El Impuesto Inflacionario en Argentina es del 9.6%

El título de esta entrada parece escrito por Moreno. Pero no se alarmen, si tuviera subtítulo sería: «Inflación vs. Impuesto Inflacionario: No son lo mismo». Mi objetivo es hacer esta observación en el contexto actual argentino. También tengo un segundo punto, un poco más especulativo, que es argumentar que hay que ser un poquito Keynesiano para justificar una preocupación por la inflación reciente, y también para creer que podemos detenerla.

Veamos. Según el INDEC el promedio de la inflación anual (12 meses anteriores) entre enero y junio del 2011 fue del 9.9%. Estimaciones privadas e índices provinciales, en cambio, señalan una inflación más alta, promediando 24%, como indica el siguiente gráfico:

Las encuestas del CIF concuerdan con estos últimos, ya que arrojan expectativas de inflación con una mediana de 25% (promedio de 28.4%).

Pero hoy quiero distinguir entre la inflación y el impuesto inflacionario. Este último se define como el costo de oportunidad de mantener dinero en efectivo (o en cuenta corriente). No es igual a la inflación.  El costo de oportunidad es igual a la tasa de interés nominal.

Al principio puede parece poco intuitivo. ¿Cómo puede ser que la inflación no juegue ningún rol en el cálculo del impuesto inflacionario? No figura porque la inflación le pega por igual, en términos reales, tanto al efectivo como a un plazo fijo. La idea es la siguiente. Si durante un año, en promedio, hago el esfuerzo de tener 100 pesos menos en mi bolsillo (o en mi cuenta corriente) y los invierto en un plazo fijo, al final de un año gano el interés sobre esos 100 pesos. Ergo, la tasa de interés determina el costo de oportunidad.

Eso sí, la inflación tiene un efecto indirecto, porque la tasa de interés nominal requerida por depositantes tiende a subir si hay mucha inflación. Por esta razón, típicamente no es una mala aproximación imaginarse que el impuesto inflacionario varía uno a uno con la inflación. A veces por esta razón se pierde la distinción entre los dos conceptos.

Pero hoy, en Argentina, según datos del BCRA, las tasas de interés en pesos para plazos fijos de 30-59 días promedian 9.6% anual entre enero y julio del 2011.

Esto coloca de casualidad al impuesto inflacionario muy cerca de los números de inflación que maneja el INDEC. Bastante por debajo, entonces, de las estimaciones de inflación provinciales y privadas. ¿Será por eso que el tema inflación no tuvo la llegada con el electorado que hubiera querido la oposición?

Tal vez podamos jugar un poco con estos números, y tratar de revertir la conclusión anterior. También es cierto que, aunque un 9.6% es moderado históricamente hablando, y bastante menor a las estimaciones no oficiales de inflación, tampoco es un impuesto despreciable. Pero para avanzar la discusión, sigamos adelante y sobreseamos al gobierno respecto al impuesto inflacionario.

Pero ¿y la inflación misma? ¿acaso no molesta? ¿y qué rol han tenido las políticas monetarias recientes en generar inflación?

Las respuestas a estos interrogantes dependen del paradigma económico que uno maneja. Ofrezco dos alternativas.

1. En la primera interpretación la política monetaria y cambiaria es neutral (o aproximadamente neutral) y no afecta (de manera significativa) las cantidades reales o los precios relativos. Solo determina la inflación y el impuesto inflacionario.

La tasa de interés real se define como la diferencia entre la tasa nominal y la inflación,

tasa real (r) = tasa nominal (i) – inflación (pi)

Si tomamos i=10% y pi=25%, concluimos que r=-15%.

Los argentinos enfrentan una tasa real negativa.** Como la tasa real es un precio relativo (intertemporal), bajo este paradigma, tomamos a este como un dato en lo que sigue.

Dado la relación i = r + pi, concluimos también que la política monetaria podría bajar la inflación, si baja la tasa de interés (y dejara apreciar al peso), pero solo a 15% y esto requeriría tasas de interés nominales cero, nunca vistas en argentina o en la mayoría de los países del mundo. No podríamos reducir la inflación más allá de esto porque la tasa de interés nominal no puede ser negativa. Por lo tanto, bajo esta interpretación, no podemos hacer responsable a la política monetaria actual de la mayor parte de la inflación.

Además, en el ideal neoclásico, con flexibilidad perfecta de precios, salarios y contratos, la inflación en sí misma (a diferencia del impuesto inflacionario) es irrelevante y no debería preocuparnos.

Resumiendo, con este paradigma, entonces, no podemos rasgarnos las vestiduras por la inflación reciente en Argentina. No solo la inflación es irrelevante (deberíamos hablar solo del impuesto inflacionario mencionado arriba) sino que una gran parte de ella es inevitable.

2. En la segunda interpretación asumimos que hay rigideces nominales (no necesariamente solo a la baja), y que por ello la política monetaria y cambiaria ya no es neutral, y tiene efectos sobre las cantidades reales y los precios relativos.

En primer lugar, bajo este paradigma, la inflación se vuelve relevante, más allá del impuesto inflacionario. Afecta la eficiencia económica y tiene efectos distributivos.

En segundo lugar, ahora podemos plantearnos a la inflación como el resultante de una política monetaria y cambiaria que tiene al peso subvaluado. (Sí, la Argentina esta «cara» en dolares, pero quizá debería estar aún más «cara», teniendo en cuenta la situación interna de política fiscal, y la demanda externa que afecta los términos de intercambio que enfrentamos.) Ya sea porque se devaluó de más o porque se dejo al tipo de cambio nominal casi planchado, y necesitaba apreciarse, más o menos, de golpe. Como los precios y salarios no responden instantáneamente, esto afecta precios relativos como el tipo de cambio real y la tasa de interés real, lo cual estimula la economía generando una inflación local, que lentamente intenta revaluar al peso en términos reales. Es decir, shocks que requieren ajustes discretos el nivel del tipo de cambio real se traducen, más lentamente, en inflación (un aumentos sostenidos en los precios).

Resumiendo, bajo esta interpretación, la inflación importa y también es posible pensar que podemos evitarla por completo. Simplificando un poco, si la inflación que observamos se debe a un problema con el nivel del tipo de cambio nominal, lo ajustamos de un golpe y listo. Y no hay, necesariamente, un problema con tasas de interés negativas.

Las entradas de Andy Neumeyer y Martín Uribe representan, a grandes rasgos, la primera interpretación (pero creo que la discusión de Martin sugiere algunos matices de la segunda), aunque no discuten el problema de tasas de interés negativas.

Claramente el paradigma #1 es útil como abstracción en muchas circunstancias, especialmente para entender episodios de altísima inflación o sus estabilizaciones. La pregunta es si el paradigma #2 es útil para una situación más intermedia como se vive actualmente.

Notas: 

Agradezco la ayuda y comentarios de Julian Kozlowski.

La tasa de interés real en una economia abierta no es igual a la tasa de interés internacional, aun con movimientos perfectos al capital, porque difieren las canastas de bienes consumidas. Ver el articulo clásico de Dornbusch (1983) al respecto.

** Hay muchas razones para una tasa real de equilibrio baja, o incluso negativa. Una posibilidad es que se anticipa un futuro poco prospero. Otra posibilidad son las fricciones en los mercados de crédito, ver la entrada de Francisco Buera al respecto.

Referencias:

Dornbusch, Rudiger, 1983. «Real Interest Rates, Home Goods, and Optimal External Borrowing,» Journal of Political Economy, University of Chicago Press, vol. 91(1), pages 141-53, February.