Hay dos hipótesis dominantes sobre la participación individual en grupos armados ilegales. La “teoría de la avaricia” (greed theory), según la cual los integrantes de estas organizaciones se alistan motivados por incentivos materiales; es decir, volverse guerrillero o paramilitar es una forma más de empleo. La segunda es la llamada teoría del agravio (grievance theory), según la cual las personas deciden ingresar a un grupo armado por razones ideológicas.
El debate entre la teoría de la avaricia y la teoría del agravio ha ocupado muchas páginas en revistas y libros en los últimos años. A una larga lista de críticas teóricas[3] se suma la evidencia cualitativa recogida sobre varios estudios de caso, la cual sugiere que las motivaciones para ingresar a estos grupos son heterogéneas y que las historias de vida de muchos combatientes no se ajustan a las dos hipótesis dominantes. Recientemente, datos recogidos con encuestas a muestras representativas de antiguos combatientes y civiles en países como Sierra Leone y Colombia le han dado la razón a la evidencia cualitativa: los datos no se ajustan a la historia de la avaricia y del agravio[4].
En una investigación en curso abordo el tema del reclutamiento haciendo énfasis en el contexto institucional en que los reclutas toman la decisión de ingresar a un grupo armado. A pesar de la manera en que se suele pensar en las guerras civiles y los conflictos armados, las zonas donde los grupos insurgentes (y contrainsurgentes) están presentes no son siempre anárquicas y caóticas. Si bien la presencia de estos grupos lleva a una disrupción del orden, éste no es necesariamente suplantado por un desorden generalizado; en muchos casos se establece un nuevo orden basado en reglas claras (más o menos formales), que se hacen cumplir. De este modo, aunque hay períodos de desorden, es común encontrar zonas donde la conducta de la población civil está claramente regulada. Como en cualquier otro contexto, la toma de decisión de los individuos está condicionada de diferentes maneras por ese nuevo contexto institucional en el que viven.
Para diferenciar los distintos arreglos institucionales (formales e informales) que operan en zonas donde hay presencia de actores armados, propongo una tipología que diferencia, primero, entre orden y desorden; esto es, entre situaciones donde no hay reglas claras que regulen la conducta de civiles y combatientes (desorden) y situaciones donde dichas reglas sí existen (orden). Segundo, dado que este orden puede establecerse sobre la base de arreglos institucionales bien distintos, diferencio entre vigilancia y rebelocracia. En un orden de vigilancia el grupo armado crea reglas relacionadas con el orden público y el cobro de impuestos. En la rebelocracia, el grupo armado opera como el gobernante de hecho, regulando conductas que van más allá del pago de contribuciones y del orden público, interviniendo en los ámbitos económico, político y social. El grupo adopta, además, funciones centrales en la comunidad tales como dirimir conflictos sobre propiedad y regular servicios públicos. La violencia, desde luego, no dejar de estar presente y varía de un lugar a otro.
A pesar de lo poco que se habla de estas prácticas, existe abundante evidencia de la creación de rebelocracias por parte de grupos armados tan disímiles como los Tigres de Liberación del Eelam Tamil de Sri Lanka, el Ejército Nacional de Resistencia de Uganda, el Ejército Rojo de Mao, o Sendero Luminoso en Perú. En Colombia numerosos estudios han documentado la intervención de guerrilleros y paramilitares en la vida económica, social y política de diferentes comunidades[5]. Los datos que recogí sobre una muestra aleatoria de comunidades en diferentes regiones del país sugieren que, en efecto, las rebelocracias son muy comunes, como lo muestra la Figura 1.
Para entender por qué los individuos deciden ingresar a un grupo armado propongo indagar por las diversas maneras en que estos distintos contextos pueden transformar las alternativas disponibles para los individuos, los payoffs asociados a ellas e incluso sus motivaciones o preferencias. De mi trabajo se derivan dos hipótesis centrales.
