¿Qué pasó, Colombia?

Le dedicamos esta nota a los amigos que desde tantas partes de Latinoamérica y el mundo han estado pendientes de la firma del acuerdo de paz en Colombia y nos han acompañado en las últimas 48 horas, que han sido de profunda tristeza, perplejidad, e inmensa preocupación para tantos de nosotros. En Colombia cuando un amor se va y uno entra en esa fase horrible de incredulidad y desasosiego, se dice que uno tiene “una tusa”. Bueno, Ana Arjona que ha pasado tantos años de su vida tratando de entender el conflicto armado, decía ayer por la mañana que este momento se parece a eso. Una tusa colectiva. Así estamos.

Aquí hacemos un esfuerzo de reflexión sobre lo que ha pasado y lo que viene, para ustedes, pero también para nosotros. Para que se nos aclare la cabeza y podamos pronto ser propositivos y, como dice mi amiga Marcela Eslava, no ayudar a sembrar desesperanza.


Ana Arjona

«¿Qué se esconde detrás del NO?

No es fácil saber exactamente contra qué votaron quienes votaron por el no. Sin lugar a dudas muchos lo hicieron porque tienen objeciones reales al acuerdo, en particular a tres puntos: el modelo de justicia transicional; la participación política de las FARC; y el bloque de constitucionalidad, es decir, que el contenido del acuerdo pase a formar parte de la constitución. El apoyo al NO refleja el rechazo a estos componentes del acuerdo.

Pero en la campaña del NO también se hicieron muchas afirmaciones sobre la manera en que el acuerdo toca temas fundamentales para los votantes, que son simplemente falsas. Por ejemplo, se dijo repetidamente que el acuerdo convertiría a Colombia en una nueva Venezuela, regida por un sistema “castro-chavista”; que la propiedad privada y el libre mercado estarían en peligro; que el acuerdo le “entregaría el país a las FARC” y que los líderes del grupo guerrillero serían quienes escribirían las leyes. En las últimas semanas, hasta llegaron a afirmar que el acuerdo impondría una nueva definición de la familia y un nuevo entendimiento de la sexualidad, en contravía con valores católicos. Sin embargo, no hay nada en el acuerdo que pueda interpretarse como un cambio del modelo económico, un atentado contra la propiedad privada o la instauración de un sistema castro-chavista. Si bien el acuerdo le daba representación política a las FARC y les asignaba diez curules del congreso hasta el 2026, esta representación no le daba nada cercano a una mayoría. Claramente, el acuerdo tampoco suponía imponer un nuevo modelo de familia.

Aunque falsas, estas ideas generan miedo y rechazo en un amplio sector de la población y aceitaron la campaña del NO. Es difícil saber hasta qué punto quienes votaron por el NO lo hicieron motivados por el deseo de oponerse a cambios que el acuerdo no contemplaba o hasta qué punto se trató de una oposición a lo que en realidad se pactó con las FARC.

¿Qué sigue?

Quienes iban por el NO insistieron en que no querían volver a la guerra. Más bien, confiaban en que una renegociación que logre un acuerdo mejor es posible. Muchos de quienes apoyamos el SI argumentamos que sería muy difícil renegociar. Aunque, como muchos otros, espero sinceramente estar equivocada, veo tres razones por las que no será fácil lograr un nuevo acuerdo en el corto plazo. Primero, no es claro quién va a liderar la negociación. Es una negociación muy difícil, estamos a dos años de elecciones presidenciales y el costo político de buscar un nuevo acuerdo y no lograrlo es muy alto. ¿Va a liderar el gobierno una negociación que ya había logrado cerrar, después de repetirle al país que era casi imposible obtener más concesiones por parte de la guerrilla? ¿Va el uribismo a asumir el riesgo de sentarse a la mesa y levantarse más adelante sin un acuerdo firmado, justo antes de unas elecciones presidenciales?

Segundo, los puntos que mencionó Uribe en su discurso (que más parecía el de un candidato tras ganar la presidencia del país) son puntos muy difíciles de negociar en bloque. Creo que las FARC tienen muchos incentivos para lograr un acuerdo pues en este punto es muy difícil para ellos volver a la guerra. Pero también es muy difícil imaginar que van a aceptar todos los cambios que pide el uribismo. También será difícil para los líderes del NO defender un acuerdo que conserve algunas de las falencias que su campaña criticó. Será necesario que tanto las FARC como el uribismo hagan concesiones y que, ahora sí, le expliquen al país que se trata de una negociación, no de una imposición a la guerrilla, y como tal requiere concesiones.

