Mantener la estabilidad financiera es clave para apoyar la recuperación económica en América Latina

[1]Por Andrew Powell y Liliana Rojas-Suárez

Ya es altamente conocido que, en términos económicos, América Latina y el Caribe es la región más golpeada del mundo por la COVID-19.  En su reporte del 5 de enero de este año, el Banco Mundial estima que la recesión del Producto Bruto Interno (PIB) alcanzó el 7% en el 2020. Teniendo en cuenta la magnitud del shock, los sistemas financieros están lidiando con la crisis notablemente bien, pero puede que los datos actuales de los balances no estén reflejando el golpe que los bancos podrían tener que asumir eventualmente. Existe el peligro de que se estén subestimando los riesgos en una situación en la que es imprescindible que los bancos se mantengan saludables para lograr la recuperación económica.

América Latina y el Caribe iniciaron la era de la COVID-19 con sectores financieros relativamente sólidos; cuando se declaró la crisis, los bancos tenían altos ratios de capital y grandes reservas de liquidez. Sin embargo, la pandemia ha sido un shock de la demanda y de la oferta; se han perdido más de 30 millones de empleos, numerosas empresas han cerrado, y el desempleo se ha disparado. Los sistemas financieros sólo son tan fuertes como lo sean los sectores económicos a los que prestan, y los bancos seguramente se verán sometidos a una tensión considerable, donde los riesgos de crédito serán el centro de la atención.

Un nuevo reporte[2] de un grupo de trabajo[3] organizado por el Center for Global Development (CGD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que codirigimos, analiza los desafíos que plantea la pandemia para mantener la estabilidad financiera en la región y proporciona recomendaciones detalladas sobre cómo asegurar que los bancos jueguen un rol constructivo en la fase de recuperación. En este blog, abordamos algunas de las principales consideraciones y recomendaciones del reporte.

La credibilidad de los bancos centrales es un imperativo

A diferencia de las crisis de los años ochenta y noventa, la mayoría de los países de la región cuenta con marcos monetarios sólidos, y una inflación baja. Además, hay más países que han adoptado regímenes de meta de inflación, han mantenido niveles de reservas adecuados y que cuentan con bancos centrales creíbles. Esta credibilidad ha permitido a numerosos bancos centrales reaccionar ante la pandemia reduciendo las tasas de interés e inyectando grandes cantidades de liquidez en sus economías, manteniendo las expectativas de inflación ancladas y la flexibilidad del tipo de cambio sin sufrir una drástica inestabilidad monetaria. Quizá alentados por esta experiencia, algunos países están contemplando cambiar los estatutos del banco central para proporcionarles aún más flexibilidad de cara a adquirir valores públicos y privados, y en los mercados primarios, no sólo en los mercados secundarios.

Sin embargo, hay riesgos si se va demasiado lejos. Nuestro reporte recomienda que los bancos centrales se centren en proporcionar liquidez, evitando el financiamiento monetario de los déficits fiscales y la absorción de riesgo crediticio del sector privado en sus balances. En resumen, los bancos centrales deben mantener la credibilidad que les ha permitido ser efectivos. Esta credibilidad se ha ganado hace relativamente poco tiempo y se puede perder fácilmente. Los bancos centrales de algunas economías avanzadas están emprendiendo grandes programas de compra de activos, pero cuentan con la fortaleza de décadas de desarrollo institucional. En vez de estas compras de activos, y aunque no sean sustitutos perfectos, los gobiernos de América Latina harían bien, si fuera necesario, en dirigirse al FMI y a los bancos multilaterales de desarrollo (BMDs) en busca de apoyo y recursos fiscales adicionales.

