La tasa de desempleo en México ha tenido un lento e incompleto regreso a los niveles previos a la Gran Recesión. Para los hombres, entre el verano de 2007, cuando inician los despidos por parte de las empresas, hasta el otoño de 2009, la tasa de desocupación abierta subió dos y medio puntos porcentuales, que representan casi 700 mil personas. Para las mujeres la cifra absoluta de aumento fue 506 mil desempleadas, y 2.9 puntos de aumento. En las gráficas (construidas con la fórmula de Shimer), vemos que el fenómeno dominante fue que las empresas duplicaron su ritmo de despidos. También disminuyó su ritmo de contratación, pero de forma mucho menor.
El patrón de más despidos y menos contrataciones que genera el desempleo a lo largo del ciclo no es homogéneo ente países. Por ejemplo, en Estados Unidos el desempleo crece típicamente porque el flujo hacia el desempleo crece, pero el flujo de salida del desempleo es más o menos constante; es decir, las empresas se deshacen de trabajadores más rápido en las recesiones, pero no disminuyen su ritmo de contratación. En el Reino Unido ocurre lo opuesto, y en Suecia, durante las recesiones, crece el flujo de entrada al desempleo y baja el flujo de salida del desempleo. En resumen, en este aspecto el mercado mexicano tiene prácticas similares al de Estados Unidos.
La tasa de desempleo no ha bajado a los niveles previos a 2008, pero vemos que la probabilidad de encontrar empleo bajó poco y se ha recuperado, inclusive alcanzando en la primavera de 2016 el nivel más alto desde, al menos, 2005. En cambio, la probabilidad de separación del empleo permanece a niveles relativamente altos para los hombres. ¿Es también esto similar a lo que ha ocurrido en Estados Unidos? No. En ese país, se atribuye parte de la disminución en la tasa de desempleo (durante la expansión de Obama) a la menor participación en la fuerza de trabajo, según algunos por Obamacare. En México las tasas de participación tienen cambios muy pequeños y en realidad se mueven en sentido contrario al requerido por el argumento de que el desempleo baja por disminución de participación. Para mujeres, las tasas de participación entre los 20 y los 59 años de edad subieron 5 puntos porcentuales en 12 años, que no es un cambio menor. Para hombres, han bajado un punto porcentual pero todo el cambio se da en los grupos de edad menores de 30 o mayores de 50 (es decir, por la mayor prevalencia de la educación superior y del retiro). Para hombres de 30 a 50 años las tasas de participación se han mantenido arriba de 95%, que es un nivel alto bajo cualquier comparación.
Una pregunta que se hace en estos temas es si algún argumento de “búsqueda de empleo” a la Diamond-Mortensen-Pissarides explica el comportamiento del desempleo. En mi opinión, no hay nada que apoye eso: se tiene un episodio violento de incremento en la probabilidad de perder el empleo, las empresas despiden a muchas personas del verano de 2007 hasta el final de 2009, y después han tomado mucho tiempo en disminuir sus tasas de despido. Las tasas de contratación se movieron poco. En mi opinión lo que ocurre es que las empresas encuentran trabajadores fácilmente, pero son menos tolerantes con trabajadores que no demuestran potencial de crecer en productividad. También es posible que sean los propios trabajadores quienes son menos tolerantes con empresas que no son una promesa atractiva de desarrollo y que por ello se hayan mantenido altas las tasas de separación, aunque esta segunda opción me parece menos posible en un ambiente recesivo.
En resumen, la economía mexicana mantiene un ritmo de creación de empleo suficiente para absorber las grandes oleadas de nuevos entrantes, que además lo hace de forma sumamente inelástica. La contraparte de esto, que no tratamos aquí, es que los salarios crecen muy poco.