Revolucionarios sin Revolución

 «Ya estamos acostumbrados a recibir todos los días algún golpe bajo, a recibir mentiras, pero sepamos que esas tapas, esos mensajes mafiosos, buscan maniatar a empresarios, sindicalistas, trabajadores, a todos. Es la herramienta de control de estos tiempos, así como en otras épocas fueron los ejércitos»

«Nos habíamos acostumbrado a vivir en una democracia mutilada por los medios»

Estas dos son, según el diario La Nación, citas textuales de un reciente discurso del vicepresidente argentino, en ejercicio de la presidencia.  Imagino que para el vicepresidente, la democracia en EEUU fue mutilada cuando un golpe de estado – casi equivalente al que en nuestras tierras hacía el ejército, según el mismo declara – forzó la renuncia de Nixon. Pero lo que quiero destacar hoy no es la distorsionada visión de la división de poderes en una democracia de nuestro vicepresidente.

Quiero ponerlos como  ejemplos concretos de la retórica revolucionaria que marcó el discurso oficial durante la última década: los medios son un poder antidemocrático como los militares y no tuvimos  una democracia cabal en Argentina entre 1983 y el 2003. La conclusión es clara: la verdadera revolución democrática fue realizada, finalmente, durante la última década.

Este es quizás el peor pecado del Kirchnerismo: haber fabricado una ostensible división en la sociedad argentina para poder auto-proclamarse revolucionario.  Las revoluciones no tienen lugar dentro de las democracias, justamente porque la democracia establece mecanismos de cambio empujados por el voto. Por lo tanto, para poder ser verdaderamente revolucionario, hay que negar la existencia de la democracia.

La historia peronista está marcada por lo revolucionario.  El peronismo introduce la representación de los grupos más desfavorecidos  dentro de la política argentina, que había estado dominada  por la disputa entre los conservadores y el radicalismo, este último como expresión de la clase media.  Por otro lado, modifica de manera definitiva el estatus de los trabajadores dentro de la economía, siendo el artículo 14 bis el legado más obvio. Esta revolución tiene su líder, Perón, y su cumpleaños, el 17 de Octubre.

Una buena parte de los movimientos revolucionarios de finales el 60 y principios de los 70 tienen un fuerte origen peronista, en parte motivado por la proscripción del peronismo, la cual transformaba al proceso eleccionario argentino en una democracia verdaderamente mutilada.  Algunos luchaban por terminar con la proscripción. Otros, buscaban establecer un régimen alternativo en la Argentina. La gran mayoría articuló una característica muy noble – estar dispuesto a morir por una idea – con otra que no lo es – estar dispuestos a matar por una idea. Esto movimientos también tuvieron líderes y tuvieron fechas de celebración.

La Argentina del 2003 atravesaba una crisis gigantesca, de muy complicado pronóstico.  No precisaba un revolucionario, sino un hábil político que condujera los destinos de un país rico, pero quebrado. El sistema democrático estuvo en pleno funcionamiento, no hacía falta un líder a quien adorar, sino un gobernante a quien respetar.

Las revoluciones tienen mística. La tentación de ser un líder adorado es grande. Pero las democracias necesitan estadistas, no líderes revolucionarios.  Al empujar la mística revolucionaria se crean divisiones profundas que pueden poner en riesgo la supervivencia de las cosas que se hicieron bien. No siempre los artículos 14 bis sobreviven a la contra-revolución.  Es mucho más probable que sobrevivan a una transición democrática.