La venganza de la galleta tarifaria

Publicada originalmente el 28/07/2016 en El Cronista.

Hace casi un año atrás escribí una nota en El Cronista («La galleta tarifaria argentina») que alertaba que la estructura tarifaria del gas natural basada en los ahorros de consumo respecto al año anterior (introducida en 2014, pero impactando a partir de 2015) era una suerte de juguete rabioso tarifario que podía llevar a grandes sorpresas en el invierno de 2016, si este resultaba ser muy crudo.

El argumento era que un esquema que establece variaciones tarifarias según el consumo respecto del año anterior en algo tan sensible a la temperatura como el gas natural en invierno era un error de diseño tarifario, porque ello iba a transferir demasiada variabilidad tarifaria de un año a otro. Además era una estafa desde el punto de vista de la defensa de los consumidores porque daba lugar a señales tramposas para el esfuerzo de ahorro de energía por parte de los hogares que al año siguiente no se reconocían.

Dado este panorama, la recomendación era desactivar esta bomba cuanto antes, en el verano, ni bien pasaran las elecciones. Pero lamentablemente el gobierno actual no quiso escuchar. Mantuvo vigente este esquema erróneo de descuentos por diferencias en el consumo respecto del año anterior en gas natural, con la creencia equivocada de que esto tiene efectos sobre la eficiencia energética de los hogares. Para colmo, hasta lo extendieron a la electricidad, si bien ahí no cometieron el error de usar el año anterior como referencia.

Los resultados estuvieron a la vista de todos en las últimas semanas, con valores de facturas volando por los aires para algunos hogares y no tanto para otros. La explicación favorita de los funcionarios se orientó rápido a decir que los consumos se dispararon por las temperaturas. Pero esto no alcanza a explicar tantos casos tan disimiles. ¿Qué explica tanta heterogeneidad en las facturas cuando todos enfrentaron las mismas temperaturas?

Mi análisis es que mucho de lo que hemos visto se debió a la dinámica tarifaria iniciada con la reforma de 2014. El gráfico adjunto muestra, por ejemplo, que un hogar en el medio de la distribución del consumo de gas natural en el AMBA (un R23) que en el año 2001 pagaba el equivalente al 2,5% del ingreso familiar en la factura del gas se vio beneficiado repentinamente en 2015 por el esquema anterior y bien podría haber pagado sólo el 0,2% de su ingreso, saltando este año al 2% (es decir 10 veces más) si no estaba en la tarifa social. Mi estimación es que un 30% de los hogares fue presa de esta dinámica. La aparición de los topes del 400% sobre la factura final (también respecto al año anterior) reduce este impacto, pero lo hacen mal y tarde.

Si se cometieron errores en cuanto a la estructura tarifaria, el tema del nivel es tal vez más grave, más allá del argumento de que esto debía hacerse de modo gradual y dentro de un plan macroeconómico que atendiera la inflación. No se entiende con qué cara salen a decir que una suba del 400% es gradual, porque en el caso del gas natural los aumentos son insuficientes para cubrir los costos.

¿De qué costos estarán hablando? Porque los únicos costos de la energía que son relevantes para el análisis económico son aquellos costos de oportunidad «revelados» en los precios de importación de un producto equivalente. Hoy, un hogar del AMBA con consumos promedio o mediano paga valores por el costo del gas en la tarifa que están por arriba del valor de importación promedio relevante, y los hogares que más consumen pagan un valor un 50% más alto.

Así, tenemos una maraña de subsidios cruzados que recarga innecesariamente a los hogares que más consumen gas y no pueden estar cubiertos por la tarifa social. El gobierno tiene que reconocer este error y proceder rápido a introducir cambios, antes de encerrarse en una defensa judicial que, aún en el caso de prosperar, va a llevar a un default tarifario de los ciudadanos con consecuencias muy caras.

Herencia gasífera