Medidas para una prensa más diversa

Cuando Mujica era presidente, se reunió en su residencia presidencial con los directores de empresas públicas (en su rol de gente que gastaba plata en “publicidad oficial”) y planteó la idea de recortar la publicidad oficial a aquellos medios que reportaban los temas de inseguridad, de una forma que no fuera de su agrado. Hace unos días, el Plenario del Frente Amplio le echó la culpa del déficit de mil millones de dólares de ANCAP (1,8% del PIB) y de la mentira del vicepresidente Sendic sobre su título universitario a la oposición y a la prensa.

Hoy quiero comentar varios trabajos que apuntan a dos ideas: la primera es una demostración empírica que una prensa libre es importante para reducir la corrupción (y por tanto avala lo que todo el mundo sabe: que intentar controlar a la prensa es un ataque directo a la democracia); la segunda es que hay medidas fáciles de adoptar que generan diversidad ideológica en la prensa.

Hace un tiempo Brasil decidió auditar a los municipios respecto a su uso de fondos federales con una lotería, y divulgó los resultados de las auditorías a los jueces y a los medios de prensa. Los economistas Claudio Ferraz y Federico Finan analizaron a los gobernantes que podían ser reelegidos en el 2004 y se fijaron cómo cambiaban sus chances de reelección en función de: si eran auditados antes de la elección o después; si se había encontrado, o no, corrupción en la auditoría; si en el municipio había una radio local. Mostraron que aunque la probabilidad de reelección era la misma para aquellos auditados antes, o después, la probabilidad de reelección para los que habían sido corruptos caía de un promedio de 40% a 33%, y que si había una radio local, caía a 29%. Es decir, las radios locales ayudan a echar a los políticos corruptos.

Encontraron también que aunque los gobernantes en su segundo período (sin posibilidad de ser reelegidos) tienden a ser más corruptos que los del primer período (ya que no tienen incentivos a portarse bien), eso no es así en las municipalidades con radios locales (donde las radios hacen “justicia” castigando a los corruptos que no tienen incentivos a portarse bien).

Otra forma de mostrar la importancia que tiene para los malos gobiernos controlar a la prensa es la siguiente. Durante la presidencia de Fujimori, Vladimiro Montesinos llevó un registro muy detallado de sus sobornos a jueces, políticos y medios de prensa. Obligaba a los sobornados a firmar un contrato, filmaba las transacciones, y exigía recibos por el dinero. Si un personaje recibía un soborno alto, quiere decir que podía restringir en mucho las acciones o el poder de Montesinos.

John McMillan y Pablo Zoido mostraron que la prensa es tan importante, que el típico soborno pagado a un dueño de un canal de televisión era cien veces más grande que el que se pagaba a un político promedio. A su vez, los sobornos a los políticos eran más grandes que los sobornos pagados a los jueces. Para dar una idea de los tamaños, lo que se pagaba a un canal de televisión era cinco veces lo que se pagaba a todos los políticos opositores. Deducimos que el más importante de los pesos y contrapesos sobre el poder y las acciones del gobierno, era la televisión. Por si fuera poco, esos sobornos a los canales están subestimados, ya que no cuentan lo que se gastaba en publicidad oficial.

Uno puede pensar que los canales o los diarios reciben coimas o publicidad oficial pero igual reportan en forma ecuánime. Eso no es así. Rafael Di Tella e Ignacio Franceschelli estudiaron la correlación entre la cantidad de publicidad oficial que recibía cada diario, y su cobertura de los escándalos de corrupción en Argentina. Mostraron que un aumento de 260.000 pesos argentinos en publicidad oficial, reducía en 1/3 de página principal por mes la cobertura de los escándalos de corrupción. Los autores argumentan que ese efecto es grande: ese tercio de página principal es un movimiento grande en relación a las variaciones mes a mes de la cobertura de escándalos.

En el caso de Uruguay, el gobierno no sólo ha amenazado con reducir la publicidad oficial, sino que implícitamente amenazó a los canales de televisión con quitarles sus licencias. Concretamente les “recordó” que “los medios son concesiones precarias”; las licencias que se otorgan a los canales de TV pueden ser revocadas en cualquier momento.

Sin ser tan agresivo, el gobierno podría obtener una prensa más diversa haciendo que fuera más rentable tener un medio. Eso no es sólo favorable al gobierno; en principio es un bien público. En un estudio reciente Gentzkow, Shapiro y Sinkinson estudiaron la diversidad ideológica, y cantidad de diarios por ciudad en Estados Unidos en 1924 (antes de la tele, cuando los diarios eran la única fuente de información; en 1923 “nadie” tenía radio, y entre el 23 y 1929 60% de las familias americanas compraron radios). Los datos, y el modelo para analizarlos ilustran varias ideas importantes.

En primer lugar, si es cierto que hay “muchos” medios de derecha en nuestro país, sería fácil hacer que entrara otro de izquierda (no cuento el “cierre” de la República como evidencia en contra de esto, porque adjudico su salida a su mala calidad). En sus datos, si en una ciudad ya había un diario afiliado con los Republicanos, era 15 puntos porcentuales más probable que un entrante se afiliara con los Demócratas.

Los autores muestran que los subsidios a los diarios incrementan la entrada de actores al mercado, bajan los precios de venta al público (por la competencia) y aumentan la diversidad ideológica. Si un gobierno no quisiera subsidiar directamente, podría permitir a los diarios acordar precios de venta más caros o permitir un cartel en la venta de publicidad. Ambas medidas van en contra de la Defensa de la Competencia hoy, pero harían más rentables a los diarios. Los autores se inclinan por dejar a los medios fijar conjuntamente el precio de la publicidad; de esa manera se genera más entrada de medios, baja el precio al público y aumenta la diversidad.

En nuestro país, el gobierno debería hacer que las licencias de los medios no sean precarias (para reducir su influencia) y poner reglas claras sobre cómo se va a asignar la publicidad oficial. No es la publicidad oficial la que es mala (en sí misma), sino su uso discrecional para premiar o castigar a los medios, y también porque se usa para promover los intereses políticos del gobierno de turno. Si quiere diversidad, que subsidie directamente, o que permita la fijación conjunta de precios de la publicidad.

 

Una versión previa de esta nota fue  publicada el sábado 26 de marzo en el periódico El Observador.

 

Referencias

Di Tella, Rafael, and Ignacio Franceschelli. 2011. “Government Advertising and Media Coverage of Corruption Scandals.” American Economic Journal: Applied Economics, 3(4): 119-51.

Ferraz, Claudio, and Frederico Finan. 2011. “Electoral Accountability and Corruption: Evidence from the Audits of Local Governments.” American Economic Review, 101(4): 1274-1311.

Gentzkow, Matthew, Jesse M. Shapiro, and Michael Sinkinson. 2011. “The Effect of Newspaper Entry and Exit on Electoral Politics.” American Economic Review, 101(7): 2980-3018.

Mcmillan, John, and Pablo Zoido. 2004. “How to Subvert Democracy: Montesinos in Peru.” Journal of Economic Perspectives, 18(4): 69-92.