En su libro La Argentina, el Profesor H. S. Ferns, autor de la erudita historia “Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX”[1] y un gran conocedor de la sociedad argentina, en 1968 decía: “Es creencia popular que la primera presidencia de Perón fue la mejor. En realidad la euforia de sus tres primeros años en el gobierno fueron los elementos en que se basaron todos los desastres que siguieron”. Ese libro escrito mientras se despeñaba como Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Birmingham mantiene aún hoy una gran actualidad, incluyendo una ajustada descripción de los males que aquejaban, y en su mayoría lamentablemente aún lo siguen haciendo, cuarenta y cinco años después, a la sociedad argentina.
El objetivo de este corto ensayo es sugerir que, contrario a la opinión predominante hoy en la Argentina, acerca de que existió un período virtuoso de crecimiento durante la fase inicial del kirchnerismo, la frase del Profesor Ferns sobre el peronismo es aplicable a dicha etapa original del gobierno del matrimonio Kirchner con la sola modificación de “todos los desastres” por “alguno de los desastres que siguieron”.
El Profesor Ferns, como muchos otros analistas, incluyendo al notable, Carlos Díaz Alejandro[2], concebía al peronismo como una respuesta tardía a los efectos de la Gran Depresión, sucedida luego por una serie de iniciativas que habían fracasado en su intento de construir una alternativa política, social y económica viable a dicho régimen (la primera de ellas curiosamente implementada por el propio Perón a partir de 1952).
Del mismo modo creo, como muchos otros, es hoy posible pensar que los 10 años de gobierno del matrimonio Kirchner, sólo pueden explicarse en relación a la Gran Contracción que comenzara a mediados de 1998, pero que hiciera eclosión entre Diciembre de 2001 y el segundo trimestre de 2002. Un colapso que significara no sólo una caída de una sucesión de gobiernos, sino una modificación radical en la dirección en la que la sociedad argentina estaba dispuesta a moverse.
Un cambio de rumbo, que se consolidó con la expansión al 8.8% promedio de su PIB, en el período 2003-2007, lapso de tiempo que seguramente en el futuro se caracterizará como el “período dorado” del régimen del matrimonio Kirchner. Téngase en cuenta que durante dicho período además, por citar sólo dos indicadores representativos, el desempleo se redujo en el Gran Buenos Aires del 23% en 2002, a 9% en 2007, mientras los salarios se recuperaban un 27% superando los niveles máximos alcanzados durante 1998, período anterior a su posterior gran declive .
En vista de dichos acontecimientos, existe hoy un cierto consenso acerca de que los años que transcurrieron entre Mayo de 2003 y Diciembre de 2007 (período coincidente con la presidencia de Néstor Kirchner), fueron años durante los cuales las políticas doméstica sumaron significativamente, a un increíblemente próspero entorno externo (intencionadamente no siempre reconocido como tal), en la construcción de un proceso virtuoso de recuperación económica. Esta interpretación suele ser intencionada, no en todos pero sí en una proporción importante de políticos, economistas o ex funcionarios, que habiendo participado en las primeras etapas del proceso, y habiéndolo luego abandonado, forzadamente o no, postulan que sólo el alejamiento del proyecto original, concretado en particular luego de la muerte de nuestro ex Presidente, es responsable por los innegable males que desde 2007 aquejan a la economía argentina.
Con una economía bajos los efectos de una fuga de capitales que se remonta a dicho año y que ya ha provocada un declive de más de 12 mil millones de dólares en nuestras reservas internacionales desde 2010, siete trimestres de estancamiento económico, con la inversión y las exportaciones en declive, y la inflación esperada para los próximos doce meses en el entorno al 30%, todo esto en presencia de un congelamiento de precios (febrero de 2013) y control de cambios (octubre 2011) crecientemente inefectivos, la idea de constituirse en los padres del proyecto original, es innegable, se ha vuelto un relato particularmente atractivo de los auto declarados “verdaderos herederos” de nuestro ex Presidente.
