Para los que somos fanáticos del Barca (personalmente, desde el año 1993) y del “jogo bonito” (desde que Didi fue DT de River), la semana que pasó ha sido amarga: nos hubiera encantado seguir disfrutando del Barca de Pep. Por otro lado, nos permite hacer crecer la esperanza: se puede jugar bien y ganar. No cabe duda, los números no mienten: 13 campeonatos ganados (quizás 14 si ganamos la Copa del Rey) en 4 años. Esta es una realidad que no admite confusión. Nadie hoy discute, ni siquiera el más fanático madridista, que el Barca de estos últimos cuatro años ha sido un gigantesco éxito.
Pero la contundencia de los números no siempre tiene la misma prensa. El discurso oficial sobre la expropiación de YPF es un ejemplo de ello. En esta nota voy a evaluar el caso concreto de la expropiación de parte del paquete accionario de YPF usando números oficiales. Pero primero, me voy a referir a la necesidad de que la producción de energía este en manos del estado.
¿Es necesaria la propiedad privada para tener un sector energético eficiente? No.
En la medida que exista poder monopólico en ese sector, la propiedad privada, sin regulación, llevará a ineficiencias. La teoría económica es clara en este punto. O sea, que la solución eficiente implica la intervención del estado. Las fuertes discusiones entre la administración de Obama y BP luego del derrame de crudo en el golfo de Mexico son un claro ejemplo de ello. El sector de recursos naturales, además, plantea el obvio tema de la propiedad de las reservas. Las altas tasas impositivas que pone Noruega a las empresas privadas del sector petrolero implican que una gran parte de estos recursos financia el gasto público de todos los noruegos. Estos dos puntos dejan claro que el estado no puede estar ausente en el sector energético. ¿Cuál debe ser su presencia?
Este tema está tratado en una entrada de Sebastian, titulada ¿Provisión Pública o Privada?. Yo solo quiero agregar una frase que no es políticamente correcta: a mí, que sea propiedad pública o privada me importa poco. Para considerarme argentino, me alcanza con hacer lo mejor posible mi trabajo, pagar mis impuestos, no coimear para agilizar trámites ni evitar multas, respetar a mis compatriotas y a la ley argentina, ponerme la escarapela el 25 de Mayo y el 9 de Julio y sufrir con los partidos de la selección, gritando los goles que hace Tevez con la celeste y blanca, aún cuando todas mis células son de River desde la cuna. Las encuestas dejan claro que soy minoría: la mayor parte de los Argentinos esta de acuerdo con la expropiación. Además, debemos sumar a los que están en contra, pero por la forma en la que el gobierno lo hizo.
No tengo problema con que el estado sea dueño de los recursos y de la principal (o única) empresa petrolera por cuestiones teóricas o ideológicas. Lo que a mí me importa, es que los recursos argentinos sean utilizados eficientemente. Y que esa eficiencia redunde en beneficios para el estado (si el estado es dueño) o en una alta recaudación impositiva (si el estado es regulador). Y que esos beneficios se usen para hacer escuelas, hospitales, programas de alivio de la pobreza, obras de infraestructura que apoyen el crecimiento de la productividad. Que se usen para tener un cuerpo policial eficiente y bien pagado, que nos permita dormir tranquilos a todos cuando nuestros hijos salen de casa. Que se usen desde el estado para garantizar la inclusión social y cultural de la Argentina. Si esto pasa, me tiene totalmente sin cuidado si el estado es dueño o no de las acciones de las empresas petroleras. Me quedan muchas (muchísimas!) dudas que esta expropiación sea conducente a que los recursos argentinos sean utilizados más eficientemente – por eso no estoy de acuerdo con esta expropiación – pero eso será tema de la próxima nota. Y cuando digo eficientemente, me refiero a las necesidades del pueblo argentino, especialmente los más desfavorecidos. No me refiero a eficiente en términos de réditos económicos y políticos para el gobierno de turno. Los recuerdos de la YPF de las décadas del 70 y del 80 no son los de una empresa eficiente, dinámica y de punta. La – controvertida – privatización hubiera sido imposible si la empresa hubiera sido mínimamente eficiente y hubiera estado generando recursos para el estado. Les dejo un comentario de Javier Ortiz a la entrada de Sebastian que mencioné arriba.
