La evidencia es cada vez mayor: un buen docente puede hacer una gran diferencia en los aprendizajes y la vida de sus estudiantes. Un estudio de Ecuador (Araujo y otros, 2016) encontró que cuando un niño es asignado a buenos profesores de kindergarten sus aprendizajes no solo mejoran en lectura y matemáticas, sino también sus habilidades de funcionamiento ejecutivo en una magnitud similar, es decir, la capacidad de regular efectivamente pensamientos, acciones y emociones para una mejor interacción con los demás. En entornos pobres de Estados Unidos, se encontró que un buen profesor deja lecciones de largo plazo en sus estudiantes al punto tal que ellos reducen embarazos adolescentes no deseados, aumentan su probabilidad de ir a la universidad y mejoran significativamente sus ingresos laborales cuando adultos (Chetty y otros, 2014). Un buen docente y buenas prácticas docentes son elementos clave para mejorar los sistemas educativos.
Sin embargo, la evidencia también parece indicar que por el momento no hacemos un buen trabajo para atraer los mejores a la docencia. Los puntajes en los exámenes de admisión a las universidades son indicativos. Por lo general, los puntajes de admisión más altos se encuentran en la medicina y algunas ingenierías; los más bajos en las carreras de pedagogía. Más allá de los puntajes en los exámenes de admisión, los estudiantes de docencia provienen en su mayoría de entornos socioeconómicos más bajos, de escuelas públicas rurales, comparten el estudio con el trabajo y, por lo tanto, se demoran más años en graduarse que el estudiante promedio (Saavedra y Diaz, 2000).
No solo fallamos en atraer a los mejores a estudiar pedagogía. Una vez graduados, son muchos los pedagogos que optan por desempeñarse en ocupaciones distintas a la docente. Datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) muestran que una de cada dos personas que estudiaron pedagogía hoy, trabaja en una ocupación ajena al sector educativo. Aquí un dato anecdótico que los lectores podrán corroborar en su día a día: 70% de los taxistas que siguieron estudios universitarios estudiaron pedagogía (Fernandez y Ñopo, 2014).
¿Por qué no conseguimos atraer a los mejores jóvenes a estudiar pedagogía? ¿Por qué, una vez graduados, son muchos los que optan por no dedicarse a la docencia? La profesión docente no goza de buen prestigio y una razón importante son los bajos salarios que perciben. Los salarios de los profesores están muy por debajo de los de otros profesionales y técnicos. Para eso comentaré los resultados de un trabajo en el que comparamos los salarios de los profesores con los de otros profesionales y técnicos con las mismas características observables: género, edad, años de educación, responsabilidades en sus hogares — aproximada por la presencia de niños viviendo en el hogar, adultos mayores viviendo en el hogar, ser cabeza de hogar, y la presencia de otro generador de ingresos en el hogar —, si es trabajador a tiempo parcial, y si tiene más de un empleo (Mizala y Ñopo, 2016).
Los salarios de los docentes de primaria y secundaria están 42% por debajo de los salarios de otros profesionales y técnicos con las mismas características observables. Esta brecha salarial es la segunda más grande en América Latina, solo después de Nicaragua, en donde los salarios de los docentes están 57% por debajo de los de los demás profesionales y técnicos.
Un análisis de la distribución de estas disparidades salariales nos puede dar más luces. La figura a continuación muestra las brechas salariales a lo largo de la distribución de ingresos laborales. La figura muestra por separado las brechas que enfrentan los profesores de pre-escolar y primaria, por un lado, y las que enfrentan los profesores de secundaria, por el otro (en ambos casos, en comparación con otros profesionales y técnicos). Las brechas son crecientes según los percentiles de ingresos.
Para los trabajadores de bajos ingresos las brechas son negativas. Es decir, los profesores ganan más que los demás profesionales y técnicos en este segmento. Esto sucede para quienes se encuentran por debajo del percentil 30 en el caso de los profesores de pre-escolar y primaria y por debajo del percentil 50 en los profesores de secundaria. Para las personas de bajos ingresos laborales es mejor desempeñarse como profesor que como otro tipo de profesional o técnico. Para quienes más ganan —y aquí probablemente estén los más talentosos — es mejor no ser profesor. La estructura salarial, del mercado laboral de los docentes y del mercado laboral de otros profesionales, es tal que atrae a la docencia a quienes tienen menor capacidad de generación de ingresos laborales.
Fuente: Mizala y Ñopo, 2016
Los datos de la figura son para trece países de América Latina alrededor del año 2007. ¿Cuán particular es la situación en el Perú? ¿Cómo han evolucionado los salarios de los docentes recientemente? La figura siguiente, extraída de un documento de trabajo que pronto será publicado, ilustra la situación (Diaz y otros, 2016). Las noticias no son buenas tampoco.
Entre el 2004 y el 2014 los salarios de los profesionales y técnicos en el Perú crecieron notablemente. Esto sucedió a lo largo de toda la distribución de ingresos. Los ingresos de los docentes también crecieron. Sin embargo, los salarios docentes crecieron menos que los de los demás trabajadores. Si en 2004 el salario promedio de los docentes se encontraba alrededor del percentil 30 de la distribución de ingresos, en 2014 cayó al percentil 20.
Fuente: Diaz y otros, de futura publicación
Sabemos que del 2014 a la actualidad los salarios de los docentes han mejorado notablemente, pero aun no existen estadísticas oficiales para documentar este progreso. Pese a ello, el mensaje es claro: el camino por delante es muy largo. Es necesario mejorar los salarios docentes para atraer a los mejores al desempeño de la labor más importante que nuestra sociedad necesita de cara al futuro.
Por Hugo Ñopo (@hugonopo), GRADE, Grupo de Análisis del Desarrollo
Hola, no soy experto en el tema, de ninguna manera. Pero aquí hay varios problemas, (i) la falta de buenos profesores en la infancia, en particular, y a lo largo de la vida, en general, para crear buenos profesionales; y (ii) los relativamente bajos salarios promedios de los profesores (excepto cuando los comparas, tal vez, con aquellas personas trabajando en la cuasi-informalidad del sector servicios y comercio). Doblar los salarios a «todos» los profesores no nos resuelve el problema (i), pues posiblemente acabarías dando un salario que es mucho mayor que la productividad de un profesor mediocre o malo. El problema es mas como uno de «stock» y «flujo». Tus políticas educativas (salariales etc) tienen mas que apuntar a un flujo de mejores profesores, y a la vez diferenciar dentro del stock existentes de profesores, aquellos que verdaderamente tiene alta productividad. Lidear con el stock es tal vez mas difícil que lidear con el flujo.