Los mercados financieros muestran un creciente optimismo sobre el futuro de los activos argentinos. A medida que nos acerquemos al mes de diciembre, es de esperar que el debate económico se enriquezca, lo que puede llevar a los candidatos a enfrentar decisiones importantes en el armado de equipos y diseño de planes. Algunos hasta podrían usar la complejidad del marco económico a enfrentar el 11 de diciembre como forma de diferenciarse haciendo promesas explícitas sobre las medidas a tomar en los primeros días.
En algunos círculos de economistas se discute si el próximo gobierno debería implementar un plan de shock o uno gradual. El estudio teórico y empírico tienen mucho para decir sobre este tema. Pero la realidad política y económica a enfrentar en diciembre no necesariamente se adapta aceptablemente a un precedente histórico o modelo, lo que excede el objetivo de este artículo.
Analicemos la relación entre la inflación, el déficit fiscal y la deuda externa en default como una forma de entender los costos y beneficios del shock versus el gradualismo.
La mayoría de los pronósticos nos dicen que el déficit fiscal del que se hará cargo el próximo gobierno estará entre 5 y 7% del PBI. La inflación, que en el mejor de los casos estaría cayendo, será sin duda uno de los principales problemas a enfrentar. La relación entre el déficit fiscal, la forma en la que se financia y la inflación no resiste mucho debate. Quizás la decisión macro más importante que tomará el próximo gobierno es cómo reducir el financiamiento monetario del déficit fiscal.
Si se decide que recobrar la credibilidad en la política económica rápidamente es la prioridad, entonces reducir o eliminar el financiamiento monetario del déficit fiscal es crucial. He aquí el quid de la cuestión. Un gobierno que quiera generar un shock de confianza podría verse tentado a anunciar al asumir la total eliminación del financiamiento monetario del déficit fiscal, intentando mostrar un claro y creíble esfuerzo de devolverle estabilidad a la moneda. Un quiebre con el pasado. De hecho, una promesa en estas líneas puede ser una herramienta en la campaña, diciéndole a la gente que el sector público no se financiará más con inflación. El problema es encontrar otra fuente de financiamiento, a menos que se planee un ajuste de mas de 5% del PBI implementado en muy pocos meses.
Dado el default, el financiamiento externo no es una posibilidad a menos que se solucione el conflicto con los ‘hold-outs’. Por ende, si el próximo gobierno planea/promete bajar la inflación rápidamente, pero no planea un fuertísimo ajuste fiscal (suba de impuestos y/o cortes de gastos), tiene importantísimos incentivos a solucionar el conflicto con los ‘hold-outs’ en muy pocos meses. ¿Cuántos meses? Depende de cuantos meses esté dispuesto a mantener el financiamiento monetario del déficit fiscal.
Volviendo al punto de partida: el shock requiere de decisiones valientes con respecto a la independencia del Banco Central y su financiamiento del déficit fiscal. Esa valentía debería estar acompañada de un plan para la rapidísima resolución del conflicto con los ‘holdouts’, dado que el financiamiento externo es una condición casi necesaria para bajar la inflación y devolverle estabilidad a la moneda. El shock apunta a recobrar credibilidad y la estabilidad de la moneda a partir de la solidez fundamental de la política monetaria, recobrando el financiamiento externo, ayudando a revertir el flujo de capitales. El gradualismo apuesta a que la credibilidad inherente en el cambio logra algunos de esos objetivos por si misma.
La nota no indica como evaluar el plan. Lo que hace es aportar una opinión, sin analizar los riesgos de las diferentes opciones. Debería utilizar un enfoque riguroso para realizar una evaluación seria.