Las vacaciones de verano, 6 a 14 semanas sin asistir a la escuela dependiendo del país, han comenzado en muchos países de América Latina. El desarrollo intelectual no se detiene a pesar de que los niños estén de vacaciones. ¿Qué ocurre con el aprendizaje cuando no están en la escuela por períodos prolongados?
Esta pregunta ha motivado una amplia literatura en los Estados Unidos y seguramente en otros países. Por ejemplo, Alexander y sus colegas de la Universidad de John Hopkins analizaron una muestra de niños que habían comenzado la escuela primaria en la ciudad de Baltimore en 1982 y pertenecían a un grupo de 20 escuelas públicas seleccionadas al azar. Los estudiantes fueron sometidos a exámenes estandarizados de aprendizaje en comprensión lectora y matemática al comienzo y al final del año escolar durante cinco años.
El estudio comparaba el aprendizaje en el año escolar (fin menos principio de un mismo año escolar) con el aprendizaje en el verano (fin de un año escolar contra el principio del otro), haciendo particular énfasis en las diferencias entre los estratos sociales. Las ganancias en el aprendizaje ocurridas durante el año escolar son significativamente mayores que durante el verano. Los niños aprenden más cuando están en el colegio independiente de su estrato social.
Las ganancias en el aprendizaje son relativamente similares entre grupos sociales durante el año escolar. Sin embargo, durante el verano, el estrato social más bajo no mejora en general sus conocimientos, e inclusive parece empeorar (particularmente en matemáticas) mientras que el estrato social más alto mejora tanto en comprensión lectora como en matemáticas. Las diferencias en el aprendizaje de verano son de una magnitud importantes, a tal punto que acumuladas son equivalentes al incremento en la brecha de conocimiento entre los estratos bajos y altos después de cinco años.
Además, las vacaciones no sólo afectan la rutina de aprendizaje de los niños sino también los patrones de alimentación y el ejercicio. Von Hippel y sus coautores estudiaron los cambios en el índice de masa corporal entre el año escolar y el verano en una muestra de niños que asistieron a jardín de infantes y primer grado en 310 escuelas de los Estados Unidos durante el período 1998 -2000.
Tanto entre los niños de jardín de infantes como entre los de primer grado, el índice de masa corporal se incrementaba en forma más acelerada durante las vacaciones de verano respecto a lo que sucedía durante el año escolar. También las divergencias eran mayores para aquellos grupos donde las tasas de obesidad infantil son más altas. Como ya discutimos en un post anterior, el sobre-peso y la obesidad infantil es un problema de cuidado en América Latina y el Caribe. Por otro lado, no deberíamos sorprendernos si también hay pérdidas importantes de peso y consumo de nutrientes entre los niños de familias más necesitadas que no tienen acceso al sistema escolar durante el receso.
Durante el año escolar los estudiantes están en sus casas y en la escuela. Durante las vacaciones de verano están sólo en sus casas. Es decir, las diferencias en aprendizaje y nutrición entre los niños de diferentes estratos sociales reflejan los recursos disponibles en los hogares y la manera en que las familias utilizan dichos recursos. Al fin y al cabo, una consecuencia obvia e importante de estos estudios es que la escuela es un gran igualador social. Por otro lado, desde el punto de vista de las políticas públicas, deberíamos asegurarnos de conseguir respuestas sistemáticas de calidad (por ejemplo, colonias de vacaciones, escuela de verano, etc.) para aquellos niños que se encuentran en situación de mayor desventaja.
El calendario escolar que tenemos hoy en día no responde a la mejor manera de promover el aprendizaje de los niños, ni, tampoco, de proveer la alternativa más conveniente de cuidado para aquellos padres que trabajan. Por el contrario, nuestro calendario responde a un sinnúmero de razones históricas que determinan la duración de la jornada escolar y la cantidad de días de clase. Obviamente hay restricciones de recursos, limitantes climáticas y otros problemas de coordinación entre el empleo y las vacaciones de los padres, pero, al fin y al cabo debemos recordar que los niños también (des)aprenden durante el verano.