Sin embargo, creo que es importante analizar más en detalle dicho período en orden a no repetir alguno de los significativos errores conceptuales y de ejecución llevados a cabo durante dicho período inicial. Si bien existen numerosos campos posibles de análisis en referencia a las políticas implementadas desde 2003, aquí nos enfocaremos en un aspecto que creo ha recibido menos atención: el análisis de las características de dicho proceso inicial de crecimiento económico. Un estudio de los orígenes del mismo que nos permita evaluar las posibilidades de que este pudiese sostenerse en el tiempo, aún a tasas 2 o 3 puntos por debajo de las observadas durante dicho período inicial.
En un artículo reciente publicado en World Economics en 2011, Ariel Coremberg[3], da continuidad a una serie de trabajos suyos previos de contabilidad agregada del crecimiento[4], y descompone las fuentes inmediatas de la expansión de la economía argentina entre 1990, el período cuando da comienzo un conjunto de reformas estructurales que se aceleran con el lanzamiento del Plan de Convertibilidad en Marzo de 1991, hasta 2006, año que el autor considera el último con estadísticas de cuentas nacionales suficientemente confiables como para llevar a cabo dicho tipo de análisis.
Utilizando una batería de metodologías, cuya explicación evitaremos en orden a la brevedad refiriendo a los interesados al artículo original, el autor encuentra que del 7.9% anual de crecimiento observado entre 2002 y 2006, sólo un 0.4 % corresponde a un aumento en la productividad (Productividad Total Factorial), mientras que el principal aumento en el producto se debe a un aumento en el número de ocupados (3%) y en segundo lugar, a una mayor utilización del stock de capital existente (1.6%). Habiendo ya alcanzado en 2007, una alta tasa de ocupación del trabajo y del capital este hallazgo plantea en sí mismo dudas importantes acerca de la continuidad de ese proceso de crecimiento en el tiempo.
En el Gráfico siguiente se puede comparar dicho proceso de expansión económica con el observado en el Período de Oro de la Convertibilidad (para facilitar la comparación en ambos períodos el autor incluye un año recesivo inicial). Del mismo surge que el crecimiento en la productividad de 0.4 % anual, era inclusive muy inferior al modesto 1% anual del período post-reformas de la década de los noventa, período durante el cual del 7.4% de crecimiento anual en su PIB, la mayor cantidad de empleos y de utilización de capital, explicaban sólo un 1.2 y un 0.8% respectivamente. Esto es, mientras en los 90 la mayor utilización de factores de producción explicaba un 27% del crecimiento, durante el período posterior lo hacía en un 58% del total.
Más aún, mientras la formación de capital era origen de 2.1% de crecimiento anual en los noventa, en la época de oro del kirchnerismo este número alcanzaba sólo al 1.4% anual. Y si examinamos en más detalle el aporte del factor trabajo, mientras que una mejora en el capital humano explicaba un 1.6% del total del crecimiento (un 21.6%) en los años noventa, durante el 2002-2006 este número sólo llegaba a 0.6% (7.6% del total).
De confirmar estudios posteriores estos resultados, que observando a la economía argentina lucen como muy plausibles, me pregunto: ¿Podía un crecimiento basado en un aumento en el uso de los recursos productivos existentes, con un aporte tan modesto en la formación de calidad humano y aumento de su productividad, mantener altas tasas de crecimiento? ¿O con tasas de crecimiento basadas en aumentos de la productividad que generaban subas de 0.4% anual, más 1.4% producto de la formación de capital y 0.6% por mejoras en la calidad del trabajo, no era posible sostener por un período de tiempo de digamos, quince o veinte años, tasas altas de crecimiento de su PIB per cápita del 4 o 4.5% anual?
Este comportamiento mediocre en los factores capaces de sostener la tasa de crecimiento, no debieran resultar sorprendentes pues ya entonces se comenzaban a extender por la economía argentina una serie de intervenciones, algunas vinculadas con la eclosión de la crisis de 2001-2002 que significó un verdadero tsunami en la legalidad existente, pero también una creciente miríada de distorsiones productos de políticas económicas erradas. Congelamiento extendido de tarifas, distorsiones de los marcos regulatorios, intervenciones disruptivas en los mercados de energía, comunicaciones, infraestructura, mercados agropecuarios, en el mercado laboral, entre otros.
