprendente, pero resulta interesante un hallazgo adicional: los discursos de los consejos comunitarios de gobierno, no sólo se parecen entre sí, sino que caen en el grupo de discursos con énfasis en la política social. Valdría la pena examinar si este comportamiento pudo alimentar una suerte de “micro-populismo” que algunos argumentan se fomentó durante el gobierno Uribe, al favorecerse la asociación de ciertos programas sociales con la figura del presidente, más que con las instituciones del Estado encargadas de su implementación. Esta asociación, además, sería consistente con los réditos electorales que se han encontrado tiene el programa Familias en Acción en Colombia[3] y que, según estudios para otros países de la región, no es un fenómeno único del caso colombiano.
Quedan éstas y muchas otras preguntas por explorar, que estudiaremos y compartiremos con ustedes más adelante. Por ejemplo, ¿Qué se puede decir de la relación entre los discursos de Uribe y el discurso de los medios? ¿Logró Uribe establecer la agenda de los medios? La relación de la retórica presidencial con el contenido de los medios masivos de comunicación es importante no sólo porque, como se dijo atrás, al menos en el caso de los Estados Unidos se ha documentado una importante relación entre una y otro. Adicionalmente, abundan los estudios recientes que han logrado establecer el “sesgo” de los medios así como sus intentos por enfatizar algunos temas sobre otros e influir la agenda pública[4]. A su turno, el acceso a los medios y su contenido tiene un importante efecto sobre el comportamiento político de los ciudadanos[5]. Teniendo en cuenta que conocemos el lugar y fecha de los discursos, también podemos preguntar: ¿Qué variaciones pueden encontrarse en los discursos según el lugar donde fueron pronunciados? ¿Cuáles son esas diferencias que existen entre el lenguaje de Uribe en su primer y segundo período? ¿Hay patrones claros en épocas de elecciones? ¿Cambia la retórica con posterioridad a los eventos positivos del gobierno, como los golpes contra las Farc? Queremos oír sus ideas, ¿qué opinan?
[1] Para tomar prestada una expresión útil: Michael Laver, Kenneth Benoit, y John Garry (2003), “Extracting Policy Positions from Political Texts Using Words as Data”, The American Political Science Review, 97(2): 311-331.
[2] Ver, por ejemplo, Baum (2004), Cohen (1995), Edwards y Wood (1999), Eshbaugh-Soha y Peake (2005), y Holin (2004).
[3] Ver Nupia (2011).
[4] Ver, por ejemplo, Gentzkow y Shapiro (2010), Groseclose y Milyo (2005), Larcinese, Puglisi, y Snyder (2011), Lott y Hassett (2004), Puglisi y Snyder (2011), y Puglisi (2011).
[5] Ver, para dar sólo un ejemplo, el caso de la cadena Fox News estudiado por DellaVigna y Kaplan (2007).
Excelente mezcla de rigor conceptual y sentido de humor.
Me parece una investigación muy interesante, que puede proseguir tanto por la vía académica comopor la de la consultoría política. ¿Han evaluado las alternativas?
Buena idea, y tienes razón. Para ser sincero no hemos tenido ese «espíritu empresarial.» Por ahora tenemos varias preguntas académicas en el tintero, pero tu idea sugiere que (sobre todo si encontramos que esto importa) podemos por otro lado enseñarle a los políticos a explotar la retórica y usar los retornos para financiar más investigación :-).
Gracias por el post. Muy interesante. Tengo 2 comentarios. Por un lado, es posible que hubiese un electorado heterogéneo. Aquellos que apoyaban a Uribe principalmente por su lucha contra las FARC, y a los que les importase menos, los escándalos en general, y las acusaciones sobre esa cuestión en particular. Y otros que fuesen más sensibles a los escándalos en general y sobre la cuestión paramilitar en particular. Pero que les importaba más la cuestión social y la integración al mundo. No me parece un escenario improbable. En tal caso parece razonable que luego de acusaciones escandalosas, Uribe apuntase al grupo más sensible a ellas. ¿Pueden desagregar la aprobación de Uribe de alguna forma? ¿Tienen datos de esta aprobación por estrato socioeconómico?
