La causa de la actual inflación en Argentina es una de las temáticas más discutidas en la actualidad, y en este blog en particular. Una de las explicaciones más frecuente es que el aumento del gasto público ha sido acompañado por un aumento en la cantidad de dinero, y es justamente esta interacción fiscal y monetaria la que explica el aumento en la inflación: si el Banco Central no acomodara estas políticas fiscales el impacto en la inflación sería más limitado. Al mismo tiempo, es común encontrar algunos comentarios señalando que esta línea de argumentación (denominada muchas veces “monetarista”) no explica cómo estas políticas afectan las decisiones de las empresas, que son quienes eligen aumentar los precios. Y si bien en Argentina estos cuestionamientos tiene un tinte político, dadas las declaraciones de la misma Presidenta y otro altos funcionarios, desde un punto de vista conceptual la pregunta es válida: ¿por qué esta combinación de políticas fiscales y monetarias generan incentivos para que las empresas suban los precios? El objetivo de esta entrada es señalar una posible explicación que se nutre de una rama reciente de la macroeconomía denominada rational inattention (término que, si bien no tiene una traducción clara al español, podríamos interpretar como indiferencia racional o atención racionalmente limitada).
Para comenzar, tal vez resulte útil poner la discusión en un contexto simple y conocido. La ecuación cuantitativa nos indica que la cantidad del dinero (M) multiplicada por la velocidad (v) es igual al índice de precios (P) por el producto real (Q), es decir M.v=P.Q. Asumiendo una velocidad de circulación constante, un cambio en la cantidad de dinero debe producir un cambio proporcional en el producto nominal (P.Q). Las distintas teorías difieren en cómo esta cambio se distribuye en entre cambios en precios y cambios en producto. En un extremo, un enfoque (que suele denominarse como “monetarista” o “neoclásico”) justificaría que el producto es (al menos en el largo plazo) independiente de factores monetarios y entonces el cambio en la oferta de dinero se traducirá completamente en un aumento en precios (ver la entrada de Juan Pablo Nicolini). Por el contrario, el enfoque Neo-Keynesiano argumentaría que, debido a ciertas rigideces que afectan a las decisiones de precios, el producto se verá en parte afectado por la expansión monetaria y entonces los precios no aumentarán tanto (al menos en el corto plazo). Sin embargo, en cuanto a cómo se determinan los precios, el primer enfoque generalmente se basa en supuestos de competencia, por lo que el cambio en los precios es un fenómeno de equilibrio pero no está explícitamente modelado. Por otro lado, en el enfoque Neo-Keynesiano las decisiones sobre los precios están explícitamente consideradas, pero lo evidencia reciente parecería indicar que los precios son más flexibles que lo que este enfoque requiere (ver la entrada de Andy Neumeyer). Así, la pregunta que postulamos originalmente no parecería ser satisfactoriamente contestada por estos enfoques tradicionales.
La premisa principal la literatura de rational inattention es que los seres humanos tienen una capacidad limitada para procesar información. Y si bien la información necesaria para formar una visión sobre el estado actual de la economía, o para intentar pronosticar el futuro, puede estar públicamente disponible, los individuos eligen racionalmente a qué tipo de información prestarle atención, y a qué noticias serle indiferente. La base metodológica de este enfoque proviene de la teoría de la información -con ya más de 50 años de desarrollo en matemática e ingeniería- y fue introducida para aplicaciones de macroeconomía por el profesor de Princeton University, Christopher Sims (por ejemplo, Sims, 2003). En los últimos años, un número creciente de investigaciones han estudiado el rol que esta desviación de la teoría de expectativas racionales tradicional tiene para comprender, entre otros tópicos, la valuación de activos financieros, los ciclos económicos, las teorías del consumo, las decisiones de precios, y la política monetaria (un excelente resumen de los desarrollos recientes es Sims, 2011).
Con respecto a la cuestión que nos compete aquí, la referencia más relevante es el trabajo de Mackowiak y Wiederholt (2009) que estudia la decisión sobre la fijación de precios de una empresa que enfrenta una restricción sobre su capacidad de procesamiento de la información disponible. La idea es que para decidir qué precio cobrar -con el objetivo de maximizar beneficios- la empresa necesita información sobre dos tipos de variables: algunas agregadas (como el PBI, el nivel de precios, etc.) y otras idiosincráticas (como su estructura de costos, su tecnología de producción, o la demanda por su producto). De este modo, además de decidir sobre el precio, la empresa debe determinar a qué tipo de información prestarle más atención.
