Ganar la lotería no siempre trae los beneficios esperados. Para William ‘Bud’ Post, por ejemplo, ganar 16 millones de dólares en la lotería de Pennsylvania en 1988 significó la destrucción de su familia: su hermano fue preso por contratar a un asesino para que lo matara y heredar su fortuna; su novia lo demandó intentando adquirir parte del premio; y otros familiares le aconsejaron que invirtiera en negocios que lo llevaron a la bancarrota. Cansado de que le quieran sacar su dinero, Bud Post terminó en la cárcel por dispararle a un hombre que llegó a su casa a cobrarle una cuenta.[1]
Para un país descubrir un gran yacimiento petrolífero o tener un aumento histórico del precio de sus commodities es como ganarse la lotería: generan un boom de ingresos que, bien utilizados, pueden ser muy beneficiosos para la población y un impulso para el desarrollo. Pero también pueden tener consecuencias negativas. El ejemplo clásico es conocido como la enfermedad holandesa. La enfermedad holandesa ocurre cuando un shock de ingresos lleva a una fuerte apreciación real, afectando negativamente a otros sectores de la economía y reduciendo el ingreso del país, y ha sido materia de preocupación de varios gobiernos latinoamericanos y de Foco Económico (fue tratada acá: https://dev.focoeconomico.org/2011/09/25/enfermedad-holandesa-en-america-latina/).
Pero hay otros efectos potencialmente nocivos de los booms de ingreso. Por ejemplo, un artículo publicado en la última edición del American Economic Review (la revista académica de economía más prestigiosa del mundo) por los economistas Fernanda Brollo, Tommaso Nannicini, Roberto Perotti y Guido Tabellini sugiere que los booms de ingresos generan gobiernos más corruptos y deterioran la calidad de los políticos.[2]
La teoría desarrollada por Brollo y cía parte de la idea de que cuando el público no está suficientemente bien informado, un aumento aleatorio de los ingresos públicos permite al gobierno dar la impresión de que hace las cosas bien; de que es un gobierno muy efectivo, cuando en realidad lo que ocurre es que simplemente tiene más recursos.
En primer lugar, tener más recursos le permite al gobernante enriquecerse (apropiarse de rentas) sin tener que desilusionar al votante que, aunque sea racional, no posee toda la información. Un corolario de esto es que cuanto mayores son los recursos públicos con los que cuenta el gobernante, menor es el castigo electoral que recibe y por ende puede comportarse incorrectamente con más facilidad.
En segundo lugar está el efecto de selección: mayores recursos hacen que se reduzca la calidad promedio de los individuos que ingresan a la política. Dado que con mayores recursos se puede ganar (robar) mucho sin tener mucho talento, suben los incentivos para que entren en política individuos menos capaces (los más capaces pueden generar ingresos altos fuera de la política y no tienen tantos incentivos para ingresar; o bien, si ingresan, tienen menos incentivos para robar porque el costo de hacerlo e ir preso -los ingresos fuera de la política que se estarían perdiendo- es mucho más alto).
Finalmente, como el gobernante de turno enfrenta a políticos de menor calidad, es más probable que pueda ser reelecto. En otras palabras, con mayores recursos es más fácil para el gobernante corrupto eternizarse en el poder.
Si bien la teoría es muy simple, intuitiva y elegante, lo más interesante del trabajo de Brollo y cía, lo que les valió la publicación en el AER, es que utilizan una base de datos única y un una metodología empírica muy inteligente. Para entender esto es importante tener en cuenta que no es fácil demostrar empíricamente que a mayores recursos fiscales mayor la corrupción, porque los mayores recursos podrían estar positivamente relacionados con las características de los gobernantes (capacidad, partido al que perteneces, etc.). Es por eso que para demostrar su teoría los autores necesitaban que los aumentos de recursos fueran aleatorios e independientes de las características de los gobernantes. Para esto, utilizaron datos de los municipios brasileros que tienen la siguiente particularidad: según la ley brasileña de financiación local, todos los municipios en un mismo estado y para unos determinados rangos de población deben recibir la misma financiación del gobierno nacional. Así, por ejemplo, un aumento de la población de 13,584 a 13,585 habitantes hace que las transferencias del gobierno nacional aumenten un 30%, lo cual es claramente un aumento aleatorio de recursos. Otra ventaja muy importante de la base de datos es que en Brasil los municipios son auditados de manera aleatoria todos los años para detectar actos de corrupción, lo cual es muy bueno para evitar un posible sesgo de selección: que los municipios con más recursos sean los auditados con más frecuencia.
