La economía y el salario mínimo

Subir el salario mínimo no es necesariamente malo para el empleo y el bienestar. La mayoría de los economistas que han expresado su opinión en este debate en Chile sólo enfatizan sus efectos negativos. El argumento que tienen es simple: si pagar un trabajador se vuelve más costoso, las empresas dejan de crear empleos o terminan los que ya existen. Este es el típico razonamiento que uno tendría en un contexto de competencia perfecta. Quienes piensan de esta manera suelen afirmar que los adherentes a un mayor sueldo mínimo no respaldan la economía de mercado o actúan motivados sólo por ideología.

Afirmar que un incremento en el salario mínimo puede ser positivo para la economía, no está en contra del mercado ni se contradice con la teoría económica. Si aceptamos que encontrar o cambiar de trabajo es costoso en términos de tiempo y recursos, hay razones para pensar que las empresas tienen cierto poder de mercado sobre los trabajadores, por lo que el mercado laboral no es perfectamente competitivo. Los profesores Peter Diamond (MIT), Dale Mortensen (Northwestern) y Christopher Pissarides (LSE), ganadores del Premio Nobel de Economía 2010, han sido pioneros en desarrollar la teoría económica que incorpora estos elementos. En este contexto, mucho más cercano a la realidad del mercado laboral aparecen costos y beneficios de aumentar el salario mínimo. Si bien el argumento del encarecimiento de la mano de obra no calificada se mantiene, un sueldo mínimo mayor puede mejorar la eficiencia y el bienestar de la economía. Inclusive, podría incrementar el nivel de empleo, limitando el poder de mercado del empleador o atrayendo un mayor número de personas a la fuerza de trabajo, con positivo impacto en la producción y el bienestar.

¿Qué clase de evidencia se encuentra en los datos? Los estudios empíricos al respecto no concluyen claramente que el salario mínimo sea malo para el empleo. El economista de la Ocde, Andrea Bassanini, no encontró un impacto significativo del sueldo mínimo sobre el desempleo al comparar una serie de países desarrollados. Una muy conocida investigación del profesor David Card (Berkeley) ha ilustrado varios casos en EE.UU. donde un salario mínimo mayor no perjudicó el empleo. De la misma manera que la teoría indica una respuesta ambigua del empleo frente a un aumento del salario mínimo, la evidencia ilustra resultados que pueden ser positivos o negativos.

¿Qué debiera hacerse? El profesor Christopher Flinn (NYU) en un influyente artículo sostiene que “determinar los efectos de un cambio en el salario mínimo es un problema muy complejo; llegar a recomendaciones de política es una tarea aún más difícil”. Por esto, la idea de generar un grupo especializado que entregue recomendaciones sobre reajuste de salario mínimo anualmente parece razonable, siempre que sus participantes sostengan un debate serio y especializado. Los actores políticos, empresariales y sindicales debieran mantener sus mentes abiertas y evaluar los argumentos. De igual modo, si los economistas abandonan teorías facilistas y tienen presente el conocimiento científico existente sobre la materia al generar recomendaciones, la credibilidad de la profesión se fortalecería.