Publicado por El Tiempo, 27 de Octubre de 2012
Hay un doble juego en todas las posiciones de los negociadores de las Farc que es necesario destapar.
El discurso de Márquez en la inauguración de las negociaciones en Oslo destapó, a mi juicio, el doble juego de las Farc. Hay cinco aspectos especialmente reveladores: 1) el intento por desconocer la agenda de negociación suscrita por sus representantes iniciales en La Habana; 2) el ataque al ‘modelo económico’, supuestamente neoliberal, que el país ha seguido desde que adoptó la Constitución de 1991 y que, en realidad, constituye un desconocimiento total del Estado Social de Derecho instituido por la Carta; 3) la reiteración de que hubiese sido deseable ‘dialogar’ bajo condiciones de cese del fuego, que delata su preocupación ante la efectiva presión militar de las fuerzas del orden; 4) su insistencia en que hay que tomarse el tiempo necesario y no hacer un ‘diálogo exprés’, para prolongar lo más posible el periodo de inmunidad personal y exposición a los medios de que gozan por ahora sus negociadores; 5) el ataque contra la posibilidad de desarrollo de la Orinoquia, que dificultaría el tráfico de droga de su organización. Los ciudadanos no podemos tragar entero. Debemos comprender el verdadero motivo de cada una de estas posiciones y pedirles al Gobierno y sus negociadores que no cedan un milímetro ante estas pretensiones.
Para comenzar, la agenda de cinco puntos acordada en La Habana como base para las negociaciones tiene que ser inmodificable, como respondió de manera contundente el jefe del equipo negociador del Gobierno. La posición de las Farc es inaceptable, porque si Márquez intenta desconocer el alcance de lo firmado por sus representantes, las Farc buscarán después desconocer lo que acuerden en un eventual acuerdo de paz. En esas condiciones, ¿para qué negociar?
Por lo tanto, el ‘modelo económico’ no está en discusión. Más allá de eso, es importante entender lo que está detrás de la crítica de las Farc al supuesto modelo ‘neoliberal’. El modelo económico aplicado en Colombia desde 1991 no es ni puede ser neoliberal. La Constitución de 1991 no lo permite. El Estado Social de Derecho, en cuyo centro está la protección de los derechos económicos y sociales de los ciudadanos, es incompatible con el modelo neoliberal que buscaría limitar a un mínimo la acción del Estado. Por eso, el Estado colombiano duplicó su tamaño (en relación con el tamaño de la economía) durante la década que siguió a la Constitución de 1991. Todo lo contrario de lo que hubiera sucedido con un modelo neoliberal. Las Farc no quisieron participar en la Constituyente de 1991 y siguieron alzados en armas contra ella porque no comulgan con el Estado Social de Derecho. Creen en un Estado sin propiedad privada y sin derechos ciudadanos, como era el soviético y como es el cubano. Les disgusta, como a Chávez, la iniciativa privada, de grandes y pequeños, de colombianos y extranjeros, así como las cortes independientes. Cosa muy distinta es que a muchos de nosotros nos disgusten la desigualdad de oportunidades remanente en Colombia y el alto nivel de corrupción y quisiéramos que eso cambiara por vías legales.
Las Farc hubiesen preferido ‘dialogar’ bajo cese del fuego, como en el Caguán, para quitarse de encima la presión militar. Pero, al menos, sus negociadores quieren un tiempo ilimitado de ‘diálogo’, porque así maximizan su exposición a los medios y no afrontan los mismos riesgos que están corriendo sus tropas en el monte. Hay que continuar la presión militar y hay que ponerles un término breve a las negociaciones.
También hay doble juego en el ataque feroz contra los inversionistas de la Orinoquia. Si la Orinoquia no se desarrolla, continuará siendo un territorio libre para el tráfico de droga. Ojalá la Corte comprendiera esto y cambiara su sentencia reciente.
No podemos tragar entero.