Bolivia en la encrucijada económica: Lecciones de la historia latinoamericana para evitar una crisis

Desde el año 2010, Bolivia celebra el día del Estado Plurinacional cada 22 de enero, una fecha que marca el cambio de nombre del país según lo establecido en la Constitución de 2009. Este cambio tuvo como objetivo reconocer la diversidad étnica que compone Bolivia, convirtiéndose en un día patrio que se caracteriza por un discurso o informe presidencial dirigido a la nación. Aunque personalmente no suelo seguir estos discursos, este año me encontré escuchando los últimos minutos por casualidad. Precisamente al final del discurso, el presidente y economista Luis Arce pronunció una frase que resonó en mí: «Pueblo que no conoce y aprende de su historia es pueblo que cometerá sus mismos errores». Esta cita, atribuida al poeta y filósofo estadounidense de origen español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borras, es empleada por Tim Kehoe, uno de los editores del libro «A Monetary and Fiscal History of Latin America 1960-2017«, cada vez que le toca presentar el mismo y del cual tuve el honor de ser uno de los autores del capítulo sobre la historia de Bolivia.

El libro se enfoca en narrar la historia de las políticas económicas aplicadas en América Latina entre 1960 y 2017, basándose en datos y un marco conceptual común. Su propósito es aprender de los errores de política económica del pasado para evitar repetirlos. Según el libro, siete de los once países estudiados han aprendido esta lección, manteniendo políticas fiscales conservadoras por más de una década y aplicando políticas monetarias consecuentes con la estabilidad macroeconómica (Esquivel et. al., 2021). Sin embargo, hay un caso dramático, Venezuela, y tres países considerados problemáticos (hasta 2019): Argentina, Bolivia y Brasil.

Brasil parece haber superado sus desafíos, mientras que Argentina lucha por recuperarse de una crisis severa. Bolivia, por su parte, se encuentra en un momento crítico en el que, de no adoptar decisiones de política económica acertadas, podría seguir el mismo camino que Argentina. De hecho, a la conclusión que llegábamos en el capítulo referido a la historia de Bolivia (también al 2019), decíamos que el país presentaba inquietantes similitudes con las políticas implementadas en la década de 1970. El país experimenta un tipo de cambio fijo, una disminución de las reservas internacionales y un crecimiento del déficit fiscal. Si el gobierno no implementa medidas correctivas, podría enfrentar una crisis de balanza de pagos a medida que los agentes perciban el agotamiento de las reservas y la incapacidad del Banco Central para mantener el tipo de cambio fijo.

Este momento crítico parece estar cerca, ya que las reservas a diciembre de 2023 se situaron en $us. 1808 millones, de los cuales solo $us. 166 millones son divisas, y se registra un pasivo de $us. 99 millones. Además, el riesgo país ha aumentado, con un EMBI de 18.8 (al 7 de febrero). Si bien este spread es menor que el de Argentina, durante los meses de diciembre y enero, superó el de Argentina y de hecho fue el más alto de América Latina (excluyendo a Venezuela). La existencia de un tipo de cambio paralelo cotizado en 8.40 Bs/$us, con una diferencia de 1.44 Bs respecto al oficial, junto con la creciente escasez de combustibles, evidencia las dificultades del gobierno para mantener los subsidios a los carburantes debido a la falta de dólares para pagar a los proveedores externos. Esto sugiere una disminución de los ingresos, lo que podría reflejarse en un déficit mayor al observado en 2022, que ascendió a 7.1% del PIB.

Sin embargo, este no es el momento de sumirse en lamentos; siguiendo la sabia premisa de Santayana, es el instante propicio para extraer lecciones de la historia, no solo de nuestro país, sino también de otros. No por nada, una lección que emana del libro mencionado es que la mayoría de los problemas en América Latina, así como sus causas, se entrelazan con diversos factores comunes. Un ejemplo revelador es México, que enfrentó una crisis de balanza de pagos y de deuda en 1982. Según lo destacado por Esquivel et al. (2021), esta crisis representó la tormenta perfecta, resultado de la falta de disciplina fiscal, shocks externos y una serie de devaluaciones que incrementaron abruptamente el valor de la deuda pública y privada denominada en dólares en proporción al PIB.

Dichos autores indican que, la devaluación del peso en agosto de 1982 fue una consecuencia de la crisis de la deuda, aunque la significativa devaluación en febrero del mismo año fue un intento de prevenir la crisis. Lamentablemente, el aumento en el valor de la deuda privada denominada en dólares en relación con el producto, originado por esta devaluación, desencadenó una crisis bancaria que obligó al gobierno a nacionalizar los bancos y asumir sus deudas. A su vez, el gobierno mexicano recurrió a incrementar la inflación e implementar tipos de cambio múltiples, generando grandes transferencias hacia algunos agentes económicos a expensas de otros y generando incentivos distorsivos que solamente prolongaron la crisis.

