La economía mundial en problemas, y nosotros entrampados

La pérdida de dinamismo de la economía mundial se intensifica, afectada por la maduración del ciclo expansivo de Estados Unidos y, especialmente, por la guerra comercial, tecnológica y ahora de monedas entre Estados Unidos y China. Los efectos de la guerra y de la incertidumbre sobre su desarrollo futuro, se manifiestan en la primera caída en el volumen del comercio global desde la crisis del 2008-2009, en el deterioro de la confianza empresarial y en la pérdida de dinamismo de la producción manufacturera y de la inversión en los países avanzados. Como resultado, el crecimiento pierde fuerza en Estados Unidos, la zona euro y China, entre otros.

En la zona euro destaca la caída del producto de Alemania en el segundo trimestre (afectada también por el Brexit) y en China la fuerte reducción del crecimiento del sector industrial, que en julio alcanzó su menor nivel en 17 años.

En contraste, destaca el dinamismo que mantiene el consumo privado en Estados Unidos, Alemania y Japón, apoyado por un mercado laboral que se mantiene robusto.

Con una desaceleración ya en curso, el 1 de agosto el Presidente Trump anunció medidas adicionales que profundizan la guerra comercial y tecnológica con China. Estas incluyen un arancel del 10%, a partir del 1 de septiembre, a los US$ 300.000 millones de importaciones excluidas de las alzas de aranceles anteriores, si no hay concesiones de China. En paralelo, anunció que la restricción de exportaciones de tecnología a la empresa china Huawei se mantendría. A esta amenaza, China respondió suspendiendo la compra de granos a Estados Unidos por parte de sus empresas estatales y dejando depreciar su moneda.

Frente a esto, Estados Unidos declaró a China como un país que manipula su moneda, extendiendo la guerra a una de monedas. Esto sorprende, dado que China tiene una cuenta corriente prácticamente equilibrada y ha estado vendiendo reservas para contener la depreciación de su moneda. Los ruidos continuaron esta semana, con el sorpresivo anuncio de Trump que suspenderá hasta el 15 de diciembre la entrada en vigor de la nueva alza arancelaria para más de la mitad de las importaciones afectadas, para así no encarecer las compras navideñas.

Estos eventos golpean a la economía mundial en momentos en que los intentos de los bancos centrales para apuntalar el crecimiento y llevar la inflación a sus respectivas metas, han llevado las tasas de interés de política a niveles negativos (zona euro y Japón) o a niveles muy bajos (Estados Unidos) y, por lo tanto, el espacio para seguir bajando las tasas es muy limitado, mientras que la efectividad de las políticas de relajo cuantitativo también es reducida, al mismo tiempo que comprometen la estabilidad financiera.

Es por eso que los bancos centrales piden auxilio a la política fiscal para apuntalar el crecimiento. Lo que preocupa, es que, frente a un mayor deterioro de la economía global, la capacidad de colaboración entre los principales países para coordinar medidas de estímulo, como lo hicieron en la crisis del 2008-2009, se ha visto severamente reducida con el deterioro de las relaciones de Estados Unidos con la Unión Europea y China.

Los mercados financieros internacionales muestran su preocupación por un deterioro más pronunciado de la economía global, con caídas generalizadas en las tasas de interés de los bonos de gobierno de largo plazo, una tasa del bono a diez años en Estados Unidos menor que la de las letras del Tesoro a tres meses, y una mayor volatilidad en los precios de las acciones.

Dado el estado y los riesgos de la economía mundial, lo prudente para Chile es prepararse para un escenario mundial más difícil, fortaleciendo las defensas internas, intensificando la remoción de los escollos internos a la inversión y al crecimiento, y evitando deteriorar las condiciones para la generación de empleo y el ajuste del mercado laboral.

En defensas internas, este es el momento para reforzar el compromiso de reducción gradual del déficit estructural y el rol contracíclico de la política monetaria, avanzar en la implementación de Basilea III, y fortalecer el monitoreo de los riesgos del sistema financiero y las herramientas para acotarlos.

De los escollos a la inversión y al crecimiento, es urgente consensuar la reforma tributaria y acelerar el programa de concesiones, para así impulsar la inversión y resolver cuellos de botella que afectan a la productividad y a la inversión privada.

En pensiones, avanzar en aprobar una reforma que se haga cargo de aumentar la tasa de cotización, extender la edad de jubilación, fortalecer el pilar solidario y sin comprometer la eficiencia en la gestión de la administración de los fondos. También hay que evitar introducir nuevas rigideces en el mercado laboral que afecten el empleo y los salarios, como lo es la idea de reducir la jornada laboral sin hacerse cargo primero de avanzar en reformas para mejorar la productividad y así dar un salto en crecimiento y en salarios reales. Para esto se requiere, en el corto plazo, además de flexibilizar la jornada de trabajo y la definición de tareas, hacer una reforma radical en la capacitación laboral. En paralelo, para preparar la fuerza de trabajo futura para la revolución de la digitalización, la robótica y la inteligencia artificial que nos acecha, se requiere mejorar en forma significativa la calidad de la educación temprana, básica, media y técnica.

La tarea es grande, pero de seguir entrampados y deteriorando las políticas internas corremos el riesgo de seguir postergando las demandas de la clase media, lo que puede transformarse en un caldo de cultivo para el populismo.