Las Exportaciones Industriales Argentinas

Lucidos comentaristas proclaman alegremente que, a pesar de los discursos oficialistas, el proceso de desindustrialización desplegado a partir de 1976 se acentuó en estos años.  Otros, sin llegar tan lejos, enfatizan que la soja y sus precios explican el crecimiento desde 2002 y describen esta época como unos años de bonanza exógena. Están también quienes reconocen el crecimiento industrial pero sospechan que su competitividad es artificial y temporaria. A todos ellos, a pesar de sus matices, los llamo en esta nota los “sólo soja”. Del otro lado, están “los coreanos”, quienes viven la transformación productiva que deslumbra al mundo. Estos ven a Argentina como un tigre de las pampas que deja atrás la decadencia primaria y se complejiza, alcanzando fronteras que pronto extenderá. Entre los “sólo soja” y los “coreanos”, tenemos una industria que crece en volumen (un 46% entre 1998 y 2010, o un 37% si le creemos más a FIEL), pero que va dejando dudas sobre sus progresos en cuanto a productividad y competitividad. Dejemos la productividad para la próxima entrada; me interesa ahora evaluar el desempeño exportador industrial. Para ello me baso en un trabajo preliminar que con Juan Carlos Hallak estamos desarrollando sobre las exportaciones argentinas.

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Las exportaciones totales argentinas crecen, y mucho: el valor total las exportaciones creció un 159% desde 1998 a 2010, y 167% desde 2002. ¿De dónde viene el “sólo soja”? Seguro de su boom evidente: la venta del “yuyo” pasa de 547 millones de dólares en 1993 a 5001 en 2010, un 815 %. Por otro lado, sin embargo, el peso de las exportaciones industriales parece no variar.  En las figuras de abajo se puede observar que el peso de las exportaciones industriales se mantiene más o menos estable. De hecho, los bienes primarios y sus derivados industriales (MOA) caen unos puntos en su participación (de 58% a 55%)

Entonces, una simple mirada a las “tortas” no permite sostener el “sólo soja”; pero las tortas esconden variaciones en su tamaño. Es decir, que la industria explique apenas un poco más de un total de exportaciones que creció un 158% entre 1998 y 2010 no hace sino sugerir una presencia internacional manufacturera en expansión. Claro, tampoco permite tirar cohetes de desarrollo inminente. Sigamos indagando.

El análisis de las cantidades exportadas nos permite un poco más de optimismo. En la siguiente figura se ve que el crecimiento de las exportaciones MOI (las puramente industriales, las que no dependen de la Pampa) desde 2002, casi duplica tanto el de las primarias como de las MOA.

 Entonces observamos que sí, que la soja explota en su valor exportador pero que las manufacturas industriales crecen y mucho.

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Otra vulnerabilidad potencial de las exportaciones industriales, de gravedad más acuciante, es que su crecimiento (incluso su nivel) sea artificial y, por ende, insostenible. Nadie duda de que el tipo de cambio haya estimulado, para bien o para mal, la producción industrial. Esta súbita competitividad precio disparó las exportaciones desde 2003, incluso desde el último cuarto de 2002. Sin embargo, es difícil sostener que el paraguas cambiario pueda durar para siempre. Su éxito como política puja hacia la apreciación. Y así ha ido sucediendo: el tipo de cambio real cae de manera substancial ya desde el 2003 mientras que el multilateral, gracias a Brasil (¿nuevamente quizás?) recién declina desde el 2007. En todo caso, esta apreciación no parece haber deshecho la ambición exportadora: a pesar de la apreciación cambiaria, las exportaciones han seguido su crecimiento, a excepción del colapso del comercio internacional en 2009, hasta al menos 2010.

 

Es posible que la apreciación afecte más a los productores meramente de cabotaje que a aquellos que exportan. De hecho, la reacción oficial es la de un proteccionismo curioso (imaginativo quizás) que apunta más a reducir las importaciones que a mejorar la competitividad de las exportaciones. En todo caso, más allá del impulso vía tipo de cambio, no es posible desechar que la gran devaluación, y demás elementos que caracterizan los 2000, hayan instalado una forma de inserción internacional de las manufacturas argentinas que sea más resistente a apreciaciones cambiarias y que sustente su éxito en mejores desempeños de las empresas. Para tener alguna idea de esto necesitamos ajustar el foco e indagar el desempeño exportador al nivel de la firma.

