John Maynard Keynes fue un economista brillante, más allá de las críticas válidas que ha recibido el modelo Keynesiano, el cual, en cualquier caso, en mi opinión, no refleja bien el pensamiento de este economista inglés (tema sobre el que volveré en el futuro). Voy a recordar hoy dos trabajos de Keynes, anteriores a su famosa Teoría General, los cuales muestran a un economista en acción, participando en la vida pública, y utilizando el análisis económico para anticipar grandes errores de política.
Las consecuencias económicas de la paz
Finalizada la Gran Guerra, Alemania, derrotada, firmó con los Aliados el Tratado de Versalles, el cual le exigía el pago de cuantiosas reparaciones de guerra. Keynes representaba a Gran Bretaña en las negociones de este tratado, y renunció a su puesto en protesta a los términos del tratado. Sus argumentos se recogen en su libro “Las consecuencias económicas de la paz”. Keynes argumentaba que el gobierno alemán era incapaz de recaudar la cantidad suficiente para afrontar los pagos impuestos en concepto de reparaciones de guerra. Keynes estimaba que los mismos alcanzarían el 25% de las rentas alemanas. De hacerlo, creía que el país se empobrecería peligrosamente.
Efectivamente, el gobierno alemán en aquellos años de la República de Weimar terminó pagando los gastos de reparación de guerra emitiendo dinero, no solo empobreciendo a la nación, sino además desatando un feroz proceso inflacionario. En 1923 la tasa de inflación alcanzó un millón por ciento. Finalmente, y no en forma fácil, se logró estabilizar los precios (ver esta entrada de Heymann acá). La inflación fue controlada, pero la producción y el empleo no recuperaron sus niveles “normales” hasta 1929 y fue a partir de 1933 que se produjo una gran recuperación, impulsada por medidas expansivas tomadas por Schacht, el Ministro de Economía de Hitler. Los costos del Tratado de Versalles no fueron solamente económicos, ni para Alemania ni para Europa.
Las consecuencias económicas de Mr. Churchill
Antes de la Gran Guerra, regía en Gran Bretaña el sistema de patrón oro, bajo el cual el país compraba o vendía oro a cambio de libras para estabilizar el valor de la misma. Durante la Guerra, en cambio, la libra esterlina flotó en los mercados de divisas. Winston Churchill, quien después de la Gran Guerra se había convertido en Ministro de Hacienda, propuso fijar el valor de la libra respecto al dólar al nivel de “paridad” original, el cual en 1923 era posible dado que el dólar se había debilitado hasta alcanzar el valor veinte centavos de libra por dólar.
Keynes, entonces, advirtió que esa paridad era muy alta y perjudicaría a las industrias exportadoras una vez que el dólar se recuperase a menos que cayesen los salarios ingleses. A pesar de ello, Churchill adoptó su propuesta en 1925, la cual fue criticada por Keynes en su libro “Las consecuencias económicas de Mr. Churchill”. El desempleo trepó hasta cerca del 10% rápidamente y se mantuvo en esos niveles el resto de la década.
Comentarios Finales
Hace tiempo reflexioné en este foro sobre la opinión pública de los economistas y sus posibles justificaciones (ver acá). Los dos casos brevemente reseñados arriba muestran la justificación que, quizás, resulte más simple. También muestran que la distinción entre análisis positivo y normativo difícilmente pueda ser absoluta. Finalmente, ilustran la utilidad del análisis económico. A pesar de ello, no debemos esperar lo imposible. La operación de todo sistema económico es demasiado compleja como para que el análisis económico siempre pueda advertir las consecuencias de los errores de política económica. Los sistemas políticos son aún más falibles.