Ante este problema, la decisión óptima resulta en una estrategia de precios y de atención que depende de la volatilidad relativa de cada tipo de información. Cuando los factores idiosincráticos son más variables que la información agregada, las empresas eligen racionalmente prestarle más atención a la información que es específica a la empresa. Adicionalmente, como las empresas están más informadas sobre las variables idiosincráticas, los precios elegidos responderán más fuertemente a cambios en el entorno microeconómico de la empresa, mientras que los precios se verán menos afectados por noticias agregadas. Por otro lado, si las condiciones macroeconómicas son relativamente más volátiles y persistentes que las idiosincráticas, las empresas decidirán prestarle más atención a la inflación, el crecimiento o la política económica, así como también los precios reaccionarán más intensamente a cambios en el entorno macroeconómico.
Utilizando estos resultados, estamos en condiciones de conjeturar una respuesta a nuestra pregunta inicial.[2] Cuando las políticas económicas se deciden en un contexto poco transparente, sin proveer una justificación clara sobre los costos y beneficios asociados a cada decisión, y donde las medidas son poco predecibles y discrecionales, la incertidumbre agregada aumenta significativamente. En el caso particular de la política monetaria Argentina, si bien es de público conocimiento que el Banco Central proveerá recursos al gobierno, estas transferencias públicas son extremadamente discrecionales, a punto tal que ni siquiera se cumple con el “programa monetario,” que consiste en un target preanunciado para el crecimiento de los agregados monetarios (ver la entrada de Miguel Kiguel). De este modo, la forma de conducir la política económica, o lo que podríamos denominar el marco de política económica, genera un grado de incertidumbre agregada muy elevado.
Así, en un contexto como el actual, los resultados de la literatura de rational inattention nos indican que las empresas estarán mucho más atentas a cuestiones macro y, aún más importante, sus precios reaccionarán más fuertemente a estas noticias. Poniendo esta conclusión en el contexto de la ecuación cuantitativa, la descomposición de la expansión monetaria entre precio y producto dependerá entonces de la incertidumbre asociada al marco de política. Por ejemplo, es muy probable que el efecto en el nivel de precios de un aumento del 1% en la base monetaria sea más importante en una situación como la actual que en un marco de política más transparente y predecible.
En términos más generales, es importante señalar que este enfoque permitiría analizar diferentes aspectos del fenómeno inflacionario. Por ejemplo, esta conjetura predeciría que países donde la política monetaria se conduce en un marco institucional más claro, los shocks agregados tendrían un impacto más limitado en los precios, produciendo niveles de inflación más moderados y predecibles. También, esta conjetura podría explicar los diferentes procesos inflacionarios que un país ha vivido a lo largo de su historia, asociando períodos de alta inflación con contextos altamente volátiles y tiempos de inflación contenida con un marco de políticas con discrecionalidad acotada y más predecible. Finalmente, desde un punto de los dos marcos conceptuales más tradicionales que describimos al comienzo, esta conjetura podría también explicar porque en países con alta inflación el análisis “monetarista” suele ser más útil que el basado en el concepto de Curva de Phillips (aún en su versión aumentada por expectativas), mientras que en países con baja inflación ésta última es generalmente la herramienta preferida para el análisis. En particular, tal vez debamos pensar que los dos componentes que el concepto de curva de Phillips resalta (expectativas de inflación y holguras de capacidad) tienen un peso para determinar la inflación que varía (entre otras cosas) según el marco de política: a mayor incertidumbre agregada, el rol de las holguras de capacidad en las decisiones de precios pasa a un segundo plano, y las expectativas de inflación futura juegan el papel principal.
Me gustaría finalizar recordando una enseñanza de mi primer profesor de economía en la universidad, Juan Carlos de Pablo, quien suele hacer una distinción entre trabajar y estar ocupado: “Un empresario trabaja cuando piensa en los posibles consumidores del producto que fabrica, en sus competidores, en sus proveedores, en sus empleados y obreros, en el cambio tecnológico y el de gustos relacionado con su negocio; mientras que está ocupado cuando piensa qué se le va a ocurrir al ministro de economía en los próximos minutos, y cómo puede sacar provecho de quien no cuenta con dicha información; cuándo es la próxima reunión de la cámara de productores, preparatoria de un nuevo encuentro con las autoridades, para explicarles por qué su producto es «distinto» y, consecuentemente, tiene que ser protegido; cuando asiste a reuniones de expertos, que despliegan delante suyo un amplísimo abanico de escenarios, para su eventual posicionamiento empresario.” [De Pablo, 2005, pg. 680]
Cuando la política económica no se determina en un contexto de credibilidad, transparente y predecible, la gente en general, y los empresarios en particular, estarán más ocupados pero trabajarán menos. Y la literatura de rational inattention indica que este cambio de actitud amplificará el efecto en precios de cualquier política monetaria expansiva. De este modo, si bien es cierto que ni la Presidenta ni ningún otro funcionario suben los precios, el marco de política económica que conducen genera los incentivos para que quienes sí deciden sobre los precios los aumenten.
