Nepotismo y pragmatismo, la fórmula “K”

Esta nota fue publicada originalmente el día 16-11-2014 en el periódico La Gaceta.

Cambian las épocas, surgen otros desafíos, ya queda menos tiempo, son pocos los atajos disponibles. Pero sigue intacta la vocación de poder. En ese aspecto, el kirchnerismo está demostrando que su resiliencia y capacidad de adaptación remite a una ética darwiniana, que supera cualquier otra doctrina o influencia intelectual: vernácula, regional o internacional. No abundan los antecedentes en este ciclo democrático. Tampoco en la historia contemporánea argentina. Se trata de un proyecto personal, a lo sumo familiar, que se ve a sí mismo interpretando un repertorio con connotaciones ideológicas de estirpe nacional y popular, pero que tiene mucho en común con otras experiencias políticas definidas como populismo.

Uno de los rasgos más significativos resulta el papel del líder, eje del poder y emblema de una matriz movimientista, que prescinde y erosiona a los partidos políticos y a las instituciones. Esa fuente de fortaleza puede ser también una debilidad, en caso de crisis política, enfermedad o muerte del líder.

Cristina Fernández de Kirchner (CFK) logró reinventar al kirchnerismo y a sí misma desde el 27 de octubre de 2010 a esta parte. Ahora asoma, en su prolongado reposo, la creciente figura de Máximo, generando la sensación de que la dinastía se prepara para continuar ejerciendo el poder más allá de 2015. Unidos y Organizados representó desde su creación, en abril de 2012, un proyecto de continuidad independiente del PJ. No se logró ese objetivo, porque fracasó la reforma de la Constitución que le hubiera permitido a Cristina la reelección indefinida. Por eso el odio profundo que en Olivos sienten por Sergio Massa. Pero al menos parece posible condicionar al PJ, seguir utilizando su estructura y su poder territorial con una estrategia cuasi parasitaria, que sigue obteniendo recursos fiscales y la relativa seguridad al estar cerca del poder.

Un esquema familiar

La posibilidad de disponer de un esquema familiar para regular la sucesión y limitar las pujas por el poder constituye un mecanismo poco republicano, pero no menos efectivo. No lo tuvo Irigoyen, tampoco Perón, no lo buscó Alfonsín, la tragedia se lo impidió a Menem. Cuahutemoc Cárdenas estuvo siempre lejos de reconstruir en México el poder que había logrado su padre. Daniel Ortega no encuentra aún heredero. Fidel depositó la continuidad en manos de su hermano. Y si bien en Venezuela la familia de Hugo Chávez aún ostenta una vida imperial, su reemplazante está sometido a presiones que ponen en riesgo la supervivencia de la revolución bolivariana.

En efecto, Nicolás Maduro sufre y protagoniza una creciente inestabilidad, dadas las múltiples disputas internas de lo que aún se llama el chavismo, complicando a un gobierno empantanado por la caída del precio del petróleo. Veremos si tiene algún efecto el reclamo que harán los países productores de crudo junto a otros gobiernos que son definidos como petrodictaduras (como el de Irán y hasta la Rusia de Putin, el nuevo amigo K).

Petróleo y política se entrelazan y complican el panorama de la reelecta Dilma Rousseff, quien no tuvo tiempo para festejar su victoria cuasi pírrica: cruje su coalición con otros partidos clave para asegurar el control del Parlamento y están expectantes los mercados se tornan más escépticos respecto de la capacidad de Dilma de modificar el rumbo de su administración.

En este contexto, un terremoto de desidia y corrupción impacta en la economía y la política brasileñas, por el avance de las investigaciones sobre Petrobras. Se repiten los pedidos de juicio político a Dilma. La profundización de la incertidumbre y el riesgo de una crisis institucional amenazan al país latinoamericano más importante.

Frente al tembladeral que se vive en Brasil y en Venezuela, la Argentina parece estar mejor. Esto despierta curiosidad: Cristina está atravesando un prolongado reposo que la obliga a limitar sus apariciones mediáticas y a desplegar una limitadísima agenda de gobierno. Vale la pena recordar que hace demasiado tiempo la Argentina se quedó, en la práctica, sin vicepresidente, que vive su desdicha en una suerte de exilio forzado en su renovada oficina en el Senado. Paradójicamente, con la Presidenta enferma y el vice procesado, no hay sin embargo sensación de vacío de poder. Todo lo contrario, Cristina mantiene buenos números de imagen, al menos para los parámetros y las expectativas locales. La gestión de Obama es valorada por el 40% de la población; acaba de perder la elección de mitad de su segundo mandato y todos lo consideran un “pato rengo” (un líder con escasísimo poder). Cristina obtiene una valoración similar, también perdió las elecciones en 2013 y, sin embargo, es considerada una líder influyente.

De todas formas, es importante desentrañar las causas de la estabilidad del kirchnerismo tardío. Algunos la explican por la fragmentación del sistema político, que afecta las perspectivas de los candidatos de oposición. Otros le adjudican importancia a los recursos que acumula el hiperpresidencialismo, sobre todo porque acota el poder de las provincias y degrada la división de poderes. Sin duda, parte del asunto podría también explicarse por la irrefrenable voluntad de poder que siempre ha demostrado CFK. Y en ella, petróleo y política vuelven a combinarse con un creciente pragmatismo para administrar la cosa pública.

Petróleo y deuda

La nueva Ley de Hidrocarburos, uno de los instrumentos más controversiales de transferencia de riqueza pública al sector privado, le puede brindar al Gobierno un mecanismo adicional para conseguir financiamiento el año próximo, aliviando la restricción externa (es decir, la falta de dólares).

También está cambiando el discurso en torno de la crisis de la deuda. ¿Dónde quedaron las diatribas en contra de los fondos buitre? ¿Olvidó el Gobierno aquella afirmación de que nunca le pagaríamos a los acreedores que no entraron a los canjes 2005 y 2010?

Sorprende la insistencia oficial de que a partir de enero próximo, una vez que expire la famosa cláusula RUFO, habrá un entorno más propicio para un arreglo. ¿Significa reconocer el monto que dispuso el juez Griesa en su fallo? ¿Acaso negociar alguna quita, aunque sea limitada, para demostrar que la actitud intransigente del Gobierno al final tuvo algún rédito positivo?

En otra clara demostración de pragmatismo y, es justo reconocerlo, algo de racionalidad (también tardía), el Gobierno implementó medidas orientadas a frenar la escalada del tipo de cambio marginal. Es cierto que esto incluyó acciones disuasivas para atemorizar a los agentes económicos. Los medios de comunicación, alimentados por los voceros oficiales, cubrieron esos operativos. Pero sería ingenuo y equivocado suponer que fue por eso que el Gobierno logró controlar el dólar blue. En efecto, las medidas de fondo fueron definitivamente más contundentes y ponen asimismo de manifiesto que la nueva conducción del Banco Central cuenta con el suficiente apoyo presidencial como para recurrir a medidas de corte ortodoxo.

Desde las entrañas del Gobierno se intenta enviar la señal de que no habrá una nueva devaluación antes de las elecciones presidenciales del año próximo. Han planchado el tipo de cambio en las últimas tres semanas, y la idea es sostener el atraso todo lo que sea posible. El kirchnerismo se prepara para quedarse en el poder. Es demasiado temprano para saber si logrará ese objetivo. Pero si ese fuera el caso, nepotismo y pragmatismo habrán de ser recordados como sus mecanismos más efectivos y perdurables. (Especial)