El desafío de la pobreza en Argentina. Diagnósticos y Perspectivas.

Por Leopoldo Tornarolli

Para un proyecto conjunto con CIPPEC y PNUD Argentina sobre Pobreza Crónica en Argentina, escribimos una nota técnica junto a mis colegas del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) Leonardo Gasparini y Pablo Gluzmann. El objetivo del trabajo fue generar y analizar evidencia empírica rigurosa sobre varios aspectos relacionados a la pobreza: su evolución histórica y la situación actual en nuestro país (usando distintas definiciones de pobreza); las características observables de aquellos hogares e individuos que viven en situaciones de pobreza “crónica”; los factores que explican los cambios en la pobreza en el pasado reciente; y las perspectivas para el mediano plazo, bajo ciertos escenarios alternativos “razonables”. Los siguientes párrafos discuten algunos de los principales hallazgos del trabajo.    

 

La evolución de la pobreza

En Argentina, el INDEC mide la pobreza con un método simple y muy difundido: la pobreza de ingresos. Dado que el instituto no reporta series históricas largas, es difícil establecer con precisión cómo evolucionó la pobreza de ingresos en las últimas décadas. Aunque existen estimaciones oficiales para casi todos los años desde 1988, estas no son parte de una misma serie, y por ende no son comparables. En el trabajo presentamos una serie comparable completa para el período 1992-2018, estimada con una metodología similar a la que usa INDEC desde 2016.  

Los resultados indican que entre 1992 y 2018 la tasa de pobreza no perforó nunca el piso del 25%. En el Gráfico 1 se observa que en 3 momentos (1993, 2011-2013 y 2017) la tasa de pobreza se acercó a ese valor, pero nunca logró perforar ese umbral. Más allá de ese resultado, la historia de la evolución de la pobreza de ingresos en Argentina es bastante conocida: en la primera mitad de los 90s, luego de la estabilización posterior a la crisis de la hiper, la tasa de pobreza se redujo rápidamente hasta alcanzar el mínimo de la década en 1993. Luego comenzó a subir nuevamente, en especial a partir de 1995, cuando las sucesivas crisis que afectaron a países emergentes repercutieron en nuestro país. Luego de mantenerse algunos años en valores cercanos al 40%, la tasa de pobreza retomó una tendencia al alza con la recesión iniciada en 1998, mostrando un aumento brusco con la crisis macroeconómica de 2001/2002. Es precisamente a fines de 2002 donde la tasa de pobreza alcanzó su máximo valor histórico: por entonces dos terceras partes de los argentinos se encontraban en situación de pobreza. 

Desde entonces, y hasta 2011, se verificó un fuerte descenso en el porcentaje de población pobre, hasta llegar a un valor cercano al 25%. A partir de ese momento se repite un patrón fácil de identificar: la tasa de pobreza cae cuando el peso se aprecie y la inflación se desacelera; y sube cuando el peso se deprecia y la inflación se acelera. Así, la tasa de pobreza volvió a valores cercanos al 25% a finales de 2017, luego de incrementarse en 2014 y 2016; pero seguramente se ubicará en dentro de un rango (35-40%) significativamente más alto hacia finales de este año. 

Cuando nuestro país se compara con otros países de la región (exceptuando a Venezuela), se comprueba que desde 2011 el desempeño de nuestro pais en términos de reducción de la pobreza de ingresos es de los peores de la región. Esta conclusión sería aún más contundente si el período de comparación fuese 2011-2019, pero todavía no se encuentra disponible la información necesaria para sustentar esta intuición.          

Figura 1

Pero la pobreza implica otras carencias, más allá de la dimensión monetaria. Por ello, en el trabajo se propuso y estimó la evolución de un indicador de pobreza multidimensional en 2003-2018. Las dimensiones consideradas en el indicador fueron las siguientes: 1) características habitacionales; 2) acceso a servicios básicos de infraestructura; 3) acceso a educación; 4) empleo y protección social; y 5) ingresos. 

En este caso, la evidencia sugiere que, a diferencia de lo ocurrido con la pobreza de ingresos, la pobreza multidimensional se redujo en forma lenta pero continua desde 2003. Sin embargo, al comparar el desempeño de nuestro país con el de otros países de la región se concluye que los avances registrados en Argentina desde 2011 han sido relativamente magros, dado que la reducción en la incidencia de la pobreza multidimensional en Argentina en los últimos 7/8 años se dio a un ritmo menor al observado en países vecinos. 

