En colaboración con Martin Caruso (UNLP)
Hace unos meses criticábamos la forma en que el gobierno implementó los aumentos en las tarifas de luz y gas porque no terminaban de resolver las distorsiones existentes en los precios relativos que perciben los agentes económicos. En dicha entrada, argumentábamos que, al sostener precios artificialmente bajos, se estaba fomentando un consumo excesivo de energía que constituía una pérdida de eficiencia pura y diluía el valor de los subsidios otorgados. Concluíamos que esto era aún más grave dado que existe un diseño superior donde todos podemos estar mejor sin perjudicar a otro.
Además del caso de las tarifas a los servicios públicos, ese mismo error técnico se repite en la devolución del IVA a beneficiarios de la AUH y jubilados. La ley 27.253 contempla una devolución del IVA pagado sobre el consumo de alimentos y productos básicos de hasta $300 por mes. Nuevamente, al igual que en el caso de las tarifas, vemos que la devolución del IVA genera que el precio de los bienes alcanzados por la medida se vuelva más bajo que el de otros bienes. Esto lleva a un mayor consumo de dichos bienes, el cual es independiente del aumento de ingresos de las familias. Este exceso de consumo se debe a que los precios fallan en cumplir su rol principal de reflejar la escasez relativa de los bienes. El resultado de esto es una pérdida de eficiencia económica.
Adicionalmente, debe tenerse en cuenta que la gente pobre por lo general hace sus compras en comercios que operan informalmente, lo cual dificulta todavía más el objetivo de mejorar el nivel de vida de las familias con menores ingresos a través de la medida adoptada. Asimismo, para acceder a este beneficio es necesario efectuar la compra con tarjeta de débito, lo cual es una práctica poco habitual en la población objetivo. En definitiva, el diseño del programa tiene un número importante de fallas que redundan en una menor efectividad del mismo.
Si bien el objetivo de transferir ingresos a los hogares de bajos recursos es loable, es importante reconocer que una mala instrumentación genera costos innecesarios que deben evitarse. De hecho, los libros de microeconomía I nos enseñan que aumentar el ingreso percibido a través de la AUH o la jubilación sería un mecanismo más eficiente que reducir el IVA a un subconjunto de bienes. Esta es una aplicación de lo que los economistas denominamos Segundo Teorema del Bienestar, según el cual las asignaciones eficientes se alcanzan a partir de transferencias de ingresos y no de distorsiones en los precios relativos. Las ganancias de eficiencia así obtenidas pueden encausarse a una combinación de dos objetivos: o bien maximizar el impacto en el bienestar de los beneficiarios dado un costo fiscal, o bien generar el menor costo fiscal para una mejora en el bienestar dada.
Quienes se encargan de diseñar políticas sociales deberían tener en cuenta un principio muy simple. En general, una política efectiva es aquella que es capaz de transferir ingresos, sin distorsionar los precios relativos como argumentamos en esta entrada previa.
lo mejor seria simplemente decretar una baja general de iva y listo , la economia argentina pide a gritos impuestos mas bajos y apertura , no puede ser que un auto del mercosur tenga 55% de impuestos , que la gasesosa tenga 50% , la ropa es argentina es la mas cara de toda la region todo por proteger a menos del 1% de los trabajadores
Estoy de acuerdo con las falencias del programa enumeradas en la entrada, pero creo que hay un error al decir que «Esto lleva a un mayor consumo de dichos bienes, el cual es independiente del aumento de ingresos de las familias». Si los beneficiarios son los que perciben AUH o jubilados, creo que el programa si tiene en cuenta los ingresos de las familias, es decir, para cobrar AUH se deben cumplir ciertos requisitos y por otro lado los jubilados en general no son personas que disfruten de altos niveles de ingreso. Podría mejorarse esta forma de decisión acerca de quienes pueden beneficiarse del programa, si. Pero no es totalmente ajeno al ingreso de las familias.
En línea con lo que plante Bruno, creo que la implementación es muy discutible, en particular lo que tiene que ver con la bancarización considerando el amplio espectro de personas que trabajan en forma precaria, o bien el simple hecho de que muchos jubilados no se acostumbran a usar tarjetas pese a tener una cuenta. Por otro lado, no creo que esto pueda generar un problema de eficiencia, más allá de lo teórico, habría que ver entre que alternativa y su correspondiente precio podrían optar. Si es que efectivamente aumenta el consumo, simplemente le estás dando de comer un poquito mejor a familias de bajos ingresos (con $300 no van a estar mucho mejor).
Bruno, no nos estamos refiriendo al targeting del programa sino a que hay un efecto sobre el consume que no viene del efecto ingreso, sino del efecto sustitución.
Alejandro, el punto no es no hacer la transferencia a estas familias, sino hacerlo en dinero aumentando la AUH o la jubilación, sin distorsionar los precios ni requerir formas de consumo ad-hoc.
Sebastián Galiani, he estado leyendo su nuevo NBER WP
http://www.nber.org/papers/w22724#fromrss
y he visto un post sobre el paper en MR
http://marginalrevolution.com/marginalrevolution/2016/10/no-coasean-solution-american-revolution.html
Espero que tenga tiempo para reflexionar sobre la aplicación de su análisis y conclusiones al caso argentino.
Es cierto que el libro de micro dice eso, lo que no es cierto es que sólo jubilados con la mínima y perceptores de AUH son los sectores vulnerables. Entonces, aparece un problema, elegir entre filtraciones y exclusiones, ambos ineficientes.
Con un gasto público en 43% del pbi, con 20 puntos de transferencias. No queda nadie que no reciba un cheque el estado. Dejate de joder……………