Primero, el reclutamiento es más probable en zonas donde hay presencia de al menos un grupo armado ilegal, independientemente de su conducta en la zona. Hay diversos mecanismos por los cuales la sola presencia de combatientes hace más probable que los individuos decidan ingresar al grupo que está presente o incluso al enemigo. Un ejemplo evidente es el uso de la violencia: si los combatientes de un grupo paramilitar usan la violencia contra la población civil, es más probable que haya personas en la zona decididas a ingresar a un grupo paramilitar o guerrillero para protegerse[6] o para buscar venganza. Otra vía por la que la presencia de grupos armados facilita el reclutamiento es “naturalizando” la opción de ser combatiente: es más probable que un joven considere dentro de su menú de opciones volverse combatiente si vive en una zona donde hay combatientes. De otro lado, si la presencia de actores armados afecta negativamente la economía local, para los habitantes de estas zonas ingresar a un grupo armado tendría un costo de oportunidad menor.
En un trabajo colaborativo con Stathis Kalyvas, encuestamos a aproximadamente 830 desmovilizados de grupos guerrilleros y paramilitares en Colombia[7]. También hicimos una encuesta a 650 civiles en municipios donde los desmovilizados encuestados vivían en el momento de ingresar a un grupo armado por primera vez.[8] Nuestros datos sugieren que los combatientes suelen venir de lugares donde había presencia de grupos guerrilleros o paramilitares, como lo muestra la Figura 2.[9]
Mi segunda hipótesis es que si bien es cierto que los grupos armados siempre afectan la vida de la población civil, su capacidad para transformar las alternativas disponibles para los civiles, los payoffs asociados a ellas e incluso sus preferencias es mucho mayor en los lugares en que establecen rebelocracias. En estos lugares la intervención del actor armado en la vida de la comunidad crea numerosas razones por las que los civiles, en especial los jóvenes, pueden considerar que ingresar a un grupo armado les permitirá alcanzar sus objetivos. Los datos de la encuesta mencionada anteriormente sugieren que, en su mayoría, los reclutas vivían en una rebelocracia en el momento en que decidieron alistarse (Figura 3). Esta correlación entre rebelocracia y reclutamiento es robusta en distintos modelos en que se comparan guerrilleros, paramilitares y civiles, controlando por indicadores de ingreso, presencia estatal, polarización en la comunidad, confianza interpersonal, violencia y zona geográfica, entre otros.
Los datos que recogí en una muestra aleatoria de comunidades en diferentes zonas del país sugieren un patrón similar. Con base en entrevistas a diferentes fuentes locales, codifiqué el tipo de presencia de los actores armados en la zona, el tipo de orden social que operó en el lugar y si en la comunidad hubo mucho reclutamiento o no. Como lo muestra la Figura 4, el porcentaje de comunidades donde hubo alto reclutamiento es mucho mayor en aquellos lugares donde operó una rebelocracia.
Existen diversos mecanismos por los cuales la consolidación de una rebelocracia facilita el reclutamiento. Menciono algunos. Primero, al operar como gobernante de hecho el grupo se convierte en un actor supremamente poderoso, más allá de su capacidad de usar la violencia. Al ser el ente que dirime conflictos, aprueba nuevas actividades económicas, prohíbe eventos sociales y decide el curso de la vida política, el grupo armado se convierte en el centro de poder. Formar parte del grupo armado es percibido, por lo tanto, como una manera de acceder a dicho poder.
Otro mecanismo importante tiene que ver con el status que el grupo armado logra tener dentro de la comunidad. Esto es especialmente cierto en las comunidades donde había un gran vacío institucional antes de la llegada del grupo armado (un vacío que el grupo sabe explotar). Por ejemplo, cuando los guerrilleros o paramilitares eliminan los robos, las violaciones y las riñas callejeras, es común que la población local reconozca y valore estos cambios (aún si están acompañados de violencia ejercida por el mismo grupo armado). De hecho, la eficacia de las llamadas “limpiezas sociales” por parte de estos actores para obtener reconocimiento social ha sido destacada por diferentes autores[10]. Este status resulta muy atractivo especialmente para los jóvenes, un sector de la población para el que el reconocimiento de sus pares (y del sexo opuesto) es una de sus prioridades.
Estos resultados tienen varias implicaciones tanto a nivel teórico como empírico y de política pública. Teóricamente, sugieren que el análisis del comportamiento individual en zonas de conflicto, ya sea para explicar el reclutamiento, el desplazamiento, el comportamiento económico o la participación política, han dejado de lado un factor fundamental: la gran variación en el contexto institucional en que estos individuos toman dichas decisiones. Del mismo modo, el análisis del comportamiento de los grupos armados se ha basado en supuestos muy simplistas sobre cómo buscan condicionar la conducta de la población civil con la violencia y la indoctrinación, dejando de lado la importancia de su papel como gobernantes de hecho.