Otra cuestión quizás más importante es la de identificación. Por ejemplo, aun si los medios enfatizasen los temas que tomaba Uribe, ¿cómo saber que lo que hacen ambos no se debe a cierta demanda social por tratar esas cuestiones?
Sebastián, mil gracias por tus comentarios, obviamente muy pertinentes y nos sirven mucho para tener en cuenta al avanzar.
Compartimos tu intuición sobre la heterogeneidad respecto a Uribe. Esto puede variar geográficamente (para lo cual podemos intentar explotar información municipal, tanto electoral como de presencia de las Farc y paramilitares) y por estrato socioeconómico como tu sugieres. Para aprobación de Uribe, algunas encuestas (aunque no son perfectas) nos permiten ver la aprobación según estrato. Es más difícil medir el grado en que Uribe se dirige a unos estratos versus otros en sus discursos (el tema geográfico es un poco más fácil), pero por lo mismo me parece una dirección novedosa e interesante.
Sobre la identificación, ¡cuánto me gustaría tenerte una buena respuesta! Los papers de «agenda setting» con retórica presidencial que conocemos se apoyan por lo general en correr VARs y hacer pruebas de causalidad de Granger después de codificar los temas enfatizados en los discursos y en los medios. Por supuesto, esta prueba de «causalidad» no es ideal. Adicionalmente, en Colombia tenemos el problema de ausencia de buenos archivos de noticias para un buen número de diarios (y tampoco tenemos buena información de circulación). Por lo tanto, tampoco será fácil emplear el contenido de varios medios e intentar «controlar» por las características de sus lectores, cosa que podría capturar cierta variación en esa demanda social por temas que tu mencionas. En fin, establecer el impacto Uribe-medios es un reto. No nos hemos rendido, pero en parte por estas dificultades creemos que un primer ejercicio más limpio es iniciar por la conexión escándalos-Uribe, pues se podría argumentar que los primeros son más azarosos.
youtube.comEl estilo Uribe marcó la agenda de los medios de comunicación durante sus ocho años de gobierno. Los canales de televisión difundían diariamente imágenes del presidente Uribe nadando en un río, tirándose por un tobogán, recitando un poema, montando a caballo, regañando a un ministro, enfrentándose a un periodista o rezándole a la Virgen. Los noticieros se inventaron las secciones de chismes políticos que divulgaban todos los días las apariciones «divertidas» del presidente Uribe. Sería muy interesante que los investigadores hicieran un ejercicio similar, estudiando las noticias de Uribe en La Cosa Política (RCN), Código Secreto (Caracol) y 1,2,3 (CM&). Ahí nace el alto rating de Uribe. En este video pueden ver algunos ejemplos: http://www.youtube.com/watch?v=Ib2SBfoWuHg
youtube.comJuan Camilo,
Gracias por el comentario (¡y el vínculo al video!). Es verdad que el contenido en televisión fue clave (y muy homogéneo además durante el período Uribe). Vamos a revisar si hay records buenos de minutos de cubrimiento a Uribe en televisión. Otro fenómeno hábil que no mencionamos en la entrada: la costumbre de Uribe de ser su propia oposición: algo de eso más otras de su estilo http://www.youtube.com/watch?v=t3249Qx7sCk.
Muy interesante la entada, encuentro en el aire sin que sea explicito la idea que “my president” no solo conocía el poder de trascender en los medios si no que no defendía el status independiente del periodismo, contrario sistemáticamente atacaba a periodistas que no le gustaban (las cifras nos ponen en vergüenza con el mundo, las graficas 3 y 4 exponen de alguna forma que el discurso político del hombre era una política tan importante como las propiamente dichas y debía responder a ciclos económicos, esto hace que no sea comparable al moverse dentro de una institucionalidad única, el video del comentario anterior muestra que en una ocasión dio un abrazo a una partidaria, pero no se enfoca en el mismo sino en sonreír a la cámara. Creo entonces que paralelo a un espacio de comparación por departamentos debe tenerse uno con el acceso al internet, en el sentido que este genera espacios diversos mientras que el de televisión esta muy sesgado y los casos de oposición son difíciles de producir y reproducir, y a fin de cuentas al estar constituido por personas mas académicas se define como un espacio de votantes pendulares que responden con votos y favorabilidad a las políticas efectivas, no a sus discursos y tono de vos.