Consumiendo el capital: una mirada a la Argentina de hoy desde la perspectiva de los 80s

En la década del 80 el ingreso per cápita de la Argentina cayó alrededor de un 20% y hubo una profunda re-estructuración de la economía. Un 10% de la fuerza laboral migró de los sectores productores de bienes, agricultura y manufacturas, al sector de servicios. En esta nota destacare varias similitudes entre la Argentina de los 80s y la de ahora.

La Argentina de los años 80 sufrió una caída sostenida del ingreso por persona de los argentinos y una profunda transformación económica. En un trabajo conjunto con Hugo Hopenhayn, “The Argentine Great Depression 1975-1990” publicado en el libro del Banco Inter Americano de Desarrollo editado por Eduardo Fernández-Arias, Rodolfo Manuelli y Juan S. Blyde, Sources of Growth in Latin America. What Is Missing?, estudiamos la economía argentina del período.

La hipótesis principal del trabajo es que aumentos en el costo del capital llevan a una caída del ingreso per cápita, la reasignación de recursos hacia el sector de servicios, así como también la depreciación real del peso y la caída de los salarios reales. Todas estas cosas ocurrieron en la década del 80.

Un aspecto importante del modelo que usamos es que suponemos que es más difícil sustituir capital por trabajo en el sector productor de bienes (agricultura, minería y manufactura) que en el sector servicios (comercio, construcción, servicios personales). Como consecuencia de este supuesto cuando el costo del capital es alto y el mismo no crece lo suficiente, el sector productivo no puede absorber a los nuevos entrantes en el mercado de trabajo que terminan empleándose en el sector servicios donde es más fácil sustituir capital por trabajo para aumentar la producción. La caída del capital por trabajador hace que caigan los salarios reales y el aumento en la oferta de no transables produce una caída en el precio relativo de los no transables (es decir, una depreciación en el tipo de cambio real, ver mi antigua entrada acerca del tipo de cambio real).

Hay varias razones por las que aumentó el costo del capital en los 80. El aumento del riesgo país posterior los defaults sobre la deuda pública (y la privada) en 1982 incrementó directamente el costo de financiación de las empresas. El cierre de la economía posterior a 1982 aumentó el costo de importar bienes de capital. Finalmente, la falta de credibilidad de las políticas proteccionistas y la incertidumbre acerca de la estructura impositiva también aumenta el costo del capital, como se explica en el párrafo siguiente.

La existencia de una probabilidad positiva que haya una liberalización comercial que abra la economía hace que el proteccionismo no se creíble como un régimen permanente. Como la inversión es en gran medida irreversible, la incertidumbre acerca de la estructura de protección aumenta el costo del capital. Por ejemplo, las firmas en el sector protegido que sustituye importaciones enfrentan el riesgo que la protección se acabe y que tengan que competir con las firmas mas productivas del mundo en la producción de sus bienes. Cuando esto ocurre estas firmas sustitutivas de importaciones desaparecen y el valor de su capital se desploma.  A las firmas en otros sectores también les comviene esperar para invertir y  comprar mas barato el capital importado después de la liberalización del comercio. En resumen, la incertidumbre aumenta los incentivos a posponer inversiones cuando estas son irreversibles.

Observe que la presencia de déficits fiscales crea el mismo tipo de incertidumbres. Los déficits eventualmente tienen que ser corregidos ya que la inflación es muy costosa socialmente. Como hay distintas formas de equilibrar el presupuesto que tienen impacto en los precios relativos, las firmas se enfrentan con el mismo dilema causado por la protección no creíble y demoran sus inversiones.

En un ejemplo en el que comparamos un proteccionismo creíble con uno en el que hay una probabilidad del 5% de una liberalización comercial calibrado a la economía argentina, la falta de credibilidad del régimen proteccionista induce una caída del 12% en el producto por trabajador, un desplazamiento del 10% de la fuerza laboral del sector productor de bienes al sector servicios, una caída del 25% en el precio relativo de los bienes no-transables y una caída del 40% en el salario real (medido en términos de bienes exportables).

En resumen, aumentos persistentes del costo del capital llevan a una caida del producto por persona, una caida del salario y una terciarización de la economía.

Veamos ahora la situación de la economía argentina en los inicios del 2012. El país enfrenta serias restricciones de crédito desde antes del default y tiene un mercado financiero interno minúsculo. El riesgo país sigue altísimo: la tasa de interés sobre títulos públicos a 5 años supera el 11% anual.  El país tiene un déficit fiscal moderado pero mucha incertidumbre sobre la política económica y los precios relativos. La política de subsidios a la energía es insostenible lo que crea incertidumbre acerca del futuro costo de distintas fuentes de energía. La política proteccionista actual (que se profundizó desde octubre de 2011) con prohibiciones de importar ciertos bienes y requerimientos de equilibrio comercial empresa por empresa también es muy probable que sea revertida en el futuro. También hay incertidumbre acerca del costo futuro de bienes de capital importados y de la disponibilidad de insumos importados. En estas condiciones, el valor de demorar las inversiones es muy alto y por lo tanto las empresas no invierten (ver trabajo de Nancy Stokey presentado en la Universidad Di Tella la semana pasada, Uncertainty and Investment Delays).

Un capítulo aparte en el costo de la inversión y el riesgo argentino es la posible nacionalización de YPF. Si la misma se concreta, cualquier proyecto de inversión de gran envergadura (como la explotación del yacimiento de gas y petróleo no convencional de Vaca Muerta) se hace más caro ya que a su costo se le debería agregar el temor a la confiscación de parte del retorno al capital.

En este contexto no es casual que la nueva carta orgánica del Banco Central contempla la asignación de crédito a tasas de interés reguladas por la autoridad monetaria al sector privado. Estos subsidios al crédito pueden ser importantes para estimular la inversión y compensar por el aumento del costo del capital descripto anteriormente. Era una práctica común en los modelos de sustitución de importaciones de los 60s, 70s y 80s. Sin embargo, Marcela Eslava en su entrada del martes pasado en FE sobre banca de desarrollo nos advierte sobre la asignación política de estos subsidios. Esta asignación política de subsidios tiene el potencial de convertirse en una nueva fuente de ineficiencias en lugar de estimular la inversión productiva eficiente.

En síntesis, la combinación de una serie de políticas que probablemente sean revertidas como los subsidios a la energía y el proteccionismo, el aislamiento financiero del país y la posible expropiación de YPF aumentan el costo del capital y reducen la inversión. La falta de inversión, si es lo suficientemente grande y persistente en el tiempo, reducirá el ingreso per cápita de los argentinos, reasignará la fuerza de trabajo hacia el sector servicios (donde la informalidad laboral es mas común), depreciará el tipo de cambio real y reducirá el salario real.

Cual es la implicancia sobre la política económica deseable? Es necesario adoptar políticas más amigables al capital para proteger el modelo de acumulación de matriz productiva diversificada e inclusión social. Las políticas actuales llevan al riesgo de consumir el capital y destruir el modelo de país que desea el gobierno.