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Nos interesa ahora ver si hay cambios a nivel de la firma que sugieran un vínculo más complejo con el mundo, o al menos con la región. Usando el universo de las transacciones en la aduana uno puede identificar qué productos y a qué destinos exporta cada firma. De esta manera podemos identificar qué margen domina el crecimiento de las exportaciones. Paso a resumir:

  1. Las empresas argentinas exportan más variedades (una combinación producto a 6 dígitos-destino). Estas pasan de 34301 en 2002 a 44462 en 2008.
  2. Hay más empresas que exportan. En 2002, tan sólo 7170 empresas industriales exportaban. En 2008, están suman 11316.
  3. Los exportadores son más complejos en su alcance. Las empresas exportadoras industriales colocan más bienes en más países. En la tabla que sigue descomponemos los márgenes del crecimiento de las exportaciones industriales entre 2002 y 2008.
    1. El margen extensivo puro son las exportaciones que aportan los nuevos exportadores. A pesar de los 4000 nuevos exportadores, sus exportaciones sólo explican un 10% del crecimiento total. Esto se debe a que los nuevos exportadores empiezan con magnitudes relativamente pequeñas y luego se expanden en su éxito o simplemente fracasan en su intento exportador.
    2. El margen intensivo puro es el crecimiento de las exportaciones que ya se realizaban en 2002; es decir, firmas ya exportadoras en 2002  que aumentan sus exportaciones de viejos bienes en viejos destinos. Este “más de lo mismo” explica el 39 % del crecimiento de las exportaciones.
    3. El resto de las exportaciones, un 50%  del crecimiento, reflejan exportadores que colocan nuevos bienes o que alcanzan nuevos mercados. Estas “novedades” a nivel de la firma son auspiciosas ya que sugieren una inserción internacional más diversificada y, por ende, más consistente.

 

Margins of trade
Total Growth, 2002-2008

187%

Continuers

90%

Intensive Margin

33%

New goods, old markets

9%

New markets, old goods

33%

New goods, new markets

6%

New good-market combination

9%

Entrants

10%

 

  1. Otra lectura de la misma tabla enfatiza la expansión geográfica de las exportaciones argentina como aquella que motoriza el crecimiento: el 48% del crecimiento de las exportaciones involucran nuevos mercados, contra un 15% que da cuenta de nuevos productos.
  2. También se destaca la importancia creciente de las exportaciones “multiproducto”: el 31% del crecimiento de las exportaciones se explica por segundos productos, aquellos que no son el “core” de la empresa exportadora

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La evidencia hasta acá queda lejos de sostener el “sólo soja” ¿Cuáles son las debilidades más realistas? Los candidatos inmediatos que remplazan el “sólo soja” y mantienen intacta una percepción de vulnerabilidad son: el “sólo Brasil”, el “sólo autos” y el “sólo berretadas”. Estos caballitos de batalla son más difíciles de hacer trastabillar, lo que sugiere una mayor cercanía a la realidad. ¿Pero cuánto más cerca?

¿Sólo Brasil?

Esto se derriba fácil. Brasil explica en 2010 el 21% de las exportaciones totales (25% de las industriales). Años antes, en 2002 por ejemplo, esta proporción era el 19%. Otra forma de ver la supuesta dependencia: Brasil explica el 24% del crecimiento de las exportaciones entre 2009 y 2010. Interesan estos dos años pues Brasil debe ser de los pocos destinos en los que  la apreciación cambiaria fue, si acaso, tenue. Teniendo en cuanta su cercanía y tamaño como mercado, esta relevancia no parece ser tan substancial ni inédita en el mundo.

¿En qué dimensión depende Argentina de Brasil de manera inquietante? En su rol como destino de productos diferenciados. Acá el panorama deviene un poco más “sólo Brasil”, más aun en los últimos años: pasa del 29% en 2002 al 41% en 2010. Mucho de esto se explica por los autos, así que pasemos a ellos.

¿Sólo autos?