Ciertamente la lista no es exhaustiva. Ciertamente también, luce como un “juego de niños” frente al desastre institucional que se desató después, y que se acentuó en particular de 2011 en adelante. Sin embargo, alguno de los problemas relevantes, todo indica, ya estaban allí. Desapercibidos, pero presentes.
Si queremos recuperar el largo plazo, además de un plan que re establezca niveles aceptables de estabilidad macroeconómica, creo deberíamos analizar con cuidado como hacer para que crezcan la productividad, el capital humano y también el capital físico, mucho del cual hoy se encuentra exhausto.
Es altamente probable que este gobierno con los bajísimos niveles de credibilidad que le restan, y en presencia de los importantes desequilibrios macroeconómicos que lo aquejan y demandan una solución más inmediata, no tenga ni los cuadros técnicos ni la confianza para llevar a cabo dicha tarea, aún en el dudoso caso que estuviesen dispuesto a intentarlo. Esta iniciativa requerirá no sólo de mejoras en las normas económicas, que induzcan aumentos significativos en la productividad, sino que demandará conocimientos y confianza para atraer flujos externos que financien la inversión en capital humano y físico en sectores con alta rentabilidad social. Condición necesaria indudablemente será restablecer un marco jurídico estable, respetuoso de la propiedad privada, los contratos y los derechos adquiridos, que provea de incentivos y certidumbre a quienes estén dispuestos a participar de dicho proceso.
Pero para ello creo que es importante analizar y discutir, y tenemos el tiempo para hacerlo, de una forma mucho más realista y detallada, tal como Ferns lo hiciera cuarenta y cinco años atrás, las políticas implementadas durante los inicios de la década pasada. Rescatando los aspectos positivos, e identificando y descartando todas aquellas iniciativas que, presentes desde el principio, pusieron en funcionamiento un crecimiento dispuesto a extinguirse, iniciando el camino hacia la crítica situación que hoy atravesamos.
[1] Ferns, H.S. (1968), La Argentina. Introducción Histórica a sus Problemas Actuales, Ed. Sudamericana.
[2] Autor de los célebres Ensayos sobre la Historia Económica Argentina de Amorrortu Editores, 1970.
[3] Coremberg, A. (2011), “The Argentine Productive Slowdown”, World Economics, Vol 12.
[4] Coremberg, A. (2008), “The Measurement of TFP in Argentina 1990-2004”, International Productivity Monitor, 1, Fall y Coremberg, A. (2009), “Measuring source of growth of an unstable economy”, Estudios y Perpectivas, 41.
Si la decada del 90 fue tan buena, por que 1999? y asi siguiendo?, no seria bueno explicar eso?
Tuvieron las fábricas (ociosas de los 90 ) trabajando a casi el 93% del parque implantado durante 4 años con todos los insumos subsidiados (incluido el salario) sin invertir en mejoras de dicho parque, y cuando tuvieron que demostrar que eran empresarios en serio sacaron la plata del país.
Es ahora el momento de quebrar el brazo «derecho» y continuar con el proceso de integración y equidad comenzado por Néstor.
Interesante, pero tenía entendido que el crecimiento (más moderado, pero todavía elevado) entre 2007 y 2011 había tenido características distintas al del de 2002-2006, con menos creación de empleo pero mayor crecimiento de la productividad. No es así?
De todas formas el destrozo institucional de la gestión kirchnerista es innegable y probablemente tenga consecuencias a largo plazo…
[…] AN: Mi impresión es que el crecimiento económico de la década ganada es una pantalla de humo. El principal motor de la productividad no se movió. Simplemente usamos la capacidad no utilizada que existía tras la caída de 1998-2002 e hicimos varios cambios institucionales que nos van a distanciar más del ingreso potencial, representado por el ingreso per cápita de los EEUU. Para ver el impacto de los términos del intercambio ver esta nota de 2011 de Iván Werning, Sobre los Vientos de Cola Provenientes de Mejoras en los Términos de Intercambio. La naturaleza del crecimiento económico de la última década está analizada en una nota del año pasado de Constantino Hevia, Una descomposición del “milagro” kirchnerista y en una nota de hace unos días de Javier Ortiz, El Profesor Ferns y los Años Dorados del Kirchnerismo. […]