“Te comento que lo ocurrido con Repsol a mí, en particular luego de observar los debates protagonizados en el Senado por los funcionarios del Ejecutivo y la gran mayoría de los representantes de la oposición, me merece una reflexión similar a la que Jorge Asís atribuye al dictador portugués Antonio Oliveira de Salazar quien cuando se enteró que en Angola aparte de oro y piedras preciosas se terminaban de encontrar cuantiosas reservas de petróleo habría afirmado “Pobre Angola con tanta riqueza”
Lo que quiero hacer ahora es repasar una serie de datos de fácil interpretación y que me muestran que en el tema YPF, la realidad importa menos que en el fútbol. Los datos que siguen se pueden encontrar con muy poco esfuerzo. Todos los gráficos que siguen han sido copiados de un documento de Octubre del 2011 de la Dirección Nacional de Programación Económica Regional , dependiente de la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía, titulado “Complejo Petroleo y Gas”. El Gráfico 1 muestra la producción total de petróleo en crudo en Argentina desde el año 1970.
Como se puede ver en el Gráfico, la producción fluctúa alrededor de un promedio cercano a los 25 millones de metros cúbicos, con fluctuaciones que están relacionadas con el producto. A partir de principios de los 90, la producción crece de manera sistemática, llegando a duplicarse en solo 7 años. Luego comienza, a partir de 1998, una brutal caída del 35% en la producción. Hay que tener en cuenta que entre 1998 y el 2010, al producto casi se duplicó. Eso quiere decir que, en relación al producto, la caída es casi del 70%.
El Gráfico 2 muestra los datos para la producción de gas. En este caso, la producción ha subido de
manera sistemática entre 1970 y el 2005, registrándose una caída sin precedentes a partir de ese año. Finalmente, el gráfico 3 muestra la participación de YPF en la producción de petróleo y de gas en el año 2010.
Podemos hacer responsable a Repsol por la caída en la producción de petróleo. Las fechas vienen bien, pues la caída empieza cuando Repsol se hace cargo de YPF. Lo que no se puede explicar es, cómo Repsol es responsable si tiene menos del 35% del mercado? Una explicación sería que justamente, como Repsol dejó de producir, su participación cayó a niveles tan bajos. Pero esto no es así: la participación de YPF en el año 1998 era del 40%. Estos números implican, que aún cuando Repsol hubiera mantenido su participación en el mercado en el 40% que tenía en 1998, la caída en la producción de petróleo, relativa al producto hubiera sido de 67%, en vez de ser el 70%. Por último, tampoco puede explicarse por qué Repsol tuvo un inmediato impacto sobre la producción de petróleo, pero no afectó la producción de gas, que siguió subiendo hasta el 2005.
Una aclaración que nunca está de más: no tengo ningún motivo para defender a Repsol. Es más, no me cabe duda que cuando tomaron decisiones, lo hicieron con el objetivo de mejorar la rentabilidad de la empresa, prestando atención a los intereses argentinos en la medida que redundaba en beneficios para la empresa. Y estoy seguro de esto, no porque los conozca ni mucho menos – no sé ni quiénes son. Estoy seguro porque conozco como funcionan las empresas. Por eso, en la medida que la competencia no está para disciplinarlas o en la medida que está en juego la propiedad de los recursos naturales, espero del estado argentino las respuestas necesarias. Esas que no hubo durante los últimos diez años. Y es por la ausencia de esas respuestas que hoy el estado necesita un chivo expiatorio. Esta vez, fue el turno de Repsol.
Los números del Barca pintan con todos colores el éxito de Pep y sus jugadores. Los números del ministerio de economía colorean las oscuridades del discurso oficial.
Un solo comentario
Podría ser que la misma política empresaria, tuviera efectos inmediatos en petróleo y mediatos en gas, símplemente si pensamos que la madurez de los pozos podía no ser la misma.
O sea; si me das un corsa 2010 y un peugeot 1998 y los pongo a trabajar de remisse sin invertir un solo peso, pues la productividad del peugeot se me va a caer a pedazos en el cortísimo plazo y en cambio la del corsa quizas se mantenga alta por 4 o 5 años mas.
