La divulgación de las nuevas cifras de pobreza ha reabierto un debate que debería ser continuo. La noticia que más atención atrajo fue la constatación de tener más pobres urbanos que rurales. Por primera vez en el país el porcentaje de urbanos dentro de los pobres fue estadísticamente superior a 50%. Lo que no llamó la atención, porque no es novedad, es que dentro de los pobres extremos una abrumadora mayoría aún es rural.
Efectivamente, dentro de los pobres extremos, tres de cada cuatro viven en zonas rurales. Además, la mayoría de pobres extremos están en la sierra, alcanzaron a estudiar solo primaria y están ocupados en actividades del sector primario, dentro de lo cual destaca la agricultura. La tasa de pobreza extrema entre quienes hablan una lengua nativa duplica a la tasa de pobreza entre quienes hablan castellano. Esa es la realidad del núcleo duro de pobreza, ese que es más difícil combatir.
Existen fundamentalmente dos razones por las que eliminar el núcleo duro de la pobreza es difícil y costoso. Primero, no es fácil para el Estado llegar hasta donde se encuentran estos pobres, y segundo, aún en los casos en que se puede llegar a ellos, el apoyo con que se llega es insuficiente frente al cúmulo de carencias que estos hogares enfrentan. Por eso es que parte importante de esta pobreza es, además, crónica.
Por una razón o la otra, para cada hogar que sale de la pobreza, el costo de sacar un hogar adicional es siempre mayor. Esto es economía simple: la ley de rendimientos decrecientes actúa también en la lucha contra la pobreza. Por eso, la inversión en programas sociales debe crecer a un ritmo mucho mayor que el viene creciendo ahora. A mayores retos, mayores inversiones.
Es obvio que siempre existirá espacio para la mejora de estos programas, pero para tal mejora es importante construir conociendo lo avanzado. Por esto resultan preocupantes las declaraciones de Liliana La Rosa, la cuarta titular del Midis en lo que va de este gobierno. La ministra aseguró que la mayoría de sus programas no contaban con líneas de base. Esta declaración sorprende. Ellas están disponibles no solo en su despacho sino, varias de ellas también, en varios documentos de la comunidad académica nacional e internacional.
Es cierto que no solo con programas sociales se combatirá a la pobreza extrema. El trabajo, sea dependiente o independiente, es importante también aquí. En tal sentido, vale la pena constatar que 78% de los pobres extremos se dedica a la agricultura, y esto se mantuvo casi constante durante la década 2007-2017.
Así las cosas, una estrategia de desarrollo productivo que ayude a combatir la pobreza extrema debe tomar en cuenta esta realidad. Una opción de política que algunos apoyan es incentivar a los hogares pobres extremos para que se dediquen a actividades alejadas de la agricultura. Dado el altísimo nivel de penetración de la actividad, esta opción es casi imposible.
Hay que apostar por mejorar la productividad agrícola. Este es el camino que siguió Indonesia, uno de los países que en las últimas dos décadas ha logrado reducciones importantes de la pobreza, tan o más grandes que las conseguidas aquí.
Se ha debatido bastante también sobre el rol de la minería en estos contextos. La evidencia con la que contamos hasta ahora indica que la actividad minera ha contribuido a reducir la pobreza en los distritos mineros, aunque con impactos muy locales. El reto es extender el alcance de los beneficios de la minería.
Las mediciones de pobreza monetaria son siempre objeto de críticas, no solo en el Perú. Una de ellas subraya que la pobreza es un concepto multidimensional por lo tanto es poco informativo reducir la medición a una basada en ingresos o gastos (de dimensión uno). En tal sentido, es mejor utilizar conceptos como el de necesidades básicas insatisfechas, o carencias, en un enfoque de pobreza multidimensional.
Esto, además, es más informativo para los hacedores de política pues permite enfocar mejor las iniciativas para la mejora del bienestar de la población. El INEI ha estado haciendo avances en tal sentido y reportando indicadores de pobreza multidimensional. Las mediciones obtenidas con este enfoque también dan cuenta de una caída en la pobreza en los años recientes.
Extraído de: https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1169/cap04.pdf
Otra crítica común a los indicadores de pobreza monetaria tiene que ver con lo arbitrario que puede resultar el punto de corte. El promedio nacional para tal punto de corte en el Peru para el 2017 ha sido S/.338. Es decir, quienes vivan en hogares cuyo gasto mensual por persona esté por debajo de este punto son considerados pobres.
Mas allá de los criterios técnicos para establecer este corte, llama la atención cuan bajo es el mismo. Imagínese usted tener que pagar todos sus gastos de transporte, vivienda, alimentación, educación, salud y servicios con esta cantidad en un mes. Que hoy uno de cada cinco peruanos viva con cien dólares o menos es un indicador que dice poco sobre el bienestar de la mayoría de peruanos.
Un elemento complementario a esa pieza de información es que uno de cada dos peruanos vive en un hogar en donde el gasto por persona está aproximadamente entre 100 y 200 dólares al mes. Adicionalmente, otro uno de cada cinco peruanos vive en un hogar con gasto aproximado por persona entre 200 y 300 dólares. Solo el diez por ciento de peruanos vive en hogares con un aproximado de gasto por persona que supera los 300 dólares mensuales.
Fijar la línea de corte de la pobreza en un valor cercano a cien dólares y constatar que más o menos el 20% de peruanos gasta mensualmente menos que eso es en cierta medida arbitrario. Otra medida arbitraria pero informativa ya no en términos de bienestar, sino de satisfacción, es la que se obtiene de preguntarle a los jefes de hogar si el dinero que perciben les alcanza para cubrir sus gastos.
Para esta medida es interesante constatar tres hechos estilizados. En primer lugar, el porcentaje de hogares que indica que el dinero no les alcanza para cubrir sus gastos ha estado en franca disminución durante la última década. Segundo, el porcentaje de hogares bajo la percepción de que el dinero no les alcanza es menor en zonas rurales que urbanas. Esto contrasta con las medidas objetivas de pobreza que reportan mayor pobreza rural que urbana. Tercero, en contraste también con la medida monetaria de pobreza, entre el 2017 y el 2016 no hubo un aumento en la medida de pobreza subjetiva (si lo hubo, sorprendentemente, entre el 2016 y el 2015).
Los saltos de la pobreza de un año a otro deben ser vistos como incidencias dentro de un horizonte temporal más amplio. En tal horizonte, el balance del combate a la pobreza viene siendo positivo. Es importante perseverar en lo que ha venido funcionando y ajustar lo que se requiera, pero insisto, sin deshacer lo ya andado. En ausencia de continuidades en el aparato estatal, la comunidad académica puede cumplir un rol acompañando en la tarea.