Juan Gabriel Uribe, nuevo Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, en sus primeras declaraciones en los medios de comunicación expresaba su complacencia con su nuevo cargo y resaltaba que el Ministerio de marras es “uno de los más bonitos” (http://www.caracol.com.co/audio_programas/llevar/el-medio-ambiente-es-el-nuevo-nombre-de-la-paz-juan-gabriel-uribe/20120904/llevar/1755248.aspx). La exaltación de Uribe y su emoción me produjo desazón. Su declaración confirmaba cuán poco valoran y conocen en el Gobierno de Colombia el tema ambiental.
El tema ambiental dista mucho de ser “bonito”. Todo lo contrario. El deterioro del medio ambiente y los recursos naturales tiene impactos sobre la salud de la población, los riesgos y la frecuencia de desastres naturales y la generación de ingresos de la población, entre muchos otros. Diseñar la política ambiental es un proceso complejo. Primero, un buen diseño se debe basar en evidencia científica sólida (biológica, climatológica, física, química, etc). Segundo, la política ambiental debe balancear los intereses de los distintos actores: (i) sector productivo vs. la población; o (ii) generaciones presentes vs generaciones futuras. Tercero, calcular los costos y beneficios de estas políticas es complejo pues no existe un mercado de bienes ambientales. Un Ministerio de Ambiente requiere entonces de una sólida capacidad técnica y de información científica rigurosa. Desconocer esto ha implicado en Colombia una debilidad considerable en la política ambiental.
Sustentaré mi punto con un ejemplo. El cambio climático, algo abstracto y con implicaciones poco claras hace unas décadas, está sucediendo hoy con unos costos iniciales altos. En Colombia, esto se ha hecho evidente en los últimos dos años. El fenómeno de la Niña, caracterizado en Colombia por una alta incidencia de lluvias, tuvo un impacto devastador en varias regiones del país. La Gráfica 1 revela que, como resultado de este evento climático, Colombia fue en 2010 el octavo país más vulnerable a los riesgos climáticos, medidos como la incidencia de eventos climáticos extremos y su vulnerabilidad a dichos choques (muertes e impactos económicos). Colombia está en una situación bastante más vulnerable que otros países de la región. Por ejemplo, los dos siguientes países más vulnerables son Perú (24) y México (27).
Fuente: http://germanwatch.org/de/download/2193.pdf
Las temporadas invernales de 2010 y 2011 afectaron a 3.1 millones de colombianos de 28 departamentos del país. Con el fin de reparar los costos directos e inmediatos, el Gobierno Nacional destino $7 billones, lo cual equivalió a cerca de 4.7% del presupuesto de 2011. Estos recursos se destinaron a cubrir programas de ayuda de emergencia y a la reparación de infraestructura. Es decir, a mitigar el impacto de la ola invernal en el corto plazo. Poco se hizo para reducir los efectos de largo plazo sobre la población, que no se conocen aún, y mucho menos a solucionar los problemas que la causaron.
Sin embargo, un choque climático de esta magnitud puede profundizar la pobreza y obligar a algunos hogares a nunca salir de ella. Resultados de la Encuesta Longitudinal de la Universidad de los Andes (ELCA) para 2010 muestran que los hogares que sufren choques por desastres naturales tienen menores niveles de consumo agregado y peores condiciones de salud. Dado sus bajos niveles de aseguramiento y limitado acceso a los mercados financieros, los datos de la ELCA muestran que estos hogares recurren a estrategias informales para mitigar los impactos tales como vender activos, recibir ayudas de familiares o amigos o retirar a los hijos del colegio (ver http://encuestalongitudinal.uniandes.edu.co/images/stories/Archivos/Boletin_divulgacion/boletin_elca02.pdf). Todas estas estrategias reducen el ingreso futuro de los hogares.
Evitar el cambio climático es casi imposible. Pero el Ministerio del Ambiente debe diseñar e impulsar a otros ministerios a emprender diversas políticas para reducir su impacto. Por ejemplo, es importante reforestar las cuencas de los ríos para regular el caudal hídrico, construir distritos de riego para regularizar la oferta de agua, ajustar las tasas de uso de agua para racionalizar la demanda, incentivar la investigación en semillas resistentes al clima, proveer seguros climáticos, entre muchos otros. Sin embargo, poco de esto o nada se está haciendo en el momento. El Gobierno se dedicó a mitigar los impactos en el corto plazo, lo cual era necesario, y olvidó que estos eventos extremos de clima serán más frecuentes. Sus efectos de largo plazo pueden aumentar la pobreza y profundizar la desigualdad en el país.
