Nota del editor: hoy contamos con la colaboración especial de Sandra Aguilar Gómez (@sandraguilarg)
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El ampliamente circulado artículo de Claire Miller en el New York Times «The Costs of Motherhood Are Rising, and Catching Women Off Guard«, es una muestra clara de que los economistas nos estamos haciendo una pregunta fundamental en 2018: ¿por qué en paA�ses desarrollados no se está cerrando la brecha salarial ni de participación laboral? En los últimos dos años, se han producido una serie artículos acerca del rol de la reproducción como variable fundamental para explicar estas brechas. La idea es aparentemente simple: tras tener hijos, las mujeres abandonan la fuerza laboral y su reincorporación muchas veces es nula o incompleta, de forma que pierden experiencia y con ello ingreso futuro. Kleven et al. (2017) muestran que de la brecha salarial de 15% que prevalece entre hombres y mujeres en Dinamarca, el 80% proviene de child penalties. Es decir, tener hijos tiene impactos dinámicos en la ocupación, la probabilidad de ascender, el sector y qué tan family friendly es la empresa. Los resultados de Albrecht et al (2018) complementan este panorama en su estudio sobre Suecia donde explican la creación de una brecha salarial desde antes de la reproducción que se ensancha significativamente al tener hijos. En Nueva Zelanda, Pacheco et al. (2018) encuentran dinámicas similares detrás de una brecha salarial de 9%.
Claudia Goldin (2014) encuentra que en ciertas profesiones hay una relación no lineal entre las horas trabajadas y el salario por hora, por lo que se recompensa más que proporcionalmente poder estar disponible en horarios clave. Esta característica del mercado laboral explica parte importante de la brecha salarial entre mujeres -quienes demandan trabajos con horarios flexibles y compatibles con las labores de cuidado-, y hombres -quienes, aún hoy, contribuyen muy poco a estas labores-. Goldin propone que con el avance de las tecnologías de la información y la comunicación, así como la sistematización de procesos dentro de las empresas, estos requerimientos de horas específicas y complicadas disminuirín poco a poco. Hay industrias, como la farmacéutica, en las que esto ya está ocurriendo. Goldin le llama a esto » la última etapa de la convergencia salarial entre hombres y mujeres».
Sin embargo, hay posiciones en las que la transformación del mercado no será suficiente para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres hasta que haya un cambio cultural y estructural que lleve a los hombres a participar más en el trabajo no remunerado dentro del hogar. Los socios de empresas, los académicos con tenure y los administradores públicos de alto nivel son ejemplos de este tipo de trabajos. La reproducción conlleva para las mujeres mucha mayor carga de horas de trabajo no remuneradas, lo cual probablemente está detrás de sus elecciones de ocupación y sector a más family friendly y peor pagado-. La falta de participación masculina en labores de cuidado también retrasa la reincorporación de la mujer: menos experiencia y salario potencial.
En México existe una brecha de trabajo no remunerado entre hombres y mujeres de 27.7 horas a la semana[1]: las mujeres en promedio realizan 47.7 horas y los hombres 20.. Utilizando datos de la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo 2014 (ENUT), realicé una descomposición de Blinder-Oaxaca (Blinder 1973, Oaxaca 1973) de la brecha de horas no remuneradas entre hombres y mujeres. Se trata de una metodología de uso frecuente para estudiar los resultados del mercado de trabajo por grupos (sexo, raza, etc.), y originalmente consiste en dividir la variación en los salarios en dos partes: una explicada por las diferencias entre grupos, tal como la productividad, como educación o experiencia laboral, y una parte residual que no puede explicarse por tales diferencias en los determinantes de los salarios. Esta parte «inexplicable» se usa a menudo como una medida para la discriminación, pero también subsume los efectos de las diferencias grupales en predictores no observados (Jann, 2008).
Las actividades consideradas dentro de la categoría de trabajo no remunerado para este análisis incluyen tareas tan variadas como recolectar agua, transportar a miembros de la familia, cuidar enfermos o niños, elaborar muebles o vestimentas, comprar refacciones, limpiar, hacer trámites para el hogar y sacar las cuentas del gasto.
Tabla 1. Descomposición de Blinder-Oaxaca de la brecha de trabajo no remunerado en México.
