Expandiendo la Frontera

Muchas de las discusiones que tenemos en este foro son relevantes no solo en Argentina, sino también en América Latina. Gratamente, hemos verificado que tenemos muchos lectores en la región. Buscando enriquecer el debate económico en América Latina, hemos decidido abrir este foro a economistas de otros países de la región. La idea es agruparlos por país, y que estos grupos, posteen un día determinado de la semana, aprovechando no solo las economías de escala que se generaran al nuclearnos en el mismo espacio, sino, y más importante aún, enriqueciéndonos todos con el contraste de perspectivas y experiencias.

Hoy, nos es sumamente grato anunciar que a partir de la próxima semana, los martes postearán en Foco Económico un grupo de Economistas Colombianos coordinados por Marcela Meléndez, editora asociada de Foco Económico. La lista inicial de nuevos colaboradores incluye a Alejandro Gaviria, Marcela Eslava, Roberto Steiner, Juan Fernando Vargas, Guillermo Perry, Juan Camilo Cárdenas, Ana María Arjona y Daniel Mejía.  

Próximamente esperamos anunciar el lanzamiento de otros países. Anticipando el rico intercambio que tendremos con nuestros colegas y amigos Colombianos, me interesa  compartir  esta nota sobre un trabajo de James Robinson que escribí tiempo atrás.

Populismo versus Clientelismo en el Espejo de la Historia Colombiana

Robinson (2007) comienza preguntándose si Colombia tiene o no una historia latinoamericana típica. En principio, pareciera haber razones para creer en un excepcionalismo colombiano. En un continente considerado como el prototipo de la mala política macroeconómica, Colombia siempre ha tenido una política monetaria y fiscal muy prudente. Además, las políticas sectoriales en Colombia nunca han tenido un sesgo en contra del sector primario. De hecho, la asociación de productores (Federación Nacional de Cafeteros) ha controlado la principal industria exportadora, la cafetera, desde 1927. En el plano político Colombia también parecería destacarse ya que ha tenido una continuidad única en América Latina. Los partidos Liberal y Conservador han persistido desde su fundación en el siglo XIX, y sólo ha habido breves períodos de gobierno militar desde la Independencia.

Sin embargo, a pesar de este excepcionalismo, el desempeño de largo plazo de la economía colombiana se ha mantenido dentro de los estándares latinoamericanos. Si bien el crecimiento económico colombiano desde 1930 ha sido estable, también ha sido tan decepcionante como el de todos los demás países de América Latina. A su vez, Colombia presenta una de las mayores tasas de desigualdad económica de la región. Por otro lado, ¿qué puede decirse acerca de la “Leyenda Rosada” de la democracia colombiana? En primer lugar, el grado histórico de democracia en Colombia puede rebatirse. Después de la elección de 1856, el poder político no cambió de manos pacíficamente entre partidos sino hasta 1930, e incluso después de dicho período las elecciones estuvieron manchadas por fraude y coerción, dejando de lado que varios presidentes fueron elegidos sin oposición alguna. Entonces, Robinson arguye, la historia de Colombia es a la vez excepcional y típica.

Para explicar este fenómeno Robinson propone un marco analítico simple. El mismo asume que, originalmente, la elite económica controla las instituciones políticas y económicas del país. Sin embargo, aunque esta elite domine la política, debe redistribuir ingresos hacia los ciudadanos para poder mantenerse en el poder. Y es aquí donde Robinson introduce, en mi opinión, una idea muy interesante sobre la política redistributiva: un gobierno puede escoger distintas combinaciones de clientelismo (distorsiones micro) y populismo (distorsiones macro) para lograr mantenerse en el poder.

Naturalmente, una elite tradicional, ligada a la producción de bienes primarios, va a elegir, manteniendo todo lo demás constante, relativamente mucho clientelismo y muy poco populismo para mantenerse en el poder. En el caso colombiano, la perdurabilidad del sistema bipartidista y la extraordinaria habilidad de las elites tradicionales para mantener el control del sistema político han sesgado la política redistributiva hacia el clientelismo. Es por ello que en Colombia ha habido relativamente mucho clientelismo y muy poco populismo. De hecho, según afirma Robinson, el populismo está asociado empíricamente con la entrada de nuevas fuerzas políticas, por lo cual la ausencia de las mismas en Colombia explicaría la relativa falta de populismo.

Entonces, la pregunta relevante que surge es la siguiente: ¿por qué las elites tradicionales colombianas han logrado mantener un mayor control sobre las instituciones políticas y económicas que el que han mantenido otras elites tradicionales Latinoamericanas? Claramente, esta pregunta requiere un estudio de economía y política comparada para su cabal abordaje. Sin embargo, Robinson ensaya en su trabajo algunas respuestas posibles. La primera está relacionada con el sistema electoral colombiano, el cual ha facilitado la contención de las facciones disidentes dentro del sistema bipartidista tradicional. La segunda toma en cuenta la debilidad de los militares. Desde mediados del siglo XIX parece haberse desarrollado una decisión consciente por parte de los partidos Liberal y Conservador respecto a mantener al ejército débil y reducido. Por consiguiente, los militares nunca han constituido una alternativa creíble de gobierno, lo cual ha ayudado al mantenimiento del control del sistema político por parte de las elites y los partidos políticos tradicionales.

En conclusión, para comprender el desempeño de largo plazo de las sociedades es necesario entender los incentivos que tienen los distintos grupos a adoptar diferentes políticas, y cómo los resultados económicos y políticos, a su vez, afectan la dinámica política. El estudio realizado por Robinson muestra cómo la perduración de las elites tradicionales en el control del poder político en Colombia ha implicado un bajo nivel de redistribución del ingreso, el cual se expresó mayoritariamente a través del clientelismo y no del populismo. Sin bien el país ha sido estable política y económicamente, su desempeño económico no ha sido mejor que el del resto de América Latina y, naturalmente, sus altos niveles de desigualdad aún se mantienen.

 

Referencia:

Robinson, James (2007). “¿Un Típico País Latinoamericano? Una Perspectiva sobre el Desarrollo Colombiano”. Economía Colombiana del Siglo XX, Robinson, J. y M. Urrutia, eds., Fondo de Cultura Ecuménica.

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