“La corrupción no debe conducir a la inmovilidad social”: Esther Duflo

Publicada originalmente el 17/11/2016 en LA Network.

Igual que en el entorno de las enfermedades terminales, el paciente puede considerarse una víctima y asumir el crítico estado de su salud como una derrota irremediable.

O, por el contrario, encontrar que la enfermedad es una oportunidad para luchar, sin pretender desconocer el aspecto grave de la dolencia. En otras palabras, no considera que esté disminuido en sus capacidades, sino exigido en sus potencialidades.

Asimismo, en la economía, la corrupción puede constituirse en un fenómeno que conduce a la inmovilidad social, o puede incitar a trabajar con mayor convicción en las aspiraciones de progreso.

Para Esther Duflo, Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2015, es imprescindible superar el “excesivo pesimismo” que genera la corrupción y evitar a toda costa que ella obre en contra de la concepción y la ejecución de planes y programas.

Considera que, aunque es desafortunado que en las actuaciones públicas y privadas “es algo que tenemos que tener en mente”, no hay que pensar que a consecuencia de este problema ya no se pueda hacer nada.

Duflo, también investigadora del MIT, estuvo en Medellín como conferencistas del encuentro Lacea-Lames que finalizó el sábado pasado, donde se exaltaron los resultados de sus investigaciones sobre economía del desarrollo y los estudios con miras a erradicar la pobreza. También sus aportes científicos sobre gobernanza y democracia.

Demostraciones en la práctica

Explicó que a partir de un extenso trabajo de campo realizado en varias poblaciones en la India, fue posible demostrar, en la práctica, que la desactivación de estructura burocrática detrás de algunos programas sociales que se nutren de transferencia de recursos provenientes del propio país o del exterior, conduce a obtener resultados positivos en contra de la corrupción.

Basada en el ejemplo del plomero, dijo que fue algo muy similar a detectar fugas en el sistema de las tuberías y a controlar el malgasto proveniente de la canilla central, o fondos públicos, lográndose en algunos casos un ahorro de dinero público de hasta seis millones de dólares.

Dichas experimentaciones partieron de la idea de que principios demasiado generales, como la necesidad de un buen gobierno o la eficiencia en el gasto público, son insuficientes para la creación de políticas públicas.

Otra intuición de la cual se partió, es que cuando hay ideas específicas sobre cómo alcanzar los anteriores principios, se presenta el inconveniente de que dichas ideas deben ser implementadas por la burocracia estatal, lo que da pie para que haya corrupción. Algo que también pudo demostrase en la práctica.

Dijo que su trabajo “arroja luz sobre los procedimientos utilizados en la implementación de las políticas públicas” y sobre la forma “en que los incentivos se prestan para que haya corrupción”.

En un ejemplo que citó, dio a conocer los “riesgo de fuga”, o de corrupción, que se presentan en la financiación centralizada de programas sociales, a partir del momento en que se transfieren los fondos para la ejecución de las políticas en el ámbito local y regional.

Otro ejemplo en la India “enfocado en la canilla”, mostró que la entrega de beneficios a través de la oficina postal de cada localidad, se prestaba para que los oficiales encargados de la implementación hicieran los retiros a nombre de los beneficiarios y se quedaran con una porción o con la totalidad del dinero. Por tal razón, dijo Esther Duflo, la solución fue utilizar un sistema de identificación biométrica que garantizara que el beneficio llegara realmente a quien fue destinado por el gobierno.

El resultado fue una mejora en el servicio, la cual se vio reflejada en un aumento de la popularidad del programa y en un aumento de su demanda.

“A través de imágenes satelitales pudimos comprobar que en las ruralidades donde el sistema biométrico estaba en funcionamiento, se presentó un aumento en la actividad agrícola, como resultado de un incremento en los ingresos de la población”, explicó.

No es solo falta de ingresos

De otro lado, Esther Duflo considera que la comprensión inadecuada del problema de la pobreza extrema, arroja como resultado que gran parte de las políticas que buscan la redención de la gente no logren sus objetivos.

Y, para ilustrar que la pobreza no es solamente una cuestión de ingresos sino también de falta de educación, de sanidad y de control sobre la propia vida, narra el ejemplo de quienes sin tener lo suficiente para alimentarse se compran un televisor. O el ejemplo de la gente más pobre del estado de Maharashtra en India que destina el 7% de su presupuesto en alimentos a comprar azúcar.

En contraposición, sobre un tipo de trabajo realizado por Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), describe que “durante dos años se trabajó de manera directa con más de 20.000 personas en situación de extrema pobreza en seis países diferentes. Se les propusieron distintas actividades agrarias en función del entorno y de cada cultura, además de formación, asesoramiento continuado y una ayuda económica suficiente como para que pudieran dedicarse de lleno a la actividad que habían elegido. El tercer año se les dejó en situación de completa autonomía. El resultado fue que, por cada euro invertido en este programa de desarrollo, se generaron entre 1,3 y 4,3 euros. La gente encontró un medio de subsistencia.”

Ejemplos como éstos y otros, ella los cita para concluir que la batalla contra la pobreza se puede ganar teniendo paciencia, trabajando de manera rigurosa y aprendiendo de la evidencia empírica.

No se gana, dice, cuando los políticos y los investigadores “son prisioneros de la ambición de querer hacer demasiado y resolver el problema de una sola vez”.

Fuentes de consulta

https://www.povertyactionlab.org/

http://www.premiosprincesa.es/