Figura 2

La pobreza “crónica”

En el trabajo también realizamos un aporte sobre un concepto muy utilizado en el debate público, pero escasamente medido con rigurosidad: el de pobreza crónica. En nuestro análisis empírico, intentamos implementar una definición de pobreza crónica que se emparenta a situaciones de carencias persistentes que no pueden ser superadas aún bajo condiciones económicas coyunturalmente favorables. En ese sentido, la pobreza crónica se caracteriza por cierta inelasticidad a los beneficios del crecimiento económico y a las políticas públicas inclusivas. Las personas en situación de pobreza crónica constituyen el “núcleo duro de la pobreza”: son personas que, a pesar del aumento de las oportunidades laborales, carecen de las características requeridas por el mercado para insertarse laboralmente de forma permanente y tienen dificultades para incrementar su capital humano y el de sus hijos, que heredan el estado de alta vulnerabilidad socioeconómica. De hecho, un elemento central de la pobreza crónica es su alto grado de reproducción intergeneracional.

La evidencia presentada en el trabajo respecto a la pobreza crónica en Argentina revela un sesgo contra los niños y jóvenes: del total de pobres crónicos casi la mitad son menores de 15 años. El fenómeno de la pobreza crónica trasciende ciertos espacios urbanos. El núcleo duro de la pobreza vive en asentamientos, pero también fuera de ellos. De hecho, muchas familias logran superar el umbral de vivienda deficitaria y situación de saneamiento y envían a sus hijos a la escuela, por lo que no son clasificadas como población con NBI, pero tienen un conjunto de características estructurales (como nivel educativo muy bajo) que las hacen muy vulnerables. 

También se observa que, aunque en los hogares con pobreza crónica la participación laboral de los hombres adultos es comparable al resto de la población, la subocupación, el empleo precario y el desempleo son mucho más frecuentes. Las diferencias en la participación laboral se agrandan en el caso de los jóvenes y se magnifican en el grupo de las mujeres. La participación laboral de las mujeres adultas en situación de pobreza crónica es la mitad que el de las mujeres no vulnerables. El único grupo para el que la inserción en el mercado laboral es mayor entre los pobres crónicos que en otros grupos socioeconómicos es el de los adultos mayores. Mientras que la protección social extendida permite a gran parte de la población retirarse sin necesidad de trabajar, esa posibilidad parece ser ajena a los pobres crónicos. 

 

Perspectivas de reducción de la pobreza

Un aporte adicional que hacemos en el trabajo es el de presentar y analizar las perspectivas de reducción de la pobreza en Argentina frente a un conjunto de escenarios de crecimiento económico, cambios demográficos y cambios en la estructura educativa. Es un ejercicio apenas ilustrativo, dado que la evolución de la pobreza se ve afectada por múltiples factores cuya evolución es prácticamente imposible de predecir. 

Los resultados obtenidos permiten enfatizar, aunque no exagerar, el rol del crecimiento económico en la reducción de la pobreza a mediano y largo plazo. Por ejemplo, si nuestro país logra sostener una década de crecimiento económico ininterrumpido al 3% anual a partir del año próximo–que en perspectiva histórica sería un logro inédito-, al cabo de ese período la proporción de población pobre se ubicará en el rango del 15-20%, dependiendo de lo que ocurra con la distribución del ingreso. En ese sentido, el crecimiento es una herramienta necesaria pero no suficiente para alcanzar una reducción de la pobreza que sea consistente con las expectativas sociales. En el trabajo estimamos que tanto el bono demográfico como la expansión educativa que se proyectan para los próximos años pueden contribuir con puntos adicionales a la caída de la pobreza, aunque el aporte esperado de dichos factores es moderado. 

De acuerdo a lo anterior, caídas adicionales en la tasa de pobreza requerirán de mayores tasas de crecimiento sostenidas en el tiempo (las que parecen poco probables dada nuestra historia reciente y situación actual) y/o de mejoras distributivas. Conseguir consensuar y sostener en el tiempo políticas que permitan llevar adelante ambos procesos simultáneamente (crecimiento y distribución del ingreso) es el desafío principal que enfrentará nuestro país en años venideros a la hora de reducir la incidencia de la pobreza.