Entrevista a Mario Bergara

Mario Bergara es un destacado economista uruguayo. Actualmente es Presidente del Banco Central de Uruguay, cargo que también ocupó entre 2008 y 2013. Con anterioridad fue ministro de Economía y Finanzas del Uruguay (2013-2015) y subsecretario de Economía y Finanzas (2005-2008).

FE: Cuéntanos detalladamente cuál es tu formación académica. ¿Dónde estudiaste y sobre qué temas investigaste antes de dedicarte a la función pública?

MB: Me gradué de Economista y de Contador Público en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República, Uruguay y obtuve mi Master y  Doctorado en Economía (Ph.D.) en la Universidad de California, Berkeley. Mis áreas de especialización refieren a regulación, economía de la información y de las instituciones y microeconomía bancaria.

FE: ¿Quiénes te han influenciado en tu carrera profesional y por qué?

MB: Las influencias son siempre variadas, porque refieren a los aspectos técnico-profesionales, pero también a cuestiones de motivación individual y de perspectivas del rol que cada uno puede jugar. En este sentido, considero como una influencia central a mi gerente de Investigaciones Económicas del Banco Central del Uruguay en los noventa, Daniel Vaz, lamentablemente fallecido. En el terreno más académico, debo destacar a los integrantes de mi tribunal de tesis doctoral en Berkeley, Pablo Spiller, Richard Gilbert y Oliver Williamson, Premio Nobel de Economía en 2009.

FE: ¿Qué te motivo a entrar en la función pública?

MB: Entendiendo la función pública en sentido amplio, ingresé a  los cuadros técnicos del Banco de la República (que es el banco estatal comercial y de desarrollo en Uruguay) a los 20 años y pasé al Banco Central cinco años después. Siempre tuve una inclinación por la cosa pública, que de alguna manera permitía integrar mis inquietudes profesionales con las preocupaciones de índole política y social. En los ochenta, éramos muy pocos los que decidíamos estudiar Economía y, en general, poníamos nuestro interés en las políticas públicas y en las consideraciones sociales.

FE: ¿Cómo cambio tu visión de la vida académica tu paso por la función pública?

MB: De alguna manera, ambas cosas fueron evolucionando concomitantemente. Es evidente que  asumir un conjunto de responsabilidades en la órbita política, obliga a balancear diversos enfoques. Las políticas económicas o regulatorias requieren conocimientos en el área profesional, pero no dejan de ser políticas públicas, con todo lo que ello implica en el funcionamiento democrático de las sociedades. Uno no toma decisiones como un Dios en el Olimpo, sino que debe evaluar estratégicamente los temas para hacer viable la implementación de las decisiones. En este sentido, la economía institucional es una herramienta formidable, para entender los procesos y hacer mejores evaluaciones para el diseño y la implementación de las políticas públicas.

FE: Te has desempeñado dos veces como presidente del Banco Central y una como ministro de Economía de Uruguay. Ello te da una perspectiva inigualable de la política económica uruguaya. ¿Cuál crees que ha sido el progreso del país en todo ese periodo?

MB: Previo a integrar el equipo económico del Frente Amplio, había sido miembro del Directorio del órgano de regulación de las comunicaciones en Uruguay, una experiencia aleccionadora en lo que refiere al andamiaje político y del funcionamiento burocrático del Estado. Cuando el Frente Amplio llega al gobierno en 2005, me desempeñé como viceministro de Economía y Finanzas, un período de enorme efervescencia y plagado de procesos de reformas estructurales, a la vez de afrontar los desafíos de una situación económica y social vulnerable. El hecho de haber “ido y venido” del Ministerio al Banco Central en dos oportunidades me ayuda a tener una perspectiva amplia de la política económica, con los equilibrios necesarios que deben mantenerse a la hora de la toma de decisiones. En este período, no sólo ha habido una consolidación de un marco macroeconómico estable y creíble, sino también un enorme crecimiento con claros progresos en el área social. El producto bruto creció a un promedio superior al 5% anual y la pobreza enorme que emergió de la crisis del 2002 se redujo a la cuarta parte. Asimismo, se implementaron reformas de carácter estructural (generando reglas de juego consistentes, de acceso abierto y con los cambios organizacionales necesarios para darle credibilidad a esas nuevas estructuras de incentivos) en diversas áreas: tributaria, presupuestal, deuda pública, salud, vivienda, inclusión social, sistema financiero, funcionamiento de los mercados, promoción de inversiones, innovación, inserción externa, transparencia, cultura, etc. A propósito de este cúmulo de reformas, publiqué en 2015 un libro llamado Las nuevas reglas de juego en el Uruguay: incentivos e instituciones en una década de reformas, el cual da cuenta de todos estos procesos.

FE: ¿Cuáles son los principales desafíos en materia económica que enfrenta Uruguay en el corto y mediano plazo?

MB: Siempre es fundamental generar y mantener una plataforma de estabilidad y credibilidad en todas las áreas: escenario macroeconómico, reglas microeconómicas y bienestar social. Todo ello, por supuesto, en un contexto de estabilidad política, que es un factor históricamente saliente del Uruguay. La economía uruguaya ha crecido mucho en los años previos, pero para continuar un sendero de desarrollo sostenido, hay que prestar particular atención al despliegue de capital físico (infraestructura) y de capital humano (principalmente en el área educativa, la cual constituye uno de los desafíos centrales en los años venideros).