Utilizando esta base de datos, lo autores encontraron que un aumento del 10% en los recursos públicos eleva la corrupción en un 16%. También encuentran que un aumento de 10% en los recursos aumenta un 7% la probabilidad de reelección. Finalmente, testearon cómo los mayores recursos públicos afectan la calidad de los políticos, medida según su nivel de educación. Los resultados muestran que un aumento de un 10% en las transferencias induce una caída de 6% en la proporción de gobernantes con título universitario.
Si bien los resultados de este trabajo se aplican al caso específico de Brasil, uno se pregunta si los demás países latinoamericanos también sufrieron mayor corrupción y deterioro de la calidad de sus políticos a partir de los shocks de ingresos públicos que recibieron recientemente. En el caso de Argentina, por ejemplo, una buena parte de la población sospecha que los ingresos generados por el boom de deuda en los años 90’ y el boom de la soja de los últimos años sirvieron para enriquecer a muchos políticos; para que se perpetúen en el poder; y que ha deteriorado la calidad de los gobernantes. El trabajo de Brollo y cía le da cierto fundamento teórico a la sospecha del ciudadano común, pero sólo investigación adicional puede confirmar si se verifica empíricamente.
Las conclusiones del trabajo son relevantes para el futuro si pensamos que el descubrimiento del yacimiento petrolífero Vaca Muerta equivale a haberse ganado nuevamente la lotería. Si bien no existe la fórmula mágica para evitar que los mayores ingresos públicos que generará Vaca Muerta aumenten la corrupción y deterioren la calidad de los gobernantes, la sociedad argentina debería preguntarse cómo fortalecer las instituciones para evitar que Argentina termine como ‘Bud’ Post.
Estimado, no creo necesario ir hasta William Bud teniendo mas cerca casos como el de Negrete, quien en la Argentina a principios de los 70’ ganó el primer PRODE y luego se fue “patinando” toda su “riqueza”, dicen con el juego. Igualmente me parece que el caso argentino reciente bien encaja con el concepto de enfermedad holandesa, más precisamente con la maldición de recursos naturales. Haber ganado la lotería con la suba de los precios de los commodities (principalmente la soja) bien puede haber resultado en una maldición (afectar crecimiento futuro) dado el desperdicio de recursos, corrupción mediante. Lo que pienso es que el mecanismo de la transferencia muestra, al menos en el caso argentino, la presencia de un elemento necesario: el aumento del gasto público a través del cual se consuman entre otros los actos de corrupción. No es sólo que aumentaron los recursos públicos (en nuestro caso vía retenciones a expo que llegaron en 2008 a 3,5% del pib) sino que habría habido una sobre apropiación del efecto “riqueza”: el gasto público aumentó mucho más que los ingresos tributarios en los últimos años. Aumentaron sobretodo los tributos más invisibles (ej. Ingresos brutos) y el déficit se financió con la reaparición del más invisible de todos, la inflación. Así el gasto público consolidado llega hoy a 46% del pib cuando era inferior a 29% en 2003/2004. Vale destacar que de ese aumento la “obra pública” se llevó 4,5%, esto es el triple que la asignación universal. Y efectivamente, como muestra el post y paper referenciado, todo esto sin costo político, por el contrario, al menos en el corto plazo.
El caso de vaca muerta me parece distinto y bien merece una profundización. No porque no sea ganar la lotería, en todo caso esta sería mucho mayor. Sería distinto porque lo del aumento del precio de los commodities sorprendió a mas de uno (por ejemplo a quienes lo llamaron yuyito), aunque cuando se avivaron se produjo no solo un conflicto distributivo sino una sobre apropiación. Lo de vaca muerta es hacia futuro y, si bien el efecto riqueza podría descontarse, requiere de financiamiento y asociaciones tecnológicas hoy claramente insuficientes y a lograr. Además con ya 46% de gasto publico/pib la nueva apropiación debería ser bien directa, y no tan indirecta como la fue con el aumento del precio de los commodities. El estadio de desarrollo del país difícilmente permita, económica y políticamente, nuevos incrementos del gasto que convaliden semejante transferencia. Pero…Sin duda uno de los grandes temas a abordar.
Cordial saludo
Cuando los políticos disponen de ingresos adicionales que no les duelen es más fácil corromperse y corromper, gastar con ineficiencia, etc.