26 de marzo de 2016. Por Sergio Berensztein para La Gaceta.
La rueda de prensa de los presidentes Barack Obama y Mauricio Macri fue una celebración por la amistad recuperada. Intercambiaron elogios personales, por supuesto, pero no sólo eso: lo principal es que fijaron una agenda de cooperación amplia, que cubre desde comercio hasta cambio climático y desde derechos humanos hasta disputas judiciales sobre la deuda argentina. Obama señaló a Macri como un modelo del proceso de cambio iniciado en América Latina. Lo felicitó por su capacidad para llevar a cabo rápidamente reformas económicas y por haber abierto las posibilidades de estabilización de las relaciones financieras del país.
La nueva política económica del presidente argentino requiere de aliados externos que lo fortalezcan internamente. La visita de Obama, que dejó la impresión de que Argentina es amigable a los intereses de Estados Unidos en la región, puede considerarse un paso firme en esa dirección. En medio de la crisis política en la cual Brasil se hunde a diario, la inestabilidad de Evo Morales en Bolivia y el descontrol monetario y de seguridad en Venezuela, Washington saluda el fin de esta nueva izquierda y la llegada de liderazgos modernos a la región. La cumbre Obama-Macri supone el certificado de defunción simbólico de los populismos latinoamericanos. En esta vuelta de página, se acordó una declaración conjunta entre la ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina y el secretario de Estado de los Estados Unidos en apoyo de la Organización de Estados Americanos y del Sistema Interamericano de Derechos Humanos para fortalecer el sistema interamericano frente a las experiencias de regionalismo sudamericano de la última década, que excluían deliberadamente a Estados Unidos.
El centro de gravedad de este nuevo regionalismo gira en torno de (y a favor de) Washington. Canadá y México, los otros vecinos norteamericanos, muestran posiciones favorables a partir de la sintonía entre sus respectivos mandatarios Justin Trudeau, Enrique Peña Nieto (además del propio Obama). A esto se suma la histórica apertura de Cuba en el Caribe y la alianza con Macri en el Sur. Cristina Fernández de Kirchner había optado por una política exterior alternativa, con foco en la relación con nuevos actores, como China, Rusia, Irán o Venezuela. Una estrategia que rompió los ejes habituales de Argentina a favor de Occidente. Después de 12 años en esa tesitura, el giro sugerido por Macri se recompensó casi de inmediato con el espaldarazo de la visita, a tres meses de haber asumido, del primer mandatario norteamericano. La imagen internacional del líder de Cambiemos crece a paso veloz. Despegó en el World Economic Forum de Davos y el contacto con el primer ministro británico David Cameron. Ganó altura con las visitas al país de los mandatarios italiano Matteo Renzi y francés Françoise Hollande. La llegada de Obama permitió a Mauricio Macri alcanzar la velocidad crucero en su objetivo de proyectar a la Argentina como líder regional.
Todos los acuerdos firmados durante la visita del presidente norteamericano conducen a que los incentivos de actores públicos y privados, nacionales e internacionales, mejoren la posición argentina en el mundo. La canciller Susana Malcorra sintetizó este punto como “relaciones maduras e inteligentes entre pares”. El Acuerdo Marco en Materia de Comercio e Inversión puede ser un instrumento para atracción de capital. Y el Acuerdo entre el Ministerio de Seguridad de la República Argentina y el Departamento de Justicia y Seguridad Nacional de los Estados Unidos sobre Incremento de la Cooperación para Prevenir y Combatir el Crimen Grave sumado al Memorándum de Entendimiento para prevenir el Lavado de Dinero entre la Unidad de Información Financiera (UIF) de la República Argentina y el Financial Crimes Enforcement Network (FINCEN) de los Estados Unidos serán instrumentos clave para la lucha contra el narcotráfico, que es, tal como advertimos con Eugenio Burzaco en El Poder Narco (Sudamericana, 2014), la amenaza de gobernabilidad más significativa que enfrenta el país en muchísimo tiempo.
El país está nuevamente en el mapamundi. Más allá del lógico entusiasmo y de los mencionados pasos en firme, es imprescindible mantener la prudencia. No todas las vías para integrarse al mundo son positivas. La apertura indiscriminada e irresponsable no es beneficiosa para las naciones. En un contexto de globalización y alta interdependencia es imposible resistirse a la dinámica principal del sistema internacional. Pero hacerlo sin planificación de largo plazo ni atención a los sectores más vulnerables resulta devastador para la seguridad de los estados y la prosperidad de las sociedades. Para alcanzar los objetivos esperados, debe apelarse a una diplomacia proactiva, a la normalización de la integración financiera y comercial y al enfrentamiento de los desafíos de seguridad. Estamos viajando una vez más hacia el mundo. Como en todo trayecto, lo más razonable es ajustarse los cinturones de seguridad hasta que pasen las primeras turbulencias.
Fuente: http://berensztein.com/del-aislamiento-populista-a-la-reinsercion-democratica-por-sergio-berensztein/
Imagen: elperiodico.com
…»ni atención a los sectores más vulnerables»…
en el retorno mundo no encaja la demagogia