Ahora está iniciando el Fenómeno del Niño que implicará una fuerte sequía que ya se está sintiendo en varias regiones del país. Hasta ahora, la política ha consistido en una publicidad lacónica en radio que usa una ronda infantil para incentivar el ahorro del agua. Parece parodiar la frase del “Ministerio bonito” con la cual inició el Ministro su gestión. Pero el Ministerio no es “bonito” ni la política ambiental se debe circunscribir a una ronda infantil.
Que buena columna decana . Me parece que siendo uno de los países con mayor biodiversidad del mundo y contando con inmensos recurso naturales seamos tan ignorantes frente a la importancia del manejo medio ambiental del país . Todos estan celebrando el momento estrella en la explotación minero-energética y en hidrocarburos pero ningún ministro ha puesto en primer plano el riesgo que este boom implica y cuales son las medidas para controlar , mitigar y mejorar la situación ambiental. Necesitamos desastres aun peores para concientizarnos
De acuerdo, la naturaleza da para mucho más que un juicio estético infantil. Pero los economistas debemos aprender a que su estudio y conservación supera el nivel de girl- y boy-scouts.
A propósito de un post de Don Boudreaux recordando algo que nuestro mentor Jim Buchanan (Nobel Economía 1986, hoy cumple 93 años) escribió tiempo atrás
http://cafehayek.com/2012/10/quotation-of-the-day-419.html
recordé las historias divergentes de los hermanos Jan y Niko Tinbergen. Jan fue primer Nobel Economía en 1969 y Niko fue Nobel Fisiología (Medicina) en 1973 por su investigación científica sobre el comportamiento de los animales. La contribución principal de Jan fue en cómo modelar la (macro)economía para el diseño de políticas públicas que ya en los 60 motivó muchas tesis doctorales (incluyendo la mía). Su preocupación era la toma de decisiones, no el conocimiento científico per se. Por el contrario, Niko estaba preocupado por el conocimiento científico, por explicar el comportamiento de los animales, y que yo sepa nunca propuso algo para manipular animales.
La cita de Buchanan resume en pocas líneas su rechazo al tipo de análisis económico al que Jan dedicó su trabajo académico. Jim siempre ha alegado que keynesianos y neoclásicos tienen una idea equivocada de la política –suponen que los políticos son altruistas y sabios. Gracias a Jan y otros en la década del 60 muchos economistas se postularon a ayudar a esos políticos aportándoles su sabiduría. Quizás en otros lugares y tiempos, la tarea de convencer a la masa de que los políticos no son altruistas plantee alguna dificultad, pero en nuestro lugar y tiempo no hablamos el tema porque nos tomarían por estúpidos. Por el contrario, entre los economistas discípulos de Jan pocos se cuestionan su ignorancia –aunque estos años de crisis los ha llevado a dudar (un buen ejemplo es el análisis introspectivo de mi amigo y ex-alumno Ricardo Caballero sobre la pretensión de conocimiento a partir de algo escrito por Hayek).
La mala hierba se ha extendido y no sorprende que otras áreas del análisis económico y otras más allá de la economía hayan sido conquistadas por los discípulos de Jan. Una de esas áreas tiene que ver con el cambio climático donde toda pretensión de conocimiento científico a la Niko Tinbergen hace años se abandonó para convertirse en culto al poder que las amenazas de fin del mundo prometen. Trillones de simulaciones (las armas no matan, los computadores no producen basura, la gente sí mata y los expertos sí producen basura) ya se han generado para persuadir a los herederos de Julian Simon de que ese fin está cerca, pero nosotros seguimos apostando por la humanidad y en particular por la búsqueda eterna de conocimientos –científicos y otros– que nos permitan conquistar nuevos lugares y nuevos tiempos (¡mis nietos dicen que quizás pueda celebrar mi centenario en Marte!).