La Tabla 1 muestra la descomposición de las horas no remuneradas entre hombres y mujeres en México. La parte explicada (barras grises) se calcula como E=(Media(hombre)-Media(mujer))*I?. Donde I es el vector de coeficientes para la muestra completa de los predictores. La parte no explicada se calcula como N=(Media(hombre)*(I?(hombre)-I?)+Media(mujer)*(I?-I?(mujer)). Mi hipótesis era que gran parte de la brecha se iba a reducir una vez que se corrigiera por las brechas en educación, participación laboral, y sobre todo, por el número de horas trabajadas en el mercado laboral y el salario recibido por dichas horas de trabajo. En un mundo equitativo, si controlamos por cuánto trabaja un hombre y una mujer, y cuánto salario recibe por aquel trabajo, dentro de casa la contribución de ambos a las tareas del hogar será igual. La justificación de ventajas comparativas o distintos costos de oportunidad para asimetrías en las contribuciones femenina y masculina al trabajo no remunerado desaparece. También se incluye la presencia de niños en el hogar, pensando que quizás son más las madres solteras que los padres solteros en México y eso podría estar moviendo las brechas en el agregado. Sorprendentemente, aún incluyendo estas fuentes de variación, la porción no explicada de la brecha en actividades no remuneradas entre hombres y mujeres es de más de 25 horas a la semana.
La parte «explicada» de la brecha son apenas 1.5 horas, mientras que la mayoría de la brecha permanece sin otra explicación que el simple hecho de ser mujer. De la parte explicada, predeciblemente la mayor contribución se la llevan las horas trabajadas en el mercado laboral. Las mujeres trabajan menos horas fuera del hogar, y esto se relaciona con el exceso de horas que trabajan dentro dentro de él.
Por otra parte, la asimetría en las contribuciones de las características individuales –que constituye la parte aún no explicada de la variación – sirve para ilustrar el origen del problema. La edad, el estar casada o habitar en un hogar donde hay niños menores de 12 años son variables en las que la composición entre hombres y mujeres es prácticamente la misma, por lo que su contribución a la porción explicada de la brecha es prácticamente nula. En cambio, para estas variables la diferencia entre hombres y mujeres se debe casi enteramente a la magnitud de los coeficientes: sin importar el salario, nivel educativo, posición en el trabajo ni las horas trabajadas en el mercado laboral, los tres factores antes mencionados tienen un efecto distinto en las contribuciones al trabajo no remunerado que hacen los hombres y las mujeres. Por ejemplo, controlando por todos los demás factores, en promedio habitar en hogares con niños menores de 12 años está correlacionado con un incremento de 24 horas a la semana en el trabajo no remunerado que realizan las mujeres, mientras que para los hombres el incremento es de solamente 7 horas. En cuanto a la edad, para los hombres es irrelevante para la cantidad de horas de trabajo en el hogar, mientras que para las mujeres, a partir de los 12 años, cada año de vida está correlacionado con seis minutos más de trabajo no remunerado a la semana.
Es claro que en este análisis existen variables omitidas importantes, en particular, el sector en el que trabaja la mujer. Una descomposición de Blinder-Oaxaca no es, en sí misma, una explicación causal rigurosa, pero el hecho de que la brecha en las horas no remuneradas persista aún controlando por la variación en factores clave, es muy sugestivo de la presencia de desigualdades sistemáticas. Este análisis ilustra el cálculo vicioso de las desigualdades dentro y fuera del hogar: ¿cómo van a acceder las mujeres a mejores puestos si observan a su alrededor que las horas trabajadas fuera del hogar no sustituyen las horas no remuneradas, sino que se acumulan? Es claro que las mujeres necesitan demandar más flexibilidad a partir de que inicia su etapa reproductiva, dado que en el hogar, siendo iguales a su pareja en todas las características mencionadas anteriormente, las normas de género les imponen una carga extra de trabajo no remunerado de 140%.
Referencias:
Blinder, A. S. (1973). Wage discrimination: reduced form and structural estimates. Journal of Human resources, 436-455.
Jann, B. (2008). The Blinder-Oaxaca decomposition for linear regression models. The Stata Journal, 8(4), 453-479.
Kleven, H., Landais, C., & SA?gaard, J. E. (2018). Children and gender inequality: Evidence from Denmark (No. w24219). National Bureau of Economic Research.
Oaxaca, R. (1973). Male-female wage differentials in urban labor markets. International economic review, 693-709.
Sin, I., Dasgupta, K., & Pacheco, G. (2018). Parenthood and labour market outcomes.
Albrecht, J., Bronson, M. A., Thoursie, P. S., & Vroman, S. (2018). The career dynamics of high-skilled women and men: Evidence from Sweden. European Economic Review, 105, 83-102.
Lundborg, P., Plug, E., & Rasmussen, A. W. (2017). Can women have children and a career? IV evidence from IVF treatments. American Economic Review, 107(6), 1611-37.
[1]Cálculos propios elaborados con base en la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo 2014 (ENUT). La brecha obtenida por INEGI (Cuenta Satélite de Trabajo no Remunerado) con datos de 2009 fue de 25.4 horas. Se toma en cuenta la semana de lunes a domingo.