Del salario mínimo de pobreza al salario digno. Algunas estimaciones preliminares derivadas del Estándar de Ingreso Mínimo en México

Por Marcelo Delajara (CEEY y CIDE) y Jesús David Aban Tamayo (Economista independiente)[1]

En México existe una larga tradición de construcción de canastas de bienes y servicios para medir el bienestar familiar. La que utiliza actualmente el Coneval para medir la pobreza alimentaria tiene una alta aceptación, en parte debido a su carácter de medida oficial, en parte a que su diseño tuvo en cuenta la experiencia con las canastas previas y, finalmente, a que fue concebida luego de largas discusiones académicas por un grupo de investigadores de prestigio.[2]

Aceptado entonces que esa canasta alimentaria representa el gasto en consumo mínimo de alimentos para que una persona no sea considerada en condición de pobreza extrema por ingresos, cabe preguntarse cuál lejos esa canasta se encuentra del gasto en alimentos asociado a una vida digna. La pregunta es relevante porque el valor de la canasta alimentaria se ha propuesto en México como referencia para la determinación del salario mínimo, al que a veces se quiere atribuir también el carácter de “digno” o “decente”.

Ahora es posible contestar esta pregunta. Recientemente hemos publicado junto con Mariana Becerra Pérez (CEEY), Laura Valadez-Martínez (Universidad de Loughborough, RU) y Lorenzo León Robles (consultor independiente) un estudio sobre el estándar de ingreso mínimo para una vida digna en cuatro grandes ciudades de México.[3] El estudio reporta la canasta alimentaria que, en opinión del público, permite alcanzar una alimentación digna hoy en día.

El objetivo de esta nota es comparar el valor y la composición de ambas canastas alimentarias, la que se utiliza para el cálculo de las líneas de pobreza por ingresos (Coneval) y la digna (CEEY), para determinar qué tan lejos queda una vida decente de una vida de supervivencia en lo que respecta a la alimentación. Antes de ello explicamos cómo se calculan cada una de las canastas.

Canasta alimentaria del Coneval

Se trata de una canasta 100 % diseñada por expertos, aunque el punto de partida es el consumo de alimentos reportado en las encuestas de gastos de los hogares. Se elige como referencia del consumo de alimentos el que presentan los hogares que logran alcanzar la adecuación energética, y se ubica a estos en el quintil del ingreso corriente per cápita correspondiente. Luego, se realizan las siguientes modificaciones: primero, se ajusta la canasta teniendo en cuenta los alimentos que tienen mayor frecuencia de consumo y representan una mayor proporción del gasto dentro del estrato de referencia; segundo, se realiza una adecuación nutricional que permite que se incluyan productos que no cumplen con los criterios de frecuencia de consumo y gasto, pero que se asocian con una dieta sana; y, tercero, se calcula el valor monetario de la canasta, que se obtiene multiplicando el consumo de los productos por los precios implícitos que se obtienen a partir de la información de las encuestas de gasto y se actualiza con el Índice de Precios al Consumidor.[4]

Canasta alimentaria del Estándar de Ingreso Mínimo

En la metodología del Estándar de Ingreso Mínimo (MIS, por sus siglas en inglés) el objetivo es determinar la canasta adecuada para alcanzar el nivel de bienestar deseado,[5] considerado como el mínimo nivel de bienestar socialmente aceptable.[6] Por lo tanto, la estimación del MIS se basa en una consulta amplia con grupos de personas representativas de los distintos grupos socioeconómicos. En el caso de nuestro proyecto, hubo veinte grupos de enfoque en cuatro grandes zonas metropolitanas de México. La secuencia temporal y la alternancia de ciudades en donde se reunieron los grupos permitió llegar a un resultado que refleja el consenso social.

