Sobre el rol del precio de la tierra en la organización eficiente de las ciudades

Order generated without design can far outstrip plans men consciously contrive, The Fatal Conceit (1988), F. Hayek.

En esta entrada explicábamos que las ciudades existen porque aumentan la productividad de las firmas y trabajadores que se ubican en ellas. Pero para que puedan aprovecharse plenamente las ventajas económicas de las ciudades, los trabajadores, consumidores y proveedores tienen que poder intercambiar trabajo, bienes e ideas con pocas fricciones y llevar adelante relaciones económicas cara a cara a bajo costo.

La productividad de una ciudad solo aumentará con su tamaño si la red de transporte es capaz de conectar eficazmente a trabajadores y firmas, y acercar bienes y servicios a los consumidores. Una red de transporte inadecuada redunda en congestión, menor movilidad del trabajo y, en consecuencia, menor productividad. Es concebible, entonces, que una ciudad grande pero mal manejada llegue a un nivel de congestión y polución tal que sus efectos negativos compensen los beneficios de la aglomeración.

La ubicación de los agentes económicos en una ciudad dependerá de la disponibilidad de tierra en cada área de la misma. Para las firmas, las áreas más codiciadas serán las que se encuentran más cercanas a sus clientes, proveedores y empleados; para los consumidores, las que se encuentran más próximas al trabajo y a actividades de esparcimiento.

En principio, los hogares de menores ingresos o las firmas menos capitalizadas podrían localizarse en cualquier parte de la ciudad, incluso donde la tierra sea relativamente cara, economizando en este factor lo máximo posible. Los carros de comida de Manhattan y las pequeñas paanwalas de Bombay ilustran este punto. Estos pequeños negocios venden productos baratos en localidades caras. Sus posibilidades de supervivencia radican en que utilizan solamente tres metros cuadrados de tierra, a diferencia de otros locales en esas mismas zonas que utilizan cientos de metros. También existen ejemplos equivalentes para la vivienda. En París, por ejemplo, los chambres de bonne son pequeñas habitaciones localizadas en los barrios más caros de la ciudad.

Frecuentemente, sin embargo, muchas regulaciones bien intencionadas se interponen entre las personas y este tipo de arreglos. La elección libre dentro del trade-off consumo de espacio-localización se ve afectada por regulaciones ineficientes. En los países en desarrollo, este tipo de regulaciones es una de las causas del surgimiento de los asentamientos informales. Galiani et al. (2013) comparan a los habitantes de los asentamientos informales (slums) de México, El Salvador y Uruguay con la población pobre que no vive en estos asentamientos y encuentran que los habitantes de los asentamientos informales poseen peor infraestructura hogareña que los otros hogares pobres, a pesar de que tienen, en promedio, ingresos más altos. Esta evidencia es consistente con la hipótesis de que muchos individuos están dispuestos a resignar calidad habitacional a cambio de mejores salarios en presencia de regulaciones que restringen el acceso a una vivienda económica cercana a los mercados de trabajo.

La expansión de las ciudades requiere de tierras, pero el producto final de la urbanización es la suma del área construida. En áreas en las que el precio de la tierra es alto, los desarrolladores pueden disminuir la utilización media de tierra construyendo edificios más altos. Como resultado de este fenómeno, la cantidad de tierra utilizada para construir una unidad dada varía ampliamente en función de su precio en las distintas zonas geográficas. El precio de la tierra, a su vez, captura información cambiante, y permite tomar decisiones eficientes sobre dónde localizar las distintas actividades económicas. Sin embargo, muchas veces las municipalidades se enfrentan a este mecanismo de mercado e intentan preservar actividades y usos de tierra obsoletos a través de regulaciones.

Cuando se los deja actuar, por el contrario, los mercados moldean las ciudades a través de las señales que brinda el precio de la tierra. La alta demanda por localizaciones especificas genera grandes diferencias en los precios de la tierra, lo que conduce a su vez a densidades altas donde la tierra es relativamente cara y densidades bajas donde la tierra es relativamente barata.

La red de calles y el espacio público, en cambio, surgen de la intervención gubernamental y no de transacciones libres en el mercado, por lo que es allí donde deberían concentrarse los esfuerzos de los planificadores, y no donde el mercado puede organizar la actividad eficientemente.

China: un caso de estudio

En la China de los años cincuenta se instauró una regulación que dictaba que por lo menos una habitación de cada departamento tenía que recibir como mínimo una hora de luz de sol el día del solsticio de invierno (21 de diciembre). Esta norma determinaba implícitamente que se utilizaría la tierra con igual intensidad en áreas urbanas y suburbanas, en ciudades grandes y pequeñas. También implicaba que, en zonas situadas más al norte (como Beijing), las densidades debían ser menores que en áreas situadas más al sur (como Hunan). Esto era tremendamente ineficiente. Luego de las reformas económicas de los años ochenta, sin embargo, las municipalidades chinas abandonaron la asignación de tierra a través del diseño de normas y la reemplazaron por un enfoque más pragmático, basado en los precios de mercado. Esto aumentó la eficiencia de las ciudades chinas y las volvió más productivas.

Un ejemplo de este fenómeno es el de Pudong, una ciudad china con acceso privilegiado al mercado de trabajo de Shanghái. En la actualidad, Pudong muestra una impresionante concentración de rascacielos, plenamente generada por las fuerzas de mercado. ¿De qué depende que aparezca una concentración de rascacielos? Por un lado, construir edificios muy altos requiere técnicas y máquinas complejas que aumentan el costo de construcción. Por otro lado, cada metro de construcción añadido disminuye el costo de la tierra por metro cuadrado construido. Allí donde el valor de la tierra sea muy elevado, entonces, este segundo efecto tenderá a superar al primero y se generará una concentración de rascacielos. Esta no es una concentración que surja por el diseño de un planificador sino espontáneamente, a partir de las señales de precio que genera el mercado. Las distintas alturas de los rascacielos de Pudong muestran la diferente intensidad de las fuerzas de mercado a las que estuvo sometida la construcción en distintas épocas. Cuando la demanda por tierra era menor, la construcción óptima era más baja. A medida que la tierra se volvió más codiciada y su precio más alto, los rascacielos ganaron altura.

Belleza de Nueva York

En la novela La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, Franz dice: la belleza europea ha tenido siempre un cariz intencional. Había un propósito estético y un plan de largo plazo según el cual la gente edificaba durante decenios una catedral gótica o una ciudad renacentista. La belleza de Nueva York tiene una base completamente distinta. Es una belleza no intencional.

La belleza de Nueva York (que es también la belleza de Pudong) surge del orden espontáneo generado por el mecanismo de mercado. Los contornos urbanos generados por el mercado ilustran perfectamente lo que Adam Ferguson, filósofo escocés del siglo XVIII señala como “the result of human action, but not the execution of any human design”.

Sin embargo, los mercados también pueden fallar. Pero el punto de este post es señalar que la regulación urbana debe aparecer donde verdaderamente se la necesita, y no donde el mercado puede hacer un bello trabajo.

Referencias

Bertaud, A. (2018). Order without design: how markets shape cities. MIT Press.

Ferguson, A. (1978). An essay on the history of civil society, 1767. Edinburgh: Edinburgh University Press.

Galiani, S., Gertler, P., Cooper, R., Martinez, S., Ross, A., & Undurraga, R. (2017). “Shelter from the Storm: Upgrading Housing Infrastructure in Latin American Slums”, Journal of Urban Economics.