Especulaciones 1.0 sobre los riesgos de los medios 2.0

@LeopoldoTweets

En cuestiones de política, los medios de comunicación son un arma de doble filo. Supremamente necesarios, pero peligrosos cuando se utilizan mal o cuando operan en un contexto institucional débil. Muchas investigaciones recientes nos enseñan las sutilezas del funcionamiento de los medios de comunicación y su relación con la política, algo sobre lo que escribí hace unos meses acá.

Hoy quiero especular sobre un tema más resbaloso, haciendo casi algo de futurología (en lo que los economistas somos notoriamente malos). Demos un paso atrás y hagamos la pregunta, quizás obvia en el pasado, pero difícil en estos tiempos de internet: ¿Qué son los medios de comunicación? A pesar de las enormes innovaciones tecnológicas del siglo XX, como la expansión de la radio y la televisión, ambas con efectos para la política (ver por ejemplo este estudio, y este otro), hay algo verdaderamente único de internet. La gran innovación que supone es su aspecto “dos punto cero” que borra, o cuando menos hace borrosa, la línea entre emisor y receptor del mensaje. Cualquier ciudadano armado con un teléfono celular puede informar.

Las consecuencias son, se presume, enormes. Ahora los movimientos ciudadanos pueden poner y quitar mandatarios. Tomo prestadas dos citas que encontré recientemente en un trabajo sobre el tema (Campante, F., Durante, R. y Sobbrio, F. (2013) “Politics 2.0. The Multifaceted Effect of Broadband Internet on Political Participation”, Mimeo). El 9 de enero del 2009, The Huffington Post afirmó que “Si no fuera por internet, Barack Obama no sería presidente”. Refiriéndose a la Primavera Árabe, un alto funcionario del Departamento de Estado de los EE.UU. comentó lo que muchos pensaron entonces: “las dictaduras son hoy más vulnerables que nunca pues ciudadanos insatisfechos pueden organizar movimientos influyentes de protesta en Facebook y Twitter” (The Guardian, Junio 22, 2011). La observación anecdótica y algunas investigaciones en efecto sugieren que internet ha ayudado a los ciudadanos a convertirse en mejores “perros guardianes” de las ramas del poder.

Ventajas y desventajas de la transparencia

Si algo caracteriza al mundo hoy es la ausencia de privacidad, una palabra que sospecho significa una cosa –¿Significa algo? – para las generaciones (como las de mis estudiantes) que crecieron con millones de amigos en Facebook, y otra cosa para las que (como la mía) crecieron pudiendo recitar de memoria los teléfonos de sus amigos (haga el experimento para saber a cuál pertenece usted).

Quizás todas estas innovaciones generen molestias menores para algunos anticuados como yo a quienes nos preocupa la privacidad y no se animan a entrar en Facebook (aunque me aventuré, como lo muestra mi firma arriba, a entrar en el mundo de Twitter).

Pero en el caso de nuestros dirigentes, esta publicidad es buena. Significa que los ciudadanos están vigilando constantemente a los políticos. Es garantía de transparencia. Asegura que los líderes se comporten mejor pues saben que están siendo vigilados por la mirada atenta ya no de unos medios de comunicación (con quienes en ocasiones pueden conspirar) sino de todos los ciudadanos.

¿Correcto?

Sí, correcto en lo fundamental. Y que no se crea que soy un ludista que se opone a estas transformaciones. Son bienvenidas, emocionantes, y presentan grandes posibilidades. Pero no todo es color de rosa. No toda transparencia es buena. Me explico (vea este documento de donde tomo parte de esta discusión).

El lado malo de la transparencia tiene varias facetas. La primera es conceptualmente simple y no me detendré mucho en ella: hay información que pone en peligro la “seguridad nacional”. Transparencia en estos campos, más que buena rendición de cuentas, es estupidez. A pesar de ser conceptualmente simple, esta excepción a la regla de “más transparencia, mejor gobierno”  enfrenta complicaciones en la práctica. La complicación es que no siempre es claro qué información conviene esconder del público con este objetivo, y el argumento puede usarse amañadamente por gobiernos para huir del escrutinio. Piense, por ejemplo, en las discusiones que sucedieron a los famosos wikileaks, otro invento de la era de Internet.

La segunda cara es más interesante. A veces la transparencia puede generar incentivos perversos en los políticos. Hace pocos días Enrique Santos, el hermano del presidente de Colombia Juan Manuel Santos, dijo que veía a su hermano demasiado preocupado con las encuestas. El sentido de lo que dijo Santos sobre Santos apuntaba a que el presidente, en lugar de gobernar y continuar con sus planes de gobierno aunque esto le costara algunos puntos de popularidad, parece en ocasiones actuar conforme se necesite para repuntar en las encuestas de favorabilidad.