A nivel empírico, estos resultados sugieren que los diversos análisis estadísticos que buscan evaluar el efecto de la presencia de actores armados sobre diferentes outcomes económicos como el empleo, la inversión o las finanzas públicas, o fenómenos políticos como la participación electoral, se basan en proxies dudosas. Por lo general, estos estudios usan datos sobre violencia. Pero resulta claro que donde más “mandan” estos grupos es donde menos violencia debe ser registrada, ya sea porque no la necesitan (tienen un control social que hace muy difícil la desobediencia) o porque es más difícil reportarla. Además, resulta claro que aún si la violencia es una buena proxy de presencia, es una medición que suma peras con manzanas: en la medida en que las instituciones importan, no basta con saber si un grupo armado está presente en la zona, sino si logró capturar las instituciones o no.
Por último, a nivel de política pública estos resultados sugieren que los supuestos sobre los que se basan las estrategias de contrainsurgencia y prevención de reclutamiento deberían tomar en serio a las instituciones locales. En lugar de pensar sólo en los incentivos materiales de los civiles, es importante mirar los vacíos institucionales que estos grupos logran explotar y les permite penetrar de un modo tan profundo la vida de las comunidades.[11]
[1] Este es un estimado conservador. A comienzos de la década del 2000 las FARC tenían alrededor de 25,000 combatientes, el ELN 6,000 (Gutiérrez 2003) y los paramilitares 15,000 (Gutiérrez 2008). A estos hay que sumar los de otros grupos guerrilleros desmovilizados en los ochenta y noventa y los integrantes de las llamadas BACRIM (los neo-paramilitares-narcotraficantes) que parecen tener al menos 5,000 miembros actualmente, según fuentes oficiales.
[2] Sánchez y Chacón (2006).
[3] Véase por ejemplo http://www.international.ucla.edu/media/files/Cramer.pdf .
[4] Véase por ejemplo Arjona y Kalyvas (2008) http://www.anamarjona.net/docs/Arjona_Kalyvas_2008.pdf ; Humphreys y Weinstein (2008) http://www.columbia.edu/~mh2245/papers1/who_fights.pdf .
[5] Por ejemplo Gutiérrez y Barón, 2006. “Estado, control territorial paramilitar y orden político en Colombia”. En Gutiérrez, Wills, E. M. & Sánchez, G. (eds), Nuestra Guerra Sin Nombre: transformaciones del conflicto en Colombia. Bogotá: Norma.
[6] Kalyvas y Kocher (2007) argumentan que una de las motivaciones centrales para el reclutamiento es la búsqueda de seguridad. http://stathis.research.yale.edu/documents/WP.KalyvasKocher.pdf
[7] Los guerrilleros se desmovilizaron voluntariamente, por lo que los datos pueden no ser representativos de la población guerrillera en general. Entre los paramilitares, en cambio, algunos se desmovilizaron voluntariamente y otros lo hicieron siguiendo las órdenes de sus comandantes cuando éstos últimos pactaron con el gobierno su desmovilización.
[9] En un artículo reciente mostramos que la mayoría de combatientes suele ingresar al grupo armado presente en su zona (Arjona y Kalyvas 2011) (http://www.palgrave.com/products/title.aspx?pid=488965 )
[10] Por ejemplo Michael Taussig, 2003. Law in a Lawless Land: Diary of a “Limpiez” in Colombia. New York: New Press.
[11] Cabe preguntarse, desde luego, si la correlación entre rebelocracia y reclutamiento no es simplemente espuria: son los factores que explican la probabilidad de que se establezca una rebelocracia los mismos que llevan a un mayor reclutamiento? Estas es una de las preguntas que investigo en mi tesis doctoral.
Me parece que existen problemas de endogeneidad en el análisis. Efectivamente considero que la tesis de la relación espúrea cobra importancia. Creo que el planteamiento del análisis es tautológico.
Adriana, gracias por el comentario. Por espacio, esta entrada en el blog no podía indagar por las causas de la rebelocracia pero esta es, desde luego, una parte central del análisis. Veamos las posibles causas de endogeneidad:
(1) No es posible que el reclutamiento genere el orden social por dos razones: (i) estamos mirando orden social un año antes de la entrada del individuo al grupo armado; (ii) mirando datos (panel) a nivel de la comunidad, el reclutamiento es alto una vez se ha consolidado una rebelocracia, no antes.
