La apología del tarifazo de gas: el peligro de cheque en blanco

Nota publicada originalmente el 16/08/2016 en Ámbito Financiero.

La crisis tarifaria en que se encuentra la Argentina es algo que era evitable. Mientras que los aumentos en electricidad pudieron hacerse sin mayores problemas elevando el precio estacional del mercado mayorista y preparando el escenario para las revisiones tarifarias en transporte y distribución, fue el aumento exagerado, mucho más allá de lo aconsejable y económicamente eficiente, del precio del gas incluido en las tarifas el responsable de abrir la caja de Pandora que hasta entonces estaba cerrada. Esta suba anunciada a fines de marzo generó dos efectos que ya habían sido anticipados en trabajos recientes. El primero fue una aceleración en la tasa de inflación que contaminó la «inflación núcleo», porque el efecto-impacto sobre los precios de los aumentos tarifarios iba a superar, en el corto plazo, el efecto-estabilización del menor déficit y emisión. El segundo efecto fue que la mezcla de errores de diseño tarifario heredados, en combinación con el aumento exagerado del precio del gas, generaron un impacto sobre los bolsillos de muchos hogares no cubiertos por la tarifa social. A diferencia del aumento de electricidad, el aumento de gas no fue gradual. Tampoco fue distribucionalmente equitativo a pesar de la tarifa social. Una razón por la que no fue equitativo es que el precio del gas a 7,5 dólares por millón de BTU que se estableció sobre los hogares que más consumen (y que son hogares de diferentes niveles de ingreso, no necesariamente alto) es injustificablemente alto respecto de los costos promedio de producción doméstica o de importación. Esto da lugar a la existencia de subsidios cruzados, algo que está prohibido en la misma ley del gas que el Gobierno usa para argumentar sobre la no necesidad de audiencias. Este solo hecho sería un elemento de prueba para declarar ilegal el aumento del gas natural y obligar al Gobierno a volver a armar los cuadros tarifarios.

Si el aumento del gas natural decidido en marzo va a pasar a la historia como un colosal error de diseño que aceleró la inflación y provocó un impacto brusco sobre los hogares, resulta sorprendente la obstinación de seguir insistiendo en que éste era el único camino para reducir los subsidios, es decir, fabricar una apología de un error tan grosero de política económica. La respuesta a esa actitud está dentro de la caja de Pandora que abrió este error. Esto dio lugar a un embate generalizado a los aumentos en los precios de la energía para buscar por la vía de las audiencias y otros mecanismos que no están contemplados en la ley del gas ni la de energía eléctrica llevar a estado deliberativo -es decir, bloquear y enterrar- cualquier intento razonable (el del Gobierno en gas no lo fue) de resolver el tema del precio de la energía y el desarrollo de las inversiones que el país necesita. Los mismos cínicos que destruyeron la sostenibilidad económica y financiera del sector energético con los subsidios, para después terminar subsidiando al capital a cara descubierta con precios del petróleo y el gas por encima de los valores de frontera, ahora vienen a reclamar racionalidad y legalidad de las medidas.

Pero existe una parte importante de la oposición que no es ni una ni otra cosa. Combatió la locura del elogio de los subsidios en su momento y ahora reclama cordura frente a los más que evidentes errores de este aumento del gas. Es a esa oposición que el Gobierno debería sumar, aceptando corregir los errores mencionados, la que el mismo Gobierno ha salido a criticar usando la metodología de hacer apología de un error de política económica porque las consecuencias políticas para el Gobierno son malas. Esto es algo que los votantes no veían desde la Resolución 125. Cabe recodarle al Gobierno que el error de política económica de ese episodio estuvo en el hecho de que iba a provocar transferencias de ingresos de modo brusco que, al margen de los aspectos técnicos, no eran consideradas legítimas por una parte de la sociedad que tenía poder para bloquearla.

La salida es entonces tan nítida y difícil ahora como lo era hace un año. El camino es volver a hacer las cosas, pero bien, es decir, revertir los errores y esperar que la sabiduría ilumine a la Corte para encontrar un camino que ayude al Gobierno a volver del error, evite esta transferencia brusca de ingresos injustificables en el corto plazo, y evite que la doctrina de «audiencias para todo lo que implique un impacto al bolsillo» (que bien podría extenderse a una devaluación, lo cual es una muestra de su falta de razonabilidad) lleve a la Argentina a aislarse de las inversiones que necesita para volver a crecer.

Si el Gobierno convocó al grupo de los exsecretarios de Energía para retomar este camino y reorganizar, en diálogo con la oposición, la política energética, entonces vamos bien. Si los llamó para la foto y para que endosen un cheque en blanco a los errores que hemos visto y terminen, sin quererlo, siendo funcionales a la apología del tarifazo, entonces vamos a estar muy mal.