[martíntetzdijo] «…Podría ser que la misma política empresaria, tuviera efectos inmediatos en petróleo y mediatos en gas, símplemente si pensamos que la madurez de los pozos podía no ser la misma…»
Cierto, sin embargo cabe preguntarse ante todo si la política empresaria se hace en el vació legal o de control o en secreto o por el contrario se hace en el marco de regulaciones [y reguladores] estatales.
Dos acotaciones:
1) No hay que mirar solo a la situacion ex-post. Cuando se privatizan estas empresas, se entiende que van a haber ineficiencias derivadas de un monopolio privado, tal vez mitigadas por regulaciones. Pero el Estado se beneficia por los recursos que obtiene de la privatizacion. Bien podria ser util convivir con esas distorsiones si hay usos de esos recursos cuyo retorno supera las distorsiones futuras del monopolio privado.
2) Las discusion no me parece que sea solo entre gestion publica o privada. Si el gobierno hubiese dicho que iban a tratar de ponerse de acuerdo con Repsol en el precio y que si no llegan a un arreglo acatara lo que dictamine un tribunal arbitral internacional (que para eso existen) la situacion seria fundamentalmente diferente.
Juan Pablo,
Primero, en cualquier experiencia de la vida, incluyendo el fútbol, la realidad es concluyente cuando es concluyente, esto es, cuando definimos a las jirafas como los únicos animales que tienen un cuello muy largo. No quiero burlarme, pero supongo que la salvación de un hincha de RiBer ha sido volverse hincha del Barsa (yo era de GyELP y también me hice hincha del Barsa pero yo siempre he dicho que es difícil vivir entero).
Segundo, me preocupa que diga que “No tengo problema con que el estado sea dueño de los recursos y de la principal (o única) empresa petrolera por cuestiones teóricas o ideológicas. Lo que a mí me importa, es que los recursos argentinos sean utilizados eficientemente.“ Mi preocupación viene cuando no se explica cómo se podrían usar eficientemente los recursos mineros en un sistema de propiedad o control estatal. Se podría argumentar fácilmente que la explotación minera requiere un grado muy alto de protección frente a las amenazas de los depredadores –no porque el costo de excluir del aprovechamiento de un determinado yacimiento sea bajo (como ocurre con el agua subterránea) sino porque una vez hecha una gran inversión para explotarlo los depredadores o buitres aparecerán para apropiarse del mineral extraído (en Angola, a fines de los 80, el gobierno tenía contratadas a empresas de EEUU para sacar el petróleo y a Fidel para proteger a esas empresas de los ataques de la fuerzas opuestas al gobierno y se llegó a pagar alrededor de mil millones de dólares anuales por los servicios de Fidel). En todo caso, la historia argentina está llena de idas y venidas sobre cómo explotar el petróleo, siempre bajo control estatal (aún en tiempos de mi colega el Mingo –competencia desleal, ojo). ¿Qué hemos aprendido de esa historia para decidir sobre una forma eficiente de explotar los recursos mineros? Yo sospecho que muy poco y por eso le damos vuelta a un alto nivel de abstracción sin poder aterrizar en algo concreto –aunque también reconozco que en el sistema político-jurídico argentino cualquier propuesta de régimen de concesiones basado en la eficiencia sería un engaño (disculpa si después de 50 años extraño al flaco).
Durante muchos años hemos pensado que la gestión privada era mejor que la pública. Esto era casi un axioma o una ley como la de la gravedad o la producción de agua y sales al combinar ácidos y bases.
A raíz de este convencimiento –y de otras cuestiones en las cuales mejor no ahondamos– vino una ola de privatizaciones de servicios esenciales que, bajos de defensas, acogimos con entusiasmo. Un servidor también.
Desde entonces han pasado muchos años y hoy tenemos experiencia, datos concretos, para afirmar que el axioma no lo es en absoluto.
Que en determinadas condiciones el servicio esencial es peor, más ineficiente y desde luego mucho más caro que cuando lo prestaba el estado. No conozco excepción a esta regla en Europa que es desde donde escribo.