Dado que la deuda externa del sector privado aumentó considerablemente en el período previo a la pandemia, ya que las empresas aprovecharon las bajas tasas de interés en dólares para emitir deuda en el exterior, los países se enfrentan al desafío de lidiar con empresas con altos pasivos externos denominados en dólares, pero cuyas fuentes de ingreso en dólares se han derrumbado. La mayoría de los países cuentan con regulaciones para restringir los descalces de moneda en los balances de los bancos, pero los bancos centrales deben asegurarse de que todas las transacciones denominadas en moneda extranjera se declaren y de que los riesgos sean evaluados. Con este objetivo, los bancos centrales deberían desarrollar metodologías para estimar los riesgos de las empresas, incluyendo los riesgos de refinanciamiento y de solvencia, y de llevar a cabo pruebas de estrés sobre cómo las emisiones de deuda de las empresas en el extranjero pueden impactar a diferentes sectores, entre ellos los sistemas financieros. Es posible que los formuladores de políticas eventualmente tengan que adoptar medidas preventivas para ayudar a algunas empresas a reestructurar la deuda o proporcionar inyecciones de capital u otros instrumentos similares.

 

Evitar que los problemas de liquidez se vuelvan problemas de solvencia

Las empresas y las familias han perdido ingresos, y para muchas de estas, parece muy poco probable que este ingreso se recupere algún día. Puede que en unos pocos años los países vuelvan a los niveles de ingreso per cápita de 2019, y que algunas empresas recuperen los niveles de ingreso del pasado, pero el ingreso que se ha perdido, perdido está. Al mismo tiempo, numerosos países han facilitado la reprogramación de préstamos con largos períodos de gracia, y algunos incluso han decretado la postergación de los pagos. Sin embargo, estos préstamos tienden a reportarse como en cumplimiento (o en regla) y, en la mayoría de los casos, a los bancos no se les obliga a tener provisiones adicionales. El Cuadro 1 ofrece detalles de estos programas.

Cuadro 1. Resumen de las moratorias/postergaciones de pagos de préstamos o medidas de reprogramación de los préstamos

Fuentes: Autoridades nacionales, FMI y KPMG.

Una importante preocupación es qué ocurre cuando los períodos de gracia de un préstamo y las postergaciones llegan a su fin. Este no es sólo de un problema de liquidez, el verdadero problema es la solvencia. Además, durante el período de suspensión de pagos, la información sobre la solvencia de los prestatarios se pierde. Por lo tanto, se vuelve cada vez más difícil identificar los verdaderos riesgos.

Nuestro reporte recomienda que las postergaciones de los pagos sean temporales, y que los bancos informen continuamente a los supervisores sobre sus estimaciones de la calidad de sus préstamos, evitando así que los supervisores y los bancos centrales no tengan una visión demasiado optimista de la situación.

Los requisitos de provisiones vinculados a las clasificaciones de los préstamos deben estar vinculados a estimaciones razonables de las pérdidas esperadas. Esto probablemente implique tener que recurrir a los colchones de capital de los bancos hasta cierto punto. Vivimos tiempos extraordinarios; por tanto, es de esperar que se haga algún uso de estos colchones. Los bancos y sus supervisores pueden acordar y comunicar un plan para restaurar estos colchones. Una estimación creíble de las pérdidas esperadas y una planificación que asegure la sostenibilidad financiera generará confianza. Pretender que los niveles de capital no caerán y que los préstamos con pagos diferidos mantienen una posición sólida no la generará.

 

 

Las garantías son útiles, pero no es la única alternativa

Numerosos países han creado programas de garantía públicas para apoyar el crédito. En algunas economías, los programas anunciados han sido de alta cuantía. Dadas las preocupaciones sobre los costos fiscales potenciales y la intención de asegurarse que los bancos internalicen los riesgos que estos créditos conllevan, las garantías han sido parciales, y han cubierto entre el 50% y el 90% del monto del crédito, dependiendo del programa. Sin embargo, los bancos han sido reacios a prestar a algunas empresas cuyos riesgos, a pesar de las garantías, se perciben como demasiado altos. La participación ha sido más bien limitada, aunque los programas han seguido creciendo. El Gráfico 2 contrasta el volumen de las garantías realmente otorgadas con el tamaño anunciado de los programas en algunos países.

Gráfico 2. Tamaño de los programas de garantía en países seleccionados (porcentaje del PIB)

Fuente: Autoridades nacionales.

Nota: Datos hasta el 22-29 de octubre de 2020.

