ArgenPISA: lo que hicimos (y no hicimos) para merecer esto

La vedette: el dato

¿Qué escribir después de una semana de conocerse los resultados de las pruebas PISA 2012? ¿No está, acaso, todo dicho?

Es probable que todo esté dicho porque  la OCDE consiguió que el miércoles pasado se transforme en un acontecimiento mundial, una movida mediática generalizada, un verdadero PISA Day urbi et orbi, donde los datos se expusieron con fría espectacularidad.

Ahí están en sencillos gráficos jpg para los más holgazanes, en sesudos análisis pdf para los más reflexivos y en fríos números Excell para los más inquietos: la lógica de la comprensión globalizada del ranking hubiera sido otra sin Internet. Datos para todos y todas que invadieron las redes sociales, los portales y la TV mostrando rankings, sí, pero además explicando, conjeturando, aventurando cuáles son las variables que determinan una educación de calidad o, para decirlo como se hubiera dicho antes, cuáles son los misterios, acaso insondables de una buena función de producción de la educación.

En esta escena globalizada que generó  la OCDE para su creación PISA, la que se ha convertido en una suerte de norma mundial para la educación escolar,  el dato es la vedette y, tal vez por eso, los sectores vinculados al gobernó argentino atacaron directamente al dato toda vez que es muy difícil encontrar una explicación al deterioro evidente que los datos muestran. Así, el gobierno dijo que PISA no mide la inclusión que supimos conseguir; los sindicalistas aliados adujeron que PISA (la OCDE a la sazón) no pretenden otra cosa que instalar el libre comercio en el mundo y que, por tanto, las pruebas no son más que una aviesa maniobra táctica en ese sentido y, finalmente desde los ámbitos técnicos nos indicaron qué mirar de PISA (los países latinoamericanos) y qué no mirar (los que están de mitad del ranking para arriba) dado que “el ranking es mentiroso” (sic).

Hay muchas críticas a las pruebas educacionales internacionales estandarizadas que son razonables, bienvenidas y compartibles. Entre las curiosidades e inconsistencias de PISA 2012 podemos señalar  varias para solaz entretenimiento de quienes son “críticos” a PISA en particular y al “neoliberalismo educativo” en general:

-Los 6 primeros puestos del ranking se corresponden con países sin democracia, o de partido único o sin libertad de prensa, con dictadura del proletariado o dictadura a secas (más o menos  soft).

-Estos 6 primeros países poseen escuela pública y sistema educativo  desde, apenas, los años 60s del siglo XX

-Los 7 primeros puestos del ranking son países asiáticos (“cultura del arrozal”, Gladwell dixit)

-El primer país no asiático del ranking (Holanda) tiene un sistema educativo en el que, desde principio de siglo XX,  predomina mayoritariamente la escuela privada religiosa y desde mediados de los 80s  conforma un cuasi mercado educacional con financiamiento a la demanda y competencia entre escuelas

-El primer país latinoamericano del ranking (Chile) también tiene (desde los 80s) un cuasi mercado educacional y mayoría de escuelas privadas

-Finlandia pasó del puesto 1 en 2009 al puesto 12 en 2012. En apenas 3 años, pasó de ser ejemplo mundial, polo de turismo pedagógico, tema de decenas de libros sobre el “éxito educativo” y esperanza de los colectivos anti pruebas estandarizadas, a formar parte de un lote menos privilegiado. No sabemos cuánta bibliografía, ni cuánto turismo, generará este retroceso.

-A pesar de Chuk Norris y  de Sylvester Stallone, Vietnam (top 20) quedó mucho más adelante que USA (top 40).

-A pesar de  (los grandes pedagogos) Anatoly Lunacharsky y Anton Makarenko, varias ex repúblicas soviéticas (Estonia) y ex países del “socialismo real” (Polonia) quedaron top 20 en el ranking mientras Rusia quedó top 40.

-Rusia está mejor en el ranking que USA (por poco, pero mejor) mostrando que las proezas de la perra Laika y de Yury Gagarin no fueron en vano.

Podríamos seguir pero se trataba sólo de ejemplificar que PISA no puede ser un tótem al cual rendirle tributo intelectual: como todo instrumento de estas características posee un conjunto extenso de problemas/curiosidades/inconsistencias  que merecen ser tenidos en cuenta.

Pero no por advertir estas y otras cuestiones técnicas se habilita a renegar de un instrumento que es muy valioso. Que no nos guste lo que hallamos, es otra cuestión.