(2) Lo que sí es posible es que haya un tercer factor que lleva tanto a la creación de una rebelocracia como al reclutamiento. Mi teoría sobre la creación de órdenes locales y los datos estadísticos sobre una muestra representativa de comunidades, un cuasi-experimento natural y estudios de caso, apuntan a que la historia sigue siendo institucional: aún al interior de un mismo municipio, la rebelocracia suele establecerse sólo en las comunidades donde operan instituciones locales de baja calidad (ineficaces y/o ilegítimas) antes de la llegada del grupo armado. El reclutamiento suele ser alto donde hay instituciones pre-existentes de baja calidad y rebelocracia tras la llegada de dicho grupo, pero no donde hay baja calidad institucional pero no rebelocracia (es decir, la baja calidad institucional no lleva por si sola al reclutamiento). Aunque no puedo aquí elaborar sobre la fuente de esa variación en la calidad de las instituciones, es suficiente con señalar que ésta varía mucho aún dentro de los municipios y que viene de fuentes muy diversas incluidos el estado, iglesias, gobiernos indígenas y liderazgos campesinos. Por lo tanto, es poco probable que haya un tercer factor afectando tanto la calidad institucional como el surgimiento de rebelocracias.
En cuanto al planteamiento tautológico, no entiendo el comentario: se trata de entender el efecto de un determinado contexto institucional que se consolida en t0 sobre una decisión individual que se toma en t1. A qué te refieres?
Ana, gracias por tu post. Entender lo que está detrás de la decisión personal de vincularse a un grupo armado y las implicaciones de las diferentes formas de orden que emergen en un contexto de conflicto me parece central a la discusión que tenemos que dar en Colombia acerca de cómo romper el círculo.
Me parece muy curioso que el % de población que se vincula al grupo contrario sea más alto en municipios donde impera el orden paramilitar que en municipios donde impera el orden de la guerrilla. Cómo interpretas esto? Carga ideológica?
Adriana, no entiendo qué parte del planteamiento te parece tautológico. Tal vez podrías explicar con un poco más de desarrollo lo que piensas. Sobre los problemas de endogeneidad que enfrenta la exploración de las preguntas que plantea está investigación: de acuerdo. Pero lo que discute Ana María no es una opinión personal sino el resultado de un trabajo empírico serio. No creo que seas la primera que se plantea ese problema.
Marcela, gracias por tu comentario. Aunque pareciera que los paramilitares son más “exitosos” reclutando en zonas donde manda la guerrilla, creo que se debe a la dinámica de la confrontación entre los dos bandos. La mayoría de los que ingresaron a los paramilitares viviendo en una rebelocracia guerrillera lo hizo entre 1998 y 2003: una época donde el conflicto armado fue muy intenso. En muchos casos los paras estaban llegando a otras zonas del municipio. Esto se ve claro, por ejemplo, en los datos sobre violencia. Si comparamos las rebelocracias guerrilleras donde vivían quienes ingresaron a los paras, vemos que las masacres fueron un 20% más comunes que en las rebelocracias guerrilleras donde vivían quienes ingresaron a la guerrilla. Otras proxies de presencia de paramilitares en la zona sugieren lo mismo: estas comunidades estaban más expuestas a la confrontación, no en su localidad, pero sí en zonas cercanas.
Interesante cómo en la rebelocracia guerrillera el reclutamiento paramilitar es menor. Si el grupo armado tiene una ideología opuesta a la del estado, eso le impide la convivencia y se ve obligado a remplazar al estado? Si remplaza al estado debe mantener un ejército regular mas numeroso ya que no se puede complementar con las fuerzas del establecimiento?
Los ejemplos citados en la creación de rebelocracias están teñidos de ideología. Ya sea étnica (tamil), religiosa(Uganda) o política(Mao-senderoluminoso). Se puede hacer un corte entre estas teorías en boga y la rebelocracia o son simplemente un solo paquete?
Me parece realmente interesante el estudio y divertidas todas las preguntas que deja ya que nos hace mirar mas allá de las respuestas complacientes que nos hemos dado. Gracias.