Referencias:
Mackowiak, Bartosz y Mirko Wiederholt, 2009. “Optimal Sticky Prices under Rational Inattention,” American Economic Review, vol. 99(3), pages 769-803, June.
Sims, Christopher A., 2003. “Implications of rational inattention,” Journal of Monetary Economics, vol. 50(3), pages 665-690, April.
Sims, Christopher A., 2011. “Rational Inattention and Monetary Economics,” in Handbook of Monetary Economics, ed. by B. Friedman, and M. Woodford, vol. 3A. North Holland, New York.
De Pablo, Juan Carlos, 2005. La Economía Argentina de la Segunda Mitad del Siglo XX, Volumen II, La Ley, Buenos Aires.
[1] Los puntos de vista y conclusiones de este trabajo son exclusivos del autor y no reflejan necesariamente la opinión del Banco Central de Chile o de sus Consejeros.
[2] Es importante remarcar que esta es una conjetura y no un resultado establecido, pues esta rama de la literatura no ha avanzado lo suficiente aun para mostrar cómo las políticas económicas interactúan en equilibrio para afectar la decisión de atención de los individuos o empresas, y viceversa (de hecho, en el trabajo de Mackowiak y Wiederholt las condiciones agregadas se describen simplemente como un proceso exógeno para el producto nominal agregado).
Me parece que este artículo tiene un problema. Si entiendo bien, el objetivo es trazar una causalidad entre las políticas macroeconómicas llevadas adelante por el gobierno y el aumento de precios realizado por las empresas (digamos, por ejemplo, del comercio minorista). Una vez más, si entendí bien el argumento central, la idea es que puesto que estas políticas son inconsistentes, discrecionales y, muchas veces, erradas, esto incentiva al empresario a «estar ocupado» y no a «trabajar» y esto produce aumentos de precios. Al menos eso entendí yo del siguiente párrafo:
«Cuando las políticas económicas se deciden en un contexto poco transparente, sin proveer una justificación clara sobre los costos y beneficios asociados a cada decisión, y donde las medidas son poco predecibles y discrecionales, la incertidumbre agregada aumenta significativamente. En el caso particular de la política monetaria Argentina, si bien es de público conocimiento que el Banco Central proveerá recursos al gobierno, estas transferencias públicas son extremadamente discrecionales, a punto tal que ni siquiera se cumple con el “programa monetario,” que consiste en un target preanunciado para el crecimiento de los agregados monetarios»
Ahora bien, me surge el siguiente interrogante: ¿cuántos gerentes de empresas están al tanto del programa monetario, sus metas y sus logros? ¿Cuántos comerciantes minoristas entienden cabalmente la política monetaria que el gobierno está llevando adelante as we speak? Pavada de experimento social tenemos acá: me gustaría hacer un estudio en el que le pidiéramos a los 100 empresarios más grandes del país que expliquen en 5 líneas qué es la dominancia fiscal y que en otras 5 líneas expliquen por qué en Argentina pasa o no pasa eso. Estoy seguro de que un alto porcentaje va a dar respuestas ambiguas o erróneas a ambas preguntas.
En conclusión, me parece que el artículo no logra el objetivo que se plantea, es decir, seguimos sin entender muy bien por qué los anuncios de política del gobierno a nivel macro producen los resultados que producen a nivel micro, salvo que una vez más queramos recurrir a una variante de las expectativas racionales (pensar que los agentes internalizan la restricción presupuestaria del sector público consolidado). A como yo lo veo el problema sigue abierto.
Gracias por el comentario. Si bien es probablemente cierto que la gran mayoría de los argentinos no conoce el programa monetario del Banco Central, no creo que eso invalide el punto. Pero que el Banco Central no tenga un programa claro y que la gente en general nos conozca los objetivos de la política monetaria es justamente lo que genera una mayor incertidumbre. El empresario minorista probablemente solo tenga noticias sobre el banco central cuando lee que el gobierno utiliza sus reservas para financiar parte de su presupuesto. Pero la falta de un plan monetario claro, sumadas a las decisiones discrecionales del gobierno (y a los recuerdos de las experiencias pasadas en Argentina), genera los incentivos para que los empresarios respondan más fuertemente a estas políticas.