En todo caso, no sólo autos. Seamos más precisos. La categoría “Materiales de Transporte”, que  incluye no sólo autos sino también camiones y autopartes, explica sólo el 22% del crecimiento de las exportaciones industriales entre 2002 y 2010. Mucho, claro,  pero “Alimentos y Bebidas” explica el 49%. Esto puede sonar negativo para viejos industrialistas, pero hay que tener en cuenta que este rubro incluye bienes con valor agregado como el vino, los alimentos elaborados y ciertos aceites de alta calidad. Y además también, emergen también los químicos explicando el 11% del crecimiento. Incluso maquinarias, con una pequeña contribución en valor (5%) explican el 10% del crecimiento total en cantidades. O sea, autos no es mucho. Pero quizás la percepción generalizada se nutre en la experiencia de los últimos años. Claro, con apreciación cambiaria la experiencia indica que las MOI deben caer salvo los sectores que algún tipo de sostén político. Concentrémonos entonces en 2009 y 2010. Transporte explica el 39% del crecimiento de las exportaciones industriales. Siendo más preciso, autos (transporte de personas) da cuenta del 17%. Esto es mucho, claro, pero lejos de un “sólo autos”.

Claro, uno puede desarmar el optimismo asociado con cada categoría. Por ejemplo, mucho del material de transporte lo explica un régimen especial de protección, gran parte de los alimentos son bienes homogéneos sometidos a los vaivenes de precios inestables, lo de los químicos suena bien pero mucho es biodiesel y, para colmo, la maquinaria va a mercados regionales sin demasiado prestigio, casi sin mérito. Todo esto es potencialmente cierto, aunque requiere meterse en cada sector e identificar mejor debilidades y fortalezas. De todos modos, en su concentración parece que las exportaciones argentinas presentan una variedad creciente.

“Sólo berretadas”

y….no somos Corea. Es difícil definir qué es lo que está bueno exportar. ¿Cuál es la canasta óptima de exportaciones? En principio, los bienes diferenciados son buenos; su competitividad es menos dependiente del precio y su diferenciación requiere esfuerzo y valor.  ¿Qué pasó con los diferenciados? Para mi sorpresa, crecieron en su importancia: pasan de explicar el 25 % de las exportaciones en 2002  al 30% en 2010. De todos modos, seguimos exportando principalmente bienes homogéneos, de fácil sustituibilidad y relativa fragilidad (¿berretadas?).

Para captar una mayor complejidad en las exportaciones, podemos ver cuánto crecieron las exportaciones de bienes diferenciados a la OECD (el mercado más exigente en cuanto a calidad y profesionalismo). Lo bueno es que estas crecieron: un 115% entre 2002 y 2008; una buena noticia matizada por el hecho de que el resto de las exportaciones MOI  lo hizo por más (190%).  Entonces, tampoco somos “corea” ni lo seremos pronto.

Otra manera de ver si el crecimiento de las exportaciones se sustentó en la bondad de nuestros productos es mirar su contenido tecnológico. De nuevo, nada ha cambiado de manera substancial. Las exportaciones argentinas siguen siendo, en su mayoría, de bajo contenido tecnológico (41% en 2009 contra 39% en 1998). El gráfico que sigue nos da una visión más precisa.

 

Está claro que no hace falta exportar como Corea para ser “Corea”, pero la debilidad tecnológica de las exportaciones argentina requiere más que un tipo de cambio (más o menos) competitivo y una fuerte demanda local; posiblemente los elementos centrales de la política industrial actual.

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Parar ir terminando, siempre sostuve que el “ni una cosa ni la otra” era una manera perezosa de parecer objetivo, neutro y, por ende, correcto. Al fin y al cabo, el “sólo soja” y el “somos corea” son apreciaciones subjetivas (e interesadas) sobre un tigre de las pampas que exporta los bienes que puede hasta donde le da.  Lo que si queda claro es que la crítica (furibunda) y el elogio (embobado) no pueden eludir los datos; estos que están disponibles y los otros, los de difícil acceso, los que en su ausencia dejan al investigador con la rabia del “me gustaría saber más y no me dejan”. Quedo entonces acá, yéndome por alguna rama, reclamando un mejor acceso a los datos y que la evaluación empírica pase a ser parte de la política industrial y tecnológica.