Por último, es muy preocupante lo que puede pasar al interior de las filas de las FARC. El proceso de paz, especialmente en los últimos meses, le permitió al país soñar con vivir sin la guerra contra las FARC. Los guerrilleros han formado parte de ese sueño colectivo. El fracaso del acuerdo tiene que haber sido un choque brutal para ellos, en su mayoría jóvenes que quisieran una vida mejor por fuera de la guerra. ¿Qué implicaciones tiene este fracaso para la autoridad de los líderes de las FARC frente a su tropa? ¿Qué incentivos tienen los guerrilleros de seguir las órdenes de sus líderes en lugar de buscar una nueva vida por su cuenta? Las FARC han sido capaces de sostener una disciplina interna fuerte a pesar de llevar décadas manejando grandes recursos de mercados ilegales. ¿Serán capaces de mantener esa disciplina dada la incertidumbre? Creo que la posibilidad de rupturas al interior de las FARC y de alistamiento en grupos criminales es uno de los coletazos del plebiscito que el país debe tratar de evitar. De lo contrario, corremos el riesgo no sólo de volver a la guerra sino de una degradación.

Más que nunca, entramos en una carrera contra el tiempo. El costo para los políticos y para los líderes de las FARC seguirá creciendo. Como sociedad civil, tenemos que presionar para que quienes lideraron el NO asuman los retos de su triunfo cuanto antes.”

 

Arturo Harker

“Se dio la “tormenta perfecta”, además del huracán Mathew… El primer ingrediente de esta tormenta es la gran impopularidad de Santos. La gente no le cree y no lo mueve. Fue un gran error no crear una distancia mayor dándole más peso a otros actores. Otra vez, ego le gana. El segundo factor es la popularidad de Uribe. Nada nuevo: sus seguidores le creen todo y hay zonas donde todos lo siguen. Tercero, la incapacidad de contener el voto religioso. Fue un golpe importante la primera reacción del Papa… primero dice que no viene, y faltando 4 días que sí. Cuarto, el gobierno no fue capaz de mover la maquinaria: ¿como es posible que se difunda un chisme sobre el desmonte de familias en acción? ¿cómo es posible que el gobierno no usara a las madres comunitarias para hacer algo de pedagogía? Esto lo único que muestra es la incapacidad del gobierno de mover los engranajes de los gobiernos locales (secretarías municipales). Y le sumamos el huracán: el salvavidas de la maquinaria de la costa nunca llegó.

Mi reflexión: ¡Todo, menos el huracán, se podía prever! Claro, es más fácil decirlo hoy. Pero dado el costo de perder esta apuesta, hubiera esperado que el gobierno hubiera hecho más. Me parece que fueron ingenuos. El plebiscito no dependía de la calidad del acuerdo! Ni de las capacidades técnicas del equipo negociador! Dependía del juego político. Y jugaron como si fuera un “partido amistoso”, y no una final. Era una final…

Resultados:

  1. El CD reclama una victoria, que no es de ellos! Quiero ver cuantos anti-santistas siguen ciegamente a Uribe… 75%? 60%? 50%?
  2. La oposición se “gana» el derecho de discutirlo todo. Según esto “representan a la mitad del país”… bla, bla, bla. ¿Y la reforma tributaria?
  3. El acuerdo hace una apuesta: ponerle más fichas a la Colombia rural. Gran sorpresa: a la Colombia urbana le vale huevo, se quieren quedar con sus fichas. Eso de la redistribución y las apuestas a 1 o 2 generaciones no pega en este país. Ver imágenes, son de Carlos Felipe Reyes @cfreyes

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  1. ¿Será que se nos viene un tete a tete entre Vargas Lleras y Ordóñez en 2018? Si es así, voy a empezar a planear 4 años sabáticos bien lejos.
  2. Me di cuenta que mi nivel de entendimiento de este país es bajísimo.”

 

David Bardey

“Comparto la tristeza y todo lo dicho por Arturo.

¿Qué pasó?

