El tira y afloja no se termina. El kirchnerismo duro sigue insistiendo con el lema de “patria o buitres” y hasta impulsa una consulta popular para definir qué hacer con los holdouts. Sin embargo, todo parece indicar que los bloques opositores darán su apoyo para poder dar un cierre a este problema que lleva muchos años y que ha acarreado mucho sufrimiento para el país. ¿Acordar con los fondos buitre significa ceder a la voluntad de estos con los ojos cerrados? De ninguna manera: se trata de fondos financieros especulativos, chantajistas, inescrupulosos y codiciosos, todo eso es cierto. También es verdad que, precisamente y a eso deben su nombre, utilizan como materia prima la carroña, es decir, la debilidad de los países que, por ineficiencias, corrupción y malos manejos, quedan en desventaja financiera en los mercados internacionales.
Los costos del conflicto con los buitres para el período 2010-2015 reflejan un ordenamiento de preferencias y prioridades gravemente distorsionado por la visión de Cristina Fernández de Kirchner. La deuda original a fines de 2001 era de US$ 6.400 millones y la oferta de pago con intereses y punitorios, de unos US$ 12.000 millones. Los US$ 5.600 millones son el costo del capricho de no entender cómo funcionan los circuitos financieros globales. En lugar de hacer una evaluación del costobeneficio, analizar fríamente los pros y los contras de un acuerdo y manejarse de acuerdo a los códigos establecidos para estos casos, el gobierno anterior decidió lanzarse hacia una diatriba pírrica que produjo un arrastre de US$ 6.000 millones, un monto que podría haber financiado casi dos años de Asignación Universal por Hijo (AUH).
Mientras tanto, al mismo tiempo en que se realizaban actos para gritar a los cuatro vientos lemas relacionados con la soberanía y con cuidar el dinero de todos los argentinos, la posición del país en el mundo se hacía más difícil, los costos más altos y, para colmo, arreciaban los buitres internos: esos que, consumo demagógico mediante, hacían explotar la emisión monetaria y contribuían a un crecimiento sin precedentes del déficit fiscal.
La ironía es que según la visión de algunos economistas, fue el propio kirchnerismo el que atrajo a los buitres. La Ley Cerrojo de 2005, ideada por el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna y empujada por el presidente Néstor Kirchner, que, según Javier González Fraga, ex presidente del Banco Central, fue “un gravísimo error que redujo a la mínima expresión el valor de los bonos y convirtió a los títulos argentinos en la carroña que atrajo a los buitres”.
“Vivir con lo nuestro” produjo una pérdida de generación de riqueza estimada en US$ 100.000 millones. Una cifra doblemente perniciosa. En términos monetarios, son US$ 2.400 menos en cada bolsillo, la ausencia del mercado de la deuda internacional y una contracción de la inversión extranjera directa. Pero también en la instalación de que el afuera es peligroso, el mundo una amenaza y el otro un enemigo. La mentalidad de intransigencia combatiente es contraproducente en un mundo de polos múltiples y alianzas cruzadas. El dogmatismo que divide internamente impide comprender que el mundo demanda pragmatismo y flexibilidad.
El millón de empleos que se perdieron en el período (547 por día) hizo saltar la pobreza del 15% al 30% de los hogares y la indigencia del 5% al 10% de las familias, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Esto se suma al 30% de inflación, que destruye el poder de compra de los asalariados (los que aún tenían trabajo), distorsiona la actividad económica y la competitividad de las empresas y desestabiliza la sociedad y la política, creando incentivos perversos en contra de la innovación y los proyectos de largo plazo y condenándonos al inmediatismo permanente La ausencia de libertad contrae las oportunidades internas profundiza la dependencia de los líderes y abre la puerta a las mafias, la corrupción y el narcotráfico, que vino a llenar esos vacíos de dinero y trabajo.
¿Qué ocurre en el aquí y el ahora? La semana pasada el oficialismo obtuvo un dictamen favorable en la Cámara de Diputados, lo que le permite avanzar sobre el tratamiento del tema, cosa que ocurrirá el próximo martes. ¿Hacia dónde irán los votos? Un primer pantallazo permite afirmar que la iniciativa del gobierno logrará quórum y el volumen necesario de apoyo como para salir airoso. El Frente Renovador y el peronismo no kirchnerista mostraron su faceta más sensata y establecieron una negociación con el oficialismo en términos posibles: cambios factibles a la ley para poder levantar la mano a la hora de aprobarla. El juego político volvió con su reglamento original: todas las partes deben ceder algo en el proceso para que en conjunto se termine de la mejor manera posible para todos. En las últimas horas se sumó el socialismo, en voz del gobernador santafesino Miguel Lifschiz, que se manifestó a favor de resolver el conflicto.
En los zapatos de Cambiemos quedan algunas piedras, como Axel Kicillof y Carlos Heller, que ya anticiparon su negativa. “Ganó Singer, ganó Griesa, perdió la Argentina”, tribuneó, una vez más, el ex ministro de Economía. Sin embargo, billetera mata épica y hoy los gobernadores peronistas, otrora aliados de Cristina Fernández y sus acólitos, no pueden cometer la torpeza de dispararse en su propio pie: si la nación quiebra, tampoco les llegará dinero a ellos. Esto daría cierta luz de esperanza a la posterior votación en el Senado, ya que muchos representantes provinciales responden fielmente a sus respectivos gobernadores. En paralelo, Alfonso Prat Gay salió a anunciar que, independientemente de lo que ocurra en el Congreso, el pago acordado para abril se efectuará de todas formas.
Si el conflicto con los fondos buitres implicó quedar afuera del mapa internacional, decrecer, un incremento de la pobreza e imposibilidad de nuevas inversiones, la única conclusión posible es que jamás existió la disyuntiva: en todo este tiempo tampoco tuvimos patria.
Una versión original de este artículo fue publicada en La Gaceta el 13 de marzo de 2016.
Fuente foto: La Nación