El jueves 1 de Septiembre pasado, un colega chileno, Eugenio Tironi, escribió un post en Focoeconómico con una interpretación muy interesante sobre la situación social en Chile. Lo tituló “La Estafa”. En él, plantea, entre otras cosas, la necesidad de un debate profundo, de fuerte raigambre ideológica, sobre el modelo de Estado para Chile. Un debate natural entre tendencias más sesgadas a un activo papel estatal en políticas que fomenten la movilidad social y la protección a los más desfavorecidos y tendencias más sesgadas a un estado que se limite a defender el estado de derecho. Este es un debate, que con distintos resultados dependiendo del país y del momento, existe en la mayoría de las democracias republicanas del mundo. Personalmente, me gusta más a la izquierda.
Pero hoy quiero hablar de otra estafa, una que hicimos en este lado de la cordillera. En algún momento cercano a 1974, el estado argentino comenzó a violar sistemáticamente un principio básico de responsabilidad económica. Una responsabilidad que, como consumidores, aprendimos la primera vez que, en puntas de pie, nos arrimamos al kiosco del colegio y compramos un chocolatín Jack. Si no habíamos traído un caballito (moneda de 10 pesos previos a la ley nacional 18.188, que creó los “pesos nuevos”, a la tasa de 100 pesos viejos por 1 nuevo, si me acuerdo bien) o un barquito (5 pesos), teníamos que pedir prestado. Y al día siguiente, mamá (nuestro propio FMI?) nos tenía que dar la moneda correspondiente para pagar la deuda y así evitar el potencial ojo morado, distintivo inequívoco de aquellos que no pagaban.
Así, desde mediados de los 70’s hasta principios de los 90, los argentinos tuvimos un estado sistemáticamente quebrado. El gráfico que siga muestra el déficit fiscal (la cantidad de caballitos y barquitos que el estado gastó y que no tenía) como porcentaje del ingreso total del país. Es la línea azul. En el mismo grafico está la tasa de inflación, una de las maneras con la cual el Estado financió su déficit entre 1975 y 1991. Es la línea rosa. A partir de 1991, el déficit cae, incluso se transforma en superávit en 1992 y 93, pero sigue siendo positivo desde 1994, lo cual termina quebrando nuevamente al estado, generando la brutal crisis de 1998-2002.
Que sucedió con el ingreso medio de la Argentina? En el siguiente Gráfico, muestro el ingreso per-capita entre 1950 y 2010. Es la línea azul. También hice la siguiente cuenta. Tomé el modelo de Solow y lo calibré usando datos de entre 1930 y 1949. Calculé la tasa de crecimiento de la población, de la productividad y la tasa de ahorro. Luego, utilizando una tasa de depreciación del 4% y una participación del capital de 1/3, simulé el producto per-capital para el período 1950-2010. Esa es la curva roja.
Es interesante notar que la predicción del modelo de Solow es muy buena hasta mediados de los 70. Esto es notable, dado que la predicción no usa datos posteriores a 1950. O sea que esta predicción la podría haber hecho cualquier economista en 1950 – salvo por el hecho que Solow todavía no había publicado su artículo!
Fíjense que justo cuando el déficit empieza a dispararse, los datos se alejan de la predicción. Y se siguen alejando mientras el déficit sigue fuera de control. Recién en 1991, cuando cambia radicalmente el comportamiento del déficit, los datos empiezan a converger nuevamente a la predicción, interrumpiéndose por la crisis del 94 de manera temporaria y por la del 98-02 de manera más permanente. En el 94, la solvencia del estado estuvo en juego durante varios meses. El default del 2001 es la culminación de otra quiebra estatal. En el 2003, con un estado superavitario, los datos comienzan nuevamente a converger a la predicción.
Esta es mi hipótesis: el estado quebrado, empujó a la economía Argentina muy por debajo de lo que sus recursos lo permitían, según el modelo de Solow. En los dos períodos más o menos extendidos de un estado con una disciplina fiscal estable, las tasas de crecimiento fueron muy altas y el ingreso Argentino se acercó al potencial de Solow. Ambos períodos tuvieron modelos de estado muy diferentes. En los 90, éramos el ejemplo del “Washington consensus”. A partir de 2003, controles de precio, micro-management del comercio exterior, vuelta atrás con el sistema de jubilaciones, etc. Quizás sea una simplificación, pero tuvimos los dos modelos que mi colega Eugenio Tironi quiere poner en debate en Chile. Lo común, fue la disciplina fiscal, que en al caso de los 90 sólo duró unos años. El resultado? Tasas de crecimiento muy altas y fuertes apoyos de los sectores populares a la continuidad política de esos modelos en las elecciones del 95 y en las del 2007 y 2011.