Pero México no solo sirve como ejemplo de lo que se debe evitar para prevenir una crisis, sino también de las acciones que se deben emprender en momentos críticos. Siguiendo a Esquivel et al. (2021), en diciembre de 1994 y enero de 1995, una crisis de balanza de pagos se desencadenó debido a una devaluación combinada con el corto vencimiento de la deuda indexada al dólar (tesobonos), a pesar de que México no enfrentaba problemas fiscales en ese momento[1]. Esta situación crítica podría haber desembocado en un incumplimiento de pagos si México no hubiera obtenido un crédito de $us 50 mil millones, provenientes del Tesoro Americano, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros acreedores oficiales. Obviamente este crédito conllevaba una tasa de interés elevada y estaba respaldado por los ingresos generados por las exportaciones de petróleo. Al final, México optó por endeudarse solo por $us 22 mil millones y, de manera diligente, procedió a saldar rápidamente dicha deuda. Este episodio demuestra cómo México implementó medidas efectivas para superar la crisis, utilizando recursos financieros de manera prudente y gestionando su deuda de manera estratégica.

Durante la conferencia «The Credibility of Government Policies: Conference in Honor of Guillermo Calvo,» llevada a cabo en la Universidad de Columbia del 22 al 24 de febrero de 2023, Ernesto Zedillo, quien ocupó la presidencia de México en ese crucial período, compartió revelaciones esclarecedoras sobre la crisis de 1994. Tan solo 10 días antes de asumir el cargo en diciembre de ese año, Zedillo descubrió una inconsistencia intertemporal, término que denota una credibilidad gubernamental sumamente limitada. Al momento de su asunción, se le informó que México contaba con $us. 6 mil millones en reservas, lo cual resultó ser falso, ya que el país también acumulaba pasivos cercanos a los $us. 30 mil millones, es decir, poseía reservas internacionales netas negativas.

Consciente de que ajustar la economía con reservas negativas era impracticable y que la disminución de las reservas equivalía a una pérdida del 20% del PIB anual, Zedillo optó por una acción inmediata. La única alternativa viable era restringir el gasto, pero antes de lograr este ajuste, era imperativo abordar la problemática de la inconsistencia intertemporal para restablecer la credibilidad gubernamental. La clave radicaba en obtener recursos financieros no con el propósito de gastarlos, sino como un medio para demostrar a la población que el programa de estabilización tenía la capacidad de funcionar. Por este motivo, se negoció un crédito de $us. 50 mil millones, del cual únicamente se utilizó $us. 22 mil millones, enfocándose en restablecer la confianza en la efectividad del programa de estabilización económica.

El caso de México, así como de otros países brinda lecciones cruciales para que Bolivia evite caer en una crisis económica con repercusiones tan o más devastadoras que las experimentadas en la década de los 80. Para lograrlo, es imperativo no repetir los errores del pasado, como la tentación de devaluar la moneda o implementar tipos de cambio diferenciados, así como medidas confiscatorias hacia la provisión de dólares por parte del sistema financiero y los exportadores.

La resolución del problema de inconsistencia intertemporal se presenta como una piedra angular en este proceso. En este sentido, tomando como referencia la estrategia adoptada por México, resulta esencial asegurar un respaldo financiero sustancial, incluso si no se utiliza de inmediato. En este sentido, la opción más viable a corto plazo radica en que el gobierno busque un crédito internacional, ya sea a través del FMI, otro gobierno o cualquier otro acreedor, con el propósito de estabilizar las expectativas económicas. Este representa el primer paso, crucial pero no definitivo. Simultáneamente, este paso inicial debe ir de la mano con la implementación de un plan de ajuste fiscal. Este plan conlleva la revisión de políticas, incluyendo subsidios y el tipo de cambio fijo, entre otras consideraciones. Aunque este proceso requerirá tiempo y análisis cuidadoso, se vislumbra como una medida necesaria y respaldada para garantizar la estabilidad económica a largo plazo.

Referencias:

Esquivel Carlos, Timothy J. Kehoe y Juan Pablo Nicolini (2021) “Lessons from the Monetary and Fiscal History of Latin America” en A Monetary and Fiscal History of Latin America, 1960-2017, Timothy J. Kehoe y Juan Pablo Nicolini (editores), University of Minnesota Press.


[1] Esta es la denominada crisis Tequila, denominada así por el ex presidente de Argentina Carlos Saúl Menem