Estamos de acuerdo, pero justamente ahí está el problema, cuando vos decís que «El empresario minorista probablemente solo tenga noticias sobre el banco central cuando lee que el gobierno utiliza sus reservas para financiar parte de su presupuesto», eso es completamente cierto, el problema es que esa información no es provista de manera neutral ni interpretada de forma correcta. En Argentina, la catarata de medios antioficialistas se jactó durante meses de cómo el Fondo del Bicentenario provocaría una brutal depreciación del dólar, cosa que no solo no ocurrió sino que carecía completamente de sentido. Pero hay un problema, nosotros lo sabemos porque somos economistas, tenemos una carrera universitaria de ventaja sobre el hombre común (incluyendo al hombre rico dueño de empresas dentro de la categoría de hombre común). El hombre común no lo sabe y probablemente extraiga una información incorrecta o sesgada de las señales de mercado (por ejemplo, podría optar por mirar TN un rato, canal 7 un rato, y partir la diferencia y quedarse con una combinación lineal de lo que escuchó en cada canal, pero vos y yo sabemos que esa forma de formar expectativas dista de ser racional y consistente). Entonces el problema es que las expectativas no se están formando sobre lo que pasa sino sobre lo que los medios nos dicen qué pasa o sobre lo que el gobierno nos hace creer que pasa. Entonces lo relevante no es si las políticas macro son consistentes sino si los actores políticos relevantes son lo suficientemente convincentes cuando quieren hacernos creer que lo son o que no lo son.
Esta muy bueno el análisis que se hace por que ahonda en un tema en el que pocos economistas quieren profundizar. Creo que la razón por la cual hay poco estudio (o al menos yo conozco poco) sobre este tema es la dificultad para crear modelos económicos en los cuales se tenga como variable la «opinion» ya que de por sí la opinion es muy variable.
De todos modos, como vengo diciendo hace rato, creo que a los economistas le esta faltando tener en cuenta el poder mediático como factor en la ecuación. De hecho, la nota dice: «La premisa principal la literatura de rational inattention es que los seres humanos tienen una capacidad limitada para procesar información. Y si bien la información necesaria para formar una visión sobre el estado actual de la economía, o para intentar pronosticar el futuro, puede estar públicamente disponible, los individuos eligen racionalmente a qué tipo de información prestarle atención, y a qué noticias serle indiferente», y en ningún lado se remarca, o al menos se insinúa, que esa elección sobre a qué tipo de información prestarle atención puede estar altamente influenciada por una campaña periodística.
Un empresario argentino en los 90 cuando la demanda le bajaba mucho los stocks, salía a festejar. Ahora le sube el stress, tiene ataques de pánico, llama desesperadamente a sus proveedores para ver si le subieron los costos, fantasea con cerrar las puertas para preservar su stock, reniega de la liquidez, hasta que llama al gerente de ventas y le dice: «retoquemos un 10% los precios desde mañana porque los hijos de puta de los clientes nos van a vaciar la fábrica»
Segun Oso Polar, soy un hombre comun!!! Me gusto la definicion y hasta me invito a participar del foro. Coincido en todos los terminos que plantean, y lo dificil de establecer una estrategia de precios que sea competitiva y a la vez lo mas rentable posible. Existe hoy en el mercado, la incertidumbre que se genera por la importacion de productos terminados en China, y por la cantidad de trabas a la importacion que hay, promoviendo que grandes empresas de productos terminados (Falabella, Zara, Nike, Puma, Adidas, entre tantas otras), busquen similares productos en nuestras fabricas, no encontrando, ni precio, ni calidad, ni volumen, generando un desabastecimiento real de producto, promoviendo la inflacion. Mas alla de lo que diga TN, la realidad se cocina, en cada una de nuestras empresas, y si el Banco Central presta plata o no, ni se nos pasa por la cabeza. Lo que analizamos continuamente es que nuestros proveedores no nos aumenten los precios progresivamente 5% mensual, que los sindicatos no disparen aumentos salariales no remunerativos en la mitad del año, desajustando cualquier plan de negocios que se haya trazado, pensamos que si la inflacion se mantiene en estos niveles y el dolar continua quieto, tendria que haber devaluacion. Habra devaluacion.? Pensamos nosotros, los hombres comunes, cuanto terminaran saliendo las cosas, lo que consumimos a diario. Mientras los sindicatos se pelean, para ver quien consigue mas aumentos salariales, los hombres comunes, nos preguntamos. Que hacemos con toda esta informacion, como la procesamos, como la llevamos a nuestra gente (empleados)? Espero poder contribuir, con una mirada distinta pero similar a como uds. la estan planteando. Agradezco este lugar que me dan, y llegue a este foro, por un familiar que es economista.
Un gran problema de muchos economistas es que creen entender los mecanismos de pensamiento de la gente ante distintas situaciones. En este país la gente siempre fue más pasional que racional. El kirchnerista va a apoyar ciegamente las opiniones oficialistas; el anti-kirchnerista las va a defenestrar. Otras personas pensarán de otra manera alternativa que no necesariamente tenga que ser una combinación lineal de discursos contradictorios.
Justamente la enorme diversidad de opiniones y la «ignorancia» del «hombre común» es causa y consecuencia de incertidumbre. Y a mí me resulta sensato que a mayor incertidumbre agregada, más sensibles sean las decisiones microeconómicas a estos cambios.