Percibo que lo que mueve la opinión pública en Colombia, como en muchos países, es el miedo. Desde varios años (es anterior al proceso de paz) la guerrilla no planea ataques, o muy pocos, en los grandes centros urbanos del país. Es obviamente una excelente noticia, pero al mismo tiempo hace que la Colombia de los grandes centros urbanos no sienta, o muy poco, las consecuencias del conflicto armado. Al revés, salir del estatus-quo que representa actualmente el conflicto armado conlleva incertidumbres. Todos estos ingredientes, más la falta de empatía de la sociedad hacia la gente que sufre y padece del conflicto armado, hace que el proceso de paz haya tenido un apoyo demasiado limitado. Esta falta de empatía seguramente tiene que ver con la duración de este conflicto.

Al final, y de manera paradójica, mi conclusión es que con un resultado muy apretado, puede ser menos peor que haya ganado el No que el Sí. ¿Qué legitimidad habría tenido Santos y su Gobierno para implementar el fast track con 40.000 votos de diferencia a favor? Ninguna. Por lo menos ahora la responsabilidad la tienen que asumir los responsables políticos que han liderado la campaña del No.

¿Qué puede pasar?

A priori muchas cosas. Me voy a concentrar sobre las opciones del Centro Democrático. La primera, la más optimista, es que pueden intentar renegociar algunos puntos del acuerdo y subirse al tren de la paz. El fin del conflicto habría implicado la desaparición de su plataforma política, pues un guerrerista sin guerra, es como una cancha sin pelota. Para el Centro Democrático puede ser entonces una manera de sobrevivir políticamente en una Colombia en paz (si hubiera ganado el Sí con una amplia diferencia el Centro Democrático sería completamente obsoleto). No obstante, se tiene que notar que estas condiciones que pretenden renegociar no pueden ser muy importantes, sino es obvio que la guerrilla no las aceptará. Bajo este escenario se podrá concluir que usaron la desinformación sistemática como medio de campaña.

La otra opción es frenar con diferentes estrategias los acuerdos ya negociados para dejarlos en stand by hasta las próximas elecciones presidenciales. Hay muchos riesgos asociados a este escenario, uno de ellos siendo la reactivación del conflicto y la división adentro de las Farcs. Además, no es un secreto para nadie que a los del Centro Democrático les llama la atención una constituyente para que Uribe pueda volver al poder.

¿A qué nos debemos preparar?

Respecto al punto 4 de Arturo en sus conclusiones, quiero añadir que muchos de nosotros hemos aprendido a querer a Juan Manuel Santos para frenar el uribismo en las urnas. Yo temo que tendremos que aprender a amar a Germán Vargas Lleras para evitarnos al ex-Procurador como Presidente.”

 

Eduardo Lora

“Que buenos análisis los de Arturo Harker y David Bardey. En días recientes he estado estudiando los resultados de una encuesta de percepciones del DNP (no directamente relacionada con el plebiscito). Lo más notorio es que los colombianos se declaran en su mayoría muy satisfechos y felices con sus vidas, en niveles semejantes a los países nórdicos, pero profundamente desconfiados de los demás y de las instituciones, como los países africanos. Esta es una mezcla cultural poco conducente al compromiso, a la negociación o a la colaboración. Lo grave no es solo que haya perdido el si, sino que ganó en forma abrumadora la abstención.”

 

Carlos Caballero 

«La consecuencia inmediata del resultado del plebiscito es que el país se va a FRENAR en todos los aspectos. El Acuerdo Político  no es cosa de un día para otro. El interés de quienes aspiran a la Presidencia en 2018 va a ser tratar de dilatarlo para ‘pescar en rio revuelto’. El Presidente Santos perdió la poca gobernabilidad que tenía, luego dudo de que sea posible pasar por el Congreso la reforma tributaria. El año próximo el crecimiento de la economía, si nos va bien, podría acercarse al 2%. Dependemos entonces de la buena voluntad de las FARC de mantener el cese al fuego bilateral, pero el riesgo de que esto no suceda es alto».

