Adaptación al Cambio Climático

En una serie de entradas anteriores discutimos el problema del cambio climático (ver acá, acá, acá y acá), enfatizando la gran incertidumbre científica que aún hoy persiste sobre el mismo. Dada esta incertidumbre, la opción de esperar y aprender sobre el problema es valiosa. La posibilidad de aprender implica que la flexibilidad tiene un valor positivo. Sin embargo, la tentación de postergar las inversiones y gastos para enfrentar este problema también puede ser costosa por dos razones: i) irreversibilidades, y ii) los altos costos marginales que podrían enfrentarse para ajustar las inversiones y gastos necesarios en un periodo corto de tiempo futuro.

La mitigación y la adaptación son los dos elementos básicos en la estrategia para hacer frente al cambio climático. La mitigación consiste en acciones que ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, o a aumentar su captura en la atmósfera, y que por lo tanto reducen la probabilidad de shocks negativos asociados al cambio climático en el futuro. La adaptación consiste en acciones que ayudan a anticipar y/o compensar los efectos del cambio climático. Es razonable esperar que las medidas que cada país decida aplicar en la materia dependerán de los costos y beneficios de las mismas en relación a la economía de cada país. Una reducción en la tasa de crecimiento de las emisiones de CO2 atmosférico parecería ser una estrategia poco eficaz en Latinoamérica y el Caribe, pero sería comparativamente más efectiva, por ejemplo, para los Estados Unidos. Esto sugiere que las estrategias óptimas pueden diferir entre países, y que los países que más emisiones producen podrían optar por políticas distintas que aquellos que emiten menos (en ausencia de un acuerdo global).

Con el fin de describir las trayectorias óptimas para los gastos de mitigación y adaptación en diferentes escenarios, desarrollamos un modelo analítico y luego lo calibramos para economías ambientales grandes, medianas y pequeñas en término de las emisiones que producen (Chisari, Galiani y Miller (2016)). Así, en dicho artículo, estudiamos las acciones que las diferentes economías estarían dispuestas a emprender si actuarían de manera óptima con respecto a los gastos en adaptación y mitigación en ausencia de una política global, o en otras palabras, si no hay restricción a las políticas ambientales que esos países puedan escoger.

Los resultados obtenidos aportan las siguientes conclusiones. En primer lugar, las economías pequeñas tenderán a concentrar sus esfuerzos medioambientales, si los hacen, en adaptación. No solo en términos absolutos los países más grandes pueden gastar más en mitigación y adaptación sino que la relación mitigación/adaptación será mayor en esas economías. En segundo lugar, las economías pequeñas que no pueden gastar lo suficiente en materia de adaptación probablemente gasten aún menos en mitigación debido al empobrecimiento futuro generado a causa de los efectos climáticos negativos. En tercer lugar, en estas economías, mayores gastos en mitigación pueden surgir no solo como resultado de un mayor nivel óptimo de gastos en adaptación, sino también debido a  la existencia de mayores incentivos “externos” a la mitigación, eventualmente provistos por los países más ricos.

Los incentivos internacionales (en forma de recompensas y sanciones potenciales) continúan hoy día  sesgados a favor de la mitigación. Las recompensas incluyen el acceso a ayuda financiera y transferencia de tecnología, y las posibles sanciones podrían incluir impuestos sobre el componente de carbón de las exportaciones y su transporte. Sin embargo, no es probable que en un futuro cercano los incentivos puedan involucrar amplias sanciones a través de las restricciones al comercio.

Cabe notar que se logró avanzar mucho menos en el campo de la adaptación a nivel internacional. El financiamiento disponible es considerablemente menor y las acciones alternativas no se han clasificado  en función de su costo-efectividad. La adaptación incluye varias dimensiones, tales como el acceso al agua, la protección contra las enfermedades humanas y agrícolas, la asistencia necesaria a los pobres, y el desarrollo de infraestructuras y ciudades. Algunas de las acciones de adaptación pueden ser inmediatas y de bajo costo,  como por ejemplo los sistemas de alerta temprana o las nuevas regulaciones para edificios e infraestructuras. Otras pueden ser más costosas y pueden ser pospuestas hasta que se posea mayor información. La investigación y el desarrollo que se centra en las necesidades de cada región es una forma costo-efectiva de aprendizaje. En este campo, no existen aún directrices bien desarrolladas, basadas ​​en principios económicos sólidos, para la evaluación de las distintas acciones de adaptación. Tales directrices podrían servir para clasificar los proyectos en condiciones de escasez de recursos. Más todavía si se tiene en cuenta que el cambio climático no es la única dificultad que enfrentan los países en desarrollo. La prioridad actual entonces en América Latina es la de desarrollar esta agenda de trabajo.

En el mediano plazo, un factor clave en el proceso de adaptación será la movilidad de factores, especialmente, del trabajo, la cual hoy está severamente limitada. Este será un desafío muy importante para la comunidad internacional sobre el que es deseable trabajar con mucha anticipación.

 

Referencias

Chisari, O. y S. Galiani, 2010. Climate Change: A Research Agenda for Latin America and the Caribbean. IDB Technical Notes N° 164.

Chisari, O, S. Galiani and S. Miller, 2016. Optimal climate change adaptation and mitigation to climate change in small environmental economies. Economia, Journal of the Latin American and Caribbean Economic Association.