En los últimos cinco años han llegado a Colombia 1,8 millones de inmigrantes venezolanos. Esto hace que Colombia sea actualmente el segundo mayor receptor de desplazados internacionales en el mundo (el primero es Turquía, debido a los desplazados sirios).
El DANE liberó recientemente la información sobre inmigración que se recolecta mensualmente con la Gran Encuesta Integrada de Hogares. Por primera vez podemos estudiar con detalle el proceso de absorción laboral de los inmigrantes. Esta nota, basada totalmente en la GEIH de julio de 2019, es apenas una primera mirada a este asunto. Mi objetivo es que aliente a otros investigadores a estudiar el tema en mayor profundidad.
Mi hallazgo central es que, aunque los venezolanos están ocupándose rápidamente, están siendo muy mal remunerados. Esto es cierto tanto para trabajadores independientes como asalariados. Empiezo por mostrar algunos indicadores descriptivos (Cuadro 1), y luego resumo los resultados de algunas regresiones Mincer (Cuadro 2). Al final discuto algunas implicaciones, entre ellas el efecto de “trabajador desalentado” que se está produciendo entre los colombianos que compiten con los inmigrantes.
Utilizando los factores de expansión de la GEIH, se deduce que en los últimos cinco años se han quedado en Colombia cerca de 1,840.000 personas que vivían entonces en Venezuela. No es posible saber quiénes de esos son colombianos repatriados. De ese total, 647.000 aproximadamente llegaron en los últimos 12 meses. Las tasas de participación laboral de los inmigrantes mayores de 15 años son sustancialmente más altas que las de los no migrantes (aproximadamente 80% versus 66%). Los inmigrantes recientes tienen una alta tasa de desempleo (16%), pero los inmigrantes que ya llevan más de un año en el país tienen una tasa de desempleo no muy distinta de la de los no inmigrantes (11% versus 9%). Sorprendentemente, al menos para mí, los inmigrantes (recientes o no) tienen tasas de autoempleo muy semejantes a las de los no migrantes.
Todo lo anterior sugiere que los inmigrantes se integran rápidamente al mercado laboral. Es claro que han venido a Colombia con la intención de ganarse la vida. Pero, ¿lo están logrando? Las cifras de ingresos laborales pintan una historia realmente desalentadora.
Los venezolanos que llegaron en el último año están ganando 44% menos que sus contrapartes colombianos, y los que llegaron hace más de un año están ganando 34% menos. Cuando digo “menos que sus contrapartes colombianos” quiero decir que las regresiones de donde salen estos coeficientes controlan por una larga lista de regresores (véase la nota debajo del Cuadro 2). El hecho de que estos dos coeficientes no sean muy distintos es indicativo de que las brechas de remuneración no se cierran rápidamente.
Otra cosa notable de las brechas de remuneración es que son más pronunciadas para los asalariados que para los autoempleados. Por ejemplo, quienes llegaron en el último año y son asalariados ganan 46% menos que sus contrapartes, mientras que si son autoempleados ganan 28% menos. Mi interpretación de esto es que mientras que los salarios de los colombianos no caen (o caen muy poco) por el hecho de que haya más asalariados venezolanos, las remuneraciones de los independientes colombianos sí son bastante sensibles a la competencia con los venezolanos. Es decir, en los mercados informales la mayor competencia deprime las remuneraciones.
Por último, es también notable que las brechas son mucho, pero mucho, mayores para quienes tienen educación superior. Por ejemplo, quienes llegaron en el último año y habían ido a la universidad o a una escuela técnica en Venezuela ganan 67% menos que los colombianos con educación semejante. En cambio, quienes solo llegaron hasta la secundaria, ganan 34% menos que sus contrapartes colombianos. Mi interpretación de esto es que las empresas no reconocen la formación que tienen los venezolanos y es muy posible que estén desperdiciando sus talentos.
Por consiguiente, aunque la absorción laboral de los venezolanos ha sido bastante rápida, está siendo muy ineficiente. No se trata solamente de que las empresas posiblemente estén desperdiciando los talentos venezolanos. Hay por lo menos otros dos canales muy grandes de ineficiencia. Uno es que este tipo de desigualdades salariales dentro de las empresas dañan el ambiente laboral, erosionan el sentido de equipo y posiblemente elevan la rotación de personal, todo lo cual es malo para la productividad de las empresas. El otro canal es que, al deprimir los ingresos de los informales colombianos, muchos de ellos están abandonando el mercado laboral. Como expliqué en una columna reciente en Dinero, el fenómeno del “trabajador desalentado” es clave para entender el actual rompezabezas laboral.
La adecuada absorción laboral de los venezolanos es un reto para las empresas y para el país, no solo para los inmigrantes. Cuanto mejor entendamos este problema más acertadas serán las propuestas de política que podamos hacer.