Termino con dos notas. Una, la sorpresa que me causó que Robert Skidelsky, el gran biógrafo y simpatizante de Keynes, estuviera preocupado por How Much is Enough (recomiendo entrar en
http://www.econtalk.org/archives/2012/10/robert_skidelsk.html ).
Su análisis complementa otros sobre soluciones drásticas para salvar el medio ambiente.
Segundo, la expectativa de si la semana próxima Gordon Tullock y Anne Krueger (la mujer que los argentinos llegaron a odiar) finalmente ganarán el Nobel de Economía por su contribución a la búsqueda de rentas como factor crítico en la explicación de las políticas económicas. Gordon me recuerda a Niko Tinbergen en su aproximación al conocimiento científico, mientras que la Anne de los 60 y 70 me recuerda a Jan en su preocupación por política económica (Anne cambió mucho luego de su mudanza a Washington), pero separadamente encontraron una preocupación común en sus investigaciones.
Fidel, el comentario acerca de las «amenazas del fin del mundo» me hizo recordar del libro «Limits to Growth». Este libro fue escrito en 1972 por tres científicos de MIT. Los modelos del libro predecían que, si se mantenía la tendencia de crecimiento de los patrones de consumo y producción, la capacidad de carga de la tierra se iba a sobrepasar. Las predicciones un tanto apocalipticas no sucedieron en las magnitudes que ellos prevían. El desarrollo de tecnología y una regulación ambiental adecuada fue crucial para evitar mucho de los problemas que discutía el libro.
Con cambio climático, puede estar sucediendo algo similar. La principal diferencia, a mi juicio, es el alto costo de reducir las emisiones de gases efecto invernadero debido a la alta dependencia a combustibles fósiles. Las tecnologías alternativas no son todavía suficientemente rentables para ser comercializadas de manera masiva.
Estoy totalmente de acuerdo. Solo la estructura del problema que plantea el Cambio Climático es muy complejo como para que sea «bonito». La complejidad de la mayor «externalidad global» que ha conocido el hombre a puesto en jaque las diferentes ciencias que han trabajado en este tema. Según el Informe Stern países como Colombia son altamente vulnerables, aunque solo produzcan el 0.37 % de los gases efecto invernadero del mundo (DANE 2do Comunicado Nacional). Trabajos como el de Dell, Jones & Olken (Temperature Shocks and Economic Growth) del American Journal plantean relaciones muy claras: aumentos en temperatura en países pobre se han relacionado con menor crecimiento económico, adicional a efectos negativos en la producción agrícola, industrial, e incluso en la estabilidad política.
No solo se debe esperar a estar preparado para otro Fenómeno de la Niña. El Cambio Climático no solo afecta los niveles pero también la variabilidad. Es decir no solo son mas «Niñas» sino también aun mas severas.
Tendremos más frecuencia, variación y severidad en los eventos climáticos. Si el país se prepara, podemos disminuir los impactos, pero no parecemos estar diseñando una política adecuada de adaptación.
Sin duda el componente ambiental ha sido poco discutido cuando se analiza el desarrollo de la explotación de hidrocarburos. Se debe dar una discusión rigurosa y científica para incorporar consideraciones ambientales en las políticas públicas que promueven el desarrollo minero. No es necesario sacrificar esta expansión. Sólo se debe exigir a las empresas una mayor inversión para asegurar el desarrollo de la minería, pero con estándares ambientales aceptables (que además son posibles como se ha demostrado en otros países)
En mi opinión hay dos temas que toman especial relevancia en la discución sobre la explotación petrolifera que son las licencias ambientales y la capacidad técnica de los diferentes entes de gestión ambiental. La gestión ambiental de por si no es sencilla, pero adicional a ello debe ir a el ritmo de expansión de sectores fructiferos como el minero. Las licencias ambientales deben ser lo suficientemente fuertes como para que no se generen daños desproporcionales pero no tanto como para que ponga trabas innecesarias a el crecimiento económico.
La política ambiental debe ir acompañado de rigurosidad científica, pero con la capacidad técnica que tienen las entidades de control, o incluso la poca atención que se le da en muchos de los sectores de nuestra economía (como construccion y minerá), no se está haciendo ni lo uno ni lo otro. Creería yo que este sería un buen comienzo para la administración de cualquier Ministro de Medio Ambiente