A partir de un diagnóstico fundamentalmente compartido, cual es que la calidad de la educación escolar no está a la altura de lo que Chile requiere, han surgido distintas propuestas que representan cambios fundamentales al sistema vigente desde inicios de los ‘80. Este sistema, que surgió de un diagnóstico explícito en los ’70 y que señalaba que la educación era de mala calidad, elitista y de baja cobertura, ha permitido aumentarla a niveles raramente vistos en el mundo, favorecer la libertad de elección para una enorme cantidad de padres, pero no ha conseguido -al menos en forma apreciable- reducir las brechas sociales preexistentes.
El diagnóstico previo ha llevado a la convicción de que para mejorar el sistema se requieren cambios fundamentales. Sustituir las escuelas municipales por otras organizados bajo un esquema más o menos centralizado, eliminar los aportes estatales a las escuelas con fines de lucro y con financiamiento compartido, son algunas de estas acciones.
A otro nivel está la discusión sobre la filosofía que sustenta los cambios propuestos. Esta discusión, por cierto interesante, suele estar oscurecida por los intereses particulares de grupos de presión. El colegio de profesores, por ejemplo, argumentando sobre la necesidad a una educación provista centralizadamente por el Estado, está interesado en limitar el desarrollo de la educación privada subvencionada. Ello es seguramente mezcla de una desinteresada visión de la sociedad, con su legítimo interés por detener la caída de su base electoral producto de la decisión de los padres de matricular a sus hijos en escuelas privadas subvencionadas en lugar de escuelas municipales.
Más luz para los cambios que se requieren, lo da la discusión sobre aspectos empíricos, esto es, sobre la evidencia que sustenta los cambios desde el punto de vista del aprendizaje. Sobre este debate, cabe señalar que la evidencia y metodologías aplicadas a cada una de las preguntas relevantes suele ser tan diversa y la cantidad de estudios y análisis tan amplia, que si alguien quiere justificar una posición, cualquiera sea, hallará alguna “evidencia” que justifique su posición. El papel de la investigación científica es precisamente tratar de dirimir entre la investigación más y menos seria. Hay metodologías que permiten ponderar la confiabilidad de distintos estudios de modo de tener conclusiones robustas.
Por ejemplo, el análisis de todos los estudios sobre la diferencia entre el resultado de la escuelas privadas subvencionadas y municipales a través de un meta análisis sugiere que hay una diferencia a favor de la eficiencia de la educación privada del orden de cuatro puntos del SIMCE.
En igual dirección, la evidencia en Chile de dos artículos que usan distintos controles socioeconómicos y del entorno, que usan métodos robustos, señala que las escuelas privadas con fines de lucro tienen resultados inferiores a los de las escuelas privadas sin fines de lucro, pero que el de aquellas con fines de lucro es superior al de las escuelas municipales.
Pero estos resultados, que pueden ser una buena síntesis de la evidencia disponible, tienen “intervalos de confianza”, “márgenes de error” y su metodología, incluyendo la elección de los artículos analizados, pudiera ser cuestionada. Esto es, tampoco se trata de verdades reveladas e indiscutibles. Es que en el mundo de la educación y el de cualquier ciencia social, donde no se pueden realizar experimentos perfectamente controlados, como podría ser el caso de la química, siempre persistirá un grado de incerteza en relación con las predicciones que dan los resultados tomados sobre una determinada muestra.
Sin perjuicio que el debate requiere seleccionar la investigación más relevante (por ejemplo, estudios que simplemente hacen diferencias de media condicionadas solo por status socioeconómico de la escuelas, no constituyen evidencia para política pública), la pregunta pertinente desde este punto de vista de la política pública es qué hacer cuando la evidencia no es completamente certera para predecir indicar lo que ocurrirá cuando se aplique la política. Más aún, incluso en el caso que tuviéramos la completa certeza de que hay diferencias en promedios (condicionados a los factores sociodemográficos). Por ejemplo, que las escuelas municipales lo hacen peor que las privadas subvencionadas en cuatro puntos y tenemos certeza de ello; ¿se deriva como medida de política pública que convendría sustituir las escuelas municipales o privadas subvencionadas?
La respuesta a esta pregunta la entrega otra evidencia en la línea de lo señalado previamente y que se refiere a los componentes no sistemáticos que también explican los resultados. Entre los sostenedores municipales, controlando por la vulnerabilidad y otros factores socioeconómicos de los niños y de las escuelas, las diferencias en los rendimientos son abismantes. Así, la diferencia en resultados del mejor quintil de sostenedores municipales y el peor quintil de estos sostenedores, es de cerca de 80 puntos del SIMCE. En otras palabras, eliminar a rajatabla las escuelas municipales que en promedio lo hacen peor en cuatro puntos que las escuelas privadas subvencionadas. Eso significaría eliminar a un 20% de escuelas municipales que lo hacen incluso sustancialmente mejor que escuelas privadas pagadas.
¿Qué hacer entonces para mejorar la educación si es que políticas rajatabla pueden llevar a perder calidad en ámbitos ya ganados? La evidencia tiende también a colaborar respecto de esta pregunta. La figura 1 por muestra la Curva de Lorenz, de la distribución de los alumnos rezagados en el aprendizaje de matemáticas en Chile según un estudio reciente. El rezago en el aprendizaje refleja alumnos que no han alcanzado los niveles mínimos para el curso en que están. La curva de Lorenz muestra cuán concentrada por escuela está la población de niños rezagados. Mientras más lejos de la diagonal, “más inequitativa” es la distribución de rezago. Se puede apreciar que el 20% de las escuelas municipales concentran más de la mitad de los niños que tiene atraso en matemáticas. El porcentaje es sólo un poco menor en las escuelas privadas subvencionadas y de las escuelas particulares pagadas. La lectura de esta evidencia es que si se concentran los esfuerzos en un porcentaje pequeño de las escuelas totales, independientemente del tipo de escuela, habrá logrado un efecto muy relevante. Ello, es probable que sea también el caso para las escuelas con fines de lucro, y para cualquier institución que las políticas de rajatabla tengan hoy en cuestionamiento.