Entrevista a Alejandro Gaviria Uribe

Comenzamos hoy una serie de entrevistas a académicos que se desempeñan o desempeñaron en la función pública.

Alejandro Gaviria Uribe es Ministro de Salud y Protección Social de Colombia. Intelectual, Doctor en Economía, fue decano de la escuela de economía de la Universidad de los Andes, Director de Fedesarrollo e investigador del Banco Inter-Americano de Desarrollo.

FE: Cuéntanos cuál es tu formación. ¿Dónde estudiaste y sobre qué temas investigaste antes de dedicarte a la función pública?

Hice mi doctorado en la Universidad de California, San Diego, a finales de los años noventa. Escribí mi tesis sobre movilidad intergeneracional e interacciones sociales. Trabajé más de una década como investigador en estos temas y otros asuntos sociales, educación, salud, economía del crimen, etc.

FE: ¿Quiénes te han influenciado en tu vida y por qué?

En mi vida académica, me influenciaron mis jefes y coautores, Ricardo Hausmann, Jere Behrman, Eduardo Lora, Juan Luis Londoño, etc.

En mi trabajo como opinador, como generalista, como participante consuetudinario en los debates públicos de mi país, las mayores influencias vienen de algunos pensadores liberales: Isaiah Berlin, Albert O. Hirschman, Joseph Brodsky, Christopher Hitchens, etc.

FE: ¿Qué te motivo a entrar en la función pública?

En mi país ha existido una larga tradición tecnocrática, se espera o se esperaba –esto ha cambiado un poco– que los académicos pasáramos algunos años en la función pública. Yo ya lo había hecho a comienzos de la década pasada. Después regresé a la academia, pero seguí participando activamente en los debates públicos. Escribí una columna semanal por ocho años y escribí dos libros para el público general.

Pero debo confesar que tuve muchas dudas cuando, hace ya cuatro años, me ofrecieron regresar a la función pública. Los costos personales son grandes. Valoro mucha la independencia intelectual. Alguien me dijo, “la independencia es para gastársela”. Otros me dieron consejos similares. Me quedé sin muchos argumentos. Decidí, entonces, aceptar la posición. No ha sido fácil. He tenido momentos difíciles, frustrantes, de desesperación. Hace poco me dijo un empresario argentino, “esos puestos son trituradores de personas”. Razón no le falta. Pero con todo no me arrepiento.

FE: ¿Cómo cambio tu visión de la vida académica tu paso por la función pública?

De una manera obvia, me he vuelto más exigente con lo que Arnold Harbeger llamó el “test de relevancia”. Al respecto me gusta usar una frase de James Q. Wilson: “curiosities don´t make policies”. También me he vuelto más consciente de la importancia del lenguaje, de la claridad narrativa, de la retórica en un buen sentido.

FE: ¿Además de tu formación general de economista, crees que tu paso por la academia y tu investigación te sirvieron para ser un mejor funcionario?

Ha sido fundamental. Me ha dado herramientas para el debate público. También credibilidad que, en este mundo, lo es casi todo. Escribo mis discursos. Tengo un blog que uso para hacer pedagogía. Sigo leyendo papers. A mí me anima una suerte de optimismo: creo que la academia y la función pública se complementan. La academia mejora la función pública y viceversa.

FE: ¿Haces política? ¿Cómo te relacionas con la vida política?

No hago política electoral. No tengo aspiraciones en ese sentido. Pero por supuesto me relaciono con la vida política: tengo reuniones frecuentes con congresistas, asisto semanalmente a debates de control político, doy discursos en plaza pública, visito centros de salud por todos lados, etc. Lo hago siempre tratando de ser fiel a mis principios y con la libertad que da no tener ningún apego al poder.

FE: ¿Crees que el sector público provee buenos incentivos para comportarse honesta y capazmente o dependemos de la motivación intrínseca y los valores éticos de los funcionarios?