Si tomamos el modelo de Solow como bueno, y mi hipótesis como válida, la implicancia es obvia: si el estado argentino mantiene disciplina fiscal, todavía queda un 20% de crecimiento, solo para converger la brecha. Por ejemplo, si imaginamos que la convergencia se hace en 5 años, eso implica un 4% de crecimiento de convergencia, más un 1,5% de tendencia más un 1% de población, podemos crecer al 6,5% promedio en 5 años. Sólo por mantener una disciplina fiscal similar a la de los últimos 6 años: es tentador.
Cuántos Argentinos vieron sus bolsillos empobrecidos durante tanto tiempo por culpa de un estado quebrado? Los países que tienen estados fiscalmente responsables, pueden discutir estafas de la derecha o estafas de la izquierda. Los estados quebrados implican estafas a secas. De esas tuvimos muchas en los últimos 35 años.
Entiendo que la hipótesis muy simplificada es…
A. Supongamos que el crecimiento del PBI per cápita depende del superávit fiscal.
B. En dos períodos observados esto se verifica.
C. Entonces, es altamente probable que la relación sea cierta.
Pero encuentro tres objeciones…
i) ¿Es posible tener superávit fiscal sin crecimiento de PBI per cápita? Creo que no.
ii) Ambos períodos de crecimiento del PBI per cápita y de superávit fiscal, ¿fueron precedidos por licuación de pasivos y capacidad ociosa por contracción del PBI?
Sí.
iii) Durante esos dos períodos, ¿fue alta la correlación lineal entre la inversa del precio internacional del dólar (i.e. DXY) y el PBI per cápita o el superávit fiscal?
Sí.
Lo que sirve de fundamento debe ser más claro y conocido que lo que se quiere probar. Pero aquí hay dos peticiones de principio: el modelo de Solow (afín 30 años; errado otros 30); que el superávit fiscal sea condición necesaria Y suficiente.
Yo leo el argumento de Juan Pablo como uno que he venido hacienda en varias oportunidades. Por ejemplo, acá: https://dev.focoeconomico.org/2010/12/05/credito-%C2%BFque-nos-dicen-las-piedras/
“Un gobierno “insolvente” más temprano que tarde termina de alguna forma apropiándose de recursos privados para financiarse. Esto es así pues el Estado posee una capacidad coercitiva que no poseen otras organizaciones en la sociedad. Así, por ejemplo, si el gobierno se excede en sus gastos, y no encuentra cómo financiarlos en el mercado de capitales aún podría apropiarse del ahorro privado de diversas formas.”
Cuando un gobierno cae en una situación de insolvencia se vuelve predatorio. Alguien tiene que pagar la cuenta y nadie quiere hacerlo. Más temprano que tarde, la fuga de capitales (con sus consecuencias reales) es inevitable.
Entonces, no creo que se trate de ver si el déficit fiscal esta correlacionado con el crecimiento, o si es el equilibrio fiscal es una condición necesaria para el crecimiento económico. Me parece que el punto fundamental es que el estado es la principal organización de la sociedad y su quiebra es traumática.
Sebastian Galiani, si el punto era que los déficits fiscales son nocivos, «ya está dictada la sentencia; solo resta el juicio».
En cambio, JC Nicolini presentó un argumento y algunos números sugestivos del mismo. Pero en parte me pareció una cuestión tipo «huevo-gallina»: ¿el superávit permite el crecimiento o el crecimiento permite el superávit?
En cambio, me parece más probable que sea un doble efecto de otras causas (términos de intercambio, capacidad ociosa por inversiones pasadas, capacidad crediticia por licuaciones de pasivos pasados… ventana demográfica, que olvidé mencionar).
Dudar de que el superávit habilite el crecimiento no es elogiar los déficits ni disculpar su nocividad, como no lo sería dudar de que Saddam Hussein tuviera armas de destrucción masiva.
Juan Pablo, una aclaración valida es la siguiente. Todas esas “otras” políticas, más o menos distorsivas, afectan el producto potencial. El producto potencial que vos estimas toma la acumulación de factores como un dato, pero esta es una variable endógena afectada, entre otras cosas, por estas otras políticas.
La idea que las finanzas públicas ordenadas son una condición necesaria para el crecimiento es una idea que venimos empujando mucho. En una de las primeras entradas que escribí en FE, metas fiscales para la estabilidad y el crecimiento, hice un punto parecido.
En la entrada podrán ver evidencia internacional provista por Aguiar y Amador (ver cita en la entrada) que apoya el que hace JPN para Argentina.