 

La región tiene un gran número de empresas muy pequeñas, muchas de ellas informales y carentes de relaciones bancarias, colaterales o historial crediticio. En este contexto, los préstamos bancarios garantizados tienen una utilidad limitada. Es probable que el único instrumento útil para ayudar a este tipo de empresas sea una transferencia; pero un programa de esta naturaleza debería ir acompañado de un mecanismo para recopilar información sobre la viabilidad de largo plazo de estas empresas.

Otras empresas, de mayor tamaño, podrían ser viables a medida que las economías se recuperen, pero, si enfrentan niveles de deuda muy altos, puede que no sobrevivan. Acumular más préstamos, aunque estén garantizados, probablemente no sea la respuesta. Y, por último, puede que haya otro grupo de empresas donde los riesgos son muy altos debido a los cambios estructurales generados por la crisis; estas empresas podrían ser viables, pero los bancos no querrán prestarles con garantías parciales. En este caso, puede que lo más indicado sea utilizar instrumentos de capital, en vez de deuda.

Las garantías siguen siendo una herramienta útil, pero sobre todo para las empresas que cumplen con ciertos criterios, como las empresas formales de tamaño medio que tienen una relación bancaria y cuyos riesgos son moderados. Los programas de garantías deben ser transparentes y el sector público debe provisionar adecuadamente para cubrir pérdidas estimadas.

Un programa complementario para proporcionar capital de apoyo podría ser un muy útil. Una medida de este tipo da la posibilidad de que, además de asumir los riesgos por pérdidas, los gobiernos también tengan la posibilidad de obtener un beneficio si los resultados son mejores de lo esperado, minimizando potencialmente las pérdidas fiscales (o incluso arrojando ganancias) y podría evitar que crezca la deuda en empresas que ya están sobre endeudadas. Es esencial para el éxito de un programa de este tipo la creación de estructuras y reglas que aseguren que las inversiones públicas vayan a empresas que realmente se perciban como viables, y no a aquellas que sólo tengan conexiones políticas. En este sentido, las instituciones de apoyo al sector privado que son parte de los BMDs, tales como el IDB Invest y la Corporación Financiera Internacional (IFC) pueden ayudar en el diseño de estos programas, elaborando las reglas de funcionamiento e incluso evaluando qué empresas podrían beneficiarse de las inyecciones de capital. Si se realiza correctamente, este esfuerzo también podría mejorar la gobernanza corporativa y desarrollar los mercados de capital en la región.

Elegir los instrumentos adecuados para apoyar a las empresas será crucial para aprovechar al máximo los recursos fiscales limitados de la región, sobre todo porque numerosos países comenzaron la pandemia con posiciones fiscales débiles.

 

Estabilidad financiera para la recuperación de la crisis

Las economías de la región han sufrido fuertemente con la pandemia, aunque al parecer los bancos están soportando adecuadamente la crisis en este momento. Sin embargo, debido a las postergaciones en el pago de los préstamos, las reestructuraciones y los grandes programas de garantías patrocinados por el Estado, muchos de los verdaderos impactos en los bancos están ocultos. Solo cuando estos programas lleguen a su fin empezaremos a ver el daño real en los balances de los bancos. Una crisis financiera sólo agravaría las dificultades económicas actuales, sobre todo para los estratos más pobres. La velocidad de la recuperación, dependiendo del éxito de la reapertura y de una posible segunda ola, determinará la magnitud del desafío. Sin embargo, la recuperación también dependerá de si los bancos se encuentran en condiciones de ofrecer crédito a medida que la demanda se recupere. Asegurar la estabilidad financiera minimizará las dificultades económicas y permitirá a los bancos jugar un rol constructivo en la fase de recuperación.

 

[1] Este blog está basado en un artículo publicado en inglés en International Banker, Finance Publishing, Autumn 2020

[2] https://www.cgdev.org/publication/sound-banks-healthy-economies-challenges-policymakers-latin-america-and-caribbean-times

[3] https://www.cgdev.org/working-group/sound-banks-healthy-economies-latin-america-and-caribbean-working-group