Ni en provisión de agua, luz eléctrica, combustibles, servicios bancarios, correos o telecomunicaciones estamos mejor de lo que estábamos.
Demostrablemente en todos los casos. Me reservo lo de la luz eléctrica porque siempre la he conocido como concesión privada y hoy más del 50% de estas facturas son impuestos explícitos o implícitos.
¿Qué efectos tiene este proceso de privatización?
Varios muy importantes. Por ejemplo, los dos que siguen.
En primer lugar todos los usuarios nos hacemos menos competitivos porque nuestros servicios esenciales son increíblemente más caros y, con cierta frecuencia, menos sofisticados. Nuestros costes suben. Los directos y los fiscales que también son costes a la hora de competir.
Por ejemplo, France Telecom una compañía que aún hoy es semipública ofrecía ya hace 25 años el servicio de red inteligente que te permitía tener el mismo número de teléfono (y la mitad del coste) para tu casa de la capital y tu lugar de fin de semana en la costa o la montaña de Francia. Un código te permitía activar uno u otro.
Las operadoras privadas, tengo casos concretos que por pudor no cito pero todos reconocerán, siguen hoy, es decir un cuarto de siglo después, sin ofrecer ese servicio por lo que el mismo cliente debe pagar el doble al necesitar dos números.
En segundo lugar, y esto es muy importante, el capital nacional invierte masivamente en la privatización de estas maravillosas oportunidades de servir al poder político desde una posición oligopolística privilegiada y se pregunta si realmente vale la pena arriesgar en nada tan sucio como la industria o la innovación o la investigación. «Habiendo esto ¿por qué arriesgar?»
Como resultado hoy tenemos países sin industria, sin inversión innovadora y con un gran capital (un recurso escaso y crítico) que ha desarrollado como principal fortaleza estratégica la industria del Know-Who.
Algo que en muchos sitios es más importante que el Know-How.
Hay más razones, pero esas dos son dramáticas.
Buenos días
Señor Oquendo, en España deberían estudiar la historia argentina (incluyendo la historia de la comedia argentina) y preguntarse luego si lo que ha estado sucediendo en la Madre Patria se parece o no a episodios de nuestra rica historia (rica en episodios con grandes enseñanzas, tan grandes que nos quedan grandes a nosotros mismos y no las aprendemos y por eso nos parecemos más a Manolito que a Mafalda–ella es lo que querríamos ser, él es lo que somos).
Por ejemplo, mi estudio de la historia argentina me ha enseñado que cuando el Estado necesita fondos vende hasta sus vacas lecheras y que cuando necesita fondos expropia o confisca (según convenga) las vacas lecheras que había vendido antes. Hablar de eficiencia es un una broma propia de comediantes y por eso yo la entiendo (quizás siendo español nunca haya oído quién soy pero soy comediante, algunos dirán payaso, pero los que me conocen bien me tratan como filósofo). La “propiedad“ estatal en Argentina y en muchos otros países no tiene que ver con ideología ni con eficiencia –simplemente es una cuestión de tener vacas para ordeñar.
Hombre, Don Fidel, piense usted que de algún lugar tuvo Argentina que tomar sus actuales modos.
Sucede que en su caso lo hacen con menos motivos que en el nuestro, a fin de cuentas los argentinos tienen una nación rica y nosotros fuimos saliendo a base de hambre real y expolio desde el estado.
América, en el fondo, fue una oportunidad impensable en reinos donde, a falta de rentas, desde la edad media se gravaba la propiedad y no tenía sentido el trabajo. Un caso puntero de crowding out que sigue campando por sus respetos. De no ser así en qué cabeza cabe que Repsol comprase en su día YPF.
En esto no hemos cambiado mucho porque seguimos teniendo un estado que grava la propiedad, la vivienda, hasta tres y más veces (IBI, Renta Imputada y Patrimonio) y obliga a trabajar para el amo bastante más del 50% del tiempo. En estas condiciones el colapso es inevitable.
Las naciones no se hunden por nada, requieren para ello gobiernos comprando votos para poder seguir ordeñando. En esto también está usted muy acertado.
Muy claro!