FE: Imagino que además de tu rol técnico haces política. ¿Cómo te relacionas con la vida política?

Como decía anteriormente, fueron dos facetas que, en mi caso particular, fueron evolucionando de manera concomitante. No tengo la visión de choque entre académicos y políticos. No concibo que las políticas las deban diseñar los técnicos y que la interacción política se vea como una interferencia ineficiente. Ese es un enfoque tecnocrático y considero, parafraseando a un gran filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, que constituye una falacia de falsa oposición. Justamente una contribución de la Economía Institucional refiere a que reconcilia la labor de técnicos y políticos, y visualiza los resultados de políticas como la síntesis de la interacción de todos los estamentos que integran el entramado de restricciones institucionales: siguiendo a Douglas North, el sistema político, el sistema de enforcement, las restricciones informales (culturas, hábitos, ideología), las relaciones de poder (naturaleza y balance de intereses sociales) y las capacidades burocrático-profesionales de la sociedad. Parte del desafío de diseñar e implementar políticas es saber gestionar el proceso político relevante en cada caso y creo que he aprendido bastante en esa dirección.

FE: Has investigado mucho las instituciones uruguayas. Estas son consideradas, en general, mejores que la media de la región. En tu opinión, ¿es ello correcto y por qué?

MB: En todos los indicadores que refieren a factores institucionales (sistema político, rol de los partidos, corrupción, estabilidad de reglas, transparencia, sistema judicial, capacidad burocrática, etc.), Uruguay siempre está muy bien posicionado en la comparación latinoamericana e, incluso en algunos aspectos como el de la democracia política, en la arena global. He tenido la oportunidad de estudiar y apreciar diversos marcos institucionales en América Latina y considero que es correcto que Uruguay (generalmente junto con Chile) se destaque positivamente. Los factores explicativos son múltiples y seguramente involucran raíces históricas de largo plazo en buena parte de ellos. País de inmigrantes con ideologías avanzadas desde el siglo XIX, fuerte énfasis en la preocupación social y en la equidad, una sociedad pequeña con mucho control de pares, varios gobiernos de vanguardia en su historia, fuerte apreciación de las instituciones democráticas y del rol del Estado, país con movilidad social en base a educación y méritos, etc.

FE: Uruguay es un país muy influenciado por la variabilidad en el precio de los commodities, como muchos otros países de la región, ¿Cuál crees es la combinación de política fiscal y monetaria óptima para estos países?

MB: Uruguay es un país pequeño y necesariamente abierto al mundo. Así se desarrolló desde sus orígenes y así sigue siendo en la actualidad. Por lo tanto, los precios de los bienes y servicios que exportamos son una variable de suma relevancia, junto con los tipos de cambio. Sin embargo, contrariamente a lo que puede inferirse, los términos de intercambio son mucho más estables que en la inmensa mayoría de los países latinoamericanos por nuestra estructura de comercio: exportamos e importamos commodities (principalmente petróleo, que ha sido el de precios más volátiles). No obstante, los precios altos han contribuido a una fase de alto crecimiento de nuestra economía. Un ingrediente básico de la política económica es la flexibilidad cambiaria, la que nos permite acolchonar y suavizar los shocks externos. Por otro lado las cuentas fiscales deben ser sustentables, por lo que la política fiscal debe tener como restricción permanente la trayectoria saludable de la deuda pública. Mantener niveles bajos de inflación es un requisito de estabilidad, por lo que de tener presiones inflacionarias, la política monetaria debe tener un sesgo contractivo, compatible con la competitividad estructural de la economía. En ese sentido, es crucial distinguir procesos estructurales (basados en fundamentos de largo plazo) de procesos circunstanciales a efectos de decidir la intervención cambiaria y suavizar volatilidades innecesarias y apreciaciones o depreciaciones cambiarias excesivas no soportadas por fundamentos.

FE: La victoria de Trump en US ha generado bastante incertidumbre en los mercados. Se espera un dólar fuerte asociado a mayores tasas de interés internacionales. ¿Cómo nos afectará ello en la región?

MB: Por el momento, el resultado electoral de los Estados Unidos ha generado mayor volatilidad e incertidumbre, mucho “ruido” en los mercados internacionales. La perspectiva de la suba de las tasas de interés y de un dólar apreciado es previa al proceso electoral y debería ser tomada como un dato del entorno para el despliegue de políticas. Tuvimos por varios años tasas cero, dólar por el piso, precios de commodities por las nubes y China creciendo al 10%. Nadie podía considerar que eso iba a durar para toda la vida. La recomposición de tasas, la recuperación del dólar, la reducción de precios y la desaceleración de China son todos factores anticipables. La política económica, además de balancear diversos objetivos (estabilidad de precios y financiera, competitividad, sustentabilidad de las cuentas públicas) y desplegar políticas consistentes, debe incorporar el enfoque del risk management. Un mundo volátil e incierto es un mundo plagado de riesgos. Por lo tanto, es imprescindible identificarlos, evaluarlos y mitigarlos desde la propia implementación de las diversas estrategias (diversificación productiva y comercial, manejo de activos y pasivos financieros, etc.). Los países que hemos desplegado esta perspectiva, estamos en mejores condiciones para afrontar los cambios que se están sucediendo en el mundo que aquellos que lamentablemente no lo han hecho. Un aspecto favorable, en todo caso, es la enorme gradualidad con que los procesos estructurales se están dando, más allá de la volatilidad mencionada.

FE: ¡Muchas gracias, Mario!