Las y los participantes en los grupos de enfoque no solo definieron qué significa tener «una vida digna» hoy en día en México, sino que discutieron y definieron las listas de bienes y servicios que determinado tipo de hogar necesita hoy en día en el México urbano para tener esa vida digna. En el caso de la alimentación, los menús definidos por consenso en los grupos de enfoque (para cada miembro de la familia, día de la semana y tipo de comida: desayuno, colación, comida, colación y cena) se pusieron a consideración de una nutricionista experta en comida mexicana. Esta hizo ajustes para que los menús realmente constituyeran una dieta sana según sexo y edad, sin perder la variedad y respetado tanto hábitos como los gustos generales de las y los mexicanos. En una segunda ronda de consulta, los miembros del público validaron los menús y las correspondientes listas de alimentos ajustadas por la nutrióloga y definieron los establecimientos comerciales donde las familias deberían poder realizar la compra.

Dieta de pobreza versus dieta digna

Ambas dietas satisfacen las necesidades nutricionales mínimas, en su cantidad y composición, pero, para determinar la canasta alimentaria digna, la metodología del MIS también considera las necesidades de participación social, culturales, y de satisfacción en términos de variedad y gustos, asociadas con la comida. Así, los menús finales incluyen antojitos mexicanos, snacks, comida rápida, bebidas azucaradas y bebidas alcohólicas, como la cerveza o el tequila.

El consenso social sobre lo que significa tener una alimentación digna captura las preferencias y hábitos de consumo de toda la población y no solo las del grupo de referencia identificado en la medición de la canasta alimentaria del Coneval, cuyo patrón de alimentación está seriamente limitado por su ingreso. Adicionalmente, los menús del MIS capturan naturalmente las escasas posibilidades de economías de escala en la alimentación, al estimar menús familiares que tienen en cuenta las necesidades individuales de los miembros con distinta edad.

¿Qué tanto más cara es la canasta alimentaria digna que la canasta alimentaria de pobreza? En relación con el costo de la canasta alimentaria por persona por día del Coneval en las zonas urbanas (54.10 pesos en febrero de 2020), la canasta digna (estimada para ese mismo mes) es, en un promedio de todos los tipos de familias estudiadas, 11 pesos mexicanos más cara (19.5 %).[7]

El costo adicional por día por persona es mayor en los hogares con hijos adolescentes. Por su parte, el costo por día de agregar un adulto a la familia depende de la composición de la familia: 3 pesos, si en la familia hay dos hijos de 3-4 y 5-11 años; 5 pesos si hay tres hijos, y 9 pesos si solo hay un bebé de menos de 2 años.

En conclusión, si el salario mínimo se calculara con base únicamente en la canasta alimentaria de pobreza extrema por ingresos para la familia mexicana, al valor computado habría que agregar un 19.5 % para acercarlo al valor equivalente en la canasta alimentaria digna.

 

 

[1] Los cálculos, opiniones y conclusiones presentadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores de esta nota. E-mails: Marcelo Delajara (marcelo.delajara@ceey.org.mx). Jesús David Aban Tamayo (david_aban@hotmail.com).

[2] Székely, M (2005). Números que mueven al mundo. La medición de la pobreza en México. México, Editorial Porrúa.

[3] J.D. Aban Tamayo, M. Becerra Pérez, M. Delajara, L. León Robles, L. Valadez-Martínez (2020). El estándar de ingreso mínimo en cuatro grandes ciudades de México. Qué se necesita para alcanzar un nivel de vida digno, y cuánto ingreso es suficiente, en opinión de la gente. México, Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

[4] Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. (2018). Metodología para la medición multidimensional de la pobreza en México (tercera edición). Ciudad de México: CONEVAL.

[5] Ver Davis, A., Hirsch, D., & Padley, M. (2014). A Minimum Income Standard for the UK in 2014. York: JRF, y Davis, A., Hirsch, D., Padley, M., & Marshall, L. (2015). How Much is Enough? Reaching Social Consensus on Minimum Household. Loughborough: CRSP.

[6] Townsend, P. (1979). Poverty in the United Kingdom. London: Allen Lane and Penguin Books.

[7] Estas cifras suponen que aproximadamente el 71 % de los hogares están conformados por parejas y el 29 % son monoparentales (extrapolación de datos de CONAPO, 2020).