 

Diego Amador

«Las primeras palabras del expresidente Uribe después de la victoria del NO fueron interpretadas por muchos, incluyéndome, como una muestra de su ego. Era, como dice Ana Arjona, el discurso de un candidato presidencial victorioso. Sin embargo, con el paso de las horas lo he empezado a ver como algo diferente. Los votantes del NO no son todos uribistas y ni si quiera se oponen drásticamente al acuerdo. Mi impresión, basada en evidencia circunstancial, es que muchos de quienes votaron NO lo hicieron por oponerse al presidente Santos. Los grupos reaccionarios conservadores y religiosos, por ejemplo, basados en su oposición a los avances en materia de derechos para homosexuales, producto de decisiones de la Corte pero que le achacan a Santos (ver cartillas y la renuncia de la ministra Parody). Otros por su descontento con la situación económica y el prospecto de una reforma tributaria. Uribe, entonces, conociendo que había muchos NOs, se propuso inmediata y naturalmente a sí mismo como el elemento aglutinador de todas esas fuerzas. Su gran destreza, en últimas, siempre ha sido saber leer la opinión pública. Los abstencionistas, además, son terreno fértil para aumentar su apoyo, pues el abstencionismo responde principalmente a una  desconfianza en el Estado y sus instituciones. Si estoy en lo correcto, lo que Uribe y el Centro Democrático buscarán hacer es:

  • Seguir incluyendo todos estos otros temas en la discusión, para mantenerse vigentes como representantes de muchas fuerzas del NO y canalizar los sentimientos de algunos abstencionistas.
  • Ir presentando, poco a poco, su aceptación de partes del acuerdo como si fueran sus propias propuestas, para presentarse como negociadores exitosos (por ejemplo, propuesta de amnistía).
  • Ir metiendo debajo del tapete los temas que en realidad le preocupan. Dentro de poco, la discusión de justicia habrá dejado por fuera cualquier componente de verdad sobre falsos positivos y financiación de paramilitarismo.
  • Plantear su rol en el nuevo “proceso de negociación” como los representantes de estas fuerzas frente al gobierno, más no en las negociaciones con las FARC, para evitar enfrentar responsabilidad en esa negociación. Así, cualquier fracaso seguirá siendo culpa del gobierno.

En respuesta, Santos debería:

  • Tratar de dividir el NO. Llamar a otros grupos para tratar de sumarlos a las negociaciones: otros líderes políticos, representantes de iglesias, etc.
  • Darle rápidamente un rol con responsabilidades a miembros del Centro Democrático. Intentar al máximo mostrarlos como los responsables de negociar los cambios que proponen y no permitirles que sus demandas se conviertan en una lista de mercado que le pasan al gobierno.
  • Des-politiquerizar el SÍ. Ni Gaviria, ni Vargas Lleras, ni Roy Barreras. Debe mostrar el SÍ como el deseo de muchos grupos sociales. Principalmente, darle un papel preponderante a las víctimas que apoyan el acuerdo. Creo que en la campaña del SÍ, lo más efectivo fue la solidaridad con las víctimas. Ellas, además, garantizarán que el componente de verdad no desaparezca.»

 

Juan Camilo Cárdenas 

“En el plebiscito del 2 de octubre un 37% de los casi 35 millones de posibles votantes se dividió prácticamente de manera igualitaria entre el Si y el No, si tenemos en cuenta que los votos no marcados y nulos sumaron mas de cuatro veces los 54 mil votos de diferencia en favor del No. A su vez, mas de veinte millones de votantes se abstuvieron dejando un sabor de confusión sobre lo que esto significa en términos de legitimidad política. Una mirada regional a los resultados también deja claro que la región del ex presidente Uribe, Antioquia, con sus mas de 400,000 votos de diferencia en favor del No hizo una gran diferencia. La mayoría del interior del país que iba por el No, exceptuando la capital, sobrepasó los votos por el Si de una periferia que ha puesto precisamente la mayor cuota de combatientes caídos y heridos de parte del ejército y de la guerrilla, además de una cuota de sufrimiento de la sociedad civil por esta violencia política. Los resultados de una mayoría inmensa por el Si de municipios azotados por la violencia como Toribío, Bojayá, Tumaco, Caloto, Miraflores, Silvia, Mitú, Macarena o Barbacoas era síntoma de un interés por no reclamar venganza y buscar un perdón para construir un proceso de reconciliación. Pero unas mayorías del centro del país no quisieron aceptar ese nivel de impunidad y perdón que propusieron el gobierno y las FARC, y allí se agregaron agendas de manera confusa en el debate cuando incluyeron la discusión sobre la concepción de familia, la identidad de género, e incluso otros rumores infundados de suspensión de programas del gobierno como Familias en Acción para dárselos a los desmovilizados.