ArgenPISA

Dicho todo esto, es evidente que PISA 2012 muestra que la Argentina está en una situación educacional crítica: lo extraño hubiera  sido que apareciera liderando el ranking mundial o liderando el ranking latinoamericano: en eso, estoy seguro, el ranking NO miente. ¿Qué hizo la Argentina para merecer eso? Sí nos queda claro qué hizo (y que no hizo) para merecer esto

Cuando en 2005 y 2006 se discutieron en la Argentina los grandes trazos de la política educativa actual en un contexto de crecimiento inédito de su economía (ley de financiamiento educativo y ley de educación nacional), fuimos poquitos –muy poquitos- los que objetamos el carácter irrelevante de estas políticas lo cual, pronosticábamos,  iba a deteriorar más la educación perdiendo la oportunidad que Chile, Uruguay y Brasil estaban profundizando.

Yo mismo debatí y publiqué sobre esto y –una vez más- quedé en franca minoría frente  a la hipnótica obnubilación por la frase “aumento de la inversión  en educación al 6% del PBI”; un aumento sin pautas, sin metas concretas (salvo el 30% de escuelas de jornada extendida cosa imposible con el esquema planteado), sin resolver el laberinto del federalismo fiscal, sin mecanismos de rendición de cuentas, sin responsabilidad por los resultados. Es decir, “aumento” de recursos sometido por un lado a  los vaivenes del ciclo económico (hoy ya estamos en la mala) y por otro lado a la “puja distributiva” que se da en una mesa en la que los alumnos (especialmente los alumnos más pobres) no tienen representación.

Esa obnubilación permitió que la voluntad política para la canalización de los recursos no fuera otra cosa que un muy explícito acuerdo político entre el gobierno y el sindicalismo sin modificar las condiciones laborales docentes. A pesar de eso, la conflictividad laboral no mermó y el aumento salarial a los maestros no fue asaz mayor a la de otros profesionales del sector público.

PISA es un espejo posible en el que,  unos años después, la realidad vuelve a darnos la razón: con soluciones cosméticas es poco lo que avanzamos. O como dice el viejo tema de Los Fabulosos Cadillacs: “yo te avisé y vos no me escuchaste”.

Un ejemplo casi trivial, pero ilustrativo, de la pasión por el maquillaje educativo que tienen en Argentina funcionarios del oficialismo y de la oposición. En 2004 se sancionó una ley que obligaba, a nadie, a tener 180 días de clase anuales. Nunca se cumplió nacionalmente por los paros docentes pero ahora los funcionarios aspiran a 190 días: como bueno timberos, pierden las jugadas pero doblan la apuesta. En las provincias donde no hay paros docentes  los funcionarios se empujan entre sí para decir primero “YO tuve 190 días de clase”. Pero cuando se va a la realidad de las aulas la cuestión es otra: un educador de la Ciudad de Buenos Aires se tomó el trabajo de contar los días de clase de su propia escuela, los que a duras penas llegan a 150. En un artículo tragicómico muestra la falsedad de los datos oficiales “el mito de los 190” que no tiene otra función que un make-up un tanto patético y se desgañita:

“Recorro el 2013 para verificar la «sensación de mentira» que me generan las autoridades educativas cuando dicen «190». Si consideramos semana «normal» a aquellas en las que hay clase de lunes a viernes y semana «anormal» a las que no, lo anormal ganó 23 a 11. Si tenemos 150 días de clase, las autoridades deberían dejar de hablar de 190.“

Este ejemplo es interesante porque es obvio que los feriados y los cortes de entre semana le quitan ritmo al trabajo pedagógico y hacen que la continuidad y el rigor en la labor educacional en  una semana “normal” de 5 días se vuelva “anormal”. Es interesante porque recomponer esto a su situación anterior no debería tener grandes costos y ayudaría mucho a mejorar la calidad en las escuelas. Es poco, si, pero… ¿alguien vio a algún sector político argentino reclamando menos feriados y más educación?

Por eso, al fin de cuentas, el problema de Argentina no es su peso relativo en el ranking PISA; esto ni siquiera es el síntoma: tan solo el resultado de una medida. El problema es cómo la educación es un asunto intrascendente para su clase dirigente (política, empresarial, sindical, intelectual, etc). Eso es lo que también parece reflejar PISA: la falta d proyecto que hace que Brasil, un país que arrancó con su sistema educativo 70 años después que Argentina, al cual admiró durante todo el siglo XX y lo vio como el ejemplo a seguir ahora lo supera en estas pruebas de calidad.

Post scriptum: escribo estas líneas (9/12/13) entre noticias de saqueos a comercios  y amotinamientos policiales. Y cómo buen educador me pregunto cada vez que pasan estas cosas qué aprenden los chicos que las ven o que las vivencian. Habrá que esperar a PISA 2015 para que tengamos nuestra semanita trienal para debatir estas cosas.

 

Mariano Narodowski

Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella

@narodowski