Ricardo, gracias por estas preguntas. Comento algunas. La convivencia entre los grupos armados y el aparato estatal es muy común, tanto en la guerrilla como en los paramilitares. Es muy frecuente la captura de las instituciones aunque no de manera abierta, por ejemplo poniendo alcaldes y concejales u ordenándoles cómo ejercer, desviando recursos, etc.; pero a la vez crean normas de conducta nuevas que no pasan por ninguna institución estatal. Esto es particularmente cierto a la hora de resolver disputas por propiedad, peleas entre vecinos, deudas, etc.: el grupo armado dirime los conflictos como lo haría un juez. Esto es común tanto en grupos guerrilleros como paramilitares. Lo que sí es diferente es la convivencia entre las fuerzas armadas estatales y estos grupos: claramente es más común con los paramilitares.
En cuanto a los ejemplos de los grupos que operan como gobernantes de hecho, no parecen reducirse a casos donde hay una fuerte motivación ideológica. De hecho aún en casos como Sierra Leone y Liberia, caracterizados por ser conflictos muy poco “ideológicos”, se han documentado este tipo de prácticas. Aunque hay poca investigación sobre el tema, parece ser que es más difícil encontrar grupos que no operen como gobernantes en algunas zonas que grupos que no lo hagan jamás.
En cuanto a las teorías dominantes y el enfoque que propongo: en efecto creo que son complementarias. La ideología y los incentivos materiales son claramente parte de la historia. El problema es pretender que una sola motivación explica el reclutamiento.
Ana María, muy interesante tu post. Pensando en las cuestiones de endogeneidad; existen diferencias entre las tasas de reclutamiento y rebelocracias, tanto para guerrilleros como paramilitares, en municipios donde se produce y no se produce coca (o por lo menos en donde sería apto producir coca)? Estoy pensando de alguna manera en una maldición de los recursos (la coca en Colombia pero puede ser los diamantes en el caso de Sierra Leona por ejemplo). Pienso que hace varias décadas el conflicto colombiano dejó de ser ideológico (si es que alguna vez lo fue) y se volvió un «negocio».
Gracias por tu comentario, Juan Sebastián. Es claro que estos grupos se expanden a zonas donde hay cultivos (o donde los pueden llevar). Mirando datos de cultivos ilícitos entre 2000 y 20006, aproximadamente la mitad de los municipios donde vivían estos reclutas tuvo cultivos (no hay grandes diferencias entre guerrillas y paras), frente a un 25% de los municipios en el total del país.
La tesis de la maldición de los recursos naturales valiosos ha recibido mucha atención en los últimos años. Pero yo creo que la manera como se financia un grupo no determina necesariamente cómo y a quién recluta. De hecho, las FARC se han financiado hace muchos años con dinero de la droga pero no suelen pagarle sueldo a los combatientes y castigan con severidad el robo de recursos al interior de sus filas (algo que hemos encontrado muchos investigadores usando datos, fuentes y métodos distintos). La conexión entre presencia de cultivos ilícitos y presencia de grupos, por un lado, y reclutamiento, por otro, es entonces más complicada. Yo creo que sí hay un efecto pero para entenderlo hace falta mirar también la relación entre cultivos e instituciones.
Ana, muy interesante tu post. Coincido con Juan Sebastián en que hace varias décadas el conflicto colombiano dejo de ser ideológico. Sin embargo creo que los incentivos económicos no son necesariamente los que motivan la decisión de reclutamiento en los jóvenes. Mi hipótesis es que en los municipios en los que los actores armados se convierten en los gobernantes de hecho, la «cultura traqueta» empieza a ser parte de la cotidianidad y se convierte en el estereotipo a seguir. He tenido la oportunidad de viajar a varios municipios donde hay presencia consolidada de grupos paramilitares y lo que he podido observar es que algunos jóvenes buscan reconocimiento por medio de vínculos con estos actores. Tener un arma es sinónimo de poder y la pertenencia a estos grupos es sinónimo de respaldo.
Karen, estoy de acuerdo contigo. Precisamente a lo que me refiero en el post es que al crear una rebelocracia el grupo armado transforma las dinámicas locales de modo que jóvenes interesados en poder, status, respeto y miedo, etc., ven en ingresar al grupo una manera viable de alcanzar estos objetivos. Las instituciones son importantes aquí porque algunas comunidades que tienen menos vacíos institucionales logran blindarse un poco de la influencia de los combatientes en la vida local; al hacerlo, los combatientes permean menos la vida local, tienen menos status y poder y por ende la opción de ingresar al grupo resulta menos atractiva para los jóvenes que en lugares donde el grupo logra ser el gobernante de hecho.