De este riesgo hablan Maskin y Tirole en un trabajo titulado  “El político y el juez”. La diferencia entre los dos funcionarios públicos es que el primero es elegido popularmente, no el segundo. La ventaja es que un mal político puede ser castigado por los ciudadanos en las urnas. La desventaja es que el político, no el juez, tiene el incentivo a complacer en exceso (pander) a los ciudadanos (aunque habría que preguntarse si con los nuevos medios crece el riesgo de la “justicia mediática”). Esto le hace daño a los mismos ciudadanos si dicha complacencia se hace a costa de abandonar cursos de acción que el político (por su condición en el poder) sabe que son más convenientes en el largo plazo.

Pensando en este mismo problema, este trabajo de Andrea Prat hace un aporte crucial. La transparencia sobre las consecuencias es menos problemática que la información sobre las acciones de los políticos. Intuitivamente, si los ciudadanos premian o castigan a los políticos a partir de las consecuencias de sus acciones, hay dos beneficios. Primero, los políticos tienen incentivos para tomar las acciones cuyas consecuencias son mejores para los ciudadanos. Por otra parte, los ciudadanos corren un menor riesgo a equivocarse al elegir a sus dirigentes: eligen aquellos cuyas acciones tienen mayor probabilidad de redundar en bienestar. El asunto es más complejo cuando los ciudadanos observan las acciones de los políticos y toman decisiones de apoyo o rechazo según esta información. En este caso, los dirigentes tienen un incentivo a abandonar cursos de acción que pueden tener consecuencias positivas, sólo porque dichas acciones no parecen convenientes a los ojos de unos ciudadanos que pueden tener menos elementos de juicio. Por supuesto, si esto sucede se pierden los dos beneficios señalados.

En este caso, sería mejor para los ciudadanos no conocer las acciones del gobierno, por lo menos hasta que se conozcan sus consecuencias. Se trata de una implicación de política que pone en aprietos los esfuerzos que sólo dan fruto en el largo plazo. Es inevitable la tentación de relacionar estas enseñanzas con el actual proceso de paz en Colombia. Un proceso que ex-presidentes antes antagónicos (ver acá y acá) acusan de poco transparente. Pero estas ideas sugieren que tiene sentido que algunos detalles de esta labor del gobierno no sean revelados, hasta que se conozcan sus consecuencias.

Otra versión de este mismo tipo de problema surge como consecuencia de que los políticos no se dedican a resolver un problema a la vez, sino que deben atender muchas tareas al mismo tiempo (ver este trabajo). Esta característica de multitasking combinada con que deben rendir cuentas ante los ciudadanos, implica que los políticos tienden a concentrar sus esfuerzos en las tareas que los ciudadanos pueden medir mejor. Y las tareas más fáciles de medir no son, necesariamente, las más importantes. Se trata del mismo problema teach-for-the-test que surge con los maestros y los exámenes estandarizados: hay muchas tareas cruciales que cumple un maestro, pero si su calidad se mide por el rendimiento de sus pupilos en un examen, descuidará algunas de estas tareas y se concentrará en las que están más estrechamente relacionadas con el examen.

¿Qué tiene que ver esto con los medios 2.0? A manera de hipótesis apoyada en observación casual, pues no tengo datos duros para compartirles, pienso que tiene mucho que ver. El nuevo contexto de información que tantos beneficios trae y que ha empoderado a tantos ciudadanos, exacerba al mismo tiempo cada uno de los problemas que acabo de listar.

Primero, acentúa la atención en el corto plazo. Las redes sociales, hasta los blogs, tienden a ser inmediatistas. Esto facilita una vigilancia ágil a los políticos: no hay que esperar a la próxima encuesta o elección. Pero exacerba el problema de complacencia caprichosa como la que le ocurre, según su hermano, a políticos como el presidente Santos. Y hace más difícil aquello de premiar o castigar a los políticos por las consecuencias de sus acciones. Lo anterior, en parte porque la atención al corto plazo en el mundo 2.0 impide esperar a que se observen las consecuencias para premiar o castigar gobiernos, y en parte porque contrario al que en teoría es el papel de los buenos medios de comunicación tradicionales, en 140 caracteres es más difícil que la información llegue contextualizada.

