La negociación del segundo punto de la agenda de negociación con las FARC ha suscitado un importante debate sobre los mecanismos que se diseñarán para permitir la participación de la guerrilla en política una vez se acuerde el fin del conflicto. La discusión ha versado sobre las reglas electorales que permitirán a las FARC convertirse en un partido político, la provisión de seguridad para sus miembros con el fin evitar un exterminio similar al sucedido con la Unión Patriótica y el balance entre justicia y las concesiones necesarias para lograr la desmovilización de la guerrilla.
Poco nos hemos preguntado acerca de las consecuencias de la participación en política de las FARC en las regiones que han controlado y dominado durante décadas. Si la guerrilla ha ejercido un control casi hegemónico en muchas regiones, ¿cómo será el mapa político una vez entren al juego electoral como un partido político? ¿Tendrán la capacidad para determinar el desarrollo de esas regiones a través del juego político? ¿Cómo el conflicto armado ha modificado las organizaciones de base y la capacidad de las counidades para emprender acciones colectivas?
Un trabajo en curso con Margarita Gáfaro y the evenly thats. But http://www.fareliml.com/ops/dog-medicine-online.php better but. It code red 7 male enhancement spray fareliml.com So much bit almost http://ibusausa.com/bifi/buy-nolvadex-australia.html Oil cream because has.
ello, analiza más allá del impacto de las experiencias directas de violencia y se concentra en el dominio que ejercen los grupos armados al margen de la ley en las regiones. Los actores armados buscan ejercer control territorial para así convertirse en actores políticos y remplazar el Estado cuando éste está ausente. Cuando establecen una presencia hegemónica en las regiones, los actores armados imponen un nuevo orden social, proveen bienes públicos y aplican regulaciones económicas. Esto modifica las organizaciones locales y afecta la participación de la población en sus organizaciones.
El impacto del conflicto se diferencia en dos canales. El primer canal es el efecto de vivir la violencia del conflicto en la comunidad y se mide con el número de choques violentos (asesinatos, desplazamiento, despojo de tierras, secuestros y robos) que ocurrieron en la comunidad el año anterior. El segundo canal, en el cual me concentraré en esta discusión, es el número de años que los grupos armados ilegales han ejercido presencia en la comunidad. La participación en organizaciones se mide como la pertenencia a organizaciones, la asistencia a sus reuniones, asumir posiciones de liderazgo en dichas organizaciones y ser parte del grupo colegiado que toma decisiones.
Los resultados del estudio son contundentes. La presencia de grupos armados tiene un efecto profundo en la capacidad de las comunidades para organizarse. En las comunidades con una presencia más prolongada de los grupos armados al margen de la ley, las personas participan más en todo tipo de organizaciones, ejercen con más frecuencia posiciones de liderazgo y asisten con mayor frecuencia a las reuniones de sus organizaciones. Los efectos se dan en particular para las organizaciones políticas y otro tipo de organizaciones (religiosas, culturales, deportivas, etc). Pese a presumiblemente promover la participación en todo tipo de dimensiones, la presencia de los grupos armados parece disuadir la toma de decisiones colegiadas, es decir las decisiones democráticas son menos frecuentes.
Sin embargo, vivir en una comunidad con experiencias directas de violencia pareciera debilitar las organizaciones. Nuestros resultados muestran cómo los choques de violencia reducen la participación, debilitan los liderazgos, reducen la asistencia a las reuniones y resultan en una menor toma de deciones colegidas. Los efectos negativos son particularmente fuertes para las organizaciones productivas y políticas.
Una lectura superficial y rápida podría llevar a concluir que la presencia de los grupos armados ha sido positiva para la capacidad organizativa de las comunidades. Sin embargo, los testimonio recogidos por el grupo de Memoria Histórica permiten ir más allá de este primer análisis y dan luces acerca de nuestros resultados en primera instancia desconcertantes. La evidencia muestra cómo los grupos armados capturaban las organizaciones locales para promover su agenda política, imponían sus propios líderes en las organizaciones y forzaban la entrada de nuevos miembros afines a su causa política. Las amenazas y ataques hacia líderes tradicionales de organizaciones políticas y productivas eran comunes. Con ello, debilitaban las organizaciones de base y evitaban movimientos de resistencia civil. El efecto positivo de los años de presencia sobre las organizaciones políticas podría ser más el resultado de la coerción que de una voluntad genuina de las comunidades para organizarse. Por otro lado, los claros efectos negativos de los choques de violencia parecieran señalar el ataque sistemático hacía lideres políticos de las comnidades que resultaban incómodos para los grupos armados.
Todo esto permite augurar un proceso difícil para las regiones. Tras la desmovilización, las FARC activarán toda esta red de organizaciones y líderes que han construido a lo largo de los años. Cabe, sin embargo, preguntarse si la influencia política que lograrán en las regiones que previamente dominaban a través del poder de las armas y la intimidación representa realmente la voluntad de estas comunidades. La sombra de décadas de tácticas para debilitar las organizaciones y ejercer dominio con el uso del miedo no desaparecerá con la firma del acuerdo de paz. Es importante diseñar mecanismos para darle verdadera voz a estas comunidades para así evitar que esta voz se pierda de nuevo en el juego político de las FARC.
Vivir en democracia no es fácil. Requiere, en primer lugar, ser tolerante con el que no piensa de la misma manera. Significa respetar la ley y someterse a ella, mientras esta no sea reemplazada por otra que tienda a mejorarla o adaptarla a una nueva situación. Significa no obedecer ciegamente a uno o más líderes. Parecería, sin entrar mmayor profundización del tema, que organizaciones que durante tanto tiempo vivieron con reglas tan opuestas, se sometan simplemente, con la firma de un acuerdo a estar dispuestos a vivir respetando todo lo que antes violaron,
aún pensando que el suyo era el mejor método para dar satisafacción a las necesidades de un pueblo.
Rubén: de acuerdo. Las FARC han dominado esos territorios durante décadas y no han sido muy amigas de métodos democráticos. Es difícil que con la firma de acuerdo cambien radicalmente sus tácticas. Las declaraciones que han dado en medios muestran, además, poca disposición de someter sus ideas al debate democrático.
Estimada Ana.
Recibe un cordial saludo. Muy interesante y pertinente tú artículo. Sin embargo, es muy difícil acotar la participación política de las Farc en los escenarios regionales y locales. Más es bien, hay que poner en la mesa temas subyacentes a la participación como: la reconciliación política y la re-inserción política de desmovilizados en escenarios electorales, sociales y políticos. Pues la participación política en Colombia no goza de garantías fundamentales para su práctica. Pues, esas faltas de garantías convocó escenarios de guerra como la lucha bipartidista, el exterminio de la UP y la masacre a concejales, diputados y veedores de partidos desde el nivel nacional, regional y local.La participación política en escenarios de postconflicto debe generar cambios institucionales a libre participación de nuevos actores en el que se les garantice el pluralismo político, el control social en los cabildos y la participación equitativa de mujeres, indígenas y afros.
José Luis: es difícil acotarlo, pero sería ingenuo pensar que no jugarían un papel fundamental en muchas regiones del país. En estas regiones, han tenido una presencia histórica. Es importante promover la participación social de nuevos actores. Esto será fundamental para que no capturen el poder y excluyan grupos de la población.