Al final, como en tantos procesos electorales recientes como el Brexit o la elección presidencial en el Estados Unidos, el elemento comportamental debe ser revisado con mas cuidado por encuestadores, analistas y políticos. Los mensajes simplistas que apelan al miedo calan mas fuertemente que los mensajes complejos de reconciliación con verdad y justicia. Es muy fácil construir escenarios negativos de una catástrofe de la democracia y la economía, similares a los escenarios simplistas de apropiación de los puestos de trabajo de inmigrantes en el Reino Unido o en Texas por parte de gente de piel mas oscura. Hay una serie de sesgos sicológicos ya estudiados por expertos que pueden explicar cómo en medio de la polarización es muy fácil capitalizar la desinformación y el miedo a través de mensajes simples y efectivos que los promotores del Si probablemente desestimaron. No hay espacio aquí para extenderlos, pero les doy algunos ejemplos: Se ha demostrado que las nociones de rabia y asco, por ejemplo, generan reacciones neuronales mas fuertes entre las personas con tendencias conservadoras que en aquellos mas liberales. El concepto de miedo genera mas impacto neurológico entre la población de derecha que sobre aquellos de izquierda. Las personas que se sienten con mas afinidad a modelos de sociedad mas individualistas y jerárquicos muestran mas miedo al matrimonio gay que al cambio climático o a las armas incluso. Ustedes podrán hacer la posible extrapolación a sus discusiones de los últimos días en su mesa, el corredor en su oficina o sus redes sociales.”

 

Leopoldo Fergusson 

Lo bueno:

  1. A Santos pueden criticarlo por exceso de confianza en un posible triunfo del Sí, pero su respuesta abierta frente al (apretado) triunfo del No dio un respiro de tranquilidad en una tarde muy oscura para quienes creíamos que esta era una verdadera oportunidad para el país.
  2. Algunos miembros de la oposición, notoriamente Francisco Santos (vicepresidente de Uribe y primo del actual presidente; sí, así es el poder en Colombia), evitaron el triunfalismo y en su tono estuvieron sincronizados con la apertura del presidente Santos a convocar al país para continuar buscando la paz en un contexto de mayor unidad.
  3. La reacción de las Farc continuando comprometidas por la paz, por ahora (no duden que evaluarán todas sus opciones incluyendo volver a la clandestinidad según lo que ocurra).
  4. Si esta crisis se convierte en oportunidad, y conduce a un pacto final con las Farc con mayor apoyo popular, lo revestirá de la legitimidad que requiere para blindarlo jurídica y políticamente. Un triunfo apretado del Sí despertaba temores de acciones legales nacionales e internacionales contra los acuerdos, y de violencia contra los grupos reinsertados, reviviendo pesadillas reales del pasado.

Lo malo:

  1. La abstención.
  2. La incertidumbre política y económica que viene, en un momento donde la fragilidad del país en ambos frentes era ya palpable.

Lo feo:

  1. El triunfo del No, muy cerrado y no solo de Uribe, él lo leyó como suyo y punto y por goleada. En su intervención aprovechó para sentar posición sobre temas distintos a la paz: desde criticar la reforma tributaria hasta rescatar los valores tradicionales de la familia.
  2. La distribución regional de los apoyos, que con contadas excepciones muestran que las poblaciones más pobres y que más sufren con el conflicto apoyaron el Sí. El país más cómodo con el conflicto se dio el lujo, a costa de ellos, de decirle No a esta oportunidad. Vea los datos acá.”

 

Rudolf Hommes 

“Creo que hay que renegociar y que, aunque se corre un gran riesgo posponiendo el acuerdo, no hay otra opción. ¿Qué pasó? Que todos los que estaban a favor del NO y podían votar  salieron a hacerlo y muchos de los que no estaban de acuerdo con ellos se quedaron en sus casas. Ojalá esto nos sirva a todos de lección, a unos por confiados, a otros por indolentes. A  los del NO hay que hacerles caer en cuenta que la otra mitad de los que votaron están en desacuerdo con ellos. No pueden imponernos su punto de vista y nosotros tampoco.» 