Segundo, me atrevo a sugerir que este contexto de mayor información y activismo político de la población, al tiempo que ayuda a la conciencia política ciudadana con consecuencias positivas, crea un ambiente de cierta “hipersensibilidad” de los políticos a lo que los ciudadanos pensamos de ellos. Ya desde 1975, cuando Nordhaus publicó su trabajo sobre los ciclos de negocios políticos –esa idea de que los dirigentes intentan manipular la economía para que “se vea bien” en tiempos de elecciones— a los economistas nos han preocupado los incentivos perversos que pueden generar las elecciones. ¿Qué podemos esperar de políticos que están preocupados por qué tanto hacemos clic en su botón de “Like”?

Finalmente reconozco, con algo de vergüenza pues suena un tanto retrógrado, un tercer riesgo que no descarto: cierta trivialización de la política. Internet ha producido avezados blogueros y líderes de movimientos ciudadanos, algunos de los cuales (como éste y éste) han sacudido su entorno político.

Pero la política en Internet, como en cualquier mercado, sobrevive y triunfa si se demanda. Y no siempre se demanda sustancia y análisis cuidadoso. Lo digo con un ejemplo trivial y con otra confesión (o, si quiere ver algo académico, vea este trabajo que sugiere que la competencia en medios genera más “periodismo basura”). Dije antes que nunca entré al mundo de Facebook por pudor, por celo de la privacidad. No es la única razón ni es cierto que nunca haya entrado. En las primeras semanas de Facebook abrí una cuenta, y tras encontrar algunos viejos amigos y disfrutar el invento, decidí abandonarlo cuando me encontré un par de veces “chismeando” las fotos del perro de Fulanita o la nueva novia de Zutanito. Reconocer este riesgo es de lo más retrógrado, decía, porque protegerme a mí mismo de mi propia trivialidad fue simple. Sólo tuve que cerrar la cuenta en Facebook. Pero hacer lo mismo con los ciudadanos no es simple, ni conveniente. ¿Regular los contenidos de internet? ¿Censurar? Doy por descontado que estas violaciones a las libertades  individuales tienen más costos que beneficios.

Poder de establecimiento de agenda

Otro problema que puede surgir con la red 2.0, y uno que se puede explorar empíricamente (estén atentos), tiene que ver con la interacción con los medios tradicionales. Con la expansión de las redes sociales, y en particular Twitter, los políticos han reaccionado y han encontrado en sus trinos una herramienta muy útil de exposición. Hace una década, si un ex-presidente, senador, o un simple candidato quería aparecer en los medios, debía buscar a un periodista que le hiciera una entrevista, convocar una rueda de prensa o hacer algo (cuando menos escribir una carta) digno de ser reportado. Hoy, en cambio, basta con que escriba un trino provocador. O, aún mejor, que inicie una pelea de trinos con otro político.

En el caso colombiano, nadie ha explotado esta posibilidad con más efectividad que el ex-presidente Álvaro Uribe. La Figura 1 es un mosaico que muestra apenas algunas de las apariciones recientes de Uribe en los medios motivadas por sus trinos (las imágenes son tomadas del diario El Espectador, pero lo mismo sucede en todos los medios escritos del país, así como en radio y televisión).

Figura 1: Uribe en Twitter: ¿Establece la agenda de los medios?

Figura 1: Uribe en Twitter: ¿Establece la agenda de los medios?

En últimas, a través de esta estrategia, a los políticos de hoy se les está facilitando la tarea de establecer la agenda de los medios de comunicación. Aunque usted no esté en Twitter, entonces, lo que allí suceda influye sobre la información que usted recibe. Y el establecimiento de la agenda es un poder que no podemos despreciar. Como dijo Cohen (1963) en una frase famosa, se trata quizás del único poder verdadero de los medios: aunque los medios no pueden decirle al público qué pensar, sí tienen un gran impacto al decirle sobre qué pensar.

Es interesante pensar en el dilema que todo esto representa para los medios de comunicación tradicionales. Pienso que están envueltos en una especie de dilema de comportamiento colectivo. Individualmente, los medios deben reconocer que muchos de los eventos del mundo 2.0, trinos de políticos y dirigentes, no son dignos de convertirse en noticia. Pero ninguno de ellos quiere ser el medio que no lo reporte. Reportarlos es taquillero, y hay buena evidencia de que los medios atienden lo que sus lectores, oyentes, y televidentes, quieren leer, oir, y ver.

Los movimientos ciudadanos en prueba

Para terminar con una nota de moderado optimismo, vale decir que la efectividad de los movimientos ciudadanos forjados con la ayuda de internet es aparente, aunque hay que reconocer que aún están en período de prueba. Menciono tres ejemplos.