Muy interesante. El comentario de Karen me parece super oportuno, yo también considero que los aspectos de la identidad cultural que se va gestando en determinadas zonas , alrededor de los «grupos armados» -sea guerrilla o paramilitares- es clave en el análisis. Ana sería enriquecedor si nos pudieras ampliar un poco, en qué tipo de instituciones estás pensando, cuando mencionas que las comunidades que tienen menos vacíos institucionales logran blindarse un poco más de la influencia social de los «grupos armados». Gracias.
Gracias Lucía por tu comentario. Creo que estamos hablando de lo mismo, aunque yo no lo llame «cultura». Cuando hablo de la importancia de entender cómo el papel que juegan los grupos armados en las comunidades transforma alternativas, creencias e incluso preferencias, lo que sugiero es que es clave analizar cómo cambian esas normas informales que guían el comportamiento. Cuando hablamos de cultura solemos referirnos a ese conjunto de normas y creencias compartidas. Por ejemplo, en mi análisis sugiero que es clave entender cómo la presencia de actores armados transforma las ideas sobre qué da prestigio entre los jóvenes.
En cuanto al segundo punto, es un tema complicado, pero intento resumir mi argumento en términos muy simples. Aunque se suele pensar que los grupos logran controlar territorios y poblaciones sólo por medio de la coerción, esto suele ser muy difícil. Mi argumento es que las comunidades que tienen reglas claras, compartidas y «aprobadas» por la mayoría de sus miembros tienen una mayor capacidad de acción colectiva que les permite limitar hasta cierto punto la influencia del grupo armado. Por lo general, estas comunidades terminan viviendo bajo el control militar del grupo armado pero no bajo su control social y político.
Este es un tema de investigación al que no me dedico y haciendo esa salvedad, quisiera expresar que mi impresión es un poco contraria a tu última frase en el comentario anterior. A mi me genera serias dudas decir que las comunidades que viven bajo el control militar del grupo armado no están bajo su control social y político. Si esto esto fuese así, cómo se explica la injerencia de los grupos armados en la transformación social de las comunidades en que actúan (incidencia en la cultura, preferencias, alternativas) o cómo se explica el alto número de políticos regionales y locales investigados y procesados por parapolítica, por ejemplo. Tienes datos que evidencien que en lugares en donde hay «reglas claras, compartidas y aprobadas» , aún bajo el control militar de un grupo armado hay menor injerencia de éste en la vida social y política de la comunidad? Más allá de esta duda, me parece un tema muy importante el que estás investigando, y clave entender en el proceso histórico el por qué de la ausencia de «instituciones» en muchas zonas del país, en donde el Estado ha permanecido ausente en muchas esferas. Que bueno que hayas compartido este post. Saludos!
Lucía, gracias por tu comentario y por tu interés en el tema. Creo que hay una confusión sobre lo que quiero decir con control militar. El orden de vigilancia es, por definición, un orden en el que el grupo armado tiene el control militar pero no establece reglas en los ámbitos sociales, económicos o políticos, sino más bien sobre conductas directamente relacionadas con el orden público y la seguridad, por ejemplo no dar información al grupo enemigo o no ir y venir de la zona sin avisarle al actor armado. El orden de rebelocracia es, por definición, un orden donde el actor armado no se limita a regular estas conductas sino que interfiere directamente estableciendo reglas (formal o informalmente) sobre otros ámbitos. Esto no quiere decir que vivir bajo un orden de vigilancia no tenga repercusiones sobre la vida social y política de una comunidad; pero la influencia del actor armado es mucho menor que en un orden de rebelocracia. El ejemplo que das de la parapolítica es un ejemplo claro de rebelocracia: situaciones donde los actores armados se han convertido en los gobernantes de hecho, algunas veces de manera abierta y directa y otras de un modo más indirecto. Los datos sugieren, en efecto, que las comunidades que tienen reglas “claras, compartidas y aprobadas” tienden a preservar mayor autonomía en los ámbitos social, económico y político que las comunidades que tienen instituciones muy débiles al momento de la llegada del grupo armado. Esto controlando por muchos factores, ya que están incluidas dummies municipales (es decir, se está buscando explicar la variación entre comunidades en un mismo municipio).
