Versión en inglés publicada en el Financial Times el 18 de Marzo de 2013
Es difícil estar en contra de la erradicación de la pobreza, de la expansión del acceso a la educación o de la reducción de la mortalidad infantil y materna. Estos hacen parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), el marco internacional para la coordinación de la agenda de cooperación internacional, pactado por la Organización de Naciones Unidas en el año 2000. Lastimosamente, el marco de los ODM tiene fallas de fondo, por ejemplo, lo que se ha hecho en la agenda de trabajo post-2015: de manera errada se han establecido las mismas metas para todos los países y se han hecho recomendaciones que carecen de un mecanismo de coordinación eficaz.
El esquema de los ODM ha sido diseñado a semejanza de la Enciclopedia Britannica. Debería ser reemplazado por un esquema de auto-organización similar al de Wikipedia. La Enciclopedia Britannica requiere un editor general, que planee la estructura general y delegue en editores junior la tarea de convocar autores expertos que escriban artículos sobre temas particulares. Por el contrario Wikipedia, la enciclopedia online, permite que cualquier persona, capaz de seguir unas reglas básicas, contribuya en la elaboración de artículos y acceda a la información que necesite.
En el año 2000, los objetivos surgieron tras un proceso de consulta a expertos y fueron aprobados por los Jefes de Estado de casi 200 países. Actualmente, la ONU está haciendo un llamado para que ciudadanos alrededor del mundo voten online por los “temas que son más importantes para ellos”, a través de una nueva plataforma llamada “El mundo que queremos”. Recientemente Ban Ki-Moon, Secretario General de la ONU, declaró: “nuestro objetivo debe ser único, coherente con la agenda global”.
Pero, ¿por qué establecer los mismos objetivos para todos los países en desarrollo? ¿No se supone que el rol de la democracia es empoderar a los ciudadanos para que decidan sobre sus problemas y establezcan sus propios objetivos? ¿Por qué mi voto debe contar igual para Bolivia, Burkina Faso y Nepal? ¿Las sociedades deberían ignorar los problemas de vivienda, de seguridad personal o de transporte sólo porque los ODM no los incluyen? ¿La Fundación Gates debería abandonar su lucha para la erradicación del polio sólo porque no clasificó para los ODM? ¿Los gobiernos locales y regionales deberían alinear sus objetivos con los que establezcan los gobiernos nacionales?
Los ODM funcionan de la siguiente manera: primero los gobiernos nacionales deben realizar un documento que presente la estrategia para la reducción de la pobreza y que sea consistente con los objetivos. Después, en una reunión a la que asisten los donantes se decide quién va a apoyar cada proyecto. Un enfoque bastante similar al de la Britannica.
Los ODM tienen ventajas, son una lista corta de ocho objetivos que encajan muy bien en nuestras cabezas. Sin embargo, el mundo no es así de simple y disfrazar la complejidad bajo el lema de “Forjar una alianza mundial” es dañino y contraproducente.
¿Qué pasaría si, como en Wikipedia, permitiéramos objetivos y soluciones que surgieran de los intereses de cada país y tuvieran en cuenta sus distintas prioridades? ¿Qué pasaría si, en vez de acordar unos pocos objetivos estáticos para todos, permitiéramos que los objetivos fueran el resultado de la interacción entre donantes, destinatarios y movimientos sociales?
Esta discusión no está alejada del debate que existe entre planeación central y organización autónoma en la economía. ¿Deberíamos establecer objetivos e idear un plan? ¿O deberíamos permitir que los vendedores y los compradores se encuentren en el mercado y se coordinen por si solos? Este enfoque –Ayuda 2.0- permite que las prioridades resulten de las realidades cambiantes, de las valoraciones y experiencias de todos los actores. Al igual que en el mercado, en donde las metas no son preestablecidas.
Los donantes y los destinatarios, cuando no son corruptos, quieren sacar el mayor provecho a su presupuesto para el desarrollo, incorporando en su toma de decisiones lo que creen que están haciendo el resto de donantes y receptores – es así como esta dinámica actúa como una mano invisible.
El sistema no será perfecto. Este enfoque, por ser más horizontal, se enfrenta a grandes costos de información y de transacción. No obstante, esto no quiere decir que quienes están a cargo del diseño de la política pública deban restringirlo. Por el contrario, deberían concentrar sus esfuerzos en promover y ayudar este tipo de auto-organización.
En asociación con Michele Coscia de la Universidad de Harvard y con César Hidalgo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), desarrollamos una herramienta online que ayuda a que los donantes y los destinatarios se encuentren, basándose en sus intereses comunes. Esto es una contribución a lo que creemos debería ser el enfoque de Ayuda 2.0. Los ODM son admirables. Pero también son muchos los temas que han sido dejados por fuera y no hay una razón convincente que explique por qué todos los países deben acoger los mismos objetivos. En un mundo en el que la información y la comunicación son más fáciles que nunca, existe una mejor manera de hacerlo. Se trata de un enfoque que incorpore la auto-organización y que se guíe por los intereses de los diferentes actores. Adoptémoslo.