 

Pablo Querubín

«Con un país tan dividido y una victoria del SI por un margen tan estrecho habría sido inconveniente implementar los acuerdos. Por mi parte reconozco que subestimé la cantidad de personas, no sólo en Antioquia y el Eje Cafetero, sino incluso en Bogotá, que rechazan estos acuerdos. Siento que muchos defensores del NO sentían vergüenza o pocos espacios para expresar abiertamente su posición. Seguramente hubo algo de soberbia de parte de nosotros, los que apoyábamos el SI. Creo que la democracia en Colombia se fortalece con este resultado. Tenemos que demostrar compromiso con lo que todos en últimas queremos: una solución negociada al conflicto, rodear al Presidente Santos y abrir la puerta a otras fuerzas políticas para que ayuden a renegociar los acuerdos. Me preocupa la falta de pragmatismo del Uribismo. ¿En qué están dispuestos a ceder para renegociar unos acuerdos que las FARC acepten? Imaginemos alternativas: ¿Elegibilidad política sin curules garantizadas? ¿Elegibilidad política sólo después de cumplir condenas reducidas? ¿Elegibilidad política para todos excepto para los líderes? (esto último me parecería inconveniente). Creo que es poco pragmático pretender que las FARC no se transformen en fuerza política después de los acuerdos (y sería inconveniente para la democracia en Colombia). ¿Entonces qué se puede ajustar? Como se darán cuenta, tengo más preguntas que respuestas.

Ante la incertidumbre inicial, reconozco que me tranquilizó la reacción mesurada y constructiva de las FARC, el Presidente Santos, y en menor medida Álvaro Uribe. En este momento todos debemos tener mesura, cabeza fría, y no permitir que se pierda todo lo que se ha construido.»

 

Juan Fernando Vargas

“El resultado del plebiscito el domingo pasado en Colombia es inesperado y muy triste. Inesperado porque todas las encuestas predecían una victoria del ‘Sí´, en algunos casos por un margen muy amplio, y la mayoría de medios de comunicación, analistas y formadores de opinión, estaban a favor del ‘Sí’.

Me preocupa la imprecisión de las encuestas, que desde hace varias elecciones vienen muy desatinadas. Dos hipótesis (no excluyentes pero sí preocupantes): i) los sondeos se basan en pésimos muestreos (que no hacen del todo públicos); ii) las encuestas influyen sobre el comportamiento de los electores: dados los costos de sufragar (especialmente altos cuando llueve tanto como llovió el domingo en Colombia, cortesía del huracán Matthew) la gente prefiere quedarse en casa, especialmente los que apoyan el lado que las encuestas dan como ganador. La paradoja es que si esto es cierto para una masa de votantes suficientemente grande (¡el abstencionismo fue del 63%!), efectivamente se le puede dar vuelta al resultado predicho.

Triste porque tras más de cinco décadas de conflicto armado interno, más de 200 mil muertos y casi ocho millones de víctimas ganó el odio y el rencor, las diferencias políticas y la sed de venganza de una sociedad enferma tras cincuenta años de violencia. Triste porque un acuerdo de paz que pone en el centro a las víctimas del conflicto y asegura la verdad y la reparación, sin otorgar impunidad, queda en el limbo y se abre la puerta a ajustes sugeridos por un grupo de poder que no parece tener una contrapropuesta viable.

Pero los cuatro años de negociaciones no se fueron por la borda. Me sorprendió positivamente la alocución del Presidente y el comunicado de las FARC. El cese al fuego continúa y se escucharán las propuestas de los promotores del ‘No’. Me sorprendieron positivamente las declaraciones de estos últimos: mesuradas, conciliadoras y resaltando la paz como objetivo común de toda la sociedad. Ganó el ‘No’ pero las cosas son mejor que hace cuatro años. Todavía hay esperanzas.”

 

Sandra García

«Escuchemos a los del No por un acuerdo mejor (y pronto)

Voté por el SI. Con esperanza. Con la promesa a mis hijos de un futuro mejor. Con ilusión de poder concentrarnos por fin en construir un mejor país donde quepamos todos. Un país en donde los que nacen en el campo o en los barrios más violentos de Bogotá puedan llegar tan lejos como los que nacen en los mejores barrios de nuestras grandes ciudades. Mi generación nació y creció en la violencia, el miedo y la destrucción entre iguales. Y me niego a que lo mismo suceda con mis hijos y con niños y adolescentes de hoy que se merecen un país donde podamos sentar las bases para el desarrollo pleno de la libertad, la creatividad, la creación.

Es cierto que el resultado del plebiscito fue un golpe del “centro”, donde hay mayor prosperidad, a la “periferia” que más ha sufrido el conflicto en carne propia. Sin embargo, al ver las cifras dentro de las ciudades, también encontramos diferencias marcadas. En el caso de Bogotá, las localidades Ciudad Bolívar, Bosa y Usme votaron mayoritariamente por el No. Estas son localidades en donde habita una proporción alta de población desplazada por causa del conflicto armado y también son localidades donde las bandas criminales han instaurado un régimen de miedo y dolor.