La motivación intrínseca es fundamental. Los incentivos son débiles. Creo que muchos buenos funcionarios son con frecuencia figuras trágicas: deben luchar contra la insensatez y el oportunismo sin esperar reconocimiento.

FE: ¿Qué valor le asignas al conocimiento empírico en la toma de decisiones?   

En mi caso, bastante. Pero la claridad conceptual y la coherencia lógica son tan importantes como el conocimiento empírico. Uno con el tiempo va acumulando mucha información, estos trabajos son una fuente diaria de etnografía. Ordenar toda esa información es difícil. La teoría y la conceptualización son por lo tanto fundamentales.

Me ha sorprendido, de otro lado, que la toma de decisiones está muchas veces influenciada por los juicios coyunturales y superficiales de los medios de comunicación y la opinión pública. Yo lo llamo la “retórica de la acción”: se toman decisiones no para resolver los problemas sino para aparentar que se están resolviendo.

FE: ¿Cuáles son los principales desafíos en materia de salud en América Latina?

Lidiar simultáneamente con la presión demográfica (el envejecimiento de la población), la presión socioeconómica (las expectativas en aumento) y sobre todo la presión tecnológica (el costo creciente de la innovación farmacéutica). Un tratamiento para el cáncer de colon, por ejemplo, cuesta diez veces más ahora que hace una década. Además, existe una brecha entre valor y precio en la innovación en salud: los nuevos medicamentos aportan poco en general, pero cuestan mucho más. Los ministerios de salud deben tener grandes capacidades regulatorias. Están sometidos a presiones inmensas. Pero muchas veces no tienen ni el conocimiento ni la legitimidad para afrontar estos retos.

FE: ¿Deberían los países adoptar algún tipo de seguro nacional de salud?

Yo sí creo. Las desigualdades en salud son inaceptables, intolerables. Uno puede aceptar algunas desigualdades en otros campos, pero en salud no. Por ejemplo, la vida de un niño con cáncer no puede depender de la capacidad económica de sus padres.

FE: ¿Cómo nos estamos preparando para atender la salud de una población cada vez más longeva?

En general, todos los países tratamos de hacer lo mismo: de enfatizar la prevención, aumentar los recursos y controlar el gasto de varias maneras. Pero el impacto del envejecimiento de la población va a ser muy grande. No estamos preparados. En mi país estamos enfrentando, en este momento, un fuerte debate: se le está exigiendo al sistema de salud que asuma el costo de los cuidadores para personas mayores sin tener los recursos para hacerlo.

FE: ¿Cuáles han sido las reformas más importantes que has realizado durante tu gestión?

Citaría cuatro: una política de regulación de presión de medicamentos monopólicos, una política para la evaluación de la innovación farmacéutica y la posterior inclusión de los medicamentos y dispositivos en el sistema público, una política para la regulación financiera de las compañías aseguradores (EPS) que intermedian los recursos públicos y una ley que regula y precisa el derecho fundamental a la salud.

También cabe citar una serie de reformas distintas, de énfasis liberal: la aprobación de la eutanasia para enfermos terminales, la legalización de la marihuana medicinal, la suspensión por motivos de salud de las aspersiones aéreas de cultivos de coca, la defensa de la interrupción voluntaria del embarazo y la declaración de interés público de un medicamento para el cáncer.

FE: ¿Qué reforma te gustaría impulsar que aún no has podido?

Estoy ahora en medio de un debate muy difícil sobre el aumento de los impuestos al tabaco y la imposición de un gravamen a las bebidas azucaradas. Ya veremos en qué termina.

FE: ¿Cuál crees vos que son los grandes desafíos de América Latina?

En lo económico, el aumento de la productividad; en lo social, la disminución de la desigualdad y el aumento de la movilidad; y en lo político, las dificultades impuestas por las expectativas crecientes en medio de un contexto más adverso.

FE: ¡Muchas gracias, Alejandro!