Gracias por el post. Muy interesante. Yo pensaría el problema como uno de scope of the State. ¿Por qué el Estado no tiene presencia en ciertos lugares, dando paso a las “Rebelocracias”?
Otra pregunta muy interesante para estudiar es la siguiente. ¿Mejoran las “Rebelocracias” el bienestar de la población? Obviamente, me refiero, respecto a una situación de desorden.
Sebastián, gracias por tu comentario. Es interesante que el origen de las “buenas instituciones” en estas comunidades es muy variado. En algunos casos es claramente el estado, pero en otros son las autoridades indígenas, el consejo comunitario de las comunidades afrocolombianas, liderazgo religioso e incluso procesos de organización comunitaria muy sui-generis.
Ahora bien, la pregunta sobre la presencia del estado es central, como tú lo sugieres. En el caso colombiano hay muchas zonas del país que fueron colonizadas en décadas recientes y han tenido históricamente una presencia muy débil de entidades estatales y poca infraestructura, entre otras cosas por una combinación de geografía difícil y poca densidad poblacional. Pero aún en zonas pobladas y más integradas hay grandes diferencias. En muchos lugares el estado sí está presente, pero grandes patrones funcionan como intermediarios entre la población y el estado gracias a un sistema de patrón-cliente muy arraigado. En estos lugares, aunque hay presencia estatal, su calidad es mucho menor que en otros lugares. En el análisis estadístico busco explicar la variación en el orden social de comunidades dentro de un mismo municipio, por lo que se mantienen constantes las razones que pueden llevar al estado a estar presente o no en la zona (además de variables económicas, geográficas y políticas que podrían incidir tanto en las decisiones de los grupos armados como en las características de las poblaciones). Por eso el papel de esas instituciones o normas locales resulta tan importante.
En cuanto a tu segundo punto, la situación de orden sí parece ser superior a la de desorden porque hay reglas claras del juego y porque la violencia tiende a ser menor y más “predecible”.Las personas pueden adaptarse mejor cuando hay menos incertidumbre. Sin embargo, sabemos muy poco sobre cómo reaccionan los individuos y los hogares a estos nuevos órdenes institucionales. En una investigación en curso con varios académicos buscamos analizar precisamente eso: cómo estos distintos esquemas institucionales afectan la toma de decisiones y el bienestar en estas comunidades.
Muy interesante tu planteamiento Ana Maria. Quería preguntarte si haz hecho el análisis de esta teoría que planteas, no solo en comunidades, sino en un contexto mas macro, como por ejemplo analizando lo que sucede en Medellin y toda la violencia que genera la ruptura de una especie de «rebelocracia» que mantenía la oficina de Envigado en la ciudad, y como diferentes zonas de una ciudad pueden tener dinámicas distintas por ejemplo en el tema del reclutamiento o de esta resistencia a un grupo ilegal.
Por otro lado te pregunto si crees que el factor cultural, entendido desde un punto mas de las tradiciones como puede ser cierto tipo de culto o practicas colectivas, arraigados a la comunidad, pueden entenderse como «instituciones» (aunque no sean estatales u oficiales, y físicamente visibles) que generan esta cohesión social que mencionas?
Hola Sebastián, gracias por tu comentario. Mi análisis se ha centrado en comunidades dentro de un mismo municipio (comparando unas con otras) en varios municipios y dentro de una misma ciudad sólo en Bogotá. Hay, en efecto, muchísima variación en todas estas dinámicas: resistencia, reclutamiento, cooperación, desplazamiento.
En cuanto a lo que llamas «factor cultural»: si, totalmente. Por instituciones me refiero a instituciones formales e informales y, de hecho, en la mayoría de los casos son informales porque operan a nivel sub-municipal. Esas prácticas colectivas que pueden ser más o menos reconocidas por los habitantes como legítimas y/o pueden ser más o menos obedecidas pueden venir de muchas fuentes distintas: el estado es una pero no la única. Prácticas tradicionales (comunidades indígenas, por ejemplo), iglesias, partidos políticos, movimientos e incluso liderazgos y organizaciones sui generis pueden crear instituciones informales de alta calidad. Creo que la diferencia entre lo cultural y lo institucional no es muy clara y el uso de los términos depende más de la disciplina desde la que se escriba que del fenómeno en cuestión.
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