Conversando con alguien a quien quiero mucho y que vive en uno de estos barrios, me confesó entre lágrimas, que después de dudarlo mucho, terminó votando por el No. La razón: sentir que los acuerdos iban a permitir que continuaran operando las bandas criminales que tanto daño le han hecho a sus hijos y los jóvenes de su barrio. El voto por el No va más allá de la campaña del Centro Democrático. Muchas personas votaron por miedo a perpetuar la violencia que viven en sus barrios, o por creer que los acuerdos les iban a imponer otras costumbres a sus familias. Algunos de estos miedos están fundamentados en imprecisiones, y otros se pueden minimizar con arreglos que van más allá de los acuerdos y que se pueden implementar desde ahora como asegurar la seguridad ciudadana en los barrios donde hacen presencia estas bandas.

Es fundamental escuchar las voces de quienes votaron por el No por miedo o por falta de información. Tal vez sea una ingenuidad de mi parte, pero creo que así incluso podremos llegar a un acuerdo aún más sólido del que logró firmarse en La Habana.»

 

Michael Weintraub

«Qué pasó?

Estos días he estado intentando entender desde una perspectiva emocional y poco racional lo que pasó. La emoción de haber perdido un voto que yo considero a favor de la paz, de la protección de los derechos humanos, de reparación a las víctimas, me derrumbó totalmente. Por fin hoy saque mis herramientas estadísticas para poder entender de una manera más racional lo que pasó. Mi apuesta es que esta es una manera en que la academia podría jugar un rol importante en ayudarnos superar nuestra tusa colectiva.

Corro unas regresiones para entender mejor dónde ganó el sí y dónde ganó el no. Controlo para factores geográficos, económicos y políticos como tamaño de la población, promedio de lluvia, área del municipio, distancia de Bogotá, cultivos de coca, regalías, presencia del estado, patrones de votación en las elecciones presidenciales de 2014, historias de victimización por grupos armados, la pobreza, etc. (También incluyo efectos fijos al nivel departamental). Como sabemos de una literatura bien desarrollada (aquí, aquí y aquí), la victimización tiende a tener un efecto importante en el comportamiento político, incluso para decidir cómo votar.

Como indica el gráfico abajo, después de haber controlado muchas variables, el número total de ataques de las FARC realizados entre 1988 y 2005 tenía un efecto importante en las decisiones sobre si las comunidades apoyaron o no el plebiscito. Comunidades que no han sido tocadas por la violencia tienden a votar no, mientras las comunidades más afectadas tienden a votar sí. Por cada ataque adicional de las FARC durante este largo periodo, vimos un incremento de 0.23 por ciento de votación por el sí en un municipio. (No hay mucha diferencia si incluimos un término cuadrático para buscar efectos no-lineales.)
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Un patrón similar se presenta en el caso del desplazamiento forzado. Comunidades que han sido receptoras y expulsoras de desplazados, ambas votaron a favor del plebiscito comparado con comunidades que históricamente no han sufrido este tipo de victimización.

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Se presenta un patrón opuesto al analizar los ataques paramilitares. Comunidades que sufrieron más ataques por parte de los paramilitares votaron en menor medida por el sí, aunque el efecto no es tan grande como el de las FARC: un ataque adicional entre 1988 y 2005 produjo una reducción de 0.07 por ciento de apoyo local por el sí.

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Finalmente, uno puede ver en el gráfico abajo que aquellos municipios con una población grande produjeron menos apoyo para los acuerdos. (Este variable es logged.) Es decir que había una gran brecha a favor del sí entre las ciudades y zonas rurales.

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¿Qué quiere decir todo esto?

Los resultados del domingo me cayeron muy mal. No puedo esconder mi decepción, en especial por el absentismo y por la falta de respeto que ha mostrado las dos partes durante el proceso del plebiscito. Un requisito para construir una sociedad más justa e inclusiva es entender cómo somos y de qué forma tomamos nuestras decisiones. Estos datos dicen que hay un legado de la guerra que aún no hemos podido superar. Ojalá el proceso de reconciliación que tenemos por delante sea no solamente entre las FARC y las comunidades afectadas, sino entre todos los colombianos.»