Primero, en el caso italiano, el trabajo que cité atrás de Campante, Durante y Sobbrio examina los efectos de la expansión de Internet de alta velocidad en Italia sobre algunos resultados políticos. Los autores encuentran que el efecto inmediato es reducir la participación electoral. Sin embargo, esto tiene un calificativo importante: la reducción se da únicamente en las elecciones convencionales, mientras que se incrementa en los referendos. Campante, Durante y Sobbrio interpretan lo anterior como sugestivo de que la reducción en elecciones convencionales se da por un efecto de desencanto de los votantes con la política tradicional, en tanto que el incremento de los referendos (que se ocupan más bien de cambios al sistema político y no operan por el liderazgo de los partidos) muestra una población más comprometida con la política gracias al Internet.

Es decir, la reducción en la participación no se da como resultado de que la red desplace la atención desde temas políticos hacia otros temas, como el simple entretenimiento por ejemplo, algo que parece haber sucedido en el caso de la introducción de la televisión en los EE.UU. Para reforzar esta interpretación, los autores revisan los efectos de largo plazo y encuentran que los lugares con acceso más temprano a banda ancha son aquellos en los que el Movimiento 5 estrellas (M5S) de Beppe Grillo recibió más apoyo, tanto offline en las recientes elecciones parlamentarias, como online a través de los “meetups” organizados por este movimiento.

En suma, se trata de un movimiento ciudadano ayudado por Internet que logró entrar al sistema político y con la potencialidad de tener un efecto real. Sin embargo, aún hay que ver qué impacto logra tener el M5S en la práctica, pues al haberse concebido como un movimiento anti-político, es todavía un interrogante cómo legislará ahora en el Parlamento, donde obtuvo una representación inesperadamente alta. Por ahora, su postura anti-política tradicional está exacerbando las dificultades para formar un gobierno en Italia.

Un segundo ejemplo viene de Colombia, donde las últimas elecciones presidenciales se vieron animadas por la Ola Verde, un movimiento también muy activo en redes sociales que potenció la candidatura de Antanas Mockus. Al final, Mockus sorprendió disputando la segunda vuelta presidencial, la que perdió contundentemente, en parte por sus propios errores que en el momento se calificaron de autogoles. De nuevo, se trató de un movimiento profundamente crítico de la política tradicional, y puso sobre el tapete nuevos temas y preocupaciones de la ciudadanía. Pero, una vez terminó la contienda electoral, algunos preguntaron qué sucedió con ese ánimo ciudadano.

Finalmente, el tercer ejemplo es la Primavera Árabe, que se ha convertido en el símbolo de las redes sociales y su poder para derrocar el autoritarismo. Demostrar que las redes sociales fueron causa, o detonante, de la caída de los regímenes en Egipto, Túnez, o Libia no es simple. Pero aún suponiendo que lo fueron, ¿Qué papel están jugando en la transición a regímenes más democráticos? ¿Se logrará una transformación real o se reinstaurarán regímenes muy similares a los que existían antes de la caída? Está por verse. Para dar sólo un ejemplo, esta semana en Egipto la principal noticia ha sido la persecución del gobierno a este humorista político, con medidas que se han tildado de violaciones a la libertad de expresión.

Posibilidades y retos

En suma, la política 2.0 abre un mundo de posibilidades. Su principal efecto, parece evidente, es fortalecer a los ciudadanos. Pero no debemos perder de vista que las redes sociales también pueden tener efectos nocivos sobre la política. Por una parte, no toda transparencia es buena, y por otra las redes sociales también pueden ser aprovechadas por los políticos para establecer la agenda de los medios de comunicación a influir la opinión pública. Por último, aunque tenemos experiencias para ser optimistas, el verdadero impacto de los movimientos de ciudadanos que han crecido ayudados por Internet aún está en período de prueba.

Estas son algunas especulaciones, versión 1.0 mientras puedo compartir con ustedes resultados de investigaciones a fondo del asunto, sobre la política 2.0. Interesante saber lo que piensan los lectores 2.0 de focoeconómico sobre este fenómeno en la región.

P.D.: Cumpliendo con lo prometido en mis anteriores entradas a foco económico (“Cambiando armas por votos” y “La luz del sol: ¿El mejor desinfectante?”, con Juan Fernando Vargas) comparto para los interesados los resultados de este par de investigaciones: sobre la reducción de la violencia en el siglo XIX en Colombia tras la extensión del derecho al voto pueden leer acá, y sobre los efectos no intencionados de la exposición mediática de políticos corruptos acá.