La otra cara de la precariedad laboral en América Latina

Mucho se ha escrito en América Latina sobre el problema de la informalidad, así como sobre la desprotección, la pérdida de recaudación fiscal, y los costos en términos de productividad con los que la informalidad está asociada.  Pero hay otro fenómeno de precariedad laboral, en algunos casos creciente, que ha pasado desapercibido. Se trata de la emergencia del empleo temporal como un fenómeno importante y que puede acarrear graves problemas en el funcionamiento de los mercados laborales de la región.

¿Qué tan común es el empleo temporal?    Datos calculados directamente de las encuestas de hogares de un grupo de países muestran que, con la excepción de Chile, la mayoría de empleos se han generado en el sector informal. También muestran que  aproximadamente la mitad de los empleos formales (es decir con contrato y derecho a seguridad social) que se han creado en la región han sido de carácter temporal o a plazo fijo (Ver figura 1). Dos trabajos recientes para Colombia y Chile nos permiten profundizar en este fenómeno.  El trabajo de Colombia a cargo de Melendez y Pagés (2011) muestra que según datos de la encuesta manufacturera anual la proporción de empleo temporal en el empleo manufacturero creció de 15% en 1995 a 48% en 2007. Este crecimiento ha sido particularmente importante entre los trabajadores asociados a la producción (o de cuello azul),  subiendo durante el mismo periodo del 21 al 55 % del total. El aumento se ha dado en todo tipo de empresas independientemente del tamaño: de 20 a 51% en las grandes;  de 12.8 a 41%, en las medianas;  y de 6 a 30 % en las pequeñas. Otro país que también registra importantes tasas de empleo temporal es Chile. Carpio y otros (2011) muestran que, según la encuesta de Protección social (EPS), la proporción de empleo temporal alcanzó a un 17% del empleo total en 2006, frente a un 12 % en el promedio de la OECD.

Figura 1: Creación de empleo según categoría y tipo de contrato

Fuente: Elaboración BID con base a encuestas de hogares de la región. Se consideran nuevos empleos aquellos que tienen un año o menos de duración.

El crecimiento de esta modalidad de empleo es preocupante por un número de razones:

En primer lugar, el uso de contratos temporales está asociado a menores inversiones en capital humano y pérdidas de productividad.  Estos efectos serían tanto más negativos cuanto menor es la probabilidad de que un trabajador sea convertido de  temporal a permanente. Al fin y al cabo, si un trabajador sabe que sus probabilidades de obtener un empleo permanente son bajas, y que su horizonte en ese empleo es limitado, ¿por qué tendría que esforzarse en aprender sobre la empresa o en hacer un buen trabajo?  Y si, la empresa ya anticipa que esa relación es de corto plazo, por qué invertiría en formar al trabajador?

Sin embargo, se podría también argumentar que dado que las empresas valoran el esfuerzo y la productividad, ¿por qué no convertirían en permanente a un trabajador que rinde?  Se podría también aducir que los contratos temporales son instrumentos que permiten a la empresa (y al trabajador) probar a bajo costo si esa relación laboral es mutuamente conveniente.  Sin embargo, esa lógica deja de funcionar en presencia de una legislación laboral que trata de forma muy distinta a ambos contratos. En la mayoría de países de América Latina es mucho más costoso contratar, y sobre todo despedir, a un trabajador permanente que a uno temporal, y en algunos casos esa diferencia es muy grande. Ello implica  que pasado un cierto tiempo, la empresa debe o bien emplear al trabajador temporal de forma permanente o terminar el contrato temporal y reemplazar este trabajador por otro. Si el costo legal asociado a contratar de forma permanente es muy grande, para muchos trabajadores la relación temporal acabará en despido independientemente de su esfuerzo. Carpio y otros (2010) estiman que la probabilidad de conversión de un trabajador temporal a permanente en Chile es del 30 % y que cayó durante el último decenio (Ver figura 2).  Todo indica entonces que los contratos temporales en Chile no son necesariamente caminos hacia mejores empleos sino, más bien puertas giratorias, en las cuales un trabajador encadena distintos trabajos temporales, o transiciones de temporalidad al desempleo.

Figura 2: Probabilidad de Transiciones en el mercado laboral

Fuente: «The effect of temporary contracts on human capital accumulation in Chile» (Stucci y otros, 2011). Tabla 7 **corresponde a la suma de la probabilidad de transición de empleo temporal a desempleo, inactividad, autoempleo o fuera del panel.

Estos mismos autores muestran que aun controlando por causalidad reversa, en Chile los trabajadores en contratos temporales reciben mucha menos formación a cargo de la empresa que los trabajadores con contratos permanentes (a razón de la mitad). Esta baja inversión tampoco se compensa por inversiones iniciadas o financiada por el propio individuo. Es muy probable que esta baja inversión en el trabajador este redundando en una merma en el crecimiento de la productividad en Chile. Al menos esa es la conclusión que alcanzan algunos estudios recientes para España y otros países en Europa (ver por ejemplo  Dolado y Stucci (2008))

Otra razón para preocuparse por el fenómeno de la temporalidad es el alto grado de volatilidad que ésta confiere al empleo.  En España, por ejemplo, donde la tasa  de empleo temporal está por encima del 30%, del año 2000 -2007  se crearon más empleos que en cualquier otro país de la Unión Europea, y la tasa de desempleo bajó de 22% en 1994 a 8% en 2007.  Sin embargo, tras el estallido de la gran recesión, la tasa de desempleo subió rápidamente a 19% a finales del 2009, otro record, con la gran mayoría del ajuste por la crisis recayendo en el empleo temporal. Sintomáticamente, tanto en Colombia como en Chile la tasa de desempleo también reaccionó rápido ante caídas del producto, de 7.8 a 9.8 % en Chile entre 2007-2009 y de 11.4 a 13 % en el mismo periodo en Colombia,  frente a un incremento de 7.9 a 8.3% en el mismo periodo para el promedio de América Latina.[1]

Aparte de lo injusto que resulta un ajuste que recae sólo en un grupo de trabajadores, en un mercado dual los trabajadores permanentes tienen un importante colchón de ajuste en los temporales, quienes son los primeros en acusar los embates de una crisis. Esto puede reducir los incentivos de los trabajadores permanentes a contener sus demandas salariales en periodos de recesión, lo cual dispara todavía más la respuesta del desempleo (o la informalidad) ante las crisis.

Así pues, es posible que estemos asistiendo a la emergencia de una nueva fractura social, una que separa los trabajares formales en dos grupos. Los que tienen una alta protección ante el despido, mayor acceso a la formación, y posiblemente una mayor estabilidad salarial, y los que quedaron fuera de todas estas prerrogativas. La respuesta a estas inequidades no pasa por prohibir el contrato temporal sino por adaptar las leyes laborales y evitar que haya una ciudadanía de primera –con todas las protecciones y una ciudadanía de segunda – apenas con ninguna.  Racionalizar la legislación laboral para que no haya grandes diferencias entre contratos temporales y permanentes, aseguraría una carga más repartida. Pero sobretodo, la solución estribaría en pasar una mayor responsabilidad de la protección en contra del flagelo del desempleo y la pérdida de trabajo, de las empresas al estado: promoviendo seguros de desempleo más potentes, y con mayor cobertura, y mejorando las políticas activas laborales de manera que se pudiera verdaderamente apoyar a los trabajadores que pierden su empleo, proveyéndoles información sobre vacantes, mejorando las habilidades de aquellos más difíciles de emplear, y fomentando una reinserción rápida de los desempleados a nuevos empleos.

 

Referencias:

Carpio, S. D. Giuliodori, G. Rucci y R. Stucchi, 2011. ”The effects of temporary contracts on human capital accumulation  in Chile”. IDB Working Paper Series. No. IDB-WP-253

Dolado, Juan José  y R. Stucchi, 2008. «Do Temporary Contracts Affect TFP? Evidence from Spanish Manufacturing FirmsIZA Discussion Papers 3832, Institute for the Study of Labor (IZA)

Meléndez, M.  y  C. Pagés (2011) Payroll taxes and labor demand: evidence from Colombia